EL
MIEDO LES MUERDE LAS ENTRAÑAS
Por Gustavo
Espinoza M.
26OCT25
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D |
esde
hace un buen tiempo las autoridades peruanas han venido decretando el “Estado
de Emergencia” en distintas localidades del país. En Pataz, por
ejemplo, se valieron de él apenas comenzó el desborde delictivo, que luego se
afirmó y creció a la sombra de nadie sabe quién.
Pero
en la capital de la República, el Estado de Emergencia se usó de manera
selectiva en determinados distritos de la capital, los antiguos “cinturones
de miseria”, como se les llamaba a San Martín de Porras, San Juan de
Lurigancho, Puente de Piedra, Carabayllo y otros, que fueron escenario de un
mismo ritual: declaración formal del “Estado de Emergencia”, desplazamiento
ostentoso de algunas unidades militares, anuncio de “redadas” y “captura de
bandas”, varias de las cuales eran inexistentes.
Pues
bien, ahora, el gobierno del señor Jerí ha vuelto a lo mismo, sólo con un
discurso más rimbombante y altanero, “A la ofensiva”, como le
gusta subrayar. Y, ostentosamente ha ampliado el radio de esa emergencia para
incorporar en ella a toda la ciudad capital más la Provincia Constitucional del
Callao.
Y
para que la gente crea que no está hablando en vano, ha sumado a esta
declaración algunas “movidas” que, en el fondo no han sido otra cosa sino cambios
de estilo: hizo múltiples reuniones con diversos actores del proceso
social, visitó los Penales para amenazar a los presos a los que tuvo en
el suelo para que se den cuenta que “ya perdieron”, felicitó
a la Policía para saludar “su heroísmo”, convocó al Acuerdo Nacional, concertó
con sus ministros, pidió al Congreso “facultades delegadas”; en
fin, buscó a todos, menos a los trabajadores, a los estudiantes, ni a las
víctimas de la represión. Para ellos, le faltó tiempo.
Y ya, en el cenit de su gobernabilidad, cuando debía demostrar que estaba “hablando en serio” y que por eso mismo no usaba palabras sino acciones, dio su “Mensaje a la Nación”: 49 segundos, duró la perorata, Fue esa, sin duda, la manera de demostrar que él y Dina, no eran lo mismo: el último mensaje de Dina al Congreso, y a la Nación duró 4 horas y 52 minutos. Vale, sin embargo, en este fárrago de “acciones”, aludir a algunos elementos que debieran ser considerados:
Cuando un gobierno es débil y se siente acorralado, confunde la seguridad ciudadana, con su propia seguridad. Cree entonces que proteger a la ciudadanía, es poner a 7 mil policías armados hasta los dientes custodiando “objetivos estratégicos del Estado”, es decir el Congreso de la República y Palacio de Gobierno. Así de simple.
Hoy,
el país sabe que la Policía Nacional dispone en Lima, una ciudad de 11 millones
de habitantes, apenas de 89 vehículos para rondas y tareas de patrulla; que los
policías tienen que comprar su propio “chaleco antibalas”, porque
el Estado no les proporciona ninguno; que deben adquirir sus propias balas.
porque los fusiles que les entregara el régimen depuesto carecían de ellas; que
tienen ellos mismos que adquirir las pistolas que usen; aunque deben
“inscribirlas” como si pertenecieran a la unidad de la que forman parte. Lo
único que les dan, es una canasta de víveres, en gratitud, porque si no hubiesen
estado allí el 15 de octubre, la gente habría sacado a patadas a “los
dueños del Poder”
Sin
duda, estamos hablando de los policías “de abajo”, esos que
tiran las bombas lacrimógenas” y golpean a la gente. Porque si se trata
de “Los Mandos” la situación es diferente, Como es público,
ahora reciben automóviles “de alta gama” porque necesitan “coches veloces”
(pareciera que piensan en la hora de huir), a más de varios otros
beneficios.
El otro tema es la
tendencia clásica a cebarse con los más débiles, con quienes no pueden
defenderse. Nos referimos a los que están privados de su libertad. Lo que se
busca, es simplemente martirizarlos, hacerles la vida imposible. Y eso, tampoco
tiene sentido. En los Penales pueden haber 10, 50 o 100 delincuentes que
trabajan desde allí en conexión con sus bandas para cometer nuevos delitos.
Pero hay más de 100 mil presos. ¿A todos hay que castigarlos igual entonces? Si
eso se hace, objetivamente se alientan las fugas, o los motines carcelarios. ¿A
dónde conduce eso? Tan solo a acrecentar la violencia.
De
alguna manera eso se ha dejado entrever en la presentación del “Gabinete
Álvarez” en el Congreso de la República el miércoles pasado. Ahí si
hubo muchas palabras y lluvia de promesas. Innecesarias, quizá, porque después
de todo, el “voto de confianza” estaba cantado. La “mayoría
parlamentaria” -esta vez liderada por Rospigliosi- no hizo sino “subirse al
carro” y anexarse a la locomotora de 38 años que preside hoy el Ejecutivo.
Y lo hizo, naturalmente, sin abdicar de sus “prerrogativas”. ¿Cuáles? En primer lugar, llamar “senderista” al asesinado Ruiz Sáenz para liberar de culpa -y sanción- al oficial Magallanes en cuyo beneficio idearon todas las leyendas posibles, asegurando que disparó en defensa de su vida porque “estaba a punto de ser linchado” y además, lo hizo al cielo, sólo que como era de noche y éste estaba cerrado, la bala rebotó al suelo y como éste era de cemento, se alzó otra vez para alojarse por pura casualidad en el cuerpo de este “subversivo”. Y es que Magallanes, ahora, es “un héroe”, el prototipo de lo que debe ser un Policía “que cumple su deber”, es decir, que “matas senderistas”.
Si
a eso añadimos la inaceptable condena de 15
años de prisión dictada contra Guillermo Bermejo, tendremos la idea redonda
del terror que invade a la clase dominante. En su desesperación, y a sabiendas
que habrá de perder cualquier consulta electoral elementalmente democrática
invierte el papel de “la prueba” y sostiene que el acusado, “no pudo
demostrar su inocencia” ante “las acusaciones plateadas”
Es el miedo -que les muerde las entrañas- el que acciona esta política. Y es que al final de este túnel no se ve la paz, sino la muerte. <■>


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