lunes, 21 de marzo de 2022

LENGUAS ORIGINARIAS EN PUNO

 EL ORIGEN DEL AIMARA

ESTÀ EN EL CENTROPERUANO, AFIRMA RODOLFO CERRÒN PALOMINO.

En CORREO, HUANCAYO 20MAR22

L

ingüista y doctor en letras, sostiene una teoría: Los incas no hablaban originariamente el quechua, sino el puquina, una lengua traída del altiplano. A la par de esta investigación, desde hace unos años, viene publicando la toponimia de los pueblos de todo el Va­lle del Mantaro. Esta es una parte de la conversación que sostuvimos con uno de los principales investigadores de las lenguas andinas en el continente. La charla completa pueden encontrarla en la web.

¿Qué lo animó a iniciar su estudio sobre la toponi­mia en el Valle del Mantaro?

Hace tiempo vengo trabajando en cuestiones toponímicas a nivel andi­no en su conjunto, desde el Ecuador hasta la Argentina, pero con mayor concentra­ción en el área centro-sureña. ¿Por qué? Porque en esa zona han confluido las tres lenguas mayores del antiguo Perú: el aimara, el quechua y el puquina.

¿Ese fue el motor?

En efecto, me dije por qué no hacer un paréntesis y pen­sar también en la toponimia del Valle del Mantaro. Algu­na vez realizando estudios como una especie de tributo a la tierra, después de haber realizado trabajos de campo intensos en la zona en la dé­cada del 70 y publicado es­tudios sobre la realidad lingüistica.

Si uno piensa en Ayacucho. inmediatamente lo relacionamos con el que­chua-chanca. Sin embar­go, los estudios que usted menciona señalan que en realidad esa región fue territorio aimara. ¿Cómo ocurrió esto?

Hay mucha evidencia incuestionable de que el aimara tiene su punto de origen en el centro del Perú. De hecho, un dialecto que sobrevive milagrosamente es la variedad jaqaru que se habla en la sierra de Lima (Yauyos). En el año 1860 en sus viajes por la región, Raimondi to­davía encuentra seis zonas de hablas propias del aimara central que han ido desapa­reciendo con el tiempo. Has­ta hace poco nos habíamos quedado con dos variedades locales: el jaqaru y el kawki. hablados en Tupe y en Cachuy (Yauyos); actualmente solo subsiste el primero, y el segundo fue extinguiéndose en la segunda mitad del siglo pasado.

Tupiñas: ancianas de Tupe, Yauyos, Lima

Usted menciona que el Inca Garcilaso es uno de los primeros en identificar términos del puquina. ¿Su investigación parte de él? ¿Qué otros autores se lian sumado?

El es una de las pocas personas que nos di­cen que la nobleza incaica tenia, ade­más del quechua, una lengua especial que él llama lenguaje particular dé los incas. Por ejemplo, en cuanto al térmi­no Ayar nos dice no saber qué pueda significar esta palabra. Pero Garcilaso. afortunadamente, no es el único en sostener la exis­tencia de dicho lenguaje. Hay un texto clásico de un corregidor español del siglo XVI quien estuvo también en el propio Huancayo: Rodrigo Cantos de Andrada que nos habla taxativamente, antes de Garcilaso en 1580, que los incas tenían su lengua propia. Otro cronista, Maritìn de Murúa (1613) nos dice que les incas tenían su lenguaje propio que no era quechua ni era aimara, y va­mos, que él conocía bastante bien ambas lenguas.

Si el virrey Toledo decreta como lenguas oficiales del antiguo Perú el quechua, el aimara y el puquina, ¿por qué no hay registro escrito de esta lengua?

Porque estos evangelizadores fueron muy pragmáticos, comenzando por las mismas autoridades eclesiásticas. Dijeron que si la mayoría de puquinas son bilingües, ya saben o aimara o quechua, ¿para qué perder el tiempo escribiendo gramáticas y vocabularios en esta lengua? Lo único que tenemos para el puquina es un conjunto de textos pastorales que un ayacuchano, Jerónimo de Oré. miembro de una familia de puros religiosos, reunió y publicó en l6O7 en Nápoles.

Usted sostiene que pala­bras que todos creemos que son quechuas como “tucuyricuy” son en realidad puquina, ¿cómo así?

Efectivamente, hay una "quechuización" a fortiori de los términos. En el caso de tucuyricuc la raíz de la palabra era toqri puramen­te puquina, y signi­ficaba gobernador, persona encargada del gobierno local. Al quechuizarse re­cibe el sufijo instru­mentalizador que­chua “-ku" más el adjetivador “-q" y se tiene: “toqri-su-q”. Entonces el que­chua-hablante o el historiador, que no conoce sino algo de quechua, en el mejor de los casos, corrige el término y dice toqríkuqno se entiende y entonces debe ser tukuyrikúq, o sea el que todo lo mira. ¿Se da cuenta como juega la imaginación? Y claro, un gobernador es el que debe estar al tanto de todo. <>

domingo, 20 de marzo de 2022

ARTE POPULAR COREOGRÀFICO DEL ALTIPLANO

 LA LLAMERADA,

DESDE LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO PARA LA DANZA

Por Alfredo Fuster.

D

esde que el hombre dependía de cuevas y abrigos para sobrevivir ante la inclemencia del frío y la amenaza de sus principales depredadores, éste retrataba su vivencia en lo que en la historia se llamaría arte rupestre; de aquello tenemos muchos lugares en el altiplano puneño donde se representan escenas de caza principalmente en Corani, Macusani, Ccapalla, Salcedo, Lampa y muchos otros lugares que lamentablemente hoy se encuentran abandonados y algunos otros profanados por gente de mala fe y con un desamor tremendo a todo aquello que tiene que ver con la cultura y el patrimonio.

La curiosidad del hombre lo ha llevado a desarrollar técnicas que ha permitido su supervivencia, de tal forma que la principal actividad que los grupos humanos o clanes practicaban era la caza, esta práctica dará inicio al concepto sobrenatural del animal que atrapa para sobrevivir, siendo este un aliado que se interpretaba cual regalo de sus dioses, no olvidemos que el hombre va construyendo sus conceptos en base a elementos simbólicos, en ese sentido consideraba también a sus depredadores como animales dotados de un poder que también anhelaba obtener.

Los antiguos pobladores del altiplano puneño otorgaron a los animales; que son parte de su convivencia, ya sean depredadores o aquellos a los que logró domesticar; un origen mítico unido a una concepción que dará forma a espacios ritualizados físicos e imaginarios donde el animal dominante se convierte en espíritu protector del propio hombre y se transmuta al cuerpo, que es interpretado por el sujeto, siendo la piedra angular del concepto totémico en las danzas destacando el proceso de imitación intrínseca donde la construcción corporal imitando a determinado animal fue vital siendo el sujeto el que se asume a sí mismo el espíritu y las habilidades del depredador quien protege al hombre en la caza o guerra, en el caso de aquellos animales que consideraba sagrados en beneficio de su vida y el bienestar del grupo se generaba una ritualización de su interpretación bajo el mismo concepto de construcción del cuerpo.

La danza de la llamerada es la prueba innegable de aquel proceso de construcción totémica donde el hombre asume al cuerpo como un espacio ritualizado, basado en una dualidad donde el pastor interactúa con el camélido en dos dimensiones que han sido divididas en el propio cuerpo y que a su vez son complementarias, un dualismo vinculado a elementos simbólicos ligados a la mecánica corporal. En ese sentido en la danza de la llamerada el danzante imita con los miembros inferiores el andar soberbio y elegante de la llama mientras que de la cintura para arriba y con los miembros superiores se representa la actividad propia del pastoreo donde se simula el recojo de una piedra la cual servirá para lanzarla con la huaraca defendiendolas así de las amenazas que conviven en el espacio natural de los camélidos, aquellos que también son representados bajo las mismas formas de construcción corporal en la danza de los llameros o antiguamente llamados llama llama, tales como: el zorro, puma, cóndor, etc.

Es preciso destacar que existen amuletos que los pastores conservan y a los que rinden culto, objetos con los que realizan prácticas rituales agradeciendo a los apus por el bienestar de sus animales y su reproducción, estos objetos son llamados “Illas” y “Conopas”, pequeñas piedras con forma natural de llama y alpaca, o elaboradas en metal, estas tienen orígenes míticos ligados a los espíritus que propician la reproducción del ganado y la protección del hombre del altiplano, estos objetos han sido representados y adheridos como parte de los artefactos que portan en la danza de la llamerada, sin embargo con el paso del tiempo han sido resignificadas en pequeñas estatuillas de lana con formas de llamas el cual los danzarines llevan en una mano, esta representación simboliza para el pastor altiplánico aquellos objetos rituales y en sí las deidades protectoras del ganado.

Si hablamos de la danza llamerada, también debemos mencionar algunos aspectos de la coreografía, en ese entender es preciso detallar algunos rituales que se vinculan directamente a este animal.

La importancia del camélido para las culturas pre incas e incas no solo ha servido para realizar ofrendas al sol en las fiestas principales como la del Inti Raymi, donde se sacrificaban llamas o “carneros de la tierra” como lo menciona Garcilaso de la Vega, también sirvieron para los llamados “agüeros” donde se destinaba una llama para ver si las cosechas y el transcurrir del año será productivo o no, el ritual se llevaba a cabo mediante la exposición de los pulmones y el corazón. Cristóbal de Molina menciona que no solo realizaban sacrificios a Wiracocha, al dios Inti y a las huacas sino a otro ídolo llamado “Chuquilla Illapa” que era el dios del relámpago, trueno, rayo y lluvia, esta ofrenda nos hace presumir que la llama no solo era un animal sagrado por su utilidad, su funcionalidad e importancia por ser un nexo efectivo entre los dioses y el hombre, más aun siendo un animal muy apreciado por los incas y preferido para ofrendar a sus dioses, también nos permiten vincular otro ritual muy importante en el altiplano y en la zona andina; ritual incaico donde se sacrificaban cien llamas en épocas del “Uma Raymi Quilla” que se realiza en el mes de octubre con la festividad del agua tal y como lo menciona Guamán Poma de Ayala, quien deja evidencia en su Nueva Crónica y Buen Gobierno, que este ritual estaba destinado para que los dioses enviaran lluvias.

También se tiene referencias de los rituales de invocación a las lluvias donde se dejaba una llama amarrada hasta que empiece a dar quejidos producto del hambre, se cree que el sufrimiento de este animal provocaba que las divinidades se compadezcan y enviaran las tan ansiadas lluvias necesarias para los sembríos.

Definitivamente se puede relacionar a este animal con el elemento agua, elemento que en el mundo andino estarían ligados con iconografías circulares, figuras que también son una representación constante en la danza de llameros a nivel nacional, no obstante en el concepto mítico se dice que las llamas proceden de las estrellas y en algunos otros relatos se habla de que salieron de las lagunas lo cual lo vincula aún más con dicho elemento.

En el proceso coreográfico de la danza, principalmente se describe el transitar de las recuas, las cuales se conforman en filas, aquellas que a su vez y en ocasiones desarrollan mudanzas zigzagueantes que representan su transitar por las cordillera, quebradas y caminos estrechos por donde el pastor va arreando a sus animales, a la cabeza va el jañachu, representación del tótem construido en el cuerpo danzante con el propósito de mantener aquella ritualidad que sobrevive en la danza de la llamerada, haciendo referencia de la importancia ceremonial de este camélido.

La llamerada está próxima a declararse patrimonio de la nación, consolidandose como una de las danzas más bellas e importantes del departamento de Puno capital del folklore peruano.