LA FERIA DE VILQUE
Jaime Urrutia Cerruti. Extractos de su
ensayo corto LA FERIA DE VILQUE: ENTRE
MULAS, LANAS Y TIMBA, en Revista HISTORIA Y CULTURA Nº 30, Lima 2019 pp 139-143
L |
a feria de Vilque fue
la más famosa de las ferias del sur peruano desde las primeras décadas del
siglo XIX hasta la llegada del ferrocarril a Puno en 1874 que impulsó el crecimiento de Juliaca y condicionó
la paulatina decadencia de la feria.
Ubicado
en el altiplano puneño, a una altura de 3,860 metros sobre el nivel del mar, a pocos
kilómetros de la ciudad de Puno, Vilque es hoy un humilde pueblo con algunas
centenas de habitantes. Hoy, el nombre de Vilque no evoca la importancia de su
pasado, durante el cual tuvo lugar la principal gran feria del ámbito sureño
del Perú desde las primeras décadas de 1800.
La
feria de Vilque se estableció en los linderos de la hacienda Yanarico, que fuera propiedad de los
jesuitas. No tenemos información precisa sobre la feria a fines del siglo XVIII
e inicios del XIX, período en el cual la peregrinación original al Señor de
Vilque, posiblemente impulsada por los jesuitas—como señala Jacobsen—fue
derivando en un evento básicamente comercial.
Diversos
viajeros del siglo XIX han perennizado, con sus vívidas descripciones, las
características de la feria de Vilque, además de informes oficiales de funcionarios
ingleses y franceses destacados a la región.
Markham la describe en
1860:
“Fuera
del pueblo había miles de mulas de Tucumán esperando que los arrieros peruanos
las compraran. En la plaza había puestos de todo tipo de productos de
Manchester y Birmingham; en lugares más apartados había polvo de oro y café de
Carabaya, plata de las minas, corteza y chocolates de Bolivia alemanes con
cristalería y prendas de lana de punto, modistos franceses, italianos, indios
quechuas y aimaras en sus diversos trajes pintorescos; de hecho, todas las
naciones y lenguas...El camino estaba repleto de personas que venían de
Arequipa a la feria de Vilque: tenderos nativos, comerciantes ingleses llegados
a concertar sus suministros de
lana, y una ruidosa compañía de arrieros en camino a comprar mulas, y armados
hasta los dientes con pistolones, viejas armas e inmensas dagas, para defender
sus bolsas de dinero”.[1]
En
1838, Eugene de Sartigues da cuenta
de la importancia de Vilque:
“Vilque
tiene cierta importancia en el país a causa de la feria de mulas que tiene
lugar allí una vez al año. Se traen las mulas de Tucumán, provincia de la
República del Plata y se emplea cuatro meses en realizar el viaje. De Vilque se
distribuyen a todo el Perú. Esa gran población está edificada a orillas de una
llanura pantanosa que parece haber sido el lecho de un lago y termina en un
vasto estanque”.[2]
De
la misma época es la opinión de otro viajero:
“A
algunas leguas del gran lago Titicaca, que duerme como un mar interior entre la
meseta del Collao y las montañas de Bolivia, se levanta el villorrio de Vilque.
Es allí donde se celebra esa feria, la más considerable del Perú y quizás de
toda la América del Sur y a la que afluyen las poblaciones, no solo de los
departamentos vecinos, Arequipa, Moquegua y el Cusco, sino también de Bolivia y
de las provincias argentinas, en particular del Tucumán. Durante quince días Vilque, que apenas cuenta
con algunos centenares de habitantes, ve elevarse su población hasta diez o
doce mil almas”.[3]
La
feria de Vilque fue originalmente una gran “tablada” de comercialización de
miles de mulas llegadas desde la región de Tucumán, luego de un largo periplo
que se iniciaba más al sur de esa región hasta llegar, luego de varios meses, a
Vilque.
En
efecto, el negocio de mulas traídas desde el territorio del antiguo Virreinato
de La Plata representó la continuidad de un gran intercambio iniciado en la época colonial, y
sostenido hasta la segunda mitad del siglo XIX, que generó en el Bajo Perú un
circuito de ferias que, por rebotes sucesivos, llegaba algunas veces hasta
Cerro de Pasco. Aún hoy existe en el lenguaje popular la frase “más terco que mula tucumana”.
Hasta
la segunda mitad del siglo XVIII, la gran feria de mulas del sur peruano se
realizaba en Paucarcolla, a pocos
kilómetros de Vilque:
“A
las dos leguas de Puno, camino algo escabroso sin riesgo y de trotar, está el
pueblo de Paucarcolla, que fue la capital de la provincia y que actualmente
está arruinado, pero sin vestigios de haber sido de alguna consideración. En él
se proveen de mulas correos y pasajeros con mucha prontitud, porque hay
abundancia”.[4]
![]() |
Antigua Feria de Vilque |
En
el valle de Lerma, donde se halla ubicado, el pueblo de Sumalao, dice una
leyenda popular que “fue una terca mula la que trajo la imagen desde Puno”.
Paucarcolla,
además de ser cabecera de un corregimiento del cual dependía la parroquia de
Vilque, era el lugar, como dijimos, donde se realizaba a fines del siglo XVIII
la feria de mulas más importante del altiplano; pero también fue un lugar
importante durante el levantamiento de Túpac Amaru. Luego de este suceso, según
parece, la feria se trasladó a la cercana localidad de Vilque, convirtiéndose
este poblado en el principal lugar de venta de mulas traídas desde las
provincias argentinas, así como en un centro de acopio de lana, vendida por
indígenas a agentes intermediarios, y exportada a través de Islay por compañías
surgidas en la primera mitad del siglo XIX, cuya sede central estaba en la
ciudad de Arequipa.
La
feria de Vilque era sometida a remate púbico anual, adjudicando al mejor postor
el control y manejo del espacio ferial. Casi no existe información sobre la
feria en el Archivo Regional de Puno y nuestros esfuerzos apenas han sido
gratificados con un par de documentos relacionados precisamente a dicho remate.
El primero está fechado en agosto de 1820:
“El
barbero Eustaquio Murillo en quien se remató la plaza de la feria de Vilque en
cantidad de ciento quince pesos; hasta ahora no lo ha exivido sin embargo de
ntras. repetidas recombenciones. Por lo q. lo hacemos presente a VS. para que
se sirva librar las providencias conducentes al pago y afin de q. no se carezca
mas tiempo de esta cantidad q. debio haber ingresado en Arcas desde aquel tpo.
A los ocho días como VS. lo dispuso. Dios guarde a VS. Contad. Pral. de Puno y
Agosto 8 de 1820. Victorino de la Riva y Pablo Man. de Egrena. P. S. Gobernador
Inte. D. Tadeo Garate”.[5]
El
otro documento, que data de 1823, señala que “la subasta de la feria será por
158.3 1/2 reales”. Los agentes consulares ingleses instalados en Islay eran los primeros
interesados en adquirir información sobre la feria, convertida en un espacio
crucial tanto para conocer el precio de la fibra de camélido como para sondear
la potencial adquisición de productos ingleses:
“Vilque
es un pequeño pueblo en el Departamento de Puno, distante a unas cinco leguas
de la ciudad de ese nombre, y a unas cuarenticinco leguas de Arequipa. En la
feria realizada allí, se llevan a cabo un número considerable de transacciones
comerciales; gran cantidad de mercadería es enviada allí por los comerciantes
de Arequipa, y llegan compradores desde Cuzco, Bolivia, y las provincias
argentinas. Aquellos de este último país traen consigo gran cantidad de mulas
para la venta; allí también se hacen cuantiosos contratos para la entrega de
lana, la materia prima que constituye la exportación principal del distrito; así,
se verá que el éxito o fracaso de esta feria es un asunto de no poca
importancia para la comunidad comercial.[6]
__________________________ .
![]() |
Templo de Vilque en la actualidad |
[2] Eugène de Sartigues, “Viaje a las repúblicas
de América del Sur (1834)”, en Dos viajeros franceses en el Perú republicano,
por E. de Sartigues y A. de Botmiliau, Emilia Romero, trad. (Lima: Cultura
Antártica, 1947 [1848]).
[3] Adolphe de Botmiliau, “La republica peruana”,
en Sartigues y Botmiliau, Dos viajeros,204.
[4] Alonso
Carrió de la Vandera “Concolorcorvo”, El
Lazarillo de Ciegos
Caminantes, desde Buenos Ayres, hasta Lima (Buenos Aires:
Ediciones Argentinas Solar, 1942 [1773]), 247.
[5] Archivo
Regional de Puno
[6] Informe
del Sr. Wilthew, Cónsul británico en Islay, sobre el comercio de su distrito
consular durante el año 1859, en Bonilla, Gran Bretaña y el Perú, 1826-1919.
Informes de los cónsules británicos, tomo IV (Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 1977), 109