viernes, 24 de octubre de 2025

TRANSFUGUISMO POLITICO EN EL PERÚ

 PRÁCTICAS RECURRENTES DE CAMBIO IDEOLOGICO-POLITICO EN LA REALIDAD PERUANA

Por: Jorge Luis Choque

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l transfuguismo constituye uno de los problemas más persistentes y dañinos en la política peruana. Esta práctica se manifiesta cuando congresistas, elegidos por una bancada, deciden abandonarla para integrarse a otra, traicionando el mandato popular que los llevó al poder. Lo más preocupante es que estos cambios raramente obedecen a una legítima evolución ideológica o a discrepancias políticas genuinas; por el contrario, suelen estar motivados por intereses personales, beneficios económicos o ambiciones de poder, encubriendo en muchos casos actos de corrupción y acuerdos oscuros.

Cuando un parlamentario renuncia a la organización política por la que fue elegido, rompe el pacto con sus electores y traiciona los principios e ideas que esa agrupación representa. Este acto vulnera gravemente la legitimidad de la representación democrática. Como señaló John Locke en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, el poder de los gobernantes emana del consentimiento de los gobernados, y dicho consentimiento se basa en la confianza. El transfuguismo, al quebrar unilateralmente ese contrato social, defrauda a los ciudadanos que, con su voto, legitimaron una determinada propuesta política. De este modo, la identidad partidaria deja de ser una convicción para convertirse en una mercancía, lista para ser cambiada al mejor postor. Y el escaño parlamentario, lejos de ser una tribuna de representación ciudadana, se transforma en una cómoda plataforma de lanzamiento para ambiciones personales, tan volátiles como convenientes. La democracia, por supuesto, asiste al espectáculo atada de manos, mientras la dignidad política se subasta al mejor postor.

Cinismo e inestabilidad política

Más allá de la traición al votante, el transfuguismo introduce un elemento de inestabilidad y precariedad en el escenario político. Debilita las alianzas, socava la cohesión ideológica y alimenta la sospecha sobre las verdaderas motivaciones de los actores políticos. Maquiavelo, quien abordó el poder desde una perspectiva realista, advertía que “es mucho más seguro ser temido que amado, si no se puede ser ambas cosas”. Sin embargo, el tránsfuga no genera ni temor ni respeto: provoca desprecio, al ser visto como un oportunista sin principios. Su conducta debilita a los partidos políticos, impide la construcción de proyectos a largo plazo y limita la posibilidad de ofrecer alternativas coherentes a la ciudadanía. En este contexto, la lealtad se vuelve un bien escaso y la previsibilidad política, una utopía.

Caso Rospigliosi en la actualidad
Como afirmó el propio Maquiavelo: “La felonía y la deslealtad harán ganar poder, pero no la gloria”. En la misma línea, Mario Vargas Llosa sentenció: “El transfuguismo es una de las lacras que más daño hace a la democracia, porque pervierte la voluntad popular y debilita a los partidos políticos.”

Un fenómeno con antecedentes oscuros

El transfuguismo en Perú nació durante el gobierno de Alberto Fujimori en el año 2000, cuando, tras perder la mayoría parlamentaria, él y su asesor Vladimiro Montesinos implementaron el "Plan Reclutamiento", que consistía en la compra de congresistas con dinero público para asegurar el control legislativo. Esta práctica, expuesta por los infames "Vladivideos", sentó un precedente negativo que ha perdurado en gobiernos posteriores; bajo la orquestación de Montesinos, la lealtad congresal dejó de ser un valor político para convertirse en un artículo de lujo, pagado en efectivo y grabado en video, con congresistas que, pese a su supuesto compromiso con la patria, no dudaron en cambiar de bancada o actuar como "topos" bien remunerados, manipulando la representación parlamentaria como si fuera un casting y transformando a la mayoría en "vedettes obedientes" que aplaudían al régimen al ritmo dictado por el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN).

Este antecedente demuestra que el transfuguismo no es simplemente un cambio de posición política, sino una práctica profundamente nociva. Corroe la ética pública, deteriora la confianza ciudadana y destruye la credibilidad de los partidos. Fomenta el oportunismo, desvirtúa la representación democrática y alimenta la percepción de que la política es un juego sucio, donde los principios son negociables, la moralidad es un obstáculo y la integridad, una debilidad.

Mahatma Gandhi, con su inquebrantable compromiso con la verdad y la no violencia, advirtió claramente: "La política sin principios es uno de los siete pecados sociales." De manera similar, y reflejando una realidad desalentadora, José Luis Ayala afirmó: "Eso de que otorongo no come a otorongo, es verdad. ¿Qué se puede esperar de un Congreso que aloja a una gran cantidad de tránsfugas? Nada."

El transfuguismo no solo traiciona al electorado; degrada la política misma. <:>

Caso Haya, en el pasado. De izquierda a derecha


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