PRÁCTICAS RECURRENTES DE CAMBIO IDEOLOGICO-POLITICO EN LA REALIDAD PERUANA
Por: Jorge Luis Choque
1AGO25
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transfuguismo constituye uno de los problemas más persistentes y dañinos en la
política peruana. Esta práctica se manifiesta cuando congresistas, elegidos por
una bancada, deciden abandonarla para integrarse a otra, traicionando el
mandato popular que los llevó al poder. Lo más preocupante es que estos cambios
raramente obedecen a una legítima evolución ideológica o a discrepancias
políticas genuinas; por el contrario, suelen estar motivados por intereses
personales, beneficios económicos o ambiciones de poder, encubriendo en muchos
casos actos de corrupción y acuerdos oscuros.
Cinismo e
inestabilidad política
Más
allá de la traición al votante, el transfuguismo introduce un elemento de
inestabilidad y precariedad en el escenario político. Debilita las alianzas,
socava la cohesión ideológica y alimenta la sospecha sobre las verdaderas
motivaciones de los actores políticos. Maquiavelo, quien abordó el poder desde
una perspectiva realista, advertía que “es mucho más seguro ser temido que
amado, si no se puede ser ambas cosas”. Sin embargo, el tránsfuga no genera ni
temor ni respeto: provoca desprecio, al ser visto como un oportunista sin
principios. Su conducta debilita a los partidos políticos, impide la
construcción de proyectos a largo plazo y limita la posibilidad de ofrecer
alternativas coherentes a la ciudadanía. En este contexto, la lealtad se vuelve
un bien escaso y la previsibilidad política, una utopía.
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| Caso Rospigliosi en la actualidad |
Un fenómeno con
antecedentes oscuros
El
transfuguismo en Perú nació durante el gobierno de Alberto Fujimori en el año
2000, cuando, tras perder la mayoría parlamentaria, él y su asesor Vladimiro
Montesinos implementaron el "Plan Reclutamiento", que consistía en la
compra de congresistas con dinero público para asegurar el control legislativo.
Esta práctica, expuesta por los infames "Vladivideos", sentó un
precedente negativo que ha perdurado en gobiernos posteriores; bajo la
orquestación de Montesinos, la lealtad congresal dejó de ser un valor político
para convertirse en un artículo de lujo, pagado en efectivo y grabado en video,
con congresistas que, pese a su supuesto compromiso con la patria, no dudaron
en cambiar de bancada o actuar como "topos" bien remunerados,
manipulando la representación parlamentaria como si fuera un casting y
transformando a la mayoría en "vedettes obedientes" que aplaudían al
régimen al ritmo dictado por el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN).
Este
antecedente demuestra que el transfuguismo no es simplemente un cambio de
posición política, sino una práctica profundamente nociva. Corroe la ética
pública, deteriora la confianza ciudadana y destruye la credibilidad de los
partidos. Fomenta el oportunismo, desvirtúa la representación democrática y
alimenta la percepción de que la política es un juego sucio, donde los
principios son negociables, la moralidad es un obstáculo y la integridad, una
debilidad.
Mahatma
Gandhi, con su inquebrantable compromiso con la verdad y la no violencia,
advirtió claramente: "La política sin principios es uno de los siete
pecados sociales." De manera similar, y reflejando una realidad
desalentadora, José Luis Ayala afirmó: "Eso de que otorongo no come a
otorongo, es verdad. ¿Qué se puede esperar de un Congreso que aloja a una gran
cantidad de tránsfugas? Nada."
El
transfuguismo no solo traiciona al electorado; degrada la política misma. <:>
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| Caso Haya, en el pasado. De izquierda a derecha |



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