domingo, 13 de noviembre de 2011

Historia de la Ciudad de Puno, la otra capital de Puno


Escribe: René Calsín Anco | LOS ANDES - 04 nov 2011

Los antecedentes de la Ciudad del Lago se remontan hasta los primeros pobladores altiplánicos; después están asociados a las diversas aldeas puquinas y aymaras que florecieron en el área donde hoy se encuentra esta ciudad. Las aldeas puquinas resultaron establecidas por los qaluyos, pukaras y tiwanakus y las aldeas aymaras por los qollas y lupaqas. En este medio geográfico, hace medio siglo, surgió un pueblo inka, con la denominación de Puñuy; sin embargo, este espacio logró mayor notoriedad cuando el pueblo minero de San Luis de Alba hizo de capital de corregimiento y cuando se fundó la villa de Nuestra Señora de la Concepción y San Carlos; se consolidó cuando se convirtió en sede de intendencia, que es equivalente a capital departamental.

LOS PRIMEROS POBLADORES.- En la hoy ciudad de Puno, la presencia humana data de hace diez milenios, cuando recolectores y cazadores convirtieron a las pampas y los cerros en recintos de recolecta y caza. En la actualidad queda material lítico y arte rupestre (en Salcedo) que da testimonio de este poblamiento inicial. Después contamos con la integración de los pescadores o uros, que se asentaron por inmediaciones del lago Titicaca y los ríos; estos habitantes que hicieron que la pesca sea su principal actividad, se comunicaban a través de la lengua uruquilla. Hace ocho decenios se extinguió el uruquilla en Ch’imu (a escasos kilómetros de la ciudad de Puno) y zonas aledañas.

LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA.- Hace cinco milenios, con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería, los recolectores se transformaron en agricultores y los cazadores en pastores o ganaderos. Por esas conquistas aparecían la arquitectura y la textilería; los pobladores errantes se convertían en sedentarios, cuando empezaron a fijar su residencia. Esos descubrimientos motivaron el paso de una economía recolectora a una economía productiva.

LAS ALDEAS PUQUINAS.- En el medio que tratamos, hace tres milenios florecieron varias aldeas asociadas a las culturas agropastoriles, que ponderaron a la agricultura, nos referimos a Qaluyo, Pukara y Tiwanaku. Estas culturas, forjadas por moradores de habla puquina, lograron una preponderancia de dos milenios. Una de las aldeas Qaluyo se identificó en Chincheros (cerca al lago, por el Km. 8 de la vía Puno - Juliaca). Una de las varias aldeas puquinas surgió por el cerrito Huajsapata, desde entonces este enigmático cerrito hizo de lugar sagrado, a decir de Félix Palacios Ríos: “Wajsapata... tiene las evidencias de un importante asentamiento Pukara, posiblemente un templo”. En la actual ciudad de Puno, hubo numerosas aldeas tiwanakus, para Mario Núñez Mendiguri la isla Esteves fue “el principal centro Tiwanaku” de esta área.

LAS ALDEAS AYMARAS.- Ante el declive de la cultura Tiwanaku y la incursión militar de pobladores de habla aymara, ocurrió una expansión puquina y un enfrentamiento entre puquinas y aymaras. Después de que los puquinas resultaron vencidos por los aymaras, estos establecieron varios reinos en el altiplano. El ámbito que tratamos estuvo en jurisdicción de los qollas y lupaqas. A qollas y lupaqas, que lograron una hegemonía de cuatro centurias, los separaba un río, que en la colonia se le llamó río Puno y en la república río Socabón; en la pasada centuria se podía apreciar a este río.

EL PUEBLO DE PUÑUY.- Este pueblo resultó formado por pobladores qollas en los años aurorales del siglo XVI, cuando Huayna Cápac gobernaba el Tawantinsuyo; porque en la administración de este inka se cambió la sede del Qollasuyo, de Hatunqolla a Chucuito. El cambio de la capital propició un rediseñamiento del Cápac Ñan o camino real de los inkas. En el nuevo sistema vial resultaron favorecidos tres lugares: el primero fue Chucuito, por ser la nueva capital del Qollasuyo; el segundo fue Paucarcolla, puesto que el Cápac Ñan que se desplazaba del Cusco a Chucuito, dejaba de cruzar el pueblo de Hatunqolla y en su lugar pasaba por Paucarcolla; y el tercer lugar favorecido fue el que resultó elegido para que un ramal del camino Chucuito – Cusco, se dirigiera a la costa; precisamente en ese lugar de la bifurcación del camino real de los inkas emergió y floreció el pueblo de Puñuy. El curaca Qacha estuvo al mando de este pueblo que contaba con 500 tributarios.

EL REPARTIMIENTO DE PUNO.- El 1 de agosto de 1535, por cédula suscrita por Francisco Pizarro, se estableció el repartimiento de Puno sobre el pueblo de Puñuy. El repartimiento se encomendó al conquistador Gómez Mazuela. Al curaca del pueblo de Puñuy los hispanos lo denominaron Señor de Puno. A Gómez Mazuela le sucedieron los encomenderos Martín Dolmos y Alonso García Ramo. En 1573, según la Tasa de la visita general de Francisco de Toledo, el repartimiento de Puno contaba con 983 tributarios, de los cuales 603 eran aymaras y 380 uros, en total hubo 4705 pobladores.

EL PUEBLO DE SAN JUAN DE PUNO.- El 24 de junio de 1591 se estableció el pueblo de San Juan de Puno. En ese mismo año se determinó la edificación del templo de San Juan por orden del Obispo de Charcas; al respecto el historiador Alejandro Cano escribió: “mandó construir en 1591 el Obispo de Charcas Fray Domingo de Santo Tomás”. El pueblo hispano de San Juan de Puno hizo de capital del repartimiento de Puno, teniendo por plaza principal al actual parque Pino.

EL PUEBLO DE SAN LUIS DE ALBA.- Asociado al auge minero se formó el pueblo minero de San Luis de Alba. En menos de una década, de simple campamento minero se convirtió en capital del corregimiento de Paucarcolla. Este pueblo ostentó tal privilegio once años, hasta el debelamiento de la rebelión de Laykakota, que trajo consigo su destrucción y el traslado de su población. En 1770 Cosme Bueno decía: “sirvió de Capital, desde el año de 1657, el asiento de este mineral con el nombre de San Luis de Alva, hasta el año de 1668”. El pueblo de San Luis de Alba en su máximo esplendor, contó con una población superior a los 10 000 habitantes.

LA FUNDACIÓN DE LA VILLA.- Como desenlace de los sucesos de Laykakota, el 9 de setiembre de 1668 el virrey Conde de Lemos en un ambiente convulso fundaba la villa de Nuestra Señora de la Concepción y San Carlos cerca al pueblo de San Juan de Puno, con el respectivo trazado de la población, la distribución de solares y el señalamiento de sitios para la plaza principal (hoy plaza de Armas de Puno), la iglesia matriz y otras instituciones. Además, la villa fundada se convirtió en capital del corregimiento de Paucarcolla. Ocho semanas después, el 4 de noviembre, se realizaba la misa de acción de gracias, que solemnizaba la conclusión del traslado de la población de San Luis de Alba.

Sobre la fundación de la villa hay una referencia en el libro de Diego Esquivel y Navia: Noticias cronológicas de la Gran Ciudad del Cuzco, escrito en plena colonia, a mediados del siglo XVIII. Tal referencia es contundente y esclarecedora, no sólo porque indica la fecha de la fundación de la villa, sino porque alude al libro y al folio en donde se encuentra la ordenanza del virrey Conde de Lemos. La referencia expresa: “Llegó el virrey a Puno... Después de demolida Laycacota, hizo el conde ciertas ordenanzas para la nueva población, su fecha en Puno en 9 de septiembre, las que están en el libro 12 de Provisiones de esta ciudad, a fojas 262. De vuelta de aquel asiento entró el virrey en el Cuzco, miércoles 24 de octubre”.

LA TOMA DE PUNO.- En los años de la revolución tupacamarista la villa de Puno se convirtió en el último reducto colonial. La villa sufrió tres asedios. Después de esos cercos, hubo un éxodo hispano, de la villa de Puno a la ciudad del Cusco. Luego de los asedios y la evacuación, el 28 de mayo de 1781, las fuerzas patriotas tomaban la villa de Puno. Esa toma simboliza el momento más importante de la revolución, porque significó el inicio del efímero Perú independiente, que se prolongó por diez meses; para el historiador Juan José Vega: “La toma de Puno… marca quizá el momento más alto de todo el ciclo tupacamarista”.

LA INTENDENCIA DE PUNO.- El 21 de junio de 1784, después de la revolución tupacamarista, se estableció la intendencia de Puno. Carmen Torero Gomero en un estudio sobre la Audiencia del Cuzco, escribe: “El 21 de junio de 1784 se hizo efectivo el pedido, formándose la Intendencia de Puno con los partidos de Puno, Chucuito, Lampa, Azángaro, y Carabaya, segregados de la Intendencia de La Paz”. La villa de Nuestra Señora de la Concepción y San Carlos, o simplemente villa de Puno, con la instauración de esta intendencia se convirtió en su sede, es decir, en capital departamental, puesto que las intendencias tienen su equivalente en los departamentos; de manera que Puno nuevamente adquiría otra jerarquía, de capital provincial devino en capital departamental.

LA CIUDAD DE PUNO.- Dos décadas después de que Puno se convirtiera en capital de intendencia, el 14 de octubre de 1805, la villa de Puno accedía al rango de ciudad, por real orden. Sobre el título alcanzado y la fecha de emisión, contamos con un ilustrativo artículo que apareció en La Bolsa de Arequipa, el 17 de setiembre de 1865. En el artículo aparece la siguiente información: “El valle de Puno es mui estrecho, y su población asciende á diez mil almas, cuya mayoría se empleaba, en la época de nuestra historia, en el trabajo de las minas. En este valle está situada la villa de Puno, que fué mas tarde distinguida por Carlos IV con el título de ciudad, por real orden de 14 de octubre de 1805”.

EL DEPARTAMENTO DE PUNO.- Con el acceso a la república, las intendencias se convirtieron en departamentos. Así, la intendencia de Puno se transformó en departamento de Puno. Por vez primera el departamento de Puno aparece registrado el 26 de abril de 1822, cuando se convocó a elecciones por supremo decreto.

LA INDEPENDENCIA DE PUNO.- A más de dos semanas de la batalla de Ayacucho, el 27 de diciembre de 1824 se levantó la población puneña. El historiador Alejandro Cano escribía: “El 27 estalló el movimiento popular... la multitud que se lanzó sobre la guarnición hispana, consiguiendo su desarme tan rápido como incondicional. Abriéronse las puertas del depósito de los prisioneros de la isla de Esteves”. Apenas que los patriotas lograron el control de la ciudad de Puno, se formó un ejército al mando del militar de mayor graduación que estuvo confinado en la isla Esteves, nos referimos a uno de los lugartenientes de José de San Martín, el general argentino Rudecindo Alvarado, quien nombró al primer prefecto de Puno, programó la jura de la independencia y la instalación de las nuevas autoridades ediles. Así, el 30 de diciembre se procedía a la jura de la independencia en la plaza de Armas de la ciudad de Puno, con mucha solemnidad y gran júbilo.

LA PROVINCIA DEL CERCADO.- Por el decreto dictatorial del 2 de mayo de 1854, suscrito en el Cusco por el presidente provisorio, Mariscal Ramón Castilla, se determinó la creación de la provincia del Cercado y se reordenó la demarcación de las demás provincias del departamento de Puno. La provincia del Cercado (hoy provincia de Puno), se creo con los distritos de: Puno (capital), Ácora, Atuncolla, Cabana, Capachica, Caracoto, Coata, Chucuito, Juliaca, Paucarcolla, Pichacani, San Antonio, Tiquillaca y Vilque.

LA OTRA CAPITAL DEL PERÚ.- En 1967 el notable narrador andino y escritor universal José María Arguedas denominó a la ciudad de Puno: “la otra capital del Perú”; es decir la Capital del Folklore Peruano, por la milenaria, riquísima, vasta y variada tradición dancística de la región Puno. 18 años después, el 5 de noviembre de 1985, por Ley Nº 24325 se concretaba esta designación de manera legal; el primer artículo de la mencionada Ley expresa: “Reconócese a la ciudad de Puno, capital del Departamento del mismo nombre, la categoría de ‘Capital del Folklore Peruano’”.

LA CAPITAL REGIONAL.- El 14 de abril de 1989 se crea la región José Carlos Mariátegui, conformada por los departamentos de Puno, Moquegua y Tacna. Esta región estuvo en funciones hasta el 5 de abril de 1992. La ciudad de Puno, en varias ocasiones, hizo de capital de la región José Carlos Mariátegui.

LA ACTUAL CIUDAD DE PUNO.- Desde 1992 y por un decenio la ciudad de Puno volvió a ser capital departamental. Desde el 2002 los departamentos se denominaron regiones; por tanto, hoy la ciudad de Puno es la capital de la provincia de Puno y de la región del mismo nombre.

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Rumbos de la pintura puneña


Escribe: Christian Reynoso Torres * | Cultural - 04 nov 2011

El presente texto forma parte de la Presentación del Catálogo de la Muestra pictórica “Primer Salón de la Pintura Puneña Contemporánea”, inaugurada el 2 de noviembre 2011, en el Complejo Cultural Chávez de la Rosa – UNSA, en la ciudad de Arequipa. La muestra va hasta el 15 de noviembre.

La historia y producción de la pintura puneña puede empezar a escribirse y articularse a partir del Siglo XX con la identificación de cuatro momentos claros e importantes que han configurado una diversa expresión artística a nivel de técnica y discurso y que se mantiene con el pincel de no pocos cultores y cultoras del color hasta el día de hoy (1). Ya José Tamayo Herrera nos decía que “en el Siglo XIX prácticamente no existieron expresiones pictóricas en Puno, o las que hubieron se perdieron sin dejar huella” (2).

El primer momento guarda la figura y presencia de Enrique Masías Portugal, paisajista y torero, considerado como el precursor de la pintura puneña, que realizó su primera exposición en Puno en 1922. Años más tarde serviría de ejemplo para que se consolidara el llamado Círculo Pictórico Laykakota.

El segundo momento, en efecto, está determinado por el trabajo que desarrolló el Círculo Pictórico Laykakota entre 1933 y 1940, que se convirtió en el primer cimiento orgánico que influyó la futura plástica puneña. Fue fundado por un grupo de personajes notables a su vez pintores autodidactas, entre ellos Amadeo Landaeta, Carlos Rubina, Carlos Dreyer, Genaro Escobar, Joaquín Chávez y Florentino Sosa.

En palabras de este último, el Circulo Laykakota trabajó y buscó “el desgarramiento del paisaje qollavino y del quehacer humano esencialmente andino” (3), circunscribiéndose dentro de la corriente del indigenismo liderada por José Sabogal con quien mantuvieron relación y amistad. Plasmaron sobre sus telas y óleos la vida y el paisaje altiplánico. Fueron en pintura el equivalente al Grupo Orkopata en letras y literatura (4).
En los últimos años del Circulo Pictórico Laykakota, se integraron, entre otros, Simón Valencia y Francisco Montoya Riquelme, este último acuarelista y promotor cultural, fundador de la Escuela de Bellas Artes de Puno, considerado como “el último Laykakota”, y que luego se convertiría en la bisagra con la nueva generación de pintores puneños que fundarían el Grupo Quaternario.

Así, el tercer momento de la plástica puneña está determinado por la creación del Grupo Quaternario en 1983, poco más de cuarenta años después de los Laykakota. Estuvo integrado por una nueva promoción de pintores en su mayoría provenientes de la Escuela Regional de Educación Artística, ex Bellas Artes de Puno y hoy Escuela Superior de Formación Artística (ESFA), entre ellos Martín Gómez, Aurelio Medina (Moshó), Yemy Alemán, Benigno Aguilar (Páucar), José Luis Cáceres Barriga (Jolu), Betty Reboa, Raúl Huayna, entre muchos otros que, desde entonces y hasta hoy, han desarrollado una labor creativa y artística permanente.
Si bien Quaternario recibió el aporte pictórico del Círculo Laykakota gracias a la presencia viva de Francisco Montoya, también apostó por una renovación de la plástica puneña como un grupo “abierto a todo estilo, técnica, temática y contenido” (5). Con ello, su pintura se alejó en cierto modo del indigenismo tradicional y empezó a crear un nuevo discurso del paisaje altiplánico con una mayor solvencia técnica y desde una perspectiva más intimista y personal de cada uno de sus integrantes. Luego de su disolución en 1992, muchos de ellos y ellas encontraron caminos y estilos distintos de creación pictórica.

Mención especial requiere Víctor Humareda (1920-1986), icono de la pintura peruana y puneña, que no se adhirió a ningún grupo pictórico. Su originalidad y excentricismo estaba por encima de todo. Muy joven dejó Puno para seguir estudios de arte en Lima y posteriormente convertirse en un importante pintor, considerado como el forjador del expresionismo en el Perú.

En la década del noventa, aparecen en escena nuevos nombres de artistas, que sin encontrarse articulados a un grupo y en algunos casos sin ser necesariamente puneños desarrollan un trabajo importante para la plástica puneña, reflejado en la influencia que ejercerían en futuras promociones.

Entre ellos destaca nítidamente David Frías quien se afinca en Puno por muchos años y desarrolla allí lo más fundamental de su obra. Esto servirá correlativamente para lo que podría identificarse como el cuarto momento de la plástica puneña, de cara al Siglo XXI, en los primeros años del 2000 y hasta nuestros días, en que surge una nueva promoción de pintores provenientes de la ESFA y de la Escuela Profesional de Arte de la Universidad Nacional del Altiplano, que de forma individual apuestan por una nueva renovación de la plástica en cuanto a la experimentación de las técnicas, la conceptualización de los motivos y la originalidad del discurso, muy destacable en algunos casos.

Entre ellos advertimos la presencia de Max Castillo, Arturo Toledo, Hugo Pari, entre muchos otros, que desde sus individualidades intentan encontrar un estilo y técnica que los represente de manera personal, manteniendo una visión que trasunta el leitmotiv del gran tema del altiplano puneño pero que también en algunos otros casos, no terminan por despercudirse del lugar común de la plástica puneña.

El “Primer Salón de la Pintura Puneña Contemporánea”

La particularidad de esta muestra que hoy se realiza en el Complejo Cultural Chávez de la Rosa – UNSA, en la ciudad de Arequipa, es que reúne a un nutrido conjunto de pintores puneños de distintas generaciones y profusión de talento, afincados en Puno y en otras ciudades del sur del Perú como Arequipa, Cusco y Tacna. Todos tienen el denominador de haber nacido en Puno o al menos de tener raíces puneñas.

Muchos de ellos y ellas se encuentran circunscritos o podrían circunscribirse a los distintos momentos pictóricos detallados líneas arriba, especialmente a partir de Quaternario y la promoción del 2000. Algunos y algunas han consolidado una carrera artística que con los años ha ido madurando hasta conseguir seriedad y constancia. Otro tanto, se encuentra en el camino y búsqueda de obtener un sello personal, mientras que otros pocos podrían ser, acaso, las nuevas caras de la plástica puneña, aunque ciertamente, en este momento, resultaría apresurado afirmarlo.

Pero más allá de estas salvedades podríamos decir que este “Primer Salón de Pintura Puneña Contemporánea” pretende ser una mirada panorámica de la producción artística de la plástica puneña desde diversas perspectivas de creación y discurso. No obstante que, como siempre que se trata de selecciones, podría haber omisiones u sobrantes.

De igual forma es digno de destacar el gran esfuerzo que ha supuesto el montaje de esta muestra que significará para los espectadores la oportunidad de apreciar la obra de diversos artistas como reflejo de lo que se hace en Puno y fuera de Puno desde las paletas de los propios puneños y que, además, evidencia que existe una profusa producción plástica de puneños en todas las ciudades del sur peruano, aunque no todos desarrollen motivos puneñistas o si se quiere, altiplánicos. Por ello que su diversidad de temáticas y estilo resulte atractiva.

En ese sentido, haría falta todavía un estudio que analice y sistematice la presencia y producción pictórica de artistas puneños formados fuera de Puno y que han desarrollado su carrera en otras ciudades.

Por eso mismo, cabe también preguntarse, para finalizar, si esta muestra podría ser interpretada como un pilar que permita vislumbrar el futuro de la plástica puneña. Quizá en algunos casos sí, sobre todo con algunos artistas que vienen demostrando seriedad, pasión y convicción creativa y que luchan con el color y la forma para expresarse y reinventarse a sí mismos. Quizá no, en otros casos, con algunos artistas que se han anquilosado en la tradición y en el paisaje repetitivo, sin mayores expectativas creativas. Ante ello, queda la posibilidad de que esta muestra sólo sea una fotografía de hoy, de un momento estático que no permitirá proyectar un derrotero, si es que tiene que haber al menos para la academia, en cuanto al futuro de la plástica puneña. Será, pues, el tiempo el que podrá dilucidar la interrogante.

Queda decir, que también resultaría interesante que esta muestra sea llevada a otras ciudades del interior y fuera del país, que trasunte las fronteras de los públicos habituales, que se inserte en las retinas de los agradecidos espectadores, que se someta a otros juicios y que se valore más allá de lo local para averiguar si hay atisbos de universalidad. Están invitados.

(*) Escritor y periodista

NOTAS: (1) Tesis propuesta de manera más amplia en “El Último Laykakota, biografía del pintor Francisco Montoya Riquelme”. Christian Reynoso Torres. Lago Sagrado Editores. Lima, 2008. (2) “Historia social e indigenismo en el Altiplano”. José Tamayo Herrera. Ediciones Treintaitrés. Lima, 1982. (3) Entrevista a Florentino Sosa por Efraín Miranda y Walter Tapia. Revista del Instituto Americano de Arte Nro. 12. Puno, Noviembre 1978. (4) Ver mayores referencias sobre el Círculo Pictórico Laykakota en “El Último Laykakota”, ya citado. Pags. 17-25. (5) Catálogo del V Salón Anual “Francisco Montoya” organizado por el grupo Quaternario en Puno, 1987.

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Un Q’ajjelo para el mundo


Acerca de la vida del folklorista Gerardo Barbosa Idiáquez, Embajador Puneño

Escribe: Bruno Medina Enríquez | Cultural - 04 nov 2011

Encontramos a Gerardo recorriendo las calles de Lima del brazo de un bastón, aunque más parece que el bastón le tomaba el brazo; apresuraba su paso con el objeto de cumplir con su tarea mensual que tiene programada en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano del centro de Lima, donde como promotor cultural organiza diverso tipo de eventos de carácter cultural. Lo abordamos a sus ochenta años, con la inquietud de conocer más de cerca sobre de su larga vida de folklorista, que desde joven ha lucido su estirpe de recio pomateño, corajudo diablo de antiguas sikureadas que recorrían las calles de la capital, fiestas patronales pueblerinas que los puneños celebran por estos lares, hasta el duro q’ajjelo que ha pisado muy fuerte escenarios de las Europas, desde Madrid hasta Sofía, desde París hasta Moscú, hasta donde ha llegado como embajador no “nombrado” del folklore puneño.
La mejor gracia por la que se conoce es la de “Q’ajelo Barbosa”, aunque algunos le dicen “Jjampato” o mejor “Messier Jampató”, como alguna vez lo habían conocido en París; empedernido bailarín que con sus teatreros gestos de rostro endemoniado de diablo mayor, o cholo avispado capturando admiradoras de toda condición y clase social, “se ha jalado” –nos dice él- cholas de las más que ha podido en su larga vida, lista de la que no se ha salvado doña María, la esposa de quien fuera Presidente, el General Manuel Odría, ni la más simpática Miss Universo o Reina de marinera trujillana, que en su momento fueron encandiladas por el fiero rostro que expresivamente muestra Gerardo a la hora de bailar.
Hoy en la tranquilidad de su jubilación docente del Colegio Guadalupe, nos cuenta sobre sus andanzas en la difusión de nuestras tradiciones, de su eterna defensa de nuestro folklore y en la empedernida tarea de juntar a los puneños que desarraigados de su tierra, han llegado a tierras extrañas a aderezar sus tristezas so pretexto de buscar un futuro promisorio. De ello nos habla Gerardo quien no se siente un desarraigado de su tierra, porque desde niño supo reconocer su origen, mientras que de joven al recorrer el camino escabroso que la vida a veces depara a un puneño que sale de su tierra, que cual Pedro el pescador de hombres… la niega más de las veces como su patria chica… Y tú de dónde eres pues cholo?.... Soy de Arequipa papay… pero más pareces serrano… no siñor mis papas son pues puneños, yo soy arequipeño… mientras que Gerardo desde los 10 años se ha enfrentado a ese racismo natural de la sociedad peruana del siglo pasado, reflejado principalmente en el desprecio de limeño o costeño contra quien tiene el rostro más oscuro.
Sin embargo este pomateño nunca se amilanó ante cualquier afrenta, su expresión más significativa de defensa a quien lo pretendía ofender, era gritarles “hallu”, una palabra aimara que más suena a un insulto para quien conoce su significado, y la viril expresión con que era lanzada a cualquiera, hasta que algún amigo en plan de aconsejarle que moderara su lenguaje, le decía: “Gerardo, no te expreses así, qué van a decir las señoras que te escuchan…”, entendido el mensaje, en el próximo encuentro se aparecía cantando alegremente un conocido valse que dice “… donde están mis amigos no los “hallu””.
Así en el jolgorio ameno del diálogo que compartimos con amigos, nos enteramos de su vida al ritmo de historia agitada que vivió desde niño. “llegué a Lima en 1940, antes del terremoto, recuerdo que era un canillita en el barrio de La Inquisición, en el centro de Lima, a los pocos días de mi llegada, me venía del Callao de buscar algún pariente, a las 11 de mañana sentí que la tierra se movía, todo el mundo gritaba, era el terremoto, el tranvía en que venía se había descarrilado de su camino, tuve que caminar hasta la plaza Dos de Mayo y luego de un descanso, llegar a mi barrio en la calle Aldabas, la segunda cuadra del Jr. Azángaro”. Nos comenta como que fue su primer recibimiento de parte de esta Lima capital.
UN CHOLITO EN LIMA
“Ahí crecí con los niños del barrio, buscándome la vida, entonces habían unas cucufatas que recogían a niños de la calle, para enseñarles el catecismo y que hicieran la primera comunión; ellas me tomaron como “pájaro frutero” y me llevaron al templo de la concepción a enseñarme catecismo, todos los sábados en la tarde nos recogían y luego de hablarnos de Dios, nos invitaban chocolate con un biscocho grande que le llamábamos Trompa; así conocí a una monja a quien, luego de tomar el chocolate, le dije “gracias mamita”, la monja se puso a llorar, me sorprendí, pero supe después que se había enclaustrado porque había sido madre soltera y a su hijo pequeño lo habían matado en el barrio de cinco esquinas, así esa madrecita llegó a estimarme y me tomó mucho cariño como a su hijo”. Su gesto humilde y respetuoso traído desde su tierra al agradecer un servicio le había servido para sembrar compasión y cariño y así cosechar estimación.
Mientras seguía con su trabajo mañanero vendiendo periódicos y en las tardes las pasaba lustrando zapatos en un puesto de la plaza Inquisición, “ese año no pude estudiar, al siguiente sí gracias a una señorona del barrio, esposa de un candidato a la Presidencia, el Sr. José Quezada Larrea, que todos los días me compraba varios periódicos; un día al pasar por su casa no encontré a nadie y dejé los periódicos, regresé a las 12 a cobrar, encontré al caballero que me dijo “y si no llego a pagarte?” le digo “usted no puede hacerme eso”… porqué… “porque usted iba a ser Presidente del Perú”, le gustó mi respuesta y entre sonrisas me regaló diez soles, llamó a una morena que era cocinera y le dijo “dale de almorzar al chico”, al salir le dije “gracias mamita”, gesto que le gustó a la señora de la casa, así agarré la acostumbre de ir en la mañana muy temprano a dejar los periódicos y regresar a las 12 a cobrar y la señora me invitaba el almuerzo recordando a sus hijos que estudiaban en París, “qué será de mis pobre hijos si comerán o no”
Esa señora pertenecía a la Cofradía de San Pedro, llevó al muchacho a hacer la primera comunión, siendo su madrina junto con su esposo, lo vistieron de blanco de pies a cabeza; ese fue su primer recibimiento grato en esta tierra extraña, gracias a su humildad, ya que actuaba con la naturalidad de un cholito puneño, muy servicial y mucha voluntad para el trabajo, con la inquietud de vivir sin dificultades en una tierra ajena y así entre el diálogo ameno y la inquietud natural de conocer las anécdotas de su vida, le preguntamos cómo había llegado a la escuela.
"En la calle Valladolid había una pensión donde llegaban todos los puneños, allí conocí a otra señora llamada Quintina una puneña dueña de la pensión, una mañana la escuche hablar en aimara con otra persona, también me puse hablar en ese idioma, me invitó a regresar otro día para invitarme un chayrito, así me agarró cariño porque todos los días me veía pasar con mis periódicos, así es en cualquier parte al que trabaja con honradez, todo el mundo lo ayuda. Por esa razón la señora Alita de Quezada, luego de la primera comunión, me inscribió en la escuela en el turno de la noche, sin partida de nacimiento, gracias a ella terminé mi primaria en un colegio frente al mercado de Guadalupe, con buenas notas que me permitieron alcanzar una beca para el Colegio Nacional Guadalupe”.
Está visto que su imagen no es la de un costeño blanquiñoso, pese a los ojos claros que se maneja, sino de la de un serrano, ¿Y cómo te conocían entonces, te decían pomateño, puneño, eras minimizado por tu apariencia? ¿Tenían un apelativo?.
“En término criollo me decían “lorchito”, lo que no me intimidaba porque yo era muy palomilla, algunos sabían mi nombre, pero también me decían “Pomatita”, jugaba con los chicos con pelota de trapo, como ganaba platita, compartía con ellos alguna golosina, ayudaba con un sencillo a algunos, por eso me tenían consideración”.
Mayor valor de Gerardo, el reconocer su origen y hacerlo prevalecer ante los demás, crecer con esa identidad, ya en el colegio más jovencito, le llegó la inquietud de interesarse más por el folklore y la práctica de lo que había conocido cuando era niño, le consultamos de ello y esto nos comenta.
“En la calle Tigre, hoy segunda cuadra del Jr. Ayacucho, había una academia de tango y valse, como era palomilla y me metía en todo, estando en la calle Leticia me enviaron a la academia para llevar agua, quedándome allí como aguatero, también me encargaban darle vueltas a la manija de la vitrola, cuando ensayaban; así aprendí a bailar tango y valse.
“Más arriba en la calle Suspiros ensayaban todos los ayacuchanos donde los hermanos Vivanco eran los más notorios, por la calle San Idelfonso se reunían los del centro del Perú, en la calle Gremios estaban los Ancashinos, y los sureños se reunían frente al estadio, en el Club de Tiro de La Victoria y en el Jardín Yolanda de Jesús María; por mi inquietud y mis periódicos andaba por todos sitios, donde hablar de folklore era casi un delito, la única oportunidad de hacerlo era el día del indio el 24 de junio cuando medio día era feriado y nos trasladábamos a la pampa de Amancaes en el Rímac, ahí llegaban grupos de diversos sitios del Perú, ello me incentivó porque veía a los paisanos que practicaban su música y sus danzas, que a cualquiera hacía llorar”.
DIFUSOR DEL FOLKLORE PUNEÑO
Ese famoso Festival de la pampa de Amancaes, tenía más de 100 años de realizarse, así muestran las acuarelas de Pancho Fierro; el municipio del Rímac era el organizador y tenía el auspicio y la promoción de Radio Reloj de la Av. Tacna y Radio Colonial ubicada en lo que hoy es el diario la República, ellos fomentaban este evento; para entonces ya había el Coliseo Nacional de la Victoria, que en realidad era una simple carpa de circo, pero que fue adaptada para presentaciones folklóricas, pero se llamaba coliseo, allí es donde llegaban todos los que actuaban en Amancaes, allí era esperado con mucha expectativa el Día del Indio por la cantidad de grupos provincianos que se presentaban, los paisanos tomaban, cantaban, lloraban, era un sentimiento que solo allí se podía sentir, el Barrio de el Porvenir, La Parada y otros en el distrito de la Victoria, eran barrios con mucha presencia provinciana; conociendo eso le dijimos, Gerardo cuéntanos cómo te vinculaste con el Folklore.
“A Amancaes también se acercaban los criollos y las criollas a la usanza de las tapadas como una tradición de peruanidad; con el primer puneño que me vinculo en este ambiente es con el señor Baltasar Ruelas que era portero del Banco de Crédito. Una mañana nos conocimos, luego de invitarme un apetitoso desayuno, sabiendo que recorría las calles me dio la misión de que llevara a su casa de Barrios Altos a los barredores puneños que encontrara, para ensayar y tocar zampoñas, un sábado llevé como a seis, fueron atendidos con chayrito y ponches, siendo don Baltasar el primero en Lima en promover nuestro folklore en los años 40, tenía una cuantas zampoñas y hacía falta algunas más; entonces ya era ujier del Congreso y conocía al senador Encinas, a quien luego de contarle lo que hacíamos se lo pedí como donación, y él mandó a traer un juego grande de zampoñas, eso ya fue el año 46, y con esa donación luego de muchos ensayos fuimos a presentarnos por primera vez en la pampa de Amancaes. Recuerdo como cuestión aparte y tiempo después, un día en el Parque de la Reserva donde quedaba el Club Departamental Puno, nos acercamos interpretando nuestras zampoñas, salieron unas seis señoras preocupadas “y estos cholos qué hacen aquí, que se han creído, que esto por acá”…. En eso llega el Senador Encinas, se entera del hecho, nos hace pasar, “ustedes son los verdaderos puneños”, nos trae cajas de cerveza, pasados los minutos todo el mundo bailaba con nuestra música, mientras que la orquesta contratada estaba arrinconada toda la noche, las señoras que nos habían votado, de madrugada lloraban y bailaban con nuestras zampoñas”.
Fuiste entonces de los primeros puneños que llegaste a rescatar la identidad de nuestro pueblo en la capital. Siendo estudiante del colegio Guadalupe, cuáles fueron tus primeros aprendizajes respecto a nuestro folklore, en competencia con el folklore de otras partes del Perú?
“Todos los domingos iba al Coliseo Nacional donde se presentaban artistas del centro, el folklore de Puno no había llegado todavía, allí se sentía uno identificado con su región, es con el grupo de don Baltazar Ruelas en ser los primeros en llegar al Coliseo Nacional con música de Puno, y organizar a los puneños, en especial trabajadores municipales. En 1949 se realiza una feria nacional en el Campo de Marte, donde participan de todas las regiones del Perú, Puno no vino, pero estuvo Pedro P. Díaz de Arequipa, él nos convocó para acompañarlo en esa feria, pasando como arequipeños. Un día preparándonos para el Festival de Amancaes, don Baltazar viaja a Puno a traer el vestuario de Mañazo, con varias figuras, ahí fue la primera vez que bailé de Diablo; el 24 de junio nos fuimos en dos camiones para Amancaes, llegando al Festival empezamos a tocar afuera como es nuestra costumbre, salió molesto el alcalde Pedro Cadenas a decirnos que porqué tocábamos ahí, que estábamos descalificados y que no entraríamos al concurso; seguíamos tocando, la gente se acercaba, nos traída cerveza, la gente que había pagado su entrada para ver el concurso se salía a vernos; resulta que iba a llegar el Presidente Odría con su señora y no había gente adentro, así que regresó el Alcalde a convocarnos para recibir al Presidente diciéndonos a voz en cuello, “cuanto quieren por su actuación”, alguien le respondió “y usted qué derecho tiene para poner precio a nosotros”, mientras que otro al ver un camión le dijo “si nos da ese camión de cerveza entramos”; aceptó la propuesta, trasladamos las cajas de cerveza a nuestro camión y así entramos. En algún momento a la señora María Delgado se le veía alegre, había tomado algunas bebidas y bailaba al ritmo de nuestra música, me saqué la máscara y la invité a bailar, suficiente para encandilar al Presidente y a su esposa allí por el año 49”.
Los puneños se juntan.
Fueron momentos de gran emoción para esa gente que tocaba, lloraba recordando a su tierra, mucho sentimiento, ahora Gerardo se lamenta que el folklore haya sido comercializado y distorsionado por diversos factores. Sin embargo sabemos que entonces varios grupos se iban organizando, por eso le preguntamos cómo se formaron las primeras organizaciones de puneños en Lima.
“En los años 50 ese espíritu motivó a muchas puneños a organizarse, el Dr. Ricardo Arbulú era funcionario de la Biblioteca Nacional, organizó el Instituto Puneño de Cultura, Sócrates Saferzón organizó el “Unión Carolino”, antes de ello en el año 50 se forma la Estudiantina Puno, dirigido por Portugal Vidangos, hay un concurso en Radio Nacional en el programa “Taquiyninchis”, con la participación de diversos grupos del Perú, quedando como finalistas el Conjunto Atusparia de Ancash y la Estudiantina Puno, ese se gana el primer lugar. La Estudiantina estuvo integrada por diversos profesionales y funcionarios. Había entonces un mecenas, Julio Aparicio, quien no tocaba ni un instrumento, pero si tenía todos los instrumentos; desde los años 40 llegaban los profesores a capacitarse en La Cantuta, ellos armaban estudiantinas con esos instrumentos, ensayando en la casa del Sr. Aparicio y daban serenatas a diversos personajes puneños que eran autoridades. Por esos años vino de Puno un grupo llamado “Sequía” de Yunguyo, recorriendo con su Diablada por el Jr. De la Unión; luego el año 57 llegó una gran delegación cultural de Puno presidida por el Alcalde Rubina Burgos, a mostrar lo mejor de nuestra cultura, entonces les ayudamos en su coordinación para que se presentaran el en Instituto Peruano Norteamericano, fue la primera vez que vino el Centro Musical Theodoro Valcárcel, es a partir de esa presencia que despertaron las cosas con respecto a nuestro folklore y de ahí se origina la formación de la Central de Instituciones Puneñas”.
En Lima se habían ido formando diversas instituciones de distritos o provincias de Puno, pero esta presencia de la cultura puneña en la capital, promovió la posibilidad de reunirlas y organizarlas para realizar acciones conjuntas en una institución de segundo nivel, como fue entonces la Central de Instituciones. ¿Cuándo se forma, quien lo presidió y qué actividad realizó la Central?
“La Central de Instituciones Puneñas se forma en el año 1957, su primer Presidente fue Hugo Saravia Pacoricona, era de Conima, un enfermero que trabajaba en el Hospital de Bravo Chico, su primer grupo fue “Unión Progresista Conima”, que llegó a grabar un disco, como también lo hizo el Conjunto Zampoñas del Titicaca. En 1958 yo asumo la Presidencia de la Central en reemplazo de Saravia, mi primera actividad fue el primer concurso del folklore puneño, con Resolución Ministerial y jurados nombrados por el Ministerio de Educación en un local del Jr. Sebastián Barranca, todo con instrumentos y danzas nativas, no había danzas de luces, quien ganó ese año fue el grupo de Conima con una danza de los “Satiris”, uno de los jurados nombrados por el Ministerio era Jorge Huirse, quien tuvo que cumplir con su tarea; el premio de 500 soles fue donado por “Unión Carolina” con la Presidencia de Sócrates Sáferzon, quien tenía una oficina de contabilidad en el centro de Lima donde reunía a muchos puneños. El Primer presidente que organizó un campeonato de futbol entre puneños fue el médico Guillermo Zegarra Villar, cuya clausura y entrega de premios se realizó en el Hotel Savoy, donde el administrador era un puneño llamado Juan Villalva Carpio, un gran poeta, era nuestro gran colaborador, y que por su trabajo hablaba varios idiomas, como otros colaboradores que no pensaban con el estomago sino con el corazón”.
Hoy pasados los años cómo sientes haberte metido en esa defensa de nuestra cultura, eres acaso un desarraigado de tu pueblo?.
“Nuestra cultura ancestral es valiosa, hay que investigar reconocer a los valores, los talentos nacen en cualquier sitio de la tierra, los puneños creen que los que han nacido en la zona urbana son más inteligentes, no es así, creen que por que tienen un título ya están predestinados, el talento hace el título, a mi desde chico me incentivaron a cultivar el folklore, recordar a mi tierra, a mis padres, y sus valores, desde cuando estudiaba en el Colegio Guadalupe, cuando ingresé al Congreso como alcanzador de micrófonos a los diputados, luego cuando trabajaba ya en lo que hoy es la Sunat, me han servido para darle valor a la vida en pro de nuestra tierra y su cultura, hasta llegar a difundirla en el extranjero”.
SE UNE CON LA CULTURA
Gerardo nos comentaba que como vendedor de diarios había conocido a varios periodistas que fueron tus amigos, alguno de ellos puneños, que lo acogieron con cariño y atención.
Conocí a un personaje muy singular, Federico More, un periodista que publicaba su semanario CASCABEL, donde enjuiciaba a los políticos, en el diario El Comercio estaba el Sr. Copaiba, Lucho Carrera Vergara, en La Crónica a don Nico Cisneros, los periodistas poetas y escritores se reunían en el Palacio Concert, del Jr. De La Unión, y en la plaza La Merced; una mañana caminaba por la calle Miro Quesada ofreciendo mis periódicos, escuche cantar a un señor un huayño puneño, me puse a bailar, el caballero se sorprendió, me llamó preguntándome mi procedencia, era el Sr. Federico More, al ver mi gracia llamó al mozo y le dijo que todos los días que pasara por allí me diera desayuno a su cuenta. Cosas tan nobles. Así es que también vendía la revista “Cascabel”, de él escuché esta historia, “si quieres ser periodista tienes que saber que te pagan para publicarte, pero también te pagan para no publicarte”. More era muy respetado, un gran consejero”.
A Emilio Armaza, lo conocí en el Unión Carolino, que tenia su cede en la oficina contable que gestionaba Záferson en el Jr. Moquegua, donde se reunían Zegarra, Huirse, y otros, lo que hacía yo entre ellos como muchacho, era alcanzarles el licor que me mandaban a comprar, el escuchar a esos señores me sirvió de mucho, ayudó a mi conocimiento, ya que hablaban de cosas de mucho interés, personajes de alto quilate, donde se hablaba de ciencia y cultura”.
Como vivías de más joven, comentaste que ingresarte a trabajar al Congreso de la República, que hacías allí.
“Mi ingreso al Congreso fue muy humilde, como lustrador de zapatos en la peluquería del Congreso con el maestro Yunku, en algún momento pasé como Ujier reemplazando al titular que alcanzaba el micrófono que se enfermó, me pidieron reemplazarlo, me quede eternamente alcanzando los dos únicos micros a los diputados que hacían el uso de la palabra, hecho que me permitió conocer mucho de política nacional, recuerdo a don Eudocio Vergara Jefe de análisis parlamentario analizaba todos los discursos, al día siguiente consultaba a los diputados lo que se iba transcribir para el archivo, y les decía que el representante de tal provincia era enemigo de Cervantes. Entre los parlamentarios de ese tiempo los más destacados fueron José Antonio Encinas y Emilio Romero. Trabajé allí desde el año 46 hasta la revolución de Odría, luego de ello me enviaron a la Dirección Nacional de Contribuciones, Odría trajo una misión de extranjera para capacitarnos en materia de tributación asistí a ella gane un concurso para inspectores de contribuciones en provincias, llegué al centro del Perú, lo que me motivó conocer todo el Perú en todo lugar”.
Paralelamente cumplía con su trabajo, como practicaba muy buenas relaciones con lo puneños en Lima, en diversos lugares del Perú y también en algún momento viajó al extranjero con nuestro folklore.
“Mis viajes al interior del país fueron un incentivo para valorar que el Perú tiene un gran riqueza ancestral, revalorar mi propia identidad, los años me ha servido para enseñar lo aprendido, llegando a ser docente del Colegio Guadalupe durante mucho tiempo en el área de promoción artística, y también ser profesor de profesores en Centro de Folklore Magisterial, como un logro alcanzado por la experiencia de mi práctica, tanto como diablo que acompañaba a los sikuris, como intérprete del Q’ajelo en diversos lugares del Perú, lo que también me permitió viajar a diversas capitales de Europa, con mi característico paso de Q’ajelo, haciendo conocer la valentía y coraje del Cholo Aymara, y el rostro maléfico del Diablo, aun sin máscara”.
Eso fue y es Gerardo Barbosa, humilde, gentil, cariñoso, recelado por unos, envidiado por otros y por decir las cosas claras respecto a la defensa de la autenticidad de nuestro folklore; se lamenta que la mercadotecnia, haya permitido tergiversar el folklore en diversas formas; eso si no se siente un desarraigado de su tierra, muy al contrario, valora el trabajo que ha hecho durante cerca de sesenta años como embajador “no nombrado” de Puno, y se siente orgulloso de haber mostrado su arte en los diversos lugares en los que ha estado, en los últimos años ya no regresa a su tierra, la salud no le permite, pero continua impenitentemente organizando actividades culturales a mérito propio y con el respaldo de una que otra institución, siendo actualmente promotor cultural del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, en el que entretiene sus saberes y experiencia.
El Q’ajelo Barboza, el Jampato, el diablo mayor, cuando entra al escenario se transforma, el zurriago se empequeñece, las tablas rechinan por la fuerza de su pisada de cholo cordillerano; con su tez blanca, sus ojos claros medio chinos, se convierte en un impetuoso torbellino de fortaleza y desafío, reciedumbre y coraje que le salen del alma pomateña que exhibe en diversos escenarios, y cuando se quita la máscara de autentico diablo puneño que pocas veces le ha tocado bailar con bandas de metales, no se siente un desarraigado de su tierra.
Su trayectoria es un libro salpicado de cientos de páginas de la vida, que algún día veremos publicado.
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