DIÁSPORA CHINA,
POTENCIA GLOBAL
Xi
Jinping utiliza la diáspora china como palanca para aumentar su influencia a
nivel global. Los países de Latinoamérica, especialmente Perú, se benefician
económicamente del estrechamiento de estos lazos, pero, como ya sucediera en
países del sudeste asiático, también sirven como punta de lanza para las
injerencias del PCCh.
Luis Esteban G. Manrique
En POLTICA EXTERIOR 12 de diciembre de 2024
“Los astutos responden a las
circunstancias, pero solo los sabios saben adaptarse a los tiempos”.
Proverbio que suele citar el presidente chino, Xi Jinping.
E |
n un extenso artículo que publicó en el diario oficial El
Peruano con motivo de su asistencia al foro de la APEC en Lima –donde
inauguró el megapuerto de Chancay, construido por la naviera china Cosco con
una inversión de 3.500 millones de dólares–, Xi Jinping trazó un paralelismo
muy detallado entre las civilizaciones china y la surgida en el antiguo Perú.
La Gran Muralla y el Qhápac Ñam, el sistema de calzadas que unía
el Tahuantinsuyo, fueron creadas por descendientes de los mismos ancestros
asiáticos, lo que hace que chinos y peruanos sientan una profunda afinidad
mutua que explica, señala, la fluida integración de los inmigrantes chinos en
el país andino desde que en 1855 llegaron los primeros, la mayoría
cantoneses.
“Aquí a los restaurantes chinos se les llama chifas”
(comer en mandarín), recordó. Lima y San Francisco tienen los más
antiguos chinatowns de la costa del Pacífico, construidos por
los culíes que tendieron las primeras vías férreas de
California y entre Lima y La Oroya, a 3.745 metros sobre el nivel del mar, en
1869.
Debido a que casi todos eran hombres jóvenes, terminaron
uniéndose a peruanas. Sus descendientes, los tusán crearon la
famosa fusión culinaria que describió Xi, que en la cumbre eclipsó a Joe Biden,
el cual llegó con dos Boeings y una escolta de 600 marines y
dos helicópteros Black Hawk.
El código secreto civilizatorio
Para confirmar lo que llamó el “código secreto
civilizatorio” que une al Perú y China citó al amauta [sabio
en quechua] José Carlos Mariátegui, que en sus célebres Siete ensayos (1928)
escribió que “espiritual y étnicamente” el país andino estaba más cerca de Asia
que de Europa.
En esos mismos días, CGTN, la televisión pública china,
emitió un documental –De la Gran Muralla a Macchu Picchu– que recordaba
que un dicho mandarín equipara ir al Perú, en las antípodas de China, con
“recorrer el mundo”. En otro pasaje, se muestra una exhibición en el museo de
Jinsha (Sichuán) de piezas del antiguo reino Shu, que floreció hace 3.000 años,
al lado de otras de los reinos Chimú, Chavín, Sipán y Mochica de la misma época
en la costa peruana en la que las iconografía de ceramios y máscaras metálicas
es extrañamente similar.
Un seguidor del amauta, Abimael Guzmán, líder de
la guerrilla maoísta Sendero Luminoso que provocó una guerra que se cobró
70.000 vidas entre 1980 y 1995, creía también en ese viejo parentesco
civilizatorio y feudal, que creyó confirmar cuando en 1965 y 1967 viajó a la
China de Mao en plena revolución cultural, cuando Radio Pekín tenía
transmisiones en quechua y aymara. Según escribe Julia Lovell en Maoism (2019),
Guzmán fue uno de los pocos miles de activistas políticos latinoamericanos que
recibieron entrenamiento militar en China.
De Shanghái a Chancay
A Xi se le vio sonriente y exultante en Lima y Río de
Janeiro durante la cumbre del G20, en su sexta visita a la región desde 2013.
No era para menos. Chancay, que se escribe con los sinogramas de dinero y victoria,
es una pieza clave de la Franja y la Ruta (BRI), el macroproyecto de
infraestructuras que Pekín lanzó en 2013 y que desde entonces ha construido
carreteras desde Costa Rica a Jamaica y hasta un cable interoceánico de fibra
óptica entre China y Chile.
Crecimiento sostenido de la economía china |
En el siglo XXI, Chancay, con una bahía de 17,8 metros de
profundidad, parece destinado a ser el epicentro del comercio exterior entre el
Pacífico asiático y suramericano por su capacidad para acoger buques de gran
tonelaje. Hasta ahora, buques más pequeños debían descargar en Manzanillo
(México) o Long Beach (California). La apuesta china en Chancay es, como todas,
a largo plazo.
En 2000, el mercado chino representaba menos del 2% de las
exportaciones latinoamericanas. En la década siguiente, el comercio bilateral
creció a una tasa media anual del 31% hasta alcanzar en 2023 los 480.000
millones de dólares, con Brasil, Chile y Perú como sus principales
socios.
El gobierno de Lima, por prudencia geopolítica, sin embargo,
no aceptó incorporar al puerto de Chancay como un eslabón de la BRI. En el
China Index del taiwanés Doublethink Lab, que analiza datos de 82 países para
medir la influencia de la República Popular, el país ocupa el quinto lugar, al
lado de Suráfrica.
El cuerno de la abundancia
La integración en la cuenca del Pacífico ha sido muy
provechosa para la economía peruana. Desde que en 1998 ingresó a la APEC –un
foro de cooperación concebido en 1989 por Australia y Japón y que hoy tiene 21
miembros que suman el 60% del PIB mundial– su comercio exterior con sus socios
ha aumentado a una media anual del 12%, de 7.500 a 78.000 millones de dólares
(66% del total).
En Lima, el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, recordó
que en 2024 se celebra el 125 aniversario de la inmigración japonesa al Perú,
donde residen 200.000 de sus descendientes, la tercera comunidad nikkei del
mundo, y que fue Alberto Fujimori (1990-2000) quien integró al Perú en la APEC.
Pero la ventaja china es abrumadora. Desde 2009 es su
principal socio comercial. Entre 2010 y 2023 el país cuadruplicó sus
exportaciones (60% cobre) al gigante asiático, hasta los 25.000 millones de
dólares (37,5%) con un superávit a su favor de 13.000 millones. China es
el mayor inversor en minería, con 11.400 millones en el 20% de los proyectos
peruanos, entre ellos la mina de Las Bambas de MMG, que produce 300.000
toneladas de cobre anuales.
En 2023, Three Gorges Corporation y Southern Power
Grid pagaron casi 6.000 millones de dólares por Luz del Sur y Enel, con lo que
se hicieron con el monopolio de la electricidad de Lima y casi la mitad de los
activos y de la distribución de energía eléctrica del país.
Dragones y vicuñas
Pero con niveles de desarrollo tan desiguales, la
competencia china ha sido devastadora para el textil y el calzado peruanos,
incapaces de competir con el dumping chino. El impacto
socioambiental de sus operaciones extractivas en zonas de alta biodiversidad y
territorios de comunidades nativas es considerable.
Según las asociaciones de pescadores artesanales, cientos de
barcos con bandera china entran irregularmente en aguas del litoral peruano,
donde depredan el calamar gigante y otras especies. El TLC con China (2009) no
incluye, a diferencia del firmado con la UE, exigencias o estándares
ambientales o laborales.
El último US-China Security and Economic Review del
Congreso advirtió que el PCCh está empeñado en absorber la región en su ‘bloque
sinocéntrico’. Según el Atlantic Council, si China invade Taiwán, su Armada
cuenta con una red de 38 puertos gestionados o de propiedad de Cosco y otras
navieras chinas que se extienden desde el Egeo al canal de Panamá y que podrían
plantear serios problemas logísticos a la hora trasladar flotas o suministros
al Indo-Pacífico.
Las redes del dragón
El frente diplomático no es menos importante. Según el
Global Diplomacy Index del australiano Lowy Institute, la red diplomática china
superó a la de EEUU en 2019. En 2023, tenía 274 delegaciones, entre embajadas y
consulados, frente a las 271 de Washington, que solo lleva ventaja en Europa
(78:73), América del Norte y Centroamérica (40:24). CGTN tiene el doble de
corresponsalías que CNN.
Los overseas chinese, dispersos desde Tailandia
a Canadá, son otra baza importante de las relaciones internacionales de
Pekín. En las Américas, son la mayor minoría asiática. En Perú, sin contar
a los tusán, entre ellos Erasmo Wong, dueño de una de las mayores
fortunas del país, viven unos 60.000. En Brasil, donde su presencia se remonta
al imperio portugués, que los llevaba desde Macao, son casi un cuarto de
millón; en Canadá 600.000 y casi 1,6 millones en EEUU.
Los han
Según la leyenda, los han, la etnia mayoritaria
china, son descendientes del Huangdi, el emperador amarillo que
habría reinado hace unos 5.000 años. Sun Yat-sen, primer presidente de la
República de China (1912-1949) solía hablar de la “sangre común” de los han.
En 2014, el propio Xi dijo que pese al paso de las generaciones, los tusán nunca
olvidaban qué sangre corría por sus venas.
De los 281 millones de emigrantes a escala global, la china
es la tercera diáspora (10,5 millones, dos veces más que en 1990), después de
India (18) y México (11,2). Si se añaden los tusán hasta la
cuarta generación, es la mayor del mundo.
Hace medio siglo, Asia albergaba al 90% de los overseas
chinese; hoy solo 70%. El 25% vive en las Américas y casi la mitad en
países desarrollados del Norte Global. Unos 30 millones (60-70%) viven en
países del Sureste asiático.
Según escribió Amy Chuan en World on fire (2003),
en 2000, pese a ser solo el 2% en sus países adoptivos, los tusán controlaban
el 60% del sector privado filipino: aerolíneas, banca, hoteles… En Indonesia,
el 80% de las compañías cotizadas en bolsa; en Malasia, el 70% de la
capitalización de la bolsa de Kuala Lumpur y en Tailandia todos menos tres de
los grandes grupos económicos.
Según el Economist, el 75% de los 369.000 millones de dólares en activos de las mayores fortunas del Sureste asiático son propiedad de familias de origen chino, muy unidas por organizaciones comunitarias que funcionan como cámaras de comercio y entidades benéficas o crediticias, incluidas sus versiones criminales: las llamadas tríadas o gangster tongs.
Del tercer al primer mundo
En ningún otro país la influencia de los overseas
chinese es mayor que en Singapur, el único país del mundo, fuera de
Taiwán, de mayoría étnica han (74%). En Downtown Core, la hoy
ciudad-Estado alberga el mayor centro financiero del Sureste asiático. Tras su
independencia de la federación malaya en 1965, durante 30 años gobernó con mano
de hierro Lee Kuan Yew, descendiente de cantoneses y al que Deng Xiaoping –que
visitó por primera vez la entonces colonia británica en 1920– consideraba uno
de sus maestros.
En 1978, en su primera visita oficial a Singapur, Lee, que
tituló su autobiografía From third world to first (2000)
convenció a Deng de que si los cantoneses habían tenido tanto éxito en
Singapur, a China le iría aún mejor si imitaba su apertura comercial y economía
de mercado. Hoy el PIB per cápita de Singapur, que ha duplicado el tamaño de su
economía cada 20 años, ronda los 85.000 dólares, pese a carecer de recursos
naturales, fuera de su cosmopolita población y su estratégica posición en el
estrecho de Malaca entre el Índico y el Pacífico, corazón marítimo del Sureste asiático.
En 2010, Lee y Xi descubrieron un busto de Deng en Singapur.
Xi Zhongxun, padre del presidente chino, dirigió las reformas en Guangdong, la
provincia vecina a Hong Kong y Macao y con mayor número de emigrantes, desde
Saigón y Yakarta a La Habana y El Callao.
Las injerencias del dragón
El problema es que en los últimos años, Pekín ha cruzado
varias líneas rojas en sus intentos de aumentar su influencia en Singapur, que
desde 2020 ha aprobado varias leyes contra “injerencias extranjeras”. En 2023,
las esgrimió por primera vez contra Philip Chan, un empresario inmobiliario
singapurense nacido en Hong Kong, columnista del Lianhe Zaobao y
miembro del comité político consultivo del PCCh en asuntos relacionados con la
diáspora.
Durante una de sus visitas a Pekín, Chan dijo que los overseas
chinese debían “contar bien” la historia de la República Popular,
apelando a una solidaridad étnica que pone nerviosos a muchos. El éxito tiene
un precio: la sinofobia. En el yakartazo, el golpe de 1965 que
derrocó al régimen de Sukarno, las turbas arrasaron los chinatown de
Sumatra, Java y Borneo. En Camboya en 1975, los pogromos antichinos de los
jemeres rojos de Pol Pot en Phnom Penh se cobraron las vidas de unos 200.000
camboyanos de etnia han.
Vectores de influencia
En los sondeos de Latinobarómetro, solo el 35% tiene una
buena opinión del sistema político de la República Popular o del PCCh, que
tiene filiales en los órganos ejecutivos de Alibaba, MGG, Cosco, Huawei y otras
corporaciones estatales y privadas chinas. Según el Economist, cada
año el partido invierte entre 7.000 y 10.000 millones de dólares en propaganda
política en el exterior, buena parte de ellas dirigida a los overseas
chinese, objetivo habitual de sofisticadas campañas de persuasión y
vigilancia para detectar a potenciales disidentes.
Según uno de sus lemas, el PCCh no tiene fronteras. Los
embajadores chinos son miembros del partido. Desde 2020, el FBI ha acusado a 16
ciudadanos chinos residentes en EEUU de actividades intimidatorias contra
inmigrantes de ese origen. En Canadá, EEUU y Australia, grupos chinos se han
hecho con el control de los más importantes medios en mandarín.
El más importante en Canadá, donde el 4,3% de la población
es china o tusán, es el Sing Tao Daily, hoy parte del imperio
mediático Sing Tao. En The sentinel state (2024) Minxin Pei
escribe que el PCCh controla hoy el mayor sistema de vigilancia pública de la
historia. Según Freedom House, representantes de 36 países han participado en
cursos de capacitación del gobierno chino sobre cómo controlar los medios y la
información en internet.