viernes, 20 de diciembre de 2019

LA COYUNTURA PERUANA


LECTURAS INTERESANTES Nº 935
LIMA PERU           20 DICIEMBRE 2019
UNA FARSA COLOSAL
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 473, 20DIC19
L
as “Metamemorias” de Alan García son un homenaje a la impostura y, en muchos sentidos, una contribución involuntaria a la ciencia psiquiátrica. También son, paradójicamente, un desfile de olvidos cuidadosamente planeados.
Las inverosimilitudes pueblan el li­bro. García cuenta que, cuando cumplió cinco años, su entrañable abuela Celia le leyó “La conquista del pan”, de Kropotkin, y “El alma del niño proletario”, de Rühle. Y a los 8 añitos recibió, como regalo de cumpleaños, “Resurrección”, de Tolstoi, que leyó disciplinadamente. Esos textos lo desilusionaron. “Todo ello hizo que en mi vida fuera muy pocas ve­ces a Rusia”, dice en la página 30. Todo un salto temporal y dialéctico.


García se especializa en reivindicar traidores, como hizo aquí con Miguel Iglesias. Por eso ensalza al coronel Ra­fael del Riego, que en 1820 saboteó la expedición española que debía partir de Cádiz a América para restaurar el domi­nio español. Del Riego le hizo un favor a la causa de la independencia americana, sin duda, pero fue un monstruoso infil­trado en las filas de la monarquía espa­ñola zarandeada por Napoleón. García reclama halagos y monumentos para quien terminaría ejecutado por el cruel Fernando VII. Y cita a Maquiavelo, una de sus fuentes de sabiduría recurrentes: “Quien construye sobre el pueblo, cons­truye sobre el barro”. La tesis del perro del hortelano parece latir en esa cita.
El expresidente rinde su homenaje a Mirabeau, aquel personaje a quien Luis XVI le pagaba un sueldo por lo bajo, y pone esta lápida sobre su memoria: “Triste fin para la mayor inteligencia de la revolución” (página 133).
Y respecto de Danton, ninguna preci­sión sobre el escándalo financiero en tomo a la liquidación de la Compañía de las In­dias: “...a Danton lo perdió la confianza en su oratoria incendiaria”. Y cuando Danton pierde su reputación, García casi intercede por él: “Pocos -o nadie- defienden al que está en desgracia”. Salta a la vista: García es Mirabeau y Danton a la vez.
Llegamos a la muerte de Haya de la Torre. García no dedica una sola pala­bra a la crisis depresiva que sufrió y a su internamiento en una clínica que fue un hecho público y notorio. Cuando describe el entierro del fundador aprista en Trujillo, la prosa aspira a la épica: “Los campesinos norteños semejaban gue­rreros nórdicos cargando el cuerpo del héroe, mitad mito, mitad verdad”.
García cita a Haya de la Torre diciendo de Luis Alberto Sánchez que “no puede compararse a un verdadero intelectual europeo” y definiendo a Andrés Townsend como “un gringo viejo con mucha influen­cia familiar”. Y en relación a Villanueva del Campo, señala que Haya no le exigía “intelecto o cultura”. Vaya devastación. Vaya segadora. Y vaya manera de rebajar a Haya, su presunto rival al fin y al cabo.
Hay muchos errores históricos en un libro que fue escrito durante un tiempo prolongado y que pudo ser eventualmente corregido. En la página 172, por ejemplo, García le atribuye a Femando Belaunde haber calificado de “abigeos o ladrones de ganado” a los senderistas que irrumpieron en 1980. Grosera desmemoria: esa calificación se dio durante el primer belaundismo y se refirió a la guerrilla del MIR de Luis de la Puente Uceda. Tampoco fue frase de Belaunde sino, como lo ha recordado Aldo Mariátegui, de su ministro del Interior.
“Alguna vez, en el automóvil hacia su casa, le escuché decir: es bueno que se des­flemen”, relata García.
HAYA
Se refiere al momento en que la Asamblea Constituyente de 1978 asistió a un festival de discursos jacobinos provenientes de la numerosa izquierda allí representada. Pero resulta que esa frase no se la dijo Haya a García sino que fue un comentario público al que muchos periodistas, que cubríamos los debates, pudimos acceder.
García habla de Sendero y lo condena, pero no recuerda que, lindando con el crimen de estado, alabó la mística senderista a raíz de la muerte y el entierro, en olor de multitud, de la sanguinaria Edith Lagos.
De la mano con oligarcas
Y en relación a Carlos Langberg, el nar­co que llegó de México, dice que no apoyó a Villanueva del Campo en 1980. Esa es una de las mentiras más patéticas del li­bro. Langberg y parte de la plana mayor del Apra -incluyendo a Villanueva, León de Vivero y Melgar- se pegaban unas en­cerronas que podrían haber excitado a al­gún guionista de la vieja serie Miami Vice.
En el año 2002 se produjo una reu­nión entre Langberg y García. Se trataba de que el narco terminara de vender la casa de Vitarte donde Haya había vivi­do y que el traficante había comprado a finales de los años 70. García describe la escena en la página 179: “Me recibió solo y con una pistola en la mesa. ‘Todas las noches en la cárcel soñé con este mo­mento’, me espetó. ‘No hay problema’, le respondí, y empuñé mi Smith Wesson”.
García es amigo de sus amigos, no cabe duda. Del corrupto Carlos Andrés Pérez, jefe de los adecos venezolanos y uno de los responsables del nacimiento del chavismo vengador, dice: “el políti­co más político que habría de conocer... Mucho de lo aprendido en la comunica­ción y el entusiasmo se lo debo a él...”. Cómo no.
La violencia, incluida la letal, no le es ajena. “Finalmente se produjo la ejecu­ción o asesinato de Sánchez Cerro como recurso extremo perpetrado por un hu­milde aprista”, escribe en la página 42. Y en relación al policía que participó en la muer­te del militante aprista Manuel Arévalo, Gar­cía apunta con abso­luta sangre fría: “Fue conducido al bosque Matamula de Jesús María y, tras confesar su crimen y pedir perdón, fue ajusticia­do”. Así de sencillo. ¿Alguien recuerda al grupo de exterminio Rodrigo Franco?
A Nicolás de Piérola no le reprocha el contrato del guano, su papel de conspira­dor crónico con sede en Chile, el rol desastroso que jugó como dictador y general en jefe duran­te la guerra con Chile. Lo que le deman­da es no haber muerto en la batalla por Lima. “Muerto en el morro solar habría sido uno de los héroes peruanos junto a Grau y Bolognesi”, escribe. Como si la muerte obrara milagros. Como si nos hablara de su propia muerte.
La experiencia de Bustamante y Ri­vero, donde el Apra jugó un papel tan funesto como el que jugó la derecha, es abreviada injustamente por García con esta frase: “Ausente el diálogo y la pa­ciencia, todos contribuyeron de una u otra manera al desenlace”.
Mentira ridícula es decir que en 1961 Haya escribió en “Bohemia” un artículo en contra de la revolución cubana. Para ese año “Bohemia” era ya una revista contro­lada por el régimen de Castro. Y mentira sombría es decir que los dirigentes que se opusieron a la reaccionaria coalición con el odriismo “fueron separados o ignorados”. No, señor. Algunos, como Luis Felipe de las Casas, fueron escarmentados física­mente por la guardia dorada bajo el man­do de Jorge Idiáquez, secretario de Haya.
Y es sencillamente infantil decir, como dice García, que el grupo que custodiaba a Salvador Allende fue una de las causas del golpe de 1973. “Creo que uno de los argumentos del golpe pinochetista fue la existencia del GAP (Grupo de Amigos del Presidente), promovido por el MIR y el grupo socialista de Altamirano”, escribe en la página 94. La complejidad de un fe­nómeno social y político que provenía de la guerra civil chilena de 1891 reducida a una pincelada de absoluta superficialidad.
A “Oiga”, la imborrable revista de Paco Igartua, la llama “un pasquín golpista”. Y a los militares velasquistas los sablea de esta manera: “escogieron el camino semisoviético en el momento más equivocado”. ¿Ignoraba el señor García que el plan del reformismo mili­tar era enfrentar, precisamente, la posi­bilidad de una salida socialista alentada desde Cuba? Sobre la reforma agraria, emplea el mismo tono de trovador: “las medidas exageradas y teatralizadas ter­minan conduciendo al fracaso”.
En relación a la mentada homosexua­lidad de Haya de la Torre, confiesa: “Los jóvenes lo defendíamos con furia de tal versión y agredíamos a quienes nos la re­petían”. Pero en seguida añade con cierta ingenuidad: “era otro tiempo, homófobo, muy primitivo, felizmente superado” En 1990, al final de aquel gobierno armagedónico, Abimael Guzmán escapa con las justas de un allanamiento. Gar­cía dice que ese fracaso tuvo su origen en un soplo del SIN, ya infectado por la presencia indirecta de Montesinos. Lo que no dice es que en marzo de 1990, cuando ese escape se produjo, el SIN, siguiendo órdenes de García, prestaba su valiosa colaboración a la candidatura de Fujimori. La náusea nos aparta rápi­damente de este párrafo.
“Volviendo a 1987, en ese año hubié­ramos debido comenzar el desembalse de los precios, pero, al no hacerlo, estos crecieron con mayor velocidad que la prevista”, dice García. ¿Mayor velocidad que la prevista? ¿A qué velocidad pensó que irían los precios el señor Daniel Carbonetto, asesor económico de García? ¿A 7,500% anual, tal como sucedió?
La matanza de los penales es otro horror negado. García le atribuye lo de Lurigancho a un oficial borracho de la Guardia Repu­blicana y ninguna responsabilidad asume en relación a la masacre del Frontón.
¿Y la estatización de la banca? García se autocrítica de esta manera: “Lo que debió hacerse con serenidad y a través de regulaciones se hizo de manera emo­cional y patrimonializando el Estado al proponer la estatización de la banca”.
Luego viene el fujimorismo, que él ayudó a crear, tal como se lo confesó a Beto Ortiz. En marzo de 1992 García y Montesinos se reúnen. “Presidente, le hemos preparado los erizos que tan­to le gustan”, le dice Montesinos. Dice García que el asesor de Fujimori quería sondearlo. García afirma haber tenido un sueño especial. Haya de la Torre se le aparece y le
dice dos veces “Don’t”. Gar­cía sabe que lo que su líder espectral le está diciendo, en el inglés antiimperialis­ta de 1954, es que no acepte la secretaría general del Apra. Pero García acepta y esa es su perdición. Una semana después se produce el golpe de estado de 1992.
El expresidente describe demencialmente su huida por los techos aquel 5 de abril de 1992: los soldados, que están a veinte metros, no lo ven. “Comprendí que el que no me vieran era el mensaje de una fuer­za superior y dejé toda preocupación”. Los superpoderes son así.
García no dice una palabra sobre el ori­gen aceitoso de su fortuna. Nada, abso­lutamente nada. Sobre su exilio en París, apunta: “Y vivía alternando los países y las conferencias políticas con eventuales ocupaciones laborales, como la distribu­ción de bultos en camiones de la empre­sa Gaiydel, en la ciudad de París, o como consejero para la venta de seguros a los diplomáticos extranjeros”. ¿Alguien pue­de imaginar a García vendiendo seguros, mandando bultos? No hay una sola cons­tancia de tamaña hazaña de la humildad.
Más fantasioso es lo que sigue. Dice que vendió su casa en Naplo y que la com­pró un norteamericano llamado Bruce Heafitz, propietario de un casino en Lima. Pónganse los cinturones porque aquí vie­ne un relato a bordo de un Concorde de la tabulación: “Llegó (Bruce Heafitz) una mañana al aeropuerto Charles De Gaulle portando un maletín con el precio de la casa (ciento cincuenta mil dólares) y par­timos del aeropuerto al notario Dominique Chaignot de la calle Émile Zola y, ante el asombro de este, firmamos la venta de la casa de Lima y, al mismo tiempo y en el mismo contrato, el pago de la cuota inicial del departamento de la rué de la Faisanderie, y con el representante de la Banque Populaire, el crédito por 30 años por el 70%. Almorcé con el comprador y lo llevé nuevamente al aeropuerto donde se embarcó a Lima”. ¿Un ciudadano nor­teamericano exponiéndose al trasiego de dinero en efectivo?
Curiosamente, como García reconoce, el norteamericano Bruce Heafitz fue el mismo al que la policía descubrió com­prando -por 150,000 dólares precisamen­te- un protector coxal del Señor de Sipán. El vendedor de esa joya histórica resultó ser un tío de Alan García. El expresidente pretende que no recordemos que la compra del departamento en París se hizo a través de un fideicomiso de poético nom­bre descubierto por Femando Olivera.
García sigue citando a Vallejo de un modo atroz. “No mueras, hermano, te queremos tanto, pero el cadáver, ay, siguió muriendo”, recita malamente en la página 310. Pobre Vallejo, con­vertido casi en Pinglo.
Y los delirios crecen a medida que el libro avanza. Dice el narrador que Felipe Zuleta, periodista colombiano y primo de la embajadora de Colombia en Lima, se alojó en el mismo cuarto donde había vivido durante cinco años Haya de la Torre. El fantasma de Haya, de lo más reincidente, se le apareció a Zuleta y exclamó: “Dígale a mi amigo que esta no es la ocasión”. Así explica García la conveniencia histórica de su derrota ante Toledo el año 2001. Lo dice claramente: “No vencí porque no era el momento”. A pesar de la derrota, el hombre se ofre­ció ante Toledo para ser ministro de Agri­cultura. Toledo le contestó que él podría perdonarlo, pero que su esposa jamás lo haría. García concluye: “Dios ciega al que quiere perder”.
Mentiroso contumaz, el expresidente se refie­re a la existencia de su último hijo: “Ade­más de mis cinco pri­meros hijos, durante una separación marital, tuve un hermoso niño. La prensa creyó tener una nueva presa para el escándalo. Pero el mismo día ofrecí una conferencia de prensa y, en compañía de la primera dama, lo expliqué, lo acepté y dije que desde su nacimiento el niño había sido legalmente reconocido”. Farsa absoluta. Quien dio la noticia fue este columnista, algo que la madre del niño me agradeció personal­mente. Y lo primero que ocurrió es que recibí el desmentido airado (y consen­tido) de Jorge del Castillo y los insultos habituales en las redes apristas. Pasaron 72 horas para que García reconociera pú­blicamente al niño que había ocultado durante la campaña del 2006.
Cuando García enfrenta a Lourdes Flores Nano, les recuerda a sus com­pañeros la batalla de Jena, cuando Na­poleón ocupa Viena y de inmediato la desocupa. Cuando tiene que combatir a Humala, en la segunda vuelta, recuerda a Waterloo, cuando el duque de Wellington reúne los dos ejércitos -el prusiano y el inglés- para vencer a Napoleón. Sus consejeros le dicen entonces: “Pero Napoleón perdió”. Y García responde: “Es que en este caso yo no sigo la estrategia de Napoleón; represento a Wellington”.

Sobre lo de Bagua, total inocencia. Le echa la culpa a “los paramilitares humalistas” y suelta esta frase moralmen­te repugnante: “El Baguazo, como lo denominaron los comunistas y caviares limeños, fue en realidad un frío asesi­nato de dieciséis policías, diez fusilados y seis degollados”. Ninguna mención a los civiles que también murieron en esa tragedia impuesta por sus decisiones y su desprecio por los derechos del interior del país.
 Respecto de su segundo gobierno, dice que, más allá de sus éxitos, le faltó algo. “Faltó el combate contra un sector social, el simulacro de la guerra que la audiencia siempre exige para darle un sino trágico a la escena”. Y añade: “Vieja conseja: pan y circo”. A eso se reduce el programa del alanismo, la versión efectivamente teatral de la socialdemocracia traicionada.
Y en relación a los narcoindultos que condujeron a la cárcel a Chinguel, a la vergüenza a su régimen y a la calle a miles de delincuentes, el memorioso dice: “Yo, como hijo de un preso político por ocho años, asumí esa atribución pre­sidencial como una obligación cristiana y de compasión...”. Tartufo es un microbio frente a este señor.
La locura va en aumento. En las pági­nas 420-421 diseña la hipótesis de que Richard Nixon pudo pagar muy caro su audacia de entablar relaciones con Pe­kín en 1972. “Pudo costarle, tal vez, que la URSS, a través de la inteligencia castrista, participara en la torpe operación Watergate, donde unos “electricistas” cubanos, tal vez infiltrados en el “exi­lio” de Miami, dejaron exprofeso las pruebas, unos cables en una oficina sin información importante, que costarían a Nixon el impeachment”. ¿También ig­noraba el ecuménico doctor García que lo de Watergate fue una operación for­mal del comité reeleccionario de Nixon y que se hizo con agentes de la CIA y pleno conocimiento del salón oval de la Casa Blanca y sus allegados?
Peor es cómo define a Trump y al trumpismo: “Es la expresión desorga­nizada de la globalización en su lado simplificado del tuit y, más que este, del rap, con su habla rítmica sostenida en el flow permanente y el “compromi­so” como intensidad de voz”. ¿Entendió usted algo? Yo tampoco.
Defiende a Chávarry, a los Cuellos Blancos y vuelve a mentir en rela­ción a los vínculos de Odebrecht con su segundo gobierno: “Se comprobó que un viceministro de Transportes y su plana inferior -felones supues­tamente técnicos y ajenos al Partido Aprista- habían recibido millones en cuentas de Andorra”.
Ni una palabra sobre Nava o Atala. Nada verdadero sobre el pasado vergon­zante, incluyendo a Zanatti, el primer tren eléctrico, el negociado de los dólares MUC.
Su frase más operística quizá sea esta: “Mis adversarios, siempre corruptos, no entienden ni entenderán que, por tener generaciones familiares, ideales y ejem­plos humanos, se valora más la historia y el orgullo personal que el becerro de oro”.
“Al fin y al cabo, escribir memorias es escribir olvidos, luchar contra el tiem­po”, dice García en una de sus pocas frases transparentes. Escribir olvidos. Ese pudo ser un gran título.



martes, 17 de diciembre de 2019

HISTORIA POLÍTICA DEL PERÚ


EL GOLPE
DE MORALES BERMÚDEZ
Fragmentos del libro de Héctor Béjar HISTORIA DEL PERÚ PARA DESCONTENTOS. VIEJA CRÓNICA Y MAL GOBIERNO. aCHeBe Ediciones, Lima diciembre 2019

El 28 de agosto de 1975 se celebraba en Tacna un aniversario más de la reincorporación de ese departamento al Perú con la presencia del comandante general del Ejército, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Guerra Francisco Morales Bermúdez, el comandante general de la III región militar, general Luis La Vera Velarde y el jefe de la guarnición militar de Tacna, general Artemio García Vargas. El presidente Velasco no podía ir, su enfermedad se lo impedía. Morales asistió en representación del presidente. Después de los sucesos de febrero había descontento en algunos medios militares. Una comisión de las Fuerzas Armadas había hecho un informe negativo sobre la reforma agraria. Los servicios de inteligencia informaban que había infiltración comunista. El general Aníbal Meza Cuadra había informado a Velasco que un grupo conspiraba contra él. “Tienes que tomar la decisión ahora, porque en caso contrario, Dios sabe lo que puede ocurrir en cualquier momento”, le dijeron La Vera y García a Morales1, porque suponían que Meza Cuadra los había denunciado ante Velasco. Luego de los festejos, los tres, Morales, La Vera y García, acordaron encabezar el movimiento contra Velasco. Llamaron al resto de las regiones y a la mañana siguiente, los jefes de las once regiones se unieron al golpe o lo aceptaron. (Introducción al Cap. 30 La Contrarevolución Militar)
Cap. 29. Alta Traición
El golpe (pág. 620 y ss.)
La suerte estaba echada.
Según la versión de José Rodríguez Elizondo, a las cinco de la mañana el general Artemio García, el jefe de la guarnición de Tacna, despertó al jefe de la guarnición chilena de Arica, de quien era ami­go, para informarle que Morales sería el nuevo presidente del Perú. También se comunicó con el coronel Orlanier Mena de la Dirección de Inteligencia del Ejército chileno en Santiago. Otras versiones asegu­ran que la noche del 28, luego de un almuerzo y una cena regada con alcohol, Morales estaba ebrio y seguía tomando en la casa de García.
Le quitó el teléfono a García y él mismo habló con Mena diciendo qu estaba todo listo para actuar. Les estaba dando cuenta a los chilenos de sus próximas acciones.
Tomándolo de Contrahistoria del Perú, transcribo el siguiente diálogo que, aunque de ficción, es muy parecido a las versiones que recibí de diversos amigos civiles y militares2.
A la una, mareado, Morales salió de la fiesta junto a La Vera y Artemió García Vargas, jefe del Destacamento Tacna. Fueron a casa de este último, siguieron conversando, con whisky.
--Meza Cuadra nos cagó. La cosa continúa bastante tensa en Lima ¿Quién habrá ido con el chisme? Velasco ya no responde, había dicho Morales Bermúdez señalándose la cabeza. ¿Y si lo derrocamos?, propuso La Vera. Entre los dos tenemos todo el armamento que es para la guerra con Chile, secundó García Vargas.
Llamaron entonces al general Leónidas Rodríguez que estaba en Lima -¿Es Morales? dijo Rodríguez en el teléfono-. Son las cinco de la mañana: qué milagro tan temprano.
--La Revolución, cholo, hay que acelerar la Revolución. Hay que profundizarla. Tú sabes que el general Velasco está fallando mucho. Tenemos que ejecutar lo conversado ahora mismo.
Leónidas habría llamado de inmediato a Graham.
-¿Aló, Pepe? Sí, soy Leónidas. Oye, despierta y vente corriendo al edificio de la Segunda Región.
-Pancho Morales me acaba de llamar desde Tacna, parece que está borracho.
El general José Graham acababa de llegar al edificio, miró incrédu­lo a Leónidas Rodríguez, que prosiguió.
--Está allá con La Vera, que se ha plegado a nombre de la Tercera Región. A ver si lo haces entrar en razón antes de que acabe con un balazo en la oreja.
Pero Morales llamó también a Graham.
-¡Colorao! Aquí Francisco Morales Bermúdez. Estoy con el encargado de la Tercera Región Militar, general La Vera Velarde. Es­tamos por...
-Oye Pancho -interrumpió Graham-. Ya ese plan se acabó, el general Velasco designó un sucesor. Carajo, Morales, ¿con qué apoyo vas a dar un golpe? La Primera Región acaba de ser comandada por Meza Cuadra, ¿tú crees que se van a plegar? ¿Vas a hacer un golpe con Tac­na e Iquitos? ¿Quién te va a reconocer, la embajada de Cuba? Esto es un disparate. Tú llamas a una persona más y se va enterar Meza Cua­dra. No tendrá mando de tropa, pero es el sucesor.
-Anda, llama a la Marina.
-¿Qué quieres, que mandemos los tanques a La Punta? ¿Quieres una guerra dentro de la Fuerza Armada? Mira Pancho, no seas cojudo, ándate a dormir que nos estás poniendo a todos en aprietos. Con lo de las reuniones ya tenemos la soga al cuello.
--Solo necesito que se pliegue Leónidas como Segunda Región, in­sistió Morales Bermúdez. Con eso tenemos Lima, metemos los blinda­dos, y...

—Entiende: ya hay un camino trazado, Pancho, ya hay un orden. La sucesión ya está armada. Tranquilo, no pierdas de vista que tú si­gues siendo Primer Ministro.
—Tengo un avión por si esto sale mal.
—Carajo, Morales, ¿en serio tienes un avión? Mira, anda, descansa, dile a La Vera que haga lo mismo. Una llamada más y vamos a tener que organizar tu velorio.
--¿Qué le dijiste? -preguntó Rodríguez Figueroa a Graham.
--Eso mismo, que es un animal. Está dolido. Y borracho. De ser la nueva cabeza de la Revolución ha pasado a ser otro Mercado Jarrín.
--¿En serio tiene un avión?
--“Por si todo sale mal”, me dijo. Con destino a Argentina.
--Oye, Pepe, yo estoy jodido si alguien se entera que habló conmigo.
-¿Habrá llamado a otra Región Militar antes?
—Voy a averiguar ahora mismo. Si la respuesta es positiva, ni modo, habrá que echarlo a los leones.
—Pepe, ya está -le dijo Rodríguez Figueroa, media hora después a Graham. Todo normal. Al parecer fui yo el primero al que llamó Mo­rales. Las otras regiones no saben nada. Llamé también a Parodi. La Marina ni enterada, al menos formalmente.
—La Marina es lo de menos: ellos jamás van a contarle nada al presidente. Son capaces de cubrir a Morales, más bien. El problema es la Aviación. Si se entera Gilardi, se entera también Velasco.
—Ya hablé con Podestá. Le tuve que inventar una excusa, le pregunté por el cumpleaños de Gilardi, que es pasado mañana. Lo mismo que el resto: no sabe nada.
—¿Y Vargas Prieto?
—Ese está en su casa de Chosica, mirando los cerros.
—De todas maneras hay que estar atentos.
--¿Te imaginas qué pasaría si se entera Meza Cuadra? -finalizó Rodríguez, pálido.
En Lima, el general Rudecindo Zavaleta que era jefe del Servicio de Inteligencia Nacional y había sido jefe del Sinamos, llegó a Palacio esa madrugada del 29 de agosto, como todos los días, con su informe bajo el brazo. No sabía que el golpe se había producido y ya había un nuevo gobierno.
Los conjurados emitieron un pronunciamiento afirmando que trataban de eliminar los personalismos y las desviaciones del proceso. Mencionaban por primera vez a las fuerzas policiales del Perú que se habían levantado en febrero de ese año. Era una reivindicación para los policías se habían sublevado contra Velasco el 5 de febrero y un saludo indirecto al Apra.
Los peruanos que deseamos una patria libre en la que se reali­cen tanto los individuos como las personas, así como la sociedad peruana en pleno, nos pronunciamos revolucionariamente para evitar los personalismos y desviaciones que nuestro gobierno viene sufriendo...
Velasco se reunió con algunos miembros de su gabinete y pidió que el pueblo apoye la continuidad del proceso. Se retiró de Palacio de Go­bierno a su casa de Chaclacayo junto a su esposa y médico personal.
Al alejarme de la conducción del proceso revolucionario...lo hago con la íntima satisfacción de haber cumplido haber sen­tado las bases para un nuevo Perú... pido a todos los hombres y mujeres del Perú, con uniforme o sin él, mantenerse unidos y dar todo el apoyo que requiere la continuidad del proceso revo­lucionario.
El 30 de agosto Morales llegó a Lima con algunos ministros de Estado. La Junta Revolucionaria lo designó presidente. Prestó jura­mento ante el general Oscar Vargas Prieto, comandante general del Ejército.
En el gabinete que fue presidido por Vargas Prieto, una parte de los ministros de Velasco continuaron con sus carteras anteriores. Pero Pedro Sala Orozco, Javier Tantaleán, y Aníbal Meza Cuadra se ne­garon a participar. El ministro de Aeronáutica Rolando Gilardi pasó al retiro. El núcleo velasquista se retiraba. Carlos Delgado, asesor de Velasco, renunció. Lo mismo hizo Augusto Zimermann, secretario de prensa de la presidencia. Fueron los únicos leales.
La izquierda próxima al proceso pensó que ahora sí venía el socialismo y se dejó engañar por los primeros discursos que hablaban de “profundizar” la revolución. La presencia de Leónidas Rodríguez y Fernández Maldonado contribuía a la confusión. Se decía que Mora­les había prometido en Cuba, entre lágrimas, llevar el Perú al socia­lismo. Todos felices. Después vinieron las aclaraciones.
Nuestro Director Editor Guillermo Vásquez Cuentas
rememorando viejos tiempos con Héctor Béjar

En los medios de izquierda, se creía que Morales profundizaría la revolución. Era el único de los militares que había hablado de socialismo. Había un clima de entusiasmo entre los civiles que habían criticado al Sinamos como una organización burocrática fascista y que sospechaban que, detrás de la tesis antipartido, se es­condía una posición anticomunista.
Los hechos parecían apoyar esta visión. Tantaleán y Sala, miembros de la “Misión”, eran las bestias negras de la gente de izquierda. Carlos Delgado era señalado como aprista y macartista. Fernández Maldonado y Leónidas eran los ídolos, socialistas y próximos a la re­volución cubana. El primer gabinete del nuevo gobierno era de “iz­quierda”…Todos los coroneles del golpe del 68, discípulos de Velasco, llegaban al fin al poder político.
Contrariamente a lo esperado, el gobierno de Morales actuó en va­rias líneas simultáneas: paralización de las nacionalizaciones y las medidas revolucionarias; enfrentamiento de la crisis económica me­diante las tradicionales medidas de ajuste exigidas por el FMI, con las que no logró superarla; rápida eliminación de la izquierda militar; apertura a la tradicional derecha empresarial y política; dura repre­sión del movimiento popular.
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1. MORALES BERMÚDEZ Francisco: MI ULTIMA PALABRA. Ediciones B LIMA. Penguin Random House Grupo Editorial S.A. 2018, pag.19
2. Diálogo tomado de: Contrahistoria del Perú. https://www.facebook.com/KausachumVe lasquista. Capítulo sobre Velasco./ Si Velasco hubiese evitado el golpe de Morales Bermúdez. 17 de julio 2015.

domingo, 15 de diciembre de 2019

EL CAMPEÓN DEL FUTBOL PERUANO

CLUB DEPORTIVO 
BINACIONAL

(La verdadera Historia)
El Portal Universitario

Deportivo Binacional tiene sus orígenes en la frontera de Perú-Bolivia. Sin embargo, en su corta historia, el ganador del Apertura ha cambiado más de una vez de sede y nombre para conseguir sus objetivos deportivos y económicos.
El ganador del Apertura, Deportivo Binacional, tiene una historia curiosa y errante. Creado por dos mil tricicleros de Desaguadero (Chucuito, Puno), se refundó en Arequipa para lograr, después de muchos intentos, el ascenso al fútbol profesional mediante la Copa Perú. Y cual hijo pródigo que salió a
Juan Carlos Aquino, Presidente
buscar fortuna económica sin éxito, regresó a Puno para llenar sus arcas y lograr su clasificación a Copa Libertadores que a inicios de año era impensado.
Como pocos equipos, Binacional fue local en diferentes ciudades. En su etapa de la Copa Perú, jugó en Desaguadero, Puno, Juliaca. Luego en Arequipa y Mollendo. En la etapa de fútbol profesional de Primera División, continuó en Arequipa, se mudó a Moquegua hasta retornar a Juliaca.
Este viaje de mudanzas y cambios de nombre inicia, como pedaleando, el 18 de diciembre de 2010, en Desaguadero, ciudad puneña ubicada en la frontera de Perú y Bolivia. Allí existen cuatro sindicatos de tricicleros o triciclistas (como prefieren llamarse) y hasta entonces, cada gremio formaba un equipo de fútbol para jugar la etapa distrital de la Copa Perú.
Sin embargo, en diciembre de 2010, en hecho inédito, los cuatro sindicatos de triciclistas (27 de Junio, 2 de Mayo, 7 de Junio y Colcaparque 8 de Setiembre) unieron fuerzas para formar un solo equipo, llamado Deportivo Binacional. Sería apodado el Poderoso de la Frontera. Uno de los directivos fundadores, Humberto Mamani, recuerda que cada uno de los dos mil triciclistas aportaba 20 soles mensuales.
Los triciclistas fueron actores importantes del equipo en sus primeros años. Por ejemplo, en 2012 bloquearon la frontera Perú-Bolivia en protesta, cuando el equipo fue descalificado de la Copa Perú por un reclamo de mesa. Ese mismo año, apareció otro nombre central en la historia de Binacional: Juan Carlos Aquino, quien era Alcalde de Desaguadero. Tomó las riendas del equipo hasta hoy.
El equipo se volvió un referente de Puno, pero era eliminado en la etapa nacional. Así sucedió hasta el año 2014.
Allegados de entonces señalan que Aquino se obsesionó con ganar la Copa Perú y no importaría la forma. En 2014, Aquino empezó a mirar a Arequipa y respaldó económicamente a Cariocos, un club de El Pedregal que llegó a la Etapa Nacional. En 2015, volvió a apostar en El Pedregal, ahora con La Colina FC, que también fue eliminado. En la política le fue mejor, pues fue electo Alcalde Provincial de Chucuito.
Entonces surgió un hecho que explica el éxodo total a Arequipa. Desde 2015, el reglamento de la Copa Perú obligó a alinear seis jugadores oriundos de la zona y en Puno sintieron que competirián en desventaja.
Por ello, a finales de ese año, Aquino volcó todos los esfuerzos hacia Arequipa -tierra con mayor variedad de futbolistas- y se fusionó con la Escuela Municipal de Paucarpata, que para 2016 se denominaría Escuela Municipal Binacional, con un nuevo apodo, El Poderoso del Sur. El hecho generó controversia.



UN NUEVO PODEROSO

Humberto Mamani opina que este nuevo cuadro es uno diferente al Binacional de los triciclistas. Aunque respalda los éxitos, lo considera un equipo arequipeño. Curiosamente, en Arequipa al nuevo Binacional siempre se le consideró de Puno.
Lo concreto es que Binacional arrasó en el distrito de Paucarpata y llegó a la finalísima de la Copa Perú de 2016, donde quedó en tercer lugar. Al año siguiente por fin levantó la Copa Perú y logró el ascenso al fútbol profesional. El equipo recibió condecoraciones en la Municipalidad de Paucarpata y la comuna provincial de Arequipa. Sin embargo, el cuadro también realizó una gira con el trofeo por la Región Puno hasta llegar a la tierra donde todo empezó: Desaguadero.


Desde entonces, se especuló que Aquino trasladaría el equipo a Puno, pero no había canchas habilitadas para el fútbol profesional y permaneció en Arequipa. Durante el torneo Apertura de 2018, Binacional se acostumbró a jugar en estadio vacío. Peor aún, eligió el enorme Monumental Arequipa como sede. No es exagerar decir que solo familiares de los jugadores y algunos hinchas iban a los partidos.
Eso golpeó en la economía. Los retrasos de pagos llegaron y también varias suspensiones de entrenamientos por reclamos. Sin embargo, el equipo de Luis “Puchito” Flores respondió en la cancha y dejó un buen colchón de puntos para clasificar a la Copa Sudamericana. En la segunda parte de 2018, el club tuvo otra mudanza y aterrizó en Moquegua, donde hubo mejor respuesta del aficionado.
La culminación de la estructura principal del estadio Guillermo Briceño Rosamedina de Juliaca finalmente permitió el retorno del equipo a la Región Puno en 2019, con respectivo cambio de sede, escudo y nombre. Ahora se denomina Deportivo Binacional FC. Hasta la camiseta sufrió una variación. En 2018, la Virgen de Chapi estaba estampada en el pecho, ahora está la Virgen de la Candelaria.
Deportivo Binacional termino cuarto en el clausura con 28 puntos y en el acumulado 64 puntos, y ya está clasificado a la Fase de Grupos de la Copa Libertadores 2020.