El Bajo y el Alto Perú.
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La desmembración del Alto Perú del histórico Perú total fue un episodio trágico en los inicios de la fundación de las repúblicas de Perú y Bolivia. La historia oficial, especialmente aquella que aparece en los textos escolares, es distante de la verdad histórica y distante del gusto de los herederos de la mentalidad criolla que en su momento se tradujo en hechos que resultaron funestos para la patria peruana. Aquí, a través de una relación de hechos y de la expresión de juicios de valor, intentamos una aproximación a un develamiento de la realidad pasada en el proceso político militar en el que durante los primeros tramos del siglo XIX se perpetró la división del Perú en dos repúblicas. Veamos.  

LA AUDIENCIA DE CHARCAS Y SUS IDAS Y VENIDAS  

España dividió el ámbito territorial americano que pasó a dominar luego de invadirlo, en Virreinatos, estos en Corregimientos que fueron luego reemplazados por Intendencias y éstas en Partidos, también llamados “provincias”. El virreinato del Perú se creó en 1542 inicialmente con la sola Audiencia de Lima, a la que se agregó más tarde, el 4 de septiembre de 1559 la Real Audiencia de Charcas oficialmente conocida como “Audiencia y Cancillería Real de La Plata de los Charcas” con sede en la ciudad de La Plata llamada también Chuquisaca. 

Esta audiencia comprendía la llamada Meseta del Collao y áreas contiguas a ésta formando una región que en conjunto era más conocida como “Alto Perú”, hoy núcleo duro de la actual República Plurinacional de Bolivia. Charcas fue parte del Virreinato del Perú hasta 1776 cuando pasó al nuevo Virreinato del Río de la Plata, pero por Real Orden del 9 de octubre de 1811 retornó nuevamente al virreinato del Perú a pedido de las mismas autoridades de Charcas. 

Dicho sea de paso la Audiencia y Cancillería Real del Cuzco fue creada en 1787.

ANTECEDENTES: LAS JUNTAS PRO FERNANDO VII

En mayo de 1809, la audiencia de Charcas depuso al presidente y se conformó la Junta de Chuquisaca. Cabe anotar que los líderes de esta primera junta americana fueron peninsulares y criollos nacidos en el Alto Perú y Buenos Aires, entre ellos, Bernardo de Monteagudo, quien sería el ideólogo y gran asesor de San Martin en la expedición hacia el Perú.

Los afanes de autonomía también se gestaron en La Paz. El municipio depuso al intendente y al obispo, acusándolos de traición al heredero legítimo Fernando VII. Al poco tiempo, se creó la Junta llamada Tuitiva, el 16 de julio de 1809, presidida por el mestizo y aspirante a abogado Pedro Domingo Murillo, e integrada entre otros por el zepiteño Basilio Catacora. Esta Junta quería un nuevo gobierno que mejore la situación indígena. Fue desbaratada por las fuerzas al mando del Gral. Goyeneche, presidente entonces de la Audiencia del Cusco.

Hay que señalar que todas la Juntas proclamaban fidelidad al rey Fernando VII, quien había sido defenestrado de la corona por el invasor Napoleón.

En Charcas –sobre la que incide nuestro enfoque- Liniers, virrey de Buenos Aires, nombró a Vicente Nieto como nuevo presidente de la audiencia. La detención de los oidores que apoyaron a la Junta de Chuquisaca marcó la línea represiva colonial contra las Juntas americanas. 

Nieto, luego del levantamiento de Buenos Aires en mayo de 1810, hizo pública la noticia de que la audiencia de Charcas pasaba nuevamente a formar parte del virreinato del Perú, situación que perduró hasta 1825, año en que Bolívar, como veremos, precipitó la independencia de Bolivia.

Entre 1809 y 1820 se produjeron levantamientos e insurrecciones a lo largo y ancho del territorio peruano, cuyo común denominador fue la imposición del campo español sobre toda clase de insurrectos y contestatarios en las luchas anticoloniales.

Como es sabido, en 1821 San Martin viene del sur y proclama la independencia del Perú, gobierna a éste como Protector y sale del país después de la conferencia con Bolívar en Guayaquil.

Audiencias de Charcas y sus partidos.
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EL ACCIDENTADO Y CONTRADICTORIO PROCESO DE LA CREACIÓN DE BOLIVIA 

Obtenida la capitulación de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, Bolivar convocó al Congreso y ante él renunció al cargo de Dictador que antes se le había conferido. Las renuncia no solo no fue aceptada sino que se acordó una prórroga de su mandato dictatorial. Concluido el dominio español en el territorio del Bajo Perú, estaba pendiente completar el proceso independentista en el Alto Perú. Bolívar y Sucre trazaron la estrategia general respectiva y se aprestaron a ejecutar la campaña de la liberación en tierras del altiplano.

La repartija de honores y premios.- El 16 de diciembre ya resonaban en Lima los ecos del triunfo de Áyacucho. Unos días más tarde, el 18, llegó un expreso enviado por el general Santa Cruz y el regocijo se hizo general. Se decretaron premios a los vencedores y por decreto de 15 de febrero de 1825 se dio el nombre de Ayacucho así a la ciudad de Huamanga como al departamento, en el cual quedó inclusa la provincia de Huancavelica. El departamento de Huánuco quedó con el nombre de Junín y el de Trujillo con el de Libertad, pero no llegó a prosperar la nueva denominación que se dio a Trujillo de ciudad Bolívar.

“Se dieron a Bolívar los apelativos más encomiásticos: Libertador, Salvador y Padre del Perú y hasta no faltó quien propusiese que se le llamara el Peruano, título que estaba muy lejos de convenirle”, relata Vargas Ugarte.

A Sucre se le elevó al rango de mariscal. A generales de división fueron ascendidos los de brigada, Jacinto Lara y José María Córdoba. A generales de brigada los coroneles, Lucas Carvajal, de los Granaderos de Colombia, Laurencio Silva, de Húsares, Arturo Sands, de Rifles y Francisco de P. Otero del N.° 1 del Perú. Más tarde fueron también ascendidos Miller y Gamarra.

A Sucre el Congreso le señaló doscientos mil pesos como gratificación por sus servicios. En sustitución de dicha suma se le dio en propiedad la hacienda La Huaca que valía mucho 

El poderoso Sucre.– Por disposición de Bolívar, a la sazón Presidente Vitalicio del Perú, Sucre asumió el cargo de “Jefe Supremo del Ejército Unido Libertador” con todos los poderes militares y políticos necesarios para determinar la suerte del Alto Perú “estaba pagado por el tesoro peruano y obedecía a Bolívar, dictador del Perú”, acota Basadre.

En aplicación de sus amplias potestades, Sucre desde La Paz expidió un histórico decreto el 9 de febrero 1825 por el cual “convoca a todas las provincias altoperuanas a una Asamblea que se reuniría el 19 de abril en Oruro y donde ellas por medio de sus representantes resolverían su suerte futura”. Al difundir su decisión vendía la idea de que obraba por propia iniciativa, aparentemente sin consultarlo con Bolívar, pero con tiempo se diluyeron las dudas respecto a un común propósito previamente acordado entre ambos jerarcas militares en el sentido de fundar una nueva república sobre la base de la audiencia de Charcas. Según Vargas Ugarte “hasta entonces Sucre no había recibido oficialmente orden alguna del Congreso peruano y no era posible que se le diese, dado que dicho congreso del Perú no llegó a instalarse hasta el día 10 de Febrero, esto es un día después de la dación de dicho decreto”. La maniobra anticipatoria quedó muy clara.

Termina la resistencia realista.- En esa coyuntura, todo el campo militar y político del Perú, y especialmente de las fuerzas patriotas en el alto Perú compartían el propósito de la urgencia de poner término a la lucha con Pedro Antonio Olañeta, jefe militar realista del Alto Perú, que involucró a todo el ejército español bajo sus órdenes el 22 de enero de 1824 contra la autoridad del virrey del Perú José de la Serna, supuestamente a favor de Fernando VII rey de España. Se negó a someterse pese a que su causa parecía perdida. 

Olañeta mediante comunicaciones reservadas con Sucre y Bolívar, trataba encontrar un arreglo pacífico que le favoreciese. Tal vez por ello, en la pugna Sucre-Olañeta no se produjo ningún encuentro de armas, pues algunos de los jefes de las unidades de la fuerza realista que comandaba Olañeta se rebelaron obligándolo a salir de su cuartel potosino. Se dirigió a Tumusla en donde se había hecho fuerte el rebelde Medinaceli. En aquel lugar “un tiro disparado al azar, según algunos o intencionado, según otros, acabó con la vida del último militar Olañeta”. Curiosamente, éste fue nombrado Virrey del Perú por el rey de España, después de muerto. Y es que en esos tiempos las noticias tardaban en llegar del virreinato a la península ibérica y viceversa.

La posición de Buenos Aires sobre la suerte del Alto Perú.- Juan Antonio Álvarez de Arenales, citado comúnmente solo como “Arenales” venía comisionado por el gobierno de Buenos Aires con la misión de ayudar a los luchadores por la independencia y comunicar a los pueblos la resolución de aquel Estado de dejarles en libertad para disponer de su futuro destino. Enfatizó que Buenos Aires aceptaría la decisión que todas las provincias del altiplano, adopten, coincidiendo así con lo que Sucre proclamó en su decreto del 9 de febrero.  

Termina la campaña militar.- Con todo lo anterior terminó la campaña militar del Alto Perú. Entonces el 29 de Marzo, Sucre, desde el cuartel general de Potosí, suscribió y difundió una proclama, dirigida a los habitantes del Alto Perú y en ella les decía: «¡Peruanos! El Ejército Libertador marchando en triunfo de Ayacucho a Potosí ha dado vida y existencia a vuestra patria. 10.000 tiranos vencidos en el campo de batalla, 8.000 soldados del despotismo rendidos en las guarniciones y un territorio de más de 300 leguas redimido del poder español, son los triunfos que el Ejército Unido presenta a los pueblos del Alto Perú.» Al mismo tiempo anunciaba la venida de Bolívar. Nótese que a los habitantes de Charcas los llama “peruanos”. 

En Lima, el libertador Bolivar, mediante decreto de 24 de febrero de 1825, delegó el mando político y militar en un Consejo de Gobierno presidido por el mariscal D. José de la Mar. El Consejo lo integraban también Sánchez Carrión e Hipólito Unanue.

Bolívar inicio su paseo triunfal, comenta Del Busto. Estando en Arequipa el libertador emitió un decreto fechado el 16 de mayo 1825, en el que acepta y conviene en la convocatoria a asamblea hecha por Sucre, pero condicionando las validez de los resultados de sus deliberaciones a la aprobación del Congreso del Perú. Luego Bolívar y Sucre juntos llegaron a La Paz

Simón Bolívar y Antonio José de Sucre
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Dilemas en pugna.- En el Alto Perú ya se había descartado hasta la saciedad la posibilidad de que el alto Perú sea argentino. La disyuntiva “O permanecían independientes o se unían al Perú” estaba en el tapete de discusión entre las elites de pudientes y de los “doctores de la Universidad de Chuquisaca” (una pequeña capa de intelectuales casi todos abogados). 

En el caso de la unión de ambas partes del Perú, sus minoritarios promotores querían tener la capital en el Cuzco o más cerca de ellos. 

Bolívar y Sucre, escondiendo sus secretos conciertos bajo el aparente manto de algunas discrepancias y contradicciones para consumo oficial y popular, trabajaban ello no obstante cada vez más abiertamente porque Charcas no permaneciera unido al Bajo Perú. Para ello, Bolívar volvió a invocar esta vez una tesis americanista, la del uti possidetis (lo que habéis venido poseyendo, continuad poseyéndolo) en virtud de la cual él había sostenido y defendido la anexión del territorio peruano de Quito a la Gran Colombia.   

Sucre habría afirmado su propósito de fundar una república en el Alto Perú, con las argumentaciones que le expresó en Puno, el abogado chuquisaqueño y sobrino del militar de igual apellido, Casimiro Olañeta, quien jugó más tarde papel importante en los debates y acuerdos de la Asamblea altoperuana. A ese confirmado propósito se ha dado en llamar por muchos historiadores como “El Proyecto Puno de 2 de febrero de 1825”

La Asamblea de Chuquisaca.- El 10 de julio de 1825 se reunieron en la Universidad Pontificia Real de San Francisco Xavier de Chuquisaca hasta 56 diputados de las provincias de La Paz, Santa Cruz, Potosí, Chuquisaca y Cochabamba, en su mayoría suplentes. Predominaban los terratenientes y políticos de coyuntura, deseosos de conservar sus prerrogativas o de ampliarlas. Treinta de ellos eran egresados de esa universidad. 

Basadre dice: “Fue una reunión de Aristócratas”, por tanto con ausencia de representantes del “estado llano”, del pueblo, de las masas campesinas mayoritarias, ya que el racismo y los intereses creados no lo permitieron. Parece haberse seguido al pensamiento Bolívar para excluirlos, ya que él dijo en una carta pública escrita desde Guayaquil que “Los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guíe’.

Bolívar aceptó la invitación a participar en las ceremonias de orden. En ellas fue objeto de excesos encomiásticos, loas, ditirambos y elogios de toda clase, con actitud servil pocas veces vista. En una de sus intervenciones y para atenuar su imagen de todopoderoso, dijo entre otras cosas que era un “extranjero que había venido a auxiliar como guerrero y no a mandar como político”. Sin embargo, nadie podrá negar que su actuación como político superó su actuación como militar.

En el colmo de la euforia separatista, los alto-peruanos pidieron al Libertador que redactara su nueva constitución” refiere Del Busto. La petición fue inmediatamente aceptada. Al mismo tiempo y asumiendo el rol de “imperator”, Bolívar ofreció conceder a la nueva República, el puerto de Arica.

Los acuerdos de la Asamblea constituyente de Chuquisaca.– La fundamentación sobre la creación de una nueva república independiente corrió a cargo de Casimiro Olañeta y de José Mariano Serrano, éste presidente de la Asamblea. El paceño Eusebio Gutierrez, Juan Manuel Velarde y el sacerdote Mendizábal abogaron por la unión con el Bajo Perú, postulando como la nueva capital a Arequipa o Cusco. José Mariano Enríquez, Manuel Centeno, José Ignacio Sanginés, Isidoro Trujillo, junto con Olañeta y Serrano integraban el grupúsculo “Doctores de Chuquisaca” propulsores de la autonomía. Ganaron la votación por cuarenticinco contra dos. En un primer momento aprobaron que el nuevo Estado se nombraría como República Bolívar cambiado después por petición del mismo Bolívar como “Bolivia”. El libertador tendría el poder supremo mientras resida en la república y el 6 de agosto, en homenaje a la batalla de Ayacucho se festejaría el Dia de la Independencia. Chuquisaca la capital del Estado en adelante se nombraría como “Sucre”. 

Congreso Peruano de 1825: Cómo vender la patria.- El 17 de febrero de 1825, Sánchez Carrión, por orden de Bolívar, había pedido al congreso el que resolviese sobre los límites que se habían de fijar entre la República del Perú y el Alto Perú, para el caso en que allí se constituyese un nuevo Estado. Evidentemente se trataba de una maniobra preparatoria dirigida a acondicionar el panorama político de manera que facilite la separación (Vargas Ugarte).

El mismo congreso que poco antes resolvió otorgar a Bolívar los poderes dictatoriales, en sesión secreta resolvió que no se podía determinar límites puesto que el Alto Perú aún no se había constituido en Estado como ya se especulaba. 

Pero poco más tarde, los congresistas peruanos, entre los que no se contaba con ningún altoperuano ni tampoco algún indígena, dominados por Bolívar, no rechazaron el acuerdo de la asamblea de Chuquisaca. Bajo la espada del Libertador carecían de libertad decidir autónomamente y en este caso lo hicieron muy a gusto del dictador vitalicio. 

La Constitución peruana de 1823 trataba al Bajo y al Alto Perú como uno solo, tal como se estableció en el art 6°: “El Congreso fijará los límites de la República de inteligencia con los Estados limítrofes verificada la total independencia del Alto y Bajo Perú”. Los congresistas de 1825 malinterpretando la norma aceptaron la separación del Alto Perú al aprobar: “que si verificada la demarcación según el artículo constitucional ya citado, resultaren las provincias altas separadas de esta República, el gobierno a quien pertenecieran, indemnizaría al Perú los costos causados en emanciparlas”.

Les interesó el dinero, no el cercenamiento de la histórica heredad peruana. El historiador Riva Agüero calificó a ese Congreso como sumiso y rendido a la dictadura de Bolívar.

Papel nefasto del Consejo de La Mar.- Por su parte, el Consejo de Gobierno presidido por La Mar, obsecuente a los dictados de Bolívar y al cual éste había “delegado” sus poderes, terminó reconociendo la creación de Bolivia mediante decreto de 18 de mayo de 1825. Obedecían al “ruego” –que en realidad era una orden- de Bolívar en carta a Unanue fechada en Chuquisaca el 25 de nombre de 1825: “Yo ruego a Ud. a fin de que empeñe toda su influencia con el Congreso para que inmediatamente que sea instalado, haga el reconocimiento de esta nueva República de Bolivia”:

El entreguismo antipatriota de la clase política de tiempos de la dominación política por parte de dos colombianos, facilitó el nacimiento de Bolivia.

Una tardía reacción.- Cuando aún la influencia bolivariana estaba presente en Perú y Bolivia, el gobierno peruano, tal vez dominado por el arrepentimiento, pretendiendo restituir las unidad del Alto y Bajo Perú, envió a Bolivia una misión diplomática presidida por Ignacio Ortiz de Zevallos para que con todos los poderes que se le dio, alcance el objetivo de “reunir las dos secciones del Perú en una república una e indivisible”. El fundamento de este propósito se lee en un documento de la época reproducido por Riva Aguero: “La común utilidad, la homogeneidad de los habitantes, la reciprocidad de las ventajas y de las necesidades, la misma geografía del país, todo convida a la adopción de tan saludable medida”. 

Para que su misión pueda ser algo exitosa el plenipotenciario Ortiz de Zevallos concertó la cesión de Tarapacá y Tacna y sus puertos de Iquique y Arica a favor de Bolivia como precio de la unión, pero condicionada a una permuta territorial con la península de Copacabana, todas las islas del lago Titicaca y los territorios amazónicos de Chunchos, Apolobamba y Gran Paytiti.

El gobierno peruano desaprobó el tratado ya firmado. Empezaron las desavenencias entre las dos repúblicas gemelas

Pedro Antonio Olañeta y Casimiro Olañeta
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CAUSAS Y FACTORES DETERMINANTES DE LA SEPARACION  

Hay en la literatura histórica sobre Perú y Bolivia, enorme cúmulo de datos y análisis sobre la separación o desmembración de uno de ellos a expensas del otro. Nosotros nos limitamos a traer a colación lo que consideramos más importante.

Las consideraciones geopolíticas de poder en el subcontinente. Estando a la gran mayoría de historiadores, la finalidad y objetivo de separar el Bajo del Alto Perú obedeciendo a los intereses geopolíticos de una naciente potencia sudamericana como era la Gran Colombia, es la que condicionó de manera determinante la conducta de aquel par de altos militares colombianos, que se esforzaron en defender y preservar los intereses de su patria. Fuera de las apariencias, en el fondo de sus conciencias y pensamientos estaba su colombianismo que los impulsaba a obtener la malhadada separación a fin de no crear un Estado tanto o más fuerte que la Gran Colombia.

La posición de Bolívar se hizo confirmada en una carta que escribió a sucre el 26 de abril de 1825, al decir “…no someteré ese país (refiriéndose a la Audiencia de Charcas) a ninguna de las repúblicas pretendientes”. Frase que solo puede emanar de dictadores absolutos.

Como lo explicó el mismo Sucre muy pocos meses después, temía que la reconstitución del Perú Grande, unidos el Alto y el Bajo Perú, equilibrara y contrarrestara la potencia y superioridad de la Gran Colombia.

Poco más tarde el afán desmembrador del Perú que tan notoriamente pudo advertirse en la conducta política del libertador, se concretó en las tentativas de crear republiquetas, como las del sur peruano o de Antofagasta o Maynas, con el aparente pero falso propósito de unirlas después en una gran Federación. Herbert Morote en su libro “Bolívar, enemigo número uno del Perú” describe documentadamente lo acaecido en esos tiempos. 

De haber prosperado el “sueño” de Bolívar, habríamos imitado la fragmentación operada en América Central, bajo una Gran Colombia dominante en Sudamérica. “Bolívar ambicionaba someter el continente a su despótica férula”, dice Carlos Dellepiane y agrega “Para cumplir su deseo era necesario conseguir antes la desmembración del Perú”.

La oscura participación de la masonería.- La filiación de Bolívar, de Sucre, de Casimiro Olañeta y de algunos “doctores de Chuquisaca” a organizaciones masónicas mundiales, ha sido siempre de recurrente tratamiento por los especialistas. Bolívar lo era desde cuando residía joven en Europa. 

En el campo especulativo, habría sido la intervención de una logia masónica la que habría dispuesto la partición de un todo antiguo en dos partes. Vargas Ugarte señala que habrían sido obra de la masonería, desde la sombra, la defección del general Olañeta y luego su caída.

Marcos Beltrán Ávila en su libro La Pequeña Gran Logia que independizó a Bolivia (Cochabamba, 1948) se esfuerza por probar que “un grupo de patriotas bolivianos, entre los cuales figuraban D. José María Urcullu y D. Casimiro Olañeta, fomentaron la división de los jefes realistas y la ambición de D. Pedro Antonio Olañeta, con la mira puesta en la libertad de lo que quedaba en lo físico y humano de la Audiencia de Charcas

El dominio de una Asamblea histórica de Chuquisaca por una élite intelectual y la adinerada.- Bastaría traer a colación aquí –como lo hace Vargas Ugarte- lo dicho por un escritor del país hermano sobre la decisión separatista de los de Chuquisaca: “De este modo el interés de una minoría letrada y propietaria que reemplazaba a España en el disfrute de las colonias altoperuanas, se impuso sobre los dictados de la realidad histórica, geográfica, económica y humana”. Sobre esto Basadre dice que “los doctores de aquella Universidad, deseosos de figurar, de gobernar y de no ver disminuidos sino acrecentados sus privilegios, fueron seducidos por la idea de la independencia”

Por lo demás, los latifundistas de entonces, “se sentían más seguros en sus privilegios si ellos manejaban la región lejos de cualquier interferencia”.

La Asamblea constituyente de Chuquisaca, al decir de Herbert Morote “… votó por constituir un nuevo Estado, pero lo hizo con una mayoría controlada e inducida por Sucre, quien cumplía las instrucciones que Bolívar le enviaba subrepticiamente desde el Perú”

Las tensiones internacionales del momento.- Los argentinos eran conscientes no solo de las dificultades que planteaba la geografía para gobernar el Alto Perú desde el lejano Buenos Aires sino también las diferencias raciales y culturales que los distanciaban. 

Geográficamente, los centros políticos de la Audiencia de Charcas, estaban ubicados muy lejos de las capitales de los virreinatos bajo cuya jurisdicción funcionó nominalmente primero el de Lima, ciudad quinientas leguas distante y, desde 1776, el de Buenos Aires lugar situado a setecientas leguas es decir más distante

De otro lado, el Imperio del Brasil tenía puesta su mira en la región de Santa Cruz, que el inefable Casimiro Olañeta había ofrecido hacer que se le ceda.

El excesivo poder político, unido al militar, que tuvo la dupla de los más altos jefes “libertadores”.- El inmenso poder acumulado en las manos de dos personajes extranjeros con intenciones compatibles y reservadas, y la forma como ellos lo administraron, fue a todas luces muy perjudiciales para los intereses del Perú naciente y del que hoy tenemos.

Baste señalar -como lo hace Basadre- que “Sucre fue nombrado Presidente Constitucional de la Republica no obstante su negativa, después de una verdadera lucha y la amenaza de disolución de la Asamblea Constituyente, le obligaron a aceptar el cargo”.

De otro lado, el proyecto de Constitución fue enviado por Bolívar a la Asamblea de Chuquisaca con un mensajero especial, fue aprobado prácticamente sin discusión.

Los gobernantes peruanos al momento de la separación.- Una clase política peruana gobernante desprovista de una visión del futuro y de genuino patriotismo, ineficaz y ambiciosa, preocupada por mantener los privilegios de la casta hispánica y criolla, “vendió” el Alto Perú a Bolívar y sus apetitos de grandeza. Herbert Morote describe con precisión la actuación del libertador en el Perú:

sacrificó, expolió, engañó y cercenó al país a tal extremo que ninguna otra nación latinoamericana jamás llegó a pagar por su independencia lo que el Perú pagó por la suya, ninguna otra tampoco estuvo en tanto peligro de perder aún másindependizarnos el año 1824 nos costó, entre muchas cosas, la pérdida de más de la mitad del territorio nacional. ¿Ha habido otro país latinoamericano que haya pagado por su independencia más de un millón cien mil kilómetros cuadrados?”.

Sobran las razones que podían haber fundamentado desde diferentes enfoques, la posibilidad de mantener y consolidar la histórica unidad pan peruana. Aquí, por ahora, nos limitamos a presentar una reflexión sobre el asunto.

Dice el historiador boliviano Rigoberto Paredes, citado por Vargas Ugarte: En aquellos tiempos, no dominaban en el Alto Perú más que dos ideas: la de la mayoría, que era la de permanecer unidos al Bajo Perú y la de Sucre que era la de constituirlo en estado independiente”.

Dice Julio Alberto d’Avis en su libro “El Estado Boliviano y la Unidad Peruana: “El pueblo por entonces se decía a sí mismo “peruano”; las notas oficiales de la época contenían la misma designación, llamando a esta parte de América, provincias internas o provincias centrales del Perú y hasta las proclamas de Arenales y los documentos argentinos empleaban sin vacilación el mismo término”.  

Sin embargo, de este y de muchísimos otros juicios en igual sentido que aparecen en todo tipo de documentos, lo que pudo haber sido no fue. &