TRAYECTORIA DE LA INSTITUCIONALIDAD RELIGIOSA EN JULI
Escribe:
Efraín Iturry Gandarillas
Tomado de Juli Eterno
L |
a
zona misional juleña fue dividida en cuatro doctrinas: San Pedro, San Juan, la
Asunción y Santa Cruz. Además, ya que el repartimiento de Chucuito estaba
incorporado a la Corona, no había encomenderos que entorpezcan la tarea
misional de los Jesuitas.
LA
ROMA DE AMERICA
Según
Helmar (1982/1983), la gran diferencia entre Juli y otras reducciones misionales
de la época era “el alto nivel cultural y moral de los misioneros” (P. 191).
Los
jesuitas que llegaron a Juli eran la flor y nata de la orden: artistas, lingüistas,
filósofos, teólogos, arquitectos, etc. No es gratuito que aquí se haya
desarrollado la GRAN ESCUELA MISIONAL DE LOS JESUITAS. Los recién llegados de
Europa venían primero a Juli para aprender quechua, aymara, puquina, uruquilla
y otros (ALBO 1999), habituarse a las costumbres indígenas, asimilar las nuevas
formas de evangelización. En Juli se editaron los volúmenes más importantes y
avanzados de la época en aymarística y doctrina de indios.
Pese
a la desconfianza inicial de los historiadores, hoy ha quedado demostrado que
Juli contó con una de las primeras imprentas de América. (DUVIOLS, 1985).
“Tanto
por la continuidad en el esfuerzo cristianizador cuanto, por la calidad de los
métodos empleados, puede estimarse que Juli, fue un experimento modelo de
reducciones jesuíticas americanas” (Nieto Vélez, 1994; 141).
“Nótese
los muchos puntos de afinidad entre Juli y las reducciones del Paraguay, en el
régimen de la vida de los indios y aún en las estancias de comunidad para
suplir la imprevisión de estos en años de malas cosechas y en excluir por
completo a los españoles del pueblo. Además, los grandes misioneros que
fundaron las misiones del Paraguay, como Diego de Torres, Barzana, Juan Romero
y otros muchos tuvieron su aprendizaje misionero en Juli. De aquí se infiere
que la experiencia de Juli, y más en general la concepción misionera de los
jesuitas del Perú, tiene influencia decisiva e importantísima en la creación de
los métodos misionales de las célebres reducciones de la Provincia del
Paraguay, hija de la del Perú, de la cual se separó en 1606 tomando los territorios
de Tucumán, Paraguay y Chile”. (DOCUMENTOS PARA LA ETNOHISTORIA DE LA CIUDAD DE
JULI, Mario Franco Hinojosa 1965).
En
los primeros años en que los Jesuitas luchaban por crear un “Mundo Nuevo”, hay
una carta del superior a las autoridades de Juli y Chucuito en general en la
cual expresa, “…no queremos españoles en Juli, porque son como polilla para los
indios”, lo que demuestra el temple de estos padres de estos sacerdotes en
defensa de su misión.
“…en
quince años transformaron las misiones de los dominicos en el foco cultural más
grande del altiplano al crear la única imprenta que en mucho tiempo funcionó en
todo el Alto Perú”. (EN BUSCA DE LAS EX MISIONES JESUITICAS, Roberto Ribera
Jiménez, 2013).
Durante
los primeros cinco años de su presencia y tomando en cuenta su acuerdo inicial
con el Virrey Toledo, los jesuitas pensaban que su estadía en Juli era
temporal. Tras este periodo de tiempo, ya habían cristianizado el 100% de los
hogares chucuiteños y se sentían listos para partir. A inicios de los 1580’s
cambiaron de idea. Fue el superior general Aquaviva quién tomó la decisión de
que los jesuitas asumieran a perpetuidad su tarea en Juli.
Los
evangelizadores venidos de Europa, por sus excepcionales condiciones y riqueza
escogieron a Juli, y la convirtieron en reducción modelo y escuela misional
Jesuita, que asombró al mundo de los siglos XVI, XVII, XVIII; por lo que
ostentó con orgullo merecidos títulos, como: “Cabeza de su Majestad” y centro
de enseñanza de los idiomas nativos para las legiones de catequistas que se
adentraron en los poblados de Sudamérica para el desarrollo de su culto;
“Encomienda Real”, “San Francisco de Juli”, “Pueblo Santo” “ Roma del Perú”,
“La Roma y Santa Sede de las Indias” “Roma de América”, entre algunos.
La
necesidad de contar con los instrumentos de evangelización y adoctrinamiento
hizo de Juli, el Alma Mater de la cultura altiplánica, aquí el padre Ludovico
Bertonio concibió y editó el diccionario de la Lengua Aimara, aquí el padre
Bernardo Bihitti, pintor precursor de la escuela manierista italiana, dió
pautas para crear la escuela cusqueña; la práctica de los auto sacramentales
propició la aparición de la danza “Diablada Juleña”, el lugareño prohibido de
usar los instrumentos musicales europeos, creó el charango, aquí se instituyo
la primera fiesta de precepto en Sudamérica, el 8 de diciembre de 1,578 en
honor a su patrona, la Inmaculada Virgen María de la Concepción.
La
enseñanza de la fe y supervisión de los evangelizadores, motivó la construcción
y culminación de hermosos templos y edificaciones muchos de los cuales han
desaparecido.
Pero,
antes de la llegada de los Jesuitas, estaban establecidos en la ciudad toda
clase de forasteros y aventureros europeos, como los famosos “barberos” que
ejercían la medicina, comerciantes que ofrecían vinos al crédito, perseguidores
de idolatrías de mantener presos a chamanes, curanderos y hechiceros, etc.; como
consecuencia; algunos naturales adquirieron los vicios de la borrachera,
promiscuidad, rechazo a las doctrinas, enfermedades, etc.
Los
abusos cometidos diezmaron los terrenos y las cabezas de ganado, Garci Diaz de
San Miguel en su visita realizada en 1567 nos dice según testimonios “en el
tiempo del ynga había muy gran cantidad de ganado de comunidad tanto que con
haber mucha tierra en esta provincia no había pasto para tanto ganado como
entonces había”.
Luego
de treinticinco años de dominio europeo, su número había disminuido; pero, aún
quedaba suficiente para ser vendido o entregado en trueque fácilmente cuando el
tributo anual no podía ser reunido con el trabajo de los mittani en las minas”.
Los
primeros años de fructífera labor de los Jesuitas con el paso de los años fue
decayendo paulatinamente, debido en gran parte a la ausencia y pundonor de los
primeros evangelizadores que muchos de ellos salieron a otros destinos o habían
fallecido; por lo que, ese oasis de justicia y equidad en medio del desolador panorama
de abusos impuestos a las comunidades indígenas por curas, funcionarios,
inclusive de sus propios hermanos de raza, no era tan real.
Todo
parece indicar que hacia mediados del siglo XVIII los nuevos jesuitas se habían
vuelto explotadores de los indios, como todos los demás españoles. Decayeron en
sus labores pastorales y descuidaron a los indígenas, “Monseñor Campos se
molestó al enterarse de que sin estar autorizados los jesuitas habían reducido
en la práctica las cuatro doctrinas a una sola. Cada párroco junto a sus
coadjuntores administraba por turnos los sacramentos a todos los feligreses,
sin tener en cuenta su filiación parroquial. Lo que era peor, habían reservado
una sola pila bautismal y la presencia eucarística solo en el templo de San
Pedro, utilizando las otras iglesias solamente para concentraciones especiales
como los aniversarios litúrgicos y las fiestas parroquiales”. (Meiklejhon, 1988:218).
La
descripción descarnada del visitador Juan de la Plaza, vecino de Juli, no comparte
el entusiasmo general de que fuera modelo de las misiones en América, muestra
un panorama muy distinto al de las crónicas ordinarias, señala por ejemplo “el
fruto no es tanto como suena, ni las dificultades tan pocas y fáciles” y afirma
con cierto desencanto “a la doctrina vienen pocos por su voluntad”. Muchos se
escondían para no asistir a las pláticas y a los sermones, mientras que los domingos
por la mañana hacía falta “poner alguaciles en las calles para que los indios
no se vayan a trabajar al campo”.
La
carta annuae de 1600, se consigna que “se habían descubierto muchos indios e
indias hechiceros” los que habían sido alojados en una casa especial, “la casa
blanca”, dispuesta para recoger y remediar esta gente.
La
etapa de gran esplendor y decadencia, llegó a su culminación el 3 de setiembre
de 1768, con la expulsión de los Jesuitas, pasando sus bienes a la Junta de
Temporalidades.
Sobrevino
la paulatina decadencia de Juli, en todo orden de cosas, en 1776 hasta 1796
pertenecimos al virreinato de Buenos Aires, fuimos uno de los partidos de la
Intendencia de Puno; recién en 1822 pasamos a ser villa de Juli del departamento
de Puno hasta el 3 de junio de 1828 en que el General José de la Mar creo la provincia
de Chucuito con su capital Juli; y, de villa a ciudad, el 2 de setiembre de
1889 con don Avelino Cáceres, bajo la gestión de Juan de la Cruz Eduardo y
Remigio Franco.
Pasaron
190 años de abandono hasta que otro milagro se haría realidad, el retorno de
esperanza a su vida activa con la fundación de la Prelatura de Juli el 03 de
agosto de 1957. Ese año (1957). El Mons. Edward l. Fedders M.M. de la orden
católica de los Maryknoll, Obispo de las provincias de Huancané, Moho,
Chucuito, El Collao, y parte de Puno, entra en triunfal marcha por nuestras calles
y la feligresía como en los tiempos de pascua florida, lo recibe echándole
flores y mistura a su paso.Juli antiguo
Es
el anuncio providencial de otro bienestar cercano que se alargara con la
bendición del señor.
En
su primera inspección, vio como prioridad la restauración de los templos que se
encontraban en pésimas condiciones, tanto por el abandono, las inclemencias de
la naturaleza, deterioradas también por el paso del tiempo, cuidando no desnaturalizar
ni alterar los estilos y poniendo en claro todo valor histórico con que estaban
encubiertos.
Pero,
no solamente se trataba de la restauración física de los templos, mientras esto
ocurría la presencia de estos sacerdotes reavivo las esperanzas de crecer
física, moral y espiritualmente como una verdadera iglesia católica.
Siguiendo
los preceptos de la ideología de la liberación, los Maryknoll en Juli, buscaban
la comunión de la religión católica con las usanzas tradicionales del pueblo,
intentando no ser invasivos con su predicación.
“En
cierta manera, estos sacerdotes retomaron el proyecto evangelizador de los
primeros misioneros dominicos y jesuitas de los tiempos de la conquista y la colonia,
esta vez con una perspectiva basada en el respeto de los derechos civiles de
los indígenas”. (Velásquez Garambel,2010: 48).
El
año 2006 los Maryknoll, fueron retirados de la prelatura para ser reemplazados
por los sacerdotes del Opus Dei; Pero, otra vez sobrevino un decaimiento sin
visión de enriquecimiento material ni espiritual.
Ahora,
desde diciembre del año 2018, una nueva luz de esperanza y fe, se viene
viviendo con la presencia del Obispo de la Prelatura de Chucuito Juli, Mons.
Ciro Quispe López. <+>