sábado, 25 de marzo de 2023

 

UNICACHI:

EL MILAGRO DEL ALTIPLANO

Omar Aramayo

Dominical de EXPRESO 19MAR23

E

l quechua, aymara, o puquina, del Altiplano, desde la antigüedad prehispánica es un trashumante. John Murra para explicar este fenómeno sostiene la tesis del control vertical de los pisos ecológicos. Así, nuestros antiguos parientes establecieron anclajes en los más altos picos de la cordillera, como en los valles interandinos o en los valles de la costa, allí se trasladó con sus caravanas de llamas y llevó hasta el Altiplano los frutos de la costa, ante todo pescado, y del Altiplano productos preciados como el maíz, la papa y una diversidad que todavía no ha llegado aún a la cocina de Gastón Acurio.

Para el comercio y para sus empresas bélicas el aymara contó con un descubrimiento extraordinario: la liofilización de la carne y de los productos vegetales. En el siglo XX con la facilidad de los medios de transporte, los puneños del campo crearon un nuevo tipo de comercio y economía en varias ciudades: La Paz, Moquegua, Tacna, Arequipa, Cusco, crearon Juliaca ciudad comercial eminentemente; en Lima, primero el gran emporio de Gamarra, luego los mercados y galerías de Unicachi. Sin olvidar que los ebanistas más connotados de Villa el Salvador vienen de la península de Capachica.

La industria manufacturera se halla en manos de la gente que proviene de Ichu, una comunidad a 20 kms al sur de Puno, llegaron en los 50s con su habilidad para fabricar ojotas, sandalias que reúsan las llantas de los camiones, entonces buscadas por los hipies del mundo entero; ahora en exclusiva manejan cuanto tiene que ver con cueros naturales o sintéticos, zapatos, pelotas de fútbol, ubican su gran mercado en Caquetá y sus fábricas por la carretera central.

Los migrantes de Santa Rosa de Melgar, del norte de Puno, tienen la galería Yolita, de quince pisos. Los confeccionistas vienen de Santiago de Pupuja, donde se origina el Toro de Pucará, todo al mayor. Antonio Velásquez, confeccionista del distrito de Ollaraya, tiene tres inmensos edificios y una sucursal en México. En el distrito de Ate se han agrupado 31 comunidades puneñas y creado la Escuela Superior Teodoro Valcárcel, para la formación de docentes en música y danzas puneñas. Pero el milagro comercial del Altiplano es el que realizan los migrantes de Unicachi, una pequeña y hermosa población a orillas del Lago de Wiñaymarca, a cinco kms de la frontera con Bolivia, con menos de cuatro mil habitantes, y que se han dispersado por Rusia, China, y otros países del mundo.

En los 50s y 60s trabajaron en construcción civil, pesca de anchovetas, fábricas de harina de pescado, textiles, cerámica, y de canillitas. Jacobo Cabrera Avendaño, el patriarca, promovió la "Asociación de trabajadores unicachinos en el mercado minorista de Lima" En los 70s del siglo pasado se reunían a jugar fútbol con los representantes de los otros cinco distritos de la provincia de Yunguyo, a la cual pertenecen. Y a celebrar a su santo Pedro, el 29 de junio de cada año, a bailar Soldados Palla Palla y tocar zampoña, y con los años una señorial morenda. En esos encuentros se gestó el gran emporio Unicachi, que a la fecha se ha reproducido en 20 distritos limeños: Carabayllo, Norte Chico, Ciudad de Dios, La Parada, Lurín, Avenida Abancay, y otros.

El secreto para esta eclosión organizada, de grandes capitales, son los valores tradicionales del trabajo corporativo, (y la gran voluntad de trabajo), el ayni, la minka, la protección del necesitado, la ayuda al recién llegado, al emprendedor. Estos aymaras del lago de Wiñaymarca en su trayectoria han sido liderados por visionarios como Esteban Cabrera, Jacobo Cabrera, Cristian Yapuchura, Rafael Coarita Uchazara, este último promotor del megaproyecto la Ciudad Comercial de Ventanilla, con el complejo educativo que le corresponde. Desgraciadamente Coarita Uchazara nos dejó en la pandemia, pero dejó a su hija Esther Coarita Ucharico.



Un grave problema oscurece estas iniciativas de inmensa repercusión para el desarrollo del país, es el progreso, la idea del progreso, observada ya en el siglo XIX por Charles Baudelaire, el avance de lo material sobre lo espiritual, el despojamiento de lo humano por lo práctico. Así las segundas y terceras generaciones de migrantes, al contacto con los hábitos de la ciudad y víctimas del racismo y la exclusión pierden su identidad aymara, y su valor más importante: el idioma; felizmente, a la par en Londres, aparecen intelectuales no solo calificados académicamente, si no de gran temperamento, bondad, certitud, y visión de futuro, profesores como Daniel Coarita o Lucio Marcial, nativos del lugar. En menos de diez años la región Puno tendrá dos megaciudades, mayores que Juliaca: llave, y la ciudad que se evidencia intermitente a riberas del lago de Wiñaymarca, la otra parte del Titicaca, cuya capital seguramente será Unicachi. <>