CARTA ABIERTA Y APÓCRIFA
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 756, 31OCT25
Lima, 30 de octubre de 2025
Señora Keiko Fujimori
Recibo con beneplácito la noticia de que usted
volverá a ser candidata a la presidencia.
No sabe la emoción que experimento al enterarme de
esto. Si usted llegara a la presidencia, el Perú cambiaría para siempre. Estoy
seguro de que esta vez no será como antes y que no habrá aspirante que le pueda
disputar el triunfo.
Todos los que creímos en su padre, que fue el que
hizo de nuevo este país ingrato, creemos que ahora esa herencia será tenida
en cuenta.
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| Vaya ahora a Puno |
Hay que decirle a la gente la verdad, señora Keiko.
Tenemos que decirle al pueblo del Perú que nuestro país tuvo dos etapas
históricas: de 1821 a 1990 y de 1990 al 2000. Eso es lo que cuenta. Todos los
años restantes son años perdidos. De 1821 a 1990 el Perú se intoxicó con
palabras de prestigio y con políticos que no supieron enfrentar la realidad. De
1821 a 1990 todo fue frustración porque las grandes ideas no se acompañaron de
líderes que estuvieran a la altura de las circunstancias. Lo peor no fue ni
siquiera la derrota ante Chile en la guerra del salitre: lo peor fue que no
pudimos unimos para ningún gran proyecto. En 1990 empezó la otra historia, la
que hizo su padre y la que nos convirtió en ejemplo mundial.
Eso es lo que hay que rescatar, sin ningún complejo,
señora Keiko. En 1990 arrancó la gran transformación de este país que parecía
dormido y que era víctima de todos los vicios, incluida la guerra declarada por
el terrorismo marxista. Y en 1992, con la inevitable medida que se tomó para
evitar que los partidos políticos arruinaran el programa de reconstrucción, el
cambio se hizo más profundo.
No hay que olvidar que hasta julio de 1990 el Perú
estaba en ruinas. Alberto Fujimori tuvo que empezar desde cero un proceso que
pasaba por la derrota del terrorismo y por la puesta en marcha de un proyecto
económico que abriera de par en par las puertas de la inversión nacional y
extranjera y que olvidara, para siempre, todo el lastre del socialismo, el
concepto de una falsa compasión social, el derechohumanismo paralizante y la
presunción exaltada de que el Estado debía intervenir en las resoluciones del
mercado.
Las empresas del Estado se remataron, como debía
ser, y la actividad privada fue consagrada como el motor de la economía
mientras que el país, gracias al Fondo Monetario Internacional, volvió a ser
sujeto de crédito y socio del desarrollo.
Pasamos de ser el país que no se atrevía a sacudirse
de las cadenas del socialismo encubierto al país que no persiguió la riqueza
sino que la alentó. Pasamos de ser el país al que nadie quería venir a ser el
centro de una transformación liberal que todos querían examinar de cerca.
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| Que Rospi la acompañe en el viaje |
Todo ha sido debacle desde entonces. Todo ha sido desorden,
centrismo, retorno a las fórmulas impulsadas por los pobretòlogos que jamás
dirigieron una empresa. Sólo en los últimos tiempos, gracias a Fuerza Popular,
los sectores pensantes han recobrado algunos bríos y han dado batalla en la
lucha por la hegemonía cultural. La conducta del Tribunal Constitucional en sus
recientes fallos es todo un ejemplo.
Pero la amenaza persiste. La posibilidad de que
algún comunista resentido o que algún centrista pusilánime engañe al pueblo
con propagandas millonarias está allí. Y sólo usted, señora Keiko, puede hacer
que esa amenaza no se transforme en espantosa realidad.
Salga a decir a todos los peruanos que está
orgullosa de su padre, que es feliz siendo heredera del fujimorismo como opción
política, que volver a la década 1990-2000 es lo que la gente, mayoritariamente,
anhela. Y es cierto: el pueblo quiere el control y la paz de los años 90, el
dominio de la coerción legítima, la alianza del Ejecutivo y el Congreso, la
concurrencia de las instituciones que el anarquismo quisiera ver siempre dispersas
apelando a una autonomía que sólo trae desconcierto. El puño de hierro para los
adversarios del Perú y la mano generosa para las obras populares y el bienestar
social: ese es el resumen de todo.
Presuma usted del pasado que le atañe. La memoria de
la gente juega a su favor. Reclame usted ser la sucesora del mejor gobierno de
la historia del Perú. De ese modo obtendrá el triunfo que la mezquindad y el
odio de las alimañas le impidieron obtener.
Muy atentamente,
Ernesto Álvarez Miranda
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