"CAMALEONES" Y "RECICLADOS":
LA PLAGA
DEL OPORTUNISMO EN LA POLÍTICA
Escribe: Jorge
Luis Choque
Tomado de EL
ECO DE PUNO noviembre 2025
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E |
n el circo de la política peruana, donde los malabaristas del poder cambian
de partido con la misma facilidad que los limeños cambian de estación, el espectáculo
de los "reciclados" y "oportunistas" se ha convertido en
una función permanente. Cual camaleones en el huerto político, estos personajes
abandonan la chaqueta de un color para ponerse la de otro, sin la menor
vergüenza. La lealtad, la ideología y los principios son conceptos tan exóticos
como la nieve en el desierto de Sechura. En esta danza de cambio de camisetas,
el objetivo es uno solo: llegar a la cima, arrastrándose si es necesario, como
un gusano en su búsqueda de la manzana más jugosa.
Un sistema que premia el oportunismo
El politólogo peruano Fernando Tuesta Soldevilla, en su análisis sobre las
dinámicas electorales del país, ha señalado la alarmante fluidez de los actores
políticos. “La lealtad partidaria es una quimera. Los partidos son vehículos,
no principios”. En esta feria de vanidades, la ideología se vende al mejor
postor y las convicciones son tan firmes como la arena de la playa de Máncora.
Los "reciclados" se presentan como la "nueva sangre" o el
"cambio", pero en realidad son los mismos rostros con diferentes
máscaras.
La desconfianza del electorado peruano, reflejada en las encuestas, no es
un capricho. ¿Cómo no sentir un profundo hastío por una clase política que se
arrastra de un lado a otro en busca de la oportunidad? El politólogo Alberto
Vergara, en su libro Ciudadanos sin república, ha descrito este fenómeno como
un “oportunismo estructural”. Vergara argumenta que “el sistema no recompensa
la consistencia ni la convicción, sino la capacidad de adaptación y el
pragmatismo sin escrúpulos”. En este lodazal, la coherencia es una debilidad y el principio es un lastre.
La farsa de la regeneración
Al final, la "regeneración" de la política peruana es una farsa bien montada. Después de saltar de una bancada a otra, estos personajes tienen el descaro de pretender postular por un partido político cuyas ideas son contrarias a las de su agrupación original. Los mismos nombres, con diferentes logos, nos prometen un futuro brillante mientras la sociedad los observa con una mezcla de resignación y amargura.
Nos queda la certeza de que, como bien dijo el politólogo peruano Martín
Tanaka, “la política se ha convertido en un negocio, no en una vocación”.
Quizás la única honestidad que nos queda es reconocer que, en este juego de
tronos a la peruana, la única regla es no tener reglas. <>


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