PERU: QUIEN VENCE A QUIEN
Escribe
Gustavo Espinoza Montesinos
A |
l concluir este complicado año del 2022, ha vuelto a ponerse en la orden del día un dilema que asumió connotación decisiva en las últimas décadas: ¿Quién vence a quién? ¿La nueva oligarquía alimentada por el empresariado, la “¿Prensa Grande”, el Ministerio Público y otros entes del Poder Estatal? o el pueblo, que se bate en distintos rincones del país y lucha en condiciones adversas, pero que posee una fuerza colosal.
Después de haber recibido directivas |
Hubo
atisbos en el registro histórico. Ramón Castilla, que abolió la esclavitud,
fue uno de ellos. Y Andrés Avelino Cáceres en su primera época, fue otro; pero
sólo en el siglo XX, la confrontación tomó un signo definido. Fue la
experiencia de Velasco Alvarado, la que señaló el derrotero y marcó una ruta
que hoy siguen los pueblos.
En
nuestro tiempo, la confrontación que se perfila en el escenario peruano
adquirió forma en el 2011, cuando el pueblo ungió como Mandatario a Ollanta Humala.
Independientemente de sus méritos -o deméritos- personales, personificó una
demanda popular legítima, que fue adquiriendo dimensión creciente desde entonces.
El 2016, ella se expresó en la derrota de Keiko Fujimori, símbolo viviente de
un pasado oprobioso; pero el 2021 adquirió un nuevo sesgo con la victoria de
Pedro Castillo.
La
resistencia de la clase dominante, tornó ingobernable su gestión. Desde el
inicio de la misma -y aun antes- no hubo día en el que la Oligarquía superada y
en derrota, clamara por el fin de su administración. Para lograr ese propósito,
todos los recursos fueron válidos.
Desde
las campañas mediáticas alimentadas por la prensa basura, hasta las
acusaciones más truculentas, como aquella del helipuerto privado de Castillo en
el pampón colindante con su casa en Muña y el plan siniestro para asesinar a la
Fiscal de la Nación”. Todo, unido a deposiciones de presuntos
"colaboradores eficaces" contribuyó a enlodar al Maestro chotano, al
que se busca mimetizar como una suerte de Al Capone criollo.
En el
cénit de esa ofensiva, fue posible construir el tinglado del 7 de diciembre.
Hoy, con más elementos de juicio, se puede tener una idea de lo que ocurrió
entonces y que desencadenó la crisis. Castillo habría recibido dos mensajes
definidos: su suerte estaba echada en el Congreso de la República, en tanto
que su decisión de cerrarlo, contaría con el respaldo inmediato de la Fuerza
Armada. Convencido de eso –y quizá también amenazado- finalmente optó por la
alocución que generó su caída.
A partir
de entonces se abrió paso el verdadero Golpe de Estado que dio al traste con la
voluntad ciudadana consagrada en junio del 2021. ¿Quién pudo estar detrás de
estas acciones perversas? En diversas ocasiones hemos hablado de las tareas y
acciones de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.
Ella es
una estructura sólida que tiene política propia y opera en el mundo a su libre
albedrío. Sus líneas gruesas, responden a los intereses del complejo militar-industrial
que tiene en sus manos las riendas del Poder en la patria de Jorge Washington;
pero tiene una acción relativamente autónoma. Obra incluso, a espaldas del
Poder formal que se expresa en la Casa Blanca y en el mandatario que la ocupa
circunstancialmente. Así ha quedado demostrado en diversos episodios de la vida
internacional.
Quizá
la única actividad oficial que cumpliera el general Gustavo Bobbio al frente
del Ministerio de Defensa el 6 de diciembre pasado, fue recibirla en su
Despacho, hecho que quedó registrado para la historia. Cuando asumió el cargo
Dina Boluarte, el primer saludo que recibió, vino de la Sala Oval para que
nadie dudara de la voluntad del Amo del Norte. La segunda presencia de la
señora Kane en esta crisis, se registró en Palacio de Gobierno y ocurrió el 12
de diciembre. Un día después, se decretó el Estado de Emergencia y la ocupación
militar de aldeas y ciudades, con la dolorosa secuela que todos conocemos.
Inmediatamente después ocurriría la afectuosa llamada del Secretario de Estado
USA. La intervención norteamericana se hizo evidente.
Ahora
se inicia el 2023. Las organizaciones populares anuncian para el 4 de enero,
el reinicio de la lucha. Los Ministros del Interior y de Defensa aseguran tener
"todo previsto”. Han tomado -dicen- todas las medidas y cuentan con los
aparatos necesarios para imponer "el orden público" y
"resguardar la propiedad". En otras palabras, la paz de cementerios.
Nuevamente
asoma en el escenario peruano la misma interrogante: ¿Quién vencerá a quién? A
un lado, la Oligarquía armada; y al otro, el pueblo en combate. En estas
circunstancias es cuando el poema de Gonzalo Rose adquiere una nueva dimensión:
"Feliz año, fusil/enséñame a cantar los años nuevos..." ◙
No hay comentarios:
Publicar un comentario