CERO A LA IZQUIERDA
La
crisis de los partidos emparentados con la tradición del mariateguismo ha
estallado. El suicidio político de Castillo ha sido un factor importante.
Ricardo
Velazco
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 23DIC22
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fracaso en cámara lenta de Pedro Castillo y su final suicida han terminado por
desnudar la mendicidad política, ideológica y programática en la que se
encuentra la izquierda local. El diagnóstico es de un tribunal de
intelectuales entrevistados para esta nota, a los que no se les puede endosar
simpatías por la derecha.
“La
izquierda está atravesando por la misma descomposición que las otras fuerzas.
Estamos viviendo la continuación de lo que Carlos Iván Degregori llamó la
antipolítica: una descomposición de partidos que empieza en los 80, se
agudiza durante el fujimorismo y de la que creo que aún no nos recuperamos”,
señala la historiadora y profesora principal de la Universidad de California Cecilia Méndez.
El
sociólogo y analista político Sinesio
López coindice y profundiza en esa crítica. “La izquierda está muy
fragmentada, la crisis de partidos también la ha afectado. Ya no hay partidos propiamente
de ciudadanos, los partidos que hay son de dueños patrimonialistas que no
representan a nadie y son vientres de alquiler. La crisis de representación es
brutal”, asegura.
“Los
partidos de izquierda han renunciado a ser vanguardia, se han acomodado
dentro del sistema y han perdido sus objetivos, han perdido el deseo de cambiar
el sistema. Hacen alianzas y frentes para llegar a una curul y cuando la
obtienen se vuelven a dividir porque no tienen una alianza estratégica o
ideológica”, dice Pilar Roca. La
autora de libros como “Holocausto Andino” señala que los movimientos de
izquierda que han llegado al Congreso “perdieron el rumbo”. “Los partidos de
izquierda han renunciado a tener escuelas de cuadros. Son un club de amigos que
viven a espaldas del país, agrega la escritora y cineasta.
El autogolpe
de Estado que el expresidente Pedro Castillo perpetró el pasado 7 de diciembre
fue el epílogo de una presidencia que empezó con aires de esperanza para los
grupos progresistas y terminó en una turbulenta farsa.
“Hay
que entender a Castillo no como un representante de izquierda sino como el de
una pulsión antisistema que desde 1990, con Alberto Fujimori, ha logrado
encamar a una pluralidad de visiones de Estado a través de cierto tipo de
candidaturas marginales, señala Javier
Puente Valdivia, historiador y profesor asociado del Smith College de
Massachusetts.
Puente
explica que la gente asoció a Castillo con la izquierda, en parte, por su
origen. “Hubo una visión esencialista de Castillo que asociaba su extracción
rural, campesina y de rondero o sindicalista con la izquierda, cuando no
necesariamente lo era. Yo veía más bien esta otra identidad de Castillo relacionada
al conservadurismo social. Pensé que Castillo sería un presagio para nuevas
formas de autoritarismo que se instalarían en el país y lamentablemente no me
equivoqué”, dice el experto.
Pilar Roca, con larga trayectoria como investigadora
social, reconoce que estuvo en el bando de los que creyeron que la
administración Castillo sería un “gobierno del pueblo”. “Yo voté por Castillo en
la primera y en la segunda vuelta. Pensé que era un profesor provinciano con
espíritu de servicio y que iba a buscar un buen equipo para asesorarse, pero no
encontré eso. Terminó siendo un hombre con un círculo muy extraño que está acusado
de varias cosas. Yo no vi cambios, había manifestaciones muy superficiales
como llevar gente a Palacio y sentarlos ahí, pero esos no eran cambios. Me
decepcioné”, dice Roca.
“La
elección de Castillo fue un hito con consecuencias más sociológicas que
políticas. Se eligió a alguien del Perú más excluido, más marginado, pero
políticamente Castillo demostró ser un fracaso en términos de la gente que
llegó al gobierno y en términos programáticos. No se produjo el desarrollo de
un programa alternativo al neoliberalismo que era la esperanza de millones que
votaron por él en segunda vuelta”, señala Lynch.
Clasificar
políticamente a Castillo puede resultar tarea imposible hasta para los más
curtidos expertos. “Ideológicamente es inclasificable y los escándalos de
corrupción contribuyeron a su deterioro y probablemente al golpe -dice Sinesio López- pero la gente que ahora
se está movilizando ve en él a uno de sus representantes. Es una identidad
social, no política. Es el personaje con el que se identificaron y que sienten
que ha sido maltratado, calumniado e insultado durante este año y medio. Hay
una ira acumulada y no es por las puras que sea en el sur, una zona que la
costa desplazó en importancia tras la derrota de Andrés de Santa Cruz y el
auge del guano.
Los
partidos políticos de izquierda -o lo que queda de ellos- y sus “líderes” también
han sido arrastrados al precipicio.
Perú
Libre, el vientre en el que se fecundó a Castillo, resume la derrota de la
izquierda, según los entrevistados. “Esta agrupación inicialmente parecía un
partido dotado de una ideología marxista leninista que contaba con un
manifiesto. Pero poco a poco se fue haciendo más complicado diferenciarlo de
otros grupos de interés tras la condena por corrupción de su líder y otros
escándalos. También fue difícil diferenciarlo de otros grupos ideológicos por
todas las veces que votaron junto a la extrema derecha”, explica Cecilia Méndez.
“Perú
Libre forma parte del fracaso de Pedro Castillo porque fueron ellos los que lo
llevaron a la presidencia. Indudablemente que quienes estuvieron más cerca de
un poder que fracasa pagan un mayor costo político. Hoy tienen presencia
congresal, pero en el futuro no sé si volverán a tenerla”, añade Nicolás Lynch.
Para el
historiador Javier Puente, la bancada de Vladimir Cerrón tiene una importante
cuota de responsabilidad en el desastre en el que terminó la última aventura
de la izquierda local. “La gran tragedia castillista es haberles hecho notar a
las huestes cerronistas y a la derecha bruta y achorada que tenían menos
diferencias de las que creían. Cuando, por ejemplo, revisan cuestiones que
tienen sobre familia o género o el modelo económico, hay muchas más concurrencias
que discrepancias”, señala el profesor del Smith College.
La
última vez que la izquierda cerronista y la derecha más reaccionaria se
alinearon fue el pasado martes 20, cuando la mayoría de congresistas de Perú
Libre y Renovación Popular se opusieron al adelanto de elecciones que se aprobó
por 93 votos. Puente ensaya una explicación para este matrimonio. “Los
congresistas de Perú Libre se han dado cuenta de que la perpetuación de la
crisis es una cosa que legitima su existencia y facilita su presencia. Un escenario
sin crisis los va a emplazar a mostrar las cartas de una agenda política que
no tienen”, dice.
“Vladimir
Cerrón ha cumplido un pésimo papel. Tuvo un comportamiento completamente contradictorio,
creo que está razonando más con el bolsillo que con la cabeza al igual que sus
congresistas. En esta última votación pensaron que perderían el financiamiento
público que les tocaba por tener curules si es que el Congreso se cerraba”,
señala Sinesio López.
“Yo no veo que Cerrón lidere un partido cuando lo que invoca -dice Cecilia Méndez- es su propia opinión. Lidera un grupo caudillista dispuesto a aliarse a la extrema derecha. Me hace recordar por momentos a Eudocio Ravines cuando contribuyó en los años 40 a la caída del Frente Democrático que agrupaba a quienes antes habían sido enemigos como los apristas, grupos de militares y de centro. Ravines prefirió aliarse con la extrema derecha que ayudar para que se hicieran reformas porque era antiaprista, aunque en el caso de Cerrón estamos hablando de intereses personales. Esa idea de dogmatismo extremo ha sido un ingrediente de cierta izquierda autoritaria que no se ha ido”.
“Cerrón
es un ejemplo más de los caudillos que hemos visto en la política, de la
asociación que hay entre la identidad partidaria y un personaje. De eso
adoleció el APRA, Acción Popular y el fujimorismo. También hay una
responsabilidad política de Cerrón en la inmediatez de esta crisis. Este
carácter personalista que él reclamó desde el día uno de la administración de
Castillo condujo a su agudización”, señala Javier Puente.
Silvia
Roca asegura que la bancada magisterial, nutrida de docentes sindicalistas,
también supuso otra estocada al zombi. “El grupo magisterial se fue por su
lado, es decir fueron el transfuguismo en estado natural. La izquierda de este
Parlamento quedó rezagada, cayó en un pozo donde los principios e ideales
fueron desapareciendo”, sostiene Pilar Roca. Para el historiador Javier Puente
el surgimiento del Bloque Magisterial fue “probablemente el esfuerzo más
orgánico de Castillo de generar una plataforma política que le sirviera de
sostén político. Pero fracasó en el momento en que esta plataforma se asoció
directamente con el Estado”. El historiador apunta a que los colegas de
Castillo lo utilizaron para legalizar su sindicato, copar el MINEDU e
instalarse cama adentro en el aparato estatal.
La
izquierda más progresista que encarnaba Verónika Mendoza también tiene un
futuro incierto. “Mendoza ya tuvo su segunda candidatura y no cala. Va de un
partido a otro y eso es cubileteo político. Le quita seriedad e
identificación”, sostiene Roca.
“El
problema con figuras como Mendoza o Sigrid Bazán (Juntos por el Perú) es que no
son una fuerza política porque su base social es más regional y a esta le
salió competencia con movimientos como los de Castillo”, señala la
historiadora Cecilia Méndez. Su colega Javier Puente agrega: “Creo que Mendoza
fracasó cuando creyó que deslindar con Castillo en el momento que lo hizo
bastaba para sentar una posición. No ha logrado entender que la política es mucho
más que ganar elecciones. Perdió esa oportunidad” []
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