miércoles, 28 de diciembre de 2022

PUEBLOS PUNEÑOS

 PICHACANI- LARAQUERI

E

s uno de los 12 distritos que tiene el cercado de Puno está ubicado en la meseta del Collao o del Titicaca abarca el ramal occidental de la cordillera de los andes. El Distrito de Pichacani-Laraqueri, se encuentra situado al sur oeste de la ciudad de Puno, Sur del Departamento de Puno y de la República del Perú. El nombre de Pichacani deriva de P’issaqani o sea lugar de perdices. Ubicada entre los 3880 a4400 m.s.n.m. tiene una topografía semi-accidentada con presencia de laderas empinadas, desfiladeros, quebradas y pampas intermedias; predomina el clima frío seco, ofrece condiciones favorables para el desarrollo de la ganadería y agricultura, en el ámbito de esta zona se encuentran las comunidades de Viluyo, Achaca, Ñuñumarca, Pichacani, Huancarani, Poquellani, Jayuncora, Tunquipa, Huarijuyo, Tolamarca, Soquesani, y las Parcialidades de Morrocoy y Loripongo.[1]

El profesor, ya desaparecido, Teófilo Céspedes Bedregal, en su novela “Tunquipa”[i] describe el ámbito cordillerano en el que se desenvuelve la vida de los pichacaneños:


“Hacia el sur occidente de la ciudad de Puno y detrás de su tradicional vigía, el Cancharani, se suspende un ámbito con montañas que dibuja un abigarrado panorama cordillerano, sellado por una cadena singular de ce­rros cónicos y elevados, con formas espectaculares, como el Loripongo, siem­pre azul a la distancia o como picachos que rodea una mole granítica que exhibe un cráter de algún volcán dormido hace millones de años, que recibe imperturbable, crepúsculos maravillosos que arde en espacios azul naranja, besando un horizonte infinito que se pierde con la llegada de la noche lunar.

Las pequeñas montañas, encadenadas íntimamente, originan repliegues rocosos que albergan comunidades que luchan históricamente con la hostilidad del clima y la adversidad social, provocado por la negligencia esta­tal de gobiernos insensibles a la cruda realidad económica que ahorca la vida del campesino, pero que desafiante abre camino permanente para seguir existiendo como heredero de culturas ancestrales.

En uno de los repliegues de esta milenaria cordillera andina, se fundó una pequeña comarca, poblado por mineros españoles, que arrancó plata, zinc, plomo y otros minerales a la tierra de los aymaras de la región. Esta población, más tarde enraizó surgiendo el distrito de Pichacani, cuna de res­petables familias, que en una u otra forma, dieron prestancia a Puno y a la zona altiplánica.

Vecino de esta antigua población, ahora postergada, ayer progresista y fervorosamente alegre y altiva, se encuentran dos cerros cortados a cincel, se dice, por seres extraterrestres: Isca y Jacha Cutimbo. En la planicie del pri­mero se encuentra chullpas de estilo incaico, con un monumento arqueológi­co rectangular, que certifica la presencia de una cultura milenaria, que dejó para la posteridad, estampado en la roca, espiritualidad artística, que aún no ha sido estudiada a profundidad, tal como debía ser.

Esta zona cutimbeña, es un recinto rocoso de sillares, lava que algún volcán vomitó en tiempos inmemoriales, que también albergó tum­bas de hombres y mujeres embalsamados, que en cuclillas partían a espacios desconocidos, y que en la actualidad la ciencia ni la tecnología pueden ubicar.

El río Iturasi, muy caudaloso en el verano y cristalino en invierno, posi­blemente alimentó a los poblados de la región de Cutimbo, Ñuñomarca, Ankaka o Jayunkora, que pareciera hace millones de años, fue el lecho de una masa de agua, cuyos vestigios son observados por personalidades estudio­sas de la ecología andina.

Tunquipa
El distrito de Pichacani integra varias decenas de comunidades, colma­da de extensas llanuras y quebradas, pobladas más que de campesinos de miles de rebaños y manadas de ovinos y camélidos de regia estirpe: alpacas, llamas, guanacos y vicuñas que libremente recorren en el silencio de los cam­pos solitarios; así como lo hace también el Karabotas, excelente jinete andino que con charango en mano, toca y canta a la joven pastora que cautivó su corazón de granito o transmonta espacios arreando el ganado que su habili­dad recogió en pago de los muchos años de explotación que tuvo que sopor­tar en la poza de su miseria.

El caminante que llega a estos parajes- cordilleranos, recibe el impacto de la soledad y el aislamiento, que con un primer momento lo percibe gustoso, no obstante que el aguijón del frío quemante o la desesperación del silencio profundo, empieza a talar su buena voluntad; pero cuando encuentra la triste­za del inocente niño que solo conoce algunas aves propias de la región, como el águila, el cóndor, o cuando dialoga con el anciano que el Sol y el viento arrugo su rostro curtido, pero altivo; o cuando encuentra a la pastora, virgen y pura como ninguna de otras zonas, el corazón y el pensamiento arremete en una exclamación de protesta, solo dice al Sol y la Naturaleza: Entes injustos con el Hombre cordillerano, recriminando al otro hombre, el del poder, el de la riqueza, al criminal social que vive imperturbable en el pantano que alguna vez lo engullirá. Ahí no queda su indignación, sino que enjuicia a la sociedad que despreocupada sólo existe para alcanzar el poder y la riqueza mal habida. Con el espíritu herido, el visitante vuelve desconcertado, decepcionado, buscando encontrar la luz y el agua de una verdadera redención.

Así es la vida andina en buena parte de su misterioso y escabroso ámbito, cuyos moradores sí, tiene el derecho de reclamar justicia social, igual­dad de oportunidad y mejor trato estatal o institucional. Es un cuadro tétrico de fuego que calcina el espíritu y mueve realmente a la rebelión contra la institucionalidad estatal y privada, especialmente.

En esta diversidad ambiental, se agita una meseta andina extensa, cubierta de pastizales, recortada por pequeñas montañas que origina vallecitos y quebradas, configurando un conjunto geográfico con poblaciones y comuni­dades que convive conservando costumbres y patrones culturales milenarios. Sobresalen en este ámbito, cumbres nevadas como el Wenkkasi, el Luripongo, que a demás de dar una tonalidad especial al paisaje, brinda una beta de tradición cultural que mantiene latente el ancestro de los grupos humanos que habita en sus faldas y en sus llanuras.

Los restos arqueológicos de Cutimbo, que aún se conservan en la cumbre de una montaña empinada y escarpada, que según la tradición fue cortada en su medio cuerpo por seres extraterrestres, al igual que su par, la otra montaña llamada Jacha Cutimbo, enriquecen el panorama. Este gran paraje es atravesado por ríos caudalosos en la época de lluvias y remansos en el invierno. A la vera de uno de estos ríos, se ha formado una pequeña población con rasgos originales; más de una treintena de comunidades superviven en sus llanuras y quebradas dedicadas al pastoreo y a la agricultura.

La zona en su amplitud está caracterizada por la existencia de grandes pastizales y bofedales; rodeada además por caprichosas montañas como el Tunquipa, el Ñuñomarca, el Jjake Allkkamari Wawachawi con su enorme roca de granito trenzado; el abra de la Angostura, el Jjakke Jjayunkkora, los cerros Challupu y el río Iturasi, la quebrada de Soralaya, la llanura de Tumuco o la rinconada de Chujlla, presentan en conjunto un ámbito pintoresco.

En aquel panorama no solo existe pobreza extrema, sino miseria extrema, que el pueblo espera que alguna vez se resuelva favorablemente. Cada vez espera con mayor vehemencia la luz del Desarrollo.

EL KAJELO

Es una danza tradicional del ámbito altoandino descrito. Es una de las más representativas del folclore de Puno originada en la zona Aymara de este departamento. En esta danza el danzarín representa a un jinete bravío, que domina a su pareja, y le hace requiebros, con el látigo en la mano, y al compás de la música. Es alegre, y los bailarines llevan sombrero de alas anchas, chullo con orejeras, bufanda, poncho de vicuña o alpaca, propio de la región, puñal en la pantorrilla, botas y espuelas roncadoras. Se supone que su origen se remonta a la época de la rebelión de Túpac Amaru, en que los yanaconas y los comuneros, bautizados Karabotas, imitaban a las botas finas de los españoles.

El termino q'ajhelo según algunos deriva de la palabra aymara “q'ejho” o sea, el retumbar del trueno. Para otros, con mayores fundamentos q’ajhelo deriva del término aymara q'ajho o q’ajha, que significa joven o adolescente. Según esto, se trata de la danza de los jóvenes de las cordilleras, danza de parejas en grupo de las provincias de Chucuito, El Collao y Puno. Se baila en las fiestas patronales en forma consecuente. La realizan parejas de diferentes entornos sociales, al compás de las melodías del bullicioso charango (chillador por tener cuerdas de metal), demostrando virilidad y destreza y ataviados con atuendos que caracterizan a las punas frías y el sector del campo. Culmina la danza con el dominio del hombre a la mujer, que constituye el símbolo del amor en el ande[ii].



[i] Lima, 2001

[ii] https://html.rincondelvago.com/distrito-de-pichacani-laraqueri.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario