sábado, 13 de julio de 2019

LA COYUNTURA PERUANA


LECTURAS INTERESANTES Nº 904
LIMA PERU            13 JULIO 2019
OTROSÍ DIGO
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 353, 12JUL19
A
ntes, los periodistas estábamos abiertos a la vida y nuestros reportajes, crónicas y entrevistas aspiraban a cubrir todos los aspectos del quehacer humano.
Eso suponía que un día nos poníamos a ratonear en una biblioteca para alguna nota culturosa y a la mañana siguiente entrevistábamos a alias Larry, que iba a ser fusilado por ha­ber matado en demasía.
Entonces Flaco Larry nos exigía un pollo a la brasa para contar su historia y luego, mordiendo con hambre cane­ra una pierna aviar, se lamentaba.
 -Una de esas veces fue por error -decía.
Y narraba cómo fue que, escapa­do de una cárcel, estuvo bebiendo con sus patas forajas -lo peor de la ribera este del Rímac- y llegó a la casa que compartía con su mujer.
Dice que quería darle una sorpre­sa a la señora y precisa que se asomó por la ventana y aguaitó. Entonces vio a un hombre, de espaldas, recos­tado en el borde de la única cama de esa triste vivienda. Estaba hablando con la doña. No estaban calatos ni mucho menos pero a Flaco Larry lo asaltó la furia. Para eso se había be­bido una caja de cerveza él sólito.
Perdió la cabeza -por enésima vez-, entró, y acribilló al hombre con la pistola que sus amigos le habían facilitado. No escuchó las súplicas de su mujer, el intento de explicar todo: tiró del gatillo tres veces.
-Allí me di cuenta de que había metido la pata -dijo Flaco Larry-. El hombre era mi cuñado que había ido a conversar con mi señora.
Huyó a tumbos de la escena, subió a un microbús y allí, en pleno micro mató a un policía que lo reconoció.
-Ahora me voy al palo y está bien –dijo Flaco Larry.
Y se fue al palo. Fue uno de los últimos ejecutados por la ley de pena de muerte vigente en el Perú en pleno gobierno de Morales Bermúdez. Lo fusilaron, atado a un palo y vendado, en El Frontón.
Otro día podíamos metemos en una secta y hacer una crónica sobre sus métodos, sus ritos, sus oscuridades. O sumergirnos en algún sótano para entrevistar a Rolando Breña, dirigente del SUTEP perseguido por Seguridad del Estado. Y, claro, allí estaba también la política, la economía (qué aburri­miento), las nuevas tribus urbanas, las drogas, la pintura, las humanidades.
En suma, al periodismo lo gobernaba Pedro Rojas, alias César Vallejo y su temática era un prontuario de perversidades: la paz, la avispas, el taco, las vertientes, el muerto, los decilitros, el búho, los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso, las morenas, el desco­nocimiento, la olla, el monaguillo...”. Todo era bienvenido en el menestrón suculento del periodismo.
 Y más allá de ese arco iris, al fondo, muy al fondo, separadas, estaban las páginas ju­diciales, un trecho de neblina donde era trá­gico caer si estimabas el oficio de periodista.
Ese era el mundo de los jueces y los fiscales, el mundo de los expedientes mugrientos y los secretarios salidos de un mal sueño. Allí había que ir tan sólo si mataban a Luis Banchero Rossi o si el loco Poggi demostraba que tenía mucha correa. Pero todo eso ha cambiado. Hoy el periodismo se escribe en papel sella­ndo y los reporteros no hacen párrafos sino otrosíes y la prensa se ha vuelto una sucursal de fiscaletes inflados que se creen los intocables de Elliot Ness.
No subestimo la lucha contra la corrupción. No desprecio lo hecho hasta hoy por un sector de la prensa y un grupo de higienistas de la magistra­tura. Esa lucha -en la que este semanario ha librado muchas batallas solitarias- es para nosotros antigua. La libramos cuando vimos los primeros atisbos de corrupción en el gobierno de García que empezó en 1985 y la hi­cimos cundir duran­te los peores años del gobierno de Alberto Fujimori. A mí no me van a dar lecciones los que hicieron de funcionarios públi­cos en el gobierno de quien quiso ser más tarde senador de la dieta japonesa.
Lo que digo es que extraño melancólica­mente el periodismo sin toga ni cuaderni­llo en el sobaco. Hoy todo parece reducirse a qué sala le toca la casación, a qué fiscal supremo le corresponde abstenerse, a qué nueva mentira de Odebrecht nos habremos de exponer.
Esta mutilación, este reduccionismo con sello de mesa de partes, esta viudez de ideas, empobrece al país y marchita a la prensa, la toma monó­tona y predecible. Esta revista no ha escapado a esta maldición y es hora de empezar a hacer una autocrítica.
La gran responsabilidad, por su­puesto, está en la clase política, si es que así podemos llamar al desfile de ignaros y oportunistas que hoy pue­blan lo que queda de los partidos y el envilecido Congreso. Los Becerril y los Mamani, navajeros, representan perfectamente lo que es hoy la políti­ca peruana. Ellos y gente como ellos han convertido a jueces y fiscales, sus legítimos perseguidores, en protago­nistas de la prensa. No acabaremos con este capítulo delincuencial de la política mientras el Congreso siga siendo depósito del detritus social.
Por eso es urgente que Acción Po­pular recupere su nivel y establezca una distancia absoluta respecto del fujimorismo, el origen de esta rui­na. Por eso es vital la renovación del Apra, que deberá enterrar nuevamen­te a García y exhumar la herencia personalmente intachable de Haya de la Torre. Por eso es tan necesario el na­cimiento de una izquierda moderna que huya de los modelos trópico-estalinistas y se aproxime a la agenda verde de este planeta en peligro.
Los partidos tienen que renacer. La política tiene que volver. Las ideas deben regresar. Los debates nos de­volverán la razón. No es posible que el periodismo parezca una gacetilla judicial. Y que la política se dirija de una prisión y se exprese con la del guarapo. ▒▒



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