viernes, 20 de julio de 2018

COYUNTURA POLITICA PERUANA


LECTURAS INTERESANTES Nº 836
LIMA PERU            20 JULIO 2018
HACIA UNA
CONSULTA POPULAR
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 406 20JUL18

E
l desafío es grande. La solución no puede ser mezquina.
Mezquino sería pensar que el Congre­so, dominado por el fujimorismo, los saldos del aprismo y la escombrera de la partidocracia decadente, está dispuesto a reformar el sistema judicial. Se diría que tanto apristas como fujimoristas deben la libertad de sus líderes a la podredumbre de ese mismo sistema judicial.
No sólo mezquino sino hasta ridículo sería confiar en la autocorrección del CNM. Del mismo modo que demencial sería imagi­nar que la judicatura del Callao, por citar un ejemplo de purulencia extrema, tiene remedio por sí sola.
El problema del Perú es político y social. No es con remiendos que saldremos de esta crisis.

Mi propuesta, expresada en la televisión en estos días, es que deberíamos adelantar las elecciones para que una nueva correlación de fuerzas, más acorde con la náusea colectiva que padecemos, se esta­blezca en el país. Y la segunda par­te de esta modesta sugerencia es que el Congreso elegido se cons­tituya en asamblea constituyen­te. Los que quieren que cambien nombres para que nada cambie, los sudistas del salario bajo, di­rán que no. Gritarán que no. Ar­gumentarán que propuesta tan apocalíptica sólo puede provenir de un aprendiz de Robespierre. De hecho, uno de los ideólogos de la ultraderecha ha recordado en “Correo” el final decapitado del jefe del terror de la revolu­ción francesa. Habría que decirle a este Luis XVI de comic.com que el único terror siempre presente en el Perú es el que han impuesto durante décadas los bien pensan­tes del statu quo, los comisarios del fatalismo liberal. Me refiero a todos aquellos que han considera­do que no hay nada que discutir y que el país fundado por Fujimori es inamovible y no merece repa­ros ni rectificaciones. Ese terror estigmatiza a quienes se atreven a cuestionar, silencia a los herejes y recluta a los resignados para que escriban sobre el carácter mine­ral, geológico, natural del modelo que edificó la Constitución del 93. Estamos hasta la coronilla de este campo de concentración de las ideas.
Nadie sensato quiere la anarquía y mucho menos la sangre derramada por alguna ven­ganza popular. Lo que muchos pe­ruanos queremos es enfrentar seria­mente un proble­ma que nos hace inviables como ciudadanos y que hunde al país en un abismo cada vez más hondo.
Cuando nos creíamos ricos y veníamos de derrotar a las hordas de Sendero, la derecha fue adoptada como terapia nacional. Fue entonces que hicimos este país de Estado ausente, de individualismo feroz, de egoísmos voraces, de gobernabilidad debili­tada y de corrup­ción extendida. El fujimorismo fue depuesto pero sus valores de pandi­lla habían calado hondo. Nos privatizaron el alma y la memoria y de esas mutilaciones vienen muchos de estos lodos. El liberalismo no es este puterío donde el señor Chlimper decidió un día que el régimen laboral y tributario de sus empre­sas debía ser exclusivo y vitalicio. El capitalismo no se hace con ca­lifatos elusorios. Se hace con meritocracia, estimulando la creati­vidad, urgiendo a los talentosos a que se expresen. Todo lo levanta­do por el fujimorismo está desti­nado precisamente a lo contrario: encontrar el atajo, favorecer a los entenados, robar lo que se pueda y negar las pruebas.
N
adie quiere un Es­tado elefantiásico ni pluriempresarial. Pero tampoco es dable aceptar como sacra verdad que lo privado es siempre bueno y que lo público es intrínsecamente malo. El crimen ha privatizado al sistema judicial, las mafias han comprado el poder coercitivo del Estado, los martilleros rematistas del CNM se han apoderado de los nombramientos mayores.
Esto no se cura con antalginas. Esto requiere cirugía mayor. Esto no es un uñero. Es gangrena. Si el presidente Vizcarra y el Con­greso no quieren adelantar las elecciones ni propiciar una nue­va Constitución, pues entonces habrá que invitarlos a convocar un referéndum. ¿Qué más de­mocrático que una consulta po­pular? Deberíamos preguntarle al pueblo qué piensa respecto de estos temas. Las dos preguntas tendrían que ver con la posibili­dad de adelantar las elecciones y, en el caso de que la respuesta fue­se positiva, con la conversión del nuevo Congreso en una Asamblea Constituyente que nos renueve la faz, el ánimo, las institucio­nes, el futuro. Como si fuéramos a cumplir 200 años de república y nos diéramos cuenta, de pron­to, que damos vergüenza. Si en ese referéndum la gente dice que no, que no aspira a un cambio de esa envergadura, reconoceremos nuestro error y callaremos educa­damente. Lo reto cordialmente, presidente Vizcarra, a preguntar­le al pueblo qué piensa de todo esto. Atrévase, don Martín. Su brevedad en el cargo podría ser tan histórica como la de Pania­gua. Su forzada subordinación al aprofujimorismo mañoso puede ser su condena.

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