CARLOS B. OQUENDO *
PUNO
ILUSTRADO, marzo 1919, pág.11
La anarquía política y la desorientación de los valores sociales produjo en la juventud un estado de incertidumbre que fácilmente la condujo a la inacción. Esta quietud sirvió para que las fuerzas contrarias siguieran ostentando dentro y fuera del departamento fuerza ficticia que fuese baluarte de los anteriores abusos que más de una vez tuvieron dolorosas repercusiones. Tal era el estado político y social de Puno cuando llegó de Europa Carlos Oquendo, después de haber cumplido, como estudiante de Medicina de la Universidad de París, sus deberes en forma poco común.
Dedicado al estudio de
las ciencias podía creérsele alejado de la lucha por el mejoramiento social.
No fue así, demostró tanta capacidad para uno y otro ramo. Puso al servicio
del terruño el bagaje de su inteligencia fecunda. Volviendo sobre la realidad
del ambiente, desdeñó los valores que conservaban la sociedad y el estado
político del departamento; comprendió que la juventud era presa de ese
artificialismo que crea la vida material y entonces pensó en una renovación.
Prontamente se vió
rodeado de lo más selecto de la juventud de Puno y colaboró con calor a esa
obra de mejoramiento. Obra de gran esfuerzo por lo mismo que había de irse
contra lo establecido, requería de la persistencia y de la tenacidad con que
Oquendo la mantuvo hasta el último momento. Tuvo errores; para nosotros, tuvo
uno que le sirvió para su propia ruina: Engrosar las filas del civilismo,
partido político que al igual de los científicos de México, no ha tenido otra
misión en la historia del Perú, que negociar con los dineros del Estado. Si
hubiera escapado de la vorágine civilista, su estrella habría brillado mayor
tiempo y su caída hubiera sido su apoteosis. No pudo ni debió haber figurado
en el civilismo, porque en ese bando, estaban los elementos contra quienes
debía combatir. Los grandes feudatarios, estaban allí, encastillados por el
influjo del poder. Era necesario construir la fortaleza en el lado opuesto.
Oquendo, como todos los de su época, no quiso buscar en el análisis de la
historia, la tragedia civilista, por eso fué a echarse en brazos de los mismos
que debían ahogarlo más tarde.
Pero junto a este error
político, Oquendo demostró, una floración de ideales para Puno, que sirvieron
para seguir manteniendo de pie la causa del verdadero regionalismo que en
estos momentos cobra verdadero interés. Oquendo fué tal vez uno de los pocos
de la generación presente, que comprendió la hegemonía territorial de Puno,
aquilató las riquezas del rico departamento y pensó en que alguna vez era
posible vivir libre de la malsana influencia de un centralismo brutal y
abusivo.
Oquendo como maestro,
demostró no solo suficiencia, sino un perfecto criterio de las modernas
orientaciones de la enseñanza. Conservamos aún en el recuerdo muchas de las
lecciones dictadas con cariño, llevando nuestro espíritu a la observación y al
esfuerzo propio de investigación. No fué maestro adocenado y banal. Supo sentir
la maravillosa influencia de la didáctica. Supo considerar la cátedra, como
el sitial de la consagración espiritual. Sincero, convencido y franco con sus
ideas y con sus doctrinas radicales, jamás rehuyó la discusión y su vida quedó
indeleblemente amoldada a los dictados de su conciencia. Esta sinceridad y
esta convicción, en un medio de temor, de dádiva y de acomodo, tuvo para los
discípulos de Oquendo valor inapreciable. El club liberal sintetizó esas
doctrinas. Marcó una evolución en la vida intelectual de Puno. Pudo este club
haber hecho mayor labor, llevando a su seno a muchos de los que pertenecían a
esa generación. Así la simiente hubiera sido más fecunda.
Oquendo al bajar a la
tumba ha dejado un ejemplo vivo de energía y de amor a la tierra de los suyos.
La juventud de Puno, le rinde homenaje de respeto y de admiración a quien un
día supo encarnar sus más altas aspiraciones. <>
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Padre del mayor poeta puneño: Carlos Oquendo de Amat
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