domingo, 11 de abril de 2021

PROCER DELA INDEPENDENCIA DEL PERU

 A LOS 239 AÑOS DE LA INMOLACIÓN DE

PEDRO VILCAPAZA ALARCÓN  

Bruno Medina Enríquez  

A

l referirme sobre el inmortal Pedro Vilcapaza Alarcón, en ocasión de recordar el 239 Aniversario de su cruel inmolación y muerte cometida por los españoles, aquel infausto 8 de abril de 1782, y recordar la importancia de que su nombre y el conocimiento de su persona por nuestros compatriotas, sean un ejemplo de comportamiento humano, en la lucha por la reivindicación social, en la búsqueda de una sociedad al Bicentenario de la Emancipación  

En la historiografía peruana se ha considerado el nombre de Túpac Amaru, como parte de la lucha por la independencia peruana de la corona española, como si ese gran acontecimiento solo fuera un simple movimiento o revuelta campesina, que quería restituir el orden incaico y destruir la sociedad colonial imperante en la época, mientras que el nombre de Pedro Vilcapaza era totalmente desconocido, salvo con alguna referencia ocasional de su nombre, sin considerar la importancia que tuvo en la segunda etapa de la Revolución.  

José Domingo Choquehuanca en su “Estadística de la Provincia de Azángaro” de 1832, ya lo había tomado en cuenta, describiendo en breves textos la importancia del papel de Vilcapaza en la revolución de Túpac Amaru,  como lo hiciera Modesto Basadre en su “Riquezas Peruanas”, en 1883, en especial al referirse a la laguna Butijlaca, donde manifiesta estarían escondidos los tesoros que Vilcapaza habría rescatado de los españoles, y describe a Azángaro como que ha sido entonces, “la Capital del Imperio de los Incas” y sobre Vilcapaza a quien lo califica como un indio bien educado, pero radical, un rebelde que arrasó con todas las propiedades, minas y obrajes de los españoles a lo largo de todo el norte del Altiplano, primero combatiendo con Andrés y luego con Diego Cristóbal Tupac Amaru, aunque no hace mayor descripción de sus acciones, Basadre se informó de ello, cuando en 1849 es nombrado Subprefecto de Azángaro, pero lo cierto es que sus textos se publican en un tiempo en que poco se sabía de ello en la historia peruana, y simplemente quedo como un anecdotario.  

La primera persona que reivindicara el nombre de Pedro Vilcapaza en nuestra provincia y en los medios intelectuales y académicos, fue Lizandro Luna, por medio de su libro publicado en 1944 “El Puma Indomable”, apelativo que luego quedó como mejor identificación del prócer, en una época en la que mencionar su nombre era casi un sacrilegio, era visto como una expresión de incitar a la rebeldía de la “indiada”,  de ahí el importante valor que le imprime Lizandro Luna en su obra, que más que en un relato histórico, en una prosa valiosísima que lo enaltece como escritor.  

No hay que dejar de recordar que el obelisco que se construye en aquella época en la Plaza San Bernardo dedicada y realizada “oficialmente” en homenaje a José Domingo Choquehuanca, a iniciativa y persistencia de Benjamín Jiménez Camacho, empedernido choquehuanquista, y autoridad en la época, no está dedicado a Vilcapaza, a despecho de las demás autoridades y personas notables de aquel tiempo, que jamás permitirían la reivindicación de aquel indio rebelde, menos aún en algún monumento.  

Y de este tema conversamos varias veces hace algunos años con su autor el Arquitecto Leonel Velarde, allá en su acogedora casa de Barranco, y en amplios diálogos con su esposa, su hija Etna y el escritor José Luis Ayala Olazával, con quienes compartimos largas noches de tertulia, el gran Leonel que había emigrado del Cusco hacia Azángaro, en razón de sus ideas políticas, y no verse afectado por la represión en su contra, al llegar a esta tierra y asumir el encargo de la construcción del obelisco, “A Choquehuanca”, tuvo que nutrirse de mayor información para realizar su creación, razón por la que se vinculó amicalmente con Lisandro Luna quien ya había publicado una obra sobre el Amauta, y para él era necesario conocer más sobre José Domingo Choquehuanca, siendo Leonel un artista e intelectual cusqueño conocía en amplitud a Túpac Amaru II, pero solo sabía que Vilpacaza era uno de sus seguidores por lo que de paso se nutrió de conocimiento de las acciones de Vilcapaza, cuyo importante y heroico protagonismo durante la revolución y luego de la muerte de Túpac Amaru lo impresionó de sobremanera, y sugirió que también sea reivindicado en el monumento,  pero como el encargo era realizar el obelisco a Choquehuanca, en la iconografía que se exhibe en el obelisco está sólidamente presente el Puma Indomable, a lo que Leonel dice: “para mí eso fue una verdadera reivindicación al indio rebelde”.  

En esa misma década de los 50s, en que se crea el Colegio Nacional que luego tomaría el nombre de Pedro Vilcapaza, a solicitud de la población, el Colegio desde su creación se convirtió en una ventana de difusión del nombre vilcapasino, más aún su primer Director, Don Gabino Sumarriva, escribió una obra teatral “El Puma Indomable”, que fue presentado por su alumnado.  

Se han escrito varios textos sobre la Revolución Tupacamarista, pero escasamente sobre la trascendencia de la segunda parte de dicha revolución, es decir después del descuartizamiento de conductor, casi nadie hablaba de Diego Cristóbal o de Pedro Vilcapaza, Boleslao Lewin, publica en Buenos Aires una temprana obra “Túpac Amaru, el rebelde. Su época, sus luchas y su influencia en el continente” cuya primera edición lanzó Editorial Claridad de Buenos Aires en 1943. Importante obra sobre el Rebelde para la época, allí se refiere a la Segunda etapa de la revolución tupacamarista, y como protagonistas a Diego Cristóbal y a Andrés, sin hacer referencia a Pedro Vilcapaza, en cambio ensalza el protagonismo de Julián Apaza (Tupac Catari), resulta de Lewin para desarrollar su libro realizó intensa investigación en Bolivia, especialmente en Chuquisaca.  

El conocimiento de la Revolución Emancipadora de Túpac Amaru II, recién es promovida y revalorada con mayor ahínco durante el gobierno militar de Juan Velazco Alvarado, en tanto que aparte de reivindicar algunos reclamos y demandas que invocara José Gabriel Condorcanqui en beneficio de los pueblos originarios a la corona Española, como la propiedad de la tierra; Velazco toma su imagen como ícono para promover e impulsar la Reforma Agraria, dictada por dicho gobierno, y que se convirtiera en una de sus más importantes medidas, en tanto que cambió profundamente el régimen de la propiedad de la tierra, que se mantenía por siglos hasta 1969, propiedad incrementada por los hacendados luego de la independencia colonial de España, a fuerza de explotación y esclavización de las masas campesinas, situación que en Azángaro  desde hacía 150 años se había consolidado con mayor fuerza, no debemos olvidar que en esta provincia de Puno, fue el lugar donde mayores propiedades tenían los gamonales, inclusive con haciendas que abarcaban no solo la provincia, sino otras provincias vecinas, y la acumulación de la propiedad agraria se convirtió en un derecho consuetudinario, para quienes heredaron o adquirieron de diversos modos, la propiedad de la tierra, tema que amerita referirse en otra ocasión.  

Aunque el nombre de Túpac Amaru II, y su obra,  fue promovida recién en ese periodo con mayor interés, el nombre de Pedro Vilcapaza y el papel que cumplió en este movimiento no fue considerado con algún interés, menos con preocupación especial, más aún en nuestra provincia como en nuestro departamento, salvo el nombre del más importante colegio secundario, de  organizaciones gremiales campesinas, que a todo derecho tomaron su nombre, además del monumento frente al templo y la tradicional calle que desde siempre tomara ese nombre.  

En la década del 70 gracias a la difusión de la Revolución de Túpac Amaru, y su reivindicación, una comisión nacional encargada de la celebración del sesquicentenario de 1971, tuvo la oportunidad de publicar mucho material referido a los aportes que hubieron para la Emancipación, entre ellos muchos referidos a Tupac Amaru II, allí vemos de algún modo, el nombre de Pedro Vilcapasa en su mejor expresión, en los partes de guerra de los generales españoles que combatieron a Diego Cristóbal y a Vilcapaza en el Altiplano, informes que desnudan la valentía del ínclito rebelde  campesino, así como permite que nuevos autores se refieran a él, como Atilio Siviriche, o Juan José Vega, tomándole mayor interés a esta segunda etapa de la Revolución y el papel que jugaron los líderes revolucionarios, entre ellos un temprano texto de Fortunato Turpo Choquehuana en 1971.  

Luego sucede la Celebración del Bicentenario de la Revolución en 1980, ocasión que más intelectuales difundieran con mayor interés su conocimiento. En 1982, hubo una importante presencia de la comisión celebratoria de dicho bicentenario en la ciudad de Azángaro, valorando con ello al héroe azangarino, se publicó una estampilla conmemorativa, por disposición de la ley 23579, en homenaje al Bicentenario de la gloriosa muerte del Prócer de la Emancipación Peruana Pedro Vilcapaza, recién entonces se le considera a Vilcapaza como PRÓCER de la independencia.  

Aunque ya el 18 de abril de 1828 el Congreso Nacional de la República a iniciativa de José Domingo Choquehuanca, le había conferido a Azángaro el honroso título de "BENEMERITO y HEROICO PUEBLO DE VILCAPAZA" por su participación en la gesta libertaría, tuvieron que pasar muchos años después en que el gobierno Central el 20 de junio de 1989 expide la Ley N° 25065, otorgándole el título "AZÁNGARO TIERRA PRÓCER, CUNA DE LA REVOLUCION EMANCIPADORA DE PEDRO VILCAPAZA.  

No debíamos olvidar que el profesor Odón Cárdenas Mayta, tuvo un importante papel en la decisión de que el Ministerio de Educación incluyera en algún momento en la curricular escolar de efemérides a celebrar, la fecha del 8 de abril, recordando la inmolación de Pedro Vilcapaza, hecho que ha contribuido en gran medida el conocimiento de presencia inmortal en las nuevas generaciones.  

Gracias a todo ello, ya en este tiempo se puede conocer más sobre Pedro Vilcapaza, muchos autores azangarinos, puneños y otros de dimensión nacional, que no referimos en afán de no olvidar a alguno,  le han dedicado versos y textos sobre su importante papel en la Revolución Tupacmarista y su gran contribución, en el proceso de emancipación de la colonia española, cuyo bicentenario se recuerda este año, y en el papel y ejemplo moral que continua cumpliendo en el largo proceso de alcanzar la segunda independencia, no del imperio español sino del imperio del capitalismo, que seguramente nosotros no la veamos llegar, sino las nuevas generaciones que siguen su legado, podrán alcanzarla para el bienestar de nuestros pueblos en una nueva y mejor sociedad.  

Aun todos estos hechos, el nombre de Pedro Vilcapaza sigue siendo considerado con menor importancia en la historiografía del Perú, es papel nuestro difundir su trascendencia en mérito a su permanente reivindicación, frente al bicentenario de la independencia nacional, bien por los diversos homenajes, monumentos, obeliscos que en su nombre se construyen, de manera oficial, bien por las nuevas generaciones que escriben, y publican sobre Pedro Vilcapaza, sin embargo nos queda aún seguir repitiendo a manera de revalorar su valentía, aquellas palabras que retumbaron en la plaza azangarina aquella soleada mañana del infausto 8 de abril, “ “Llaqtamasiykuna, kay inti rayku, ñoqa hina wañuyta yachaychis”.  

Para terminar con un texto que hube escrito hace ya varios años, en el diario Los Andes y que es reproducido por Bonifacio Mamani, en su importante trabajo referido a Pedro Vilcapaza.  


“Su pueblo fue redimido con su muerte, la cabeza del rebelde al día siguiente desaparece, rescatada por su hermanos; dice la tradición que fue llevada a ser enterrada en el mismo lugar donde se enterraron los tesoros de los rescates, en la laguna de Putislaka, muy cerca de su Moro Orcco querido, donde viera la luz de la vida, donde ahora podía ver entre las tinieblas de la muerte, la luminosidad que brinda la libertad; la gloria de su heroísmo y la satisfacción del deber cumplido en honor a su pueblo. Sigamos su ejemplo: ¡Nunca estar sometido al poder ignominioso!  

Para continuar la hermosa prosa de Lizandro Luna en 1944.  

“Con su muerte heroica honra a su raza esclavizada. La redime del oprobio. Su martirio es una glorificación porque ha muerto de la muerte de cuatro siglos con el dolor que consumió el indio en su cruenta esclavitud. Se hunde sereno y firme en su gran noche iluminada, encendiendo llamaradas de admiración. El gran rebelde cayó inmolado. Pero su recuerdo siguió ardiendo como una tea. Siguió ardiendo alimentada por su rebeldía inmortal. Pasó a la historia. La tierra guardó su voz sanguinolenta, el eco de sus cóleras quemantes, el palpitar de ese motor poderoso que fue su corazón de bronce: el temple magnífico de su voluntad indomeñable. Entró a la mansión serena de la Historia…”  

Y concluyo, “En vano pues esos días de abril, Joseph Del Valle se había esforzado por sacar de los labios de Vilcapaza el destino de los tesoros, menos un suspiro siquiera para pedir clemencia esperando el perdón, sus palabras se las llevó a la tumba; en la hora postrera sus labios solo esputaron un grito rojo de coraje, empapado en sangre rebelde que estremeció a la tiranía y el oprobio, más pudo su coraje de Puma Indomable que la traición, que no es un valor que los incas cultivaran. Más pudo el derecho a la libertar, la muerte gloriosa acabó primero con él, antes que verse sometido a un gobierno que tanto los oprimió. Ese fue su sino. <>

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