sábado, 10 de noviembre de 2018

PARA LA HISTORIA DE PUNO


EL ÉXODO PUNEÑO DURANTE LA REBELIÓN TUPAMARISTA
Por: Guillermo Vásquez Cuentas

1. EL CONTEXTO PREVALECIENTE
El estallido revolucionario y muerte del líder subversivo
La captura del corregidor Antonio de Arriaga el 4 de noviembre de 1780, y su subsecuente ejecución en días posteriores, marcó el estallido de la gran y mayor rebelión militar que se haya conocido contra la dominación española en el Perú y gran parte del continente.
En determinado momento del proceso insurgente, el caudillo sitia el Cusco y el bando virreinal organiza su ejército contrainsurgente con cuartel en Cusco, al mando del mariscal José del Valle, con apoyo de refuerzos limeños, con la alta dirección del Visitador José Antonio de Areche y la participación influyente oidor de Lima Benito de Mata Linares, los tres enviados por el virrey Jáuregui para encausar las operaciones contra los rebeldes.
Desactivado el cerco, Túpac Amaru desde Tinta, dispone que Diego Cristóbal Túpac Amaru, su hermano, incursione en el altiplano.
Se llega después de muchas acciones a la decisiva batalla de Chilina, anexo de Tinta, del 6 de abril de 1781 en la que las fuerzas rebeldes son vencidas. Túpac Amaru y su familia son apresadas a traición en la cercana localidad de Langui. Luego del dirigido juicio, el líder insurgente es ejecutado junto con  sus familiares cercanos con violencia y saña pocas veces vistas, el 18 de mayo de 1781 en la plaza principal del Cusco en presencia de los enviados por Jáuregui quienes diseñaron y presidieron la ejecución.
Los españoles creyeron que con ello terminaba la revolución, pero se equivocaron.
La segunda fase: Convulsión en el altiplano
Luego de la muerte de Túpac Amaru se procesa una segunda etapa de la rebelión que tiene como escenario el hoy altiplano peruano-boliviano [1]
En el sur de la gran meseta, los indígenas se habían alzado cumpliendo los designios de Túpac Amaru reservadamente impartidos antes y durante sus largos viajes de arrieraje. Los pronunciamientos fueron simultáneos al estallido de la rebelión en Tinta.
Ese periodo se caracterizó por la convulsión de todo el altiplano. Además de los cercos a La Paz por dos veces y a Sorata,  la ciudad de Puno, la más importante localidad del área tanto por su estratégica ubicación como ruta que conectaba Lima y Cuzco con Potosí y Río de la Plata, como por la explotación de las minas de plata de Cancharani y Laycacota, fue asediada en tres oportunidades por las fuerzas insurgentes. El primer ataque el 10 de marzo de 1781 por Diego Cristóbal Túpac Amaru; el segundo del 10 al 12 de abril de ese año por Ingaricona y Vilcapaza; y, el tercero el 7 de mayo bajo el mando de Diego Cristóbal.
“Puno había resistido por más de cuarenta días los asaltos de los rebeldes… dirigidos por un don N. Vicenteli (de nación corzo) hicieron una fortificación respetable para los indios, fundieron artillería y fabricaron todas las municiones correspondientes en abundancia”  refiere el interesante documento descriptivo de la época “La verdad Desnuda” [2]. “El Corregidor Joaquín de Orellana resistió con tenacidad y valor constante”, acota Carlos Daniel Valcárcel [3]
Del Valle: una difícil decisión
Por cerca de dos años el altiplano era territorio virtualmente liberado. Para revertir esta situación el virrey ordena el desplazamiento del mariscal José Del Valle con rumbo al Collao, quien avanza sobre Puno con 17 mil soldados. Llega a la ciudad de Puno el 23 de mayo de 1781, con apenas la octava parte de ese ejército justo en momentos en que era atacada por los rebeldes.
Pese a la deplorable e insostenible situación que Puno y la región vivían en esos momentos y en todos los aspectos, Orellana pide a Del Valle que éste instale en Puno su cuartel general. El mariscal  declina la sugerencia y resuelve consultar a su oficialidad.
El 25 de mayo de 1781 se realizó en Puno el CONSEJO DEGUERRA, con el objeto de determinar si convenía o no abandonar la villa de Puno y en caso positivo perfilar el modo más idóneo y conveniente para dicho abandono. Estaba compuesto por todos los oficiales de la fuerza armada que comandaba el mariscal  Josef del Valle y contó con la asistencia de los más altos oficiales, entre ellos Gabriel de Avilés. Francisco de Cuellar. Juan Manuel Campero y Joaquín Balcarcel, Matías Baulen, el Marqués de Rocafuerte, Gaspar de Ugarte, José Acuña, Antonio Vivas y José de Lagos.
En la polémica reunión quedó establecido que el Ejército había llegado hasta Puno cuidar la vida de sus vecinos, los que debido a los cercos de los rebeldes, ya no tenían medios de subsistencia; tampoco podían huir de la ciudad por los sitios del “enemigo”, por lo que no tenían otro socorro que el de la ya pequeña fuerza armada presente en Puno.
Las consideraciones más saltantes de la apreciación estratégica  que fundamentaron la decisión del colectivo militar eran básicamente las siguientes:
Los principales deberes de la fuerza armada al mando del Mariscal Del valle, se limitaban a resguardar la vida de los vecinos de Puno, quienes no tenían modo de subsistir ni de retirarse por “el sito constante de los enemigos”. En esa coyuntura, los habitantes de Puno no tenían otro socorro que el del ya pequeño ejército español ante las reiteradas arremetidas de los subversivos tupamaristas..
El ejército realista esta vez con tan solo 800 hombres los cuales en su gran mayoría eran limeños que no podían soportar el frio intenso de la temporada invernal del altiplano.
Gran parte de los soldados se hallaban descalzos, con vestidos rotos,  incapaces de operar, enfer­marían por la aspereza de un clima con fuertes heladas, que además impide que hayan pastos para la caballería que por ello se perdería. Las tiendas estaban hechas pedazos. Las deserciones eran masivas. Seguir en campaña era imposible. No podía dejarse fuerzas considerables en Puno sin correr el riesgo de un desastre al retornar a Cusco, dadas las frecuentes deserciones, escasez de armas y restricción en los gastos por exi­gencia de los funcionarios de la Real Hacienda. Las comunicaciones estaban casi suspendidas, el aislamiento crecía.
De las tres posibilidades para encausar el éxodo del vecindario puneño se escogió la marcha al Cusco, porque Arequipa pese a su mayor cercanía, se la pondría en mayor peligro por tener que reclutar allí a gente leal al rey y en consecuencia, desampararla. La marcha hacia La Paz sería sumamente riesgosa pues las provincias de Chucuito y Pacajes que estaban en el obligado trayecto se hallaban bajo el dominio total de los sublevados.  Cusco, en cambio, permitiría no abandonar totalmente las provincia de Lampa y Azángaro y otras de la zona circundante. Posibilitaría reforzar la consolidación del Cusco como centro regional del poder colonial.  Además había que preservar el único ejército que había en esos momentos en la región. La presencia de la fuerza armada ayudaría a dar seguridad al Cusco que merecía especial atención, puesto si esta ciudad caía en manos de los subversivos, caería también el vasto virreinato de Lima.
Se concluyó en que no había otra alternativa que la de llevar consigo a su vecindario constituido por españoles y criollos y, en relación al Ejército establecer su Cuartel de Invierno en el Cusco, destino final de la marcha..
“La junta votó por retornar al Cuzco, concediendo a los habitantes tres días para prepararse. Para Orellana «fue grande el dolor» por la orden de evacuar y «la confusión, el desorden y llanto» que las noticias provocaron en los residentes de Puno.”, describe Charles Walker [4]

2. EL TRÁGICO ÉXODO
Hostigamiento y muerte en el trayecto
Orellana recibió la orden de alistar a sus hombres y notificar al vecindario la evacuación de Puno bajo la protección del ejército. Del Valle emitió un bando  en el que ordenaba que “todos sus habitantes se preparasen a seguirlo”. Dio un plazo de dos días para los preparativos.
Pavor y consternación dominaron a la gente de toda condición social, hombres y mujeres, ancianos y niños, mercaderes y pequeños terratenientes. Dejaron abandonados sus casas y enseres que no se podían transportar. Los cañones fueron exprofesamente dañados.
El 27 de mayo de 1781 empezó el éxodo hacia el Cusco. La fuerza armada de Del Valle a la vanguardia, la población civil al centro y el destacamento de Orellana en la retaguardia.
En la masa de alrededor de 8,000 personas, casi todos iban a pie y pocos a caballo. Componían el contingente militar 1100 soldados realistas y, aproximadamente, 1246 indios leales a los españoles, honderos y lanceros.
Luego del abandono de la villa de Puno por la última columna de los marchantes, ella fue ocupada, saqueada e incendiada por los subversivos tupamaristas, que aparecieron como triunfantes en la lucha por la ocupación de ese centro urbano.
El día 29 Orellana se encuentra en Yanarico. Desde ahí escribe al visitador Areche, para informarle de los sucesos y su disconformidad con el “despueble de Puno”. El día 30, Orellana prosigue su marcha al Cuzco. El 31 de mayo llega a Lampa donde es atacado por los patriotas, para extraerle el ganado y sus cargas.  [5]
Durante el trayecto, los rebeldes se dejaban ver “divididos en muchas y pequeñas divisiones, colocados en las alturas inmediatas al cami­no, para aprovechar desde ellas los descuidos, y cargar la marcha del ejército por los costados y retaguardia, matando inhumanamente a cuantos se detenían o extraviaban”  refiere Cornejo Bouroncle. [6]
El reducido ejército iba cada vez más desgastado debido a los muchos encuentros que libró con los acosadores a lo largo de la inenarrable y espeluznante retirada. “Algunos de los más viejos y los enfermos no sobrevivieron al horrendo viaje…y dificultades en conducir los heridos que no podían abandonar, porque indefectiblemente hubieran sido víctimas de los rebeldes”, [7]
La masa de vecinos de la ciudad lacustre y la soldadesca que lo protegía, ya en junio pasa sucesivamente por Pucará y luego por  Ayaviri, siendo atacado en Ventilla con pérdida de ganado y cargas. Sigue por  Umachiri (13 de junio), Hullulluma, donde acampa (15 de junio), Santa Rosa (17 de junio), La Raya, donde los insurgentes trataron de evitar el paso de las columnas, siendo repelidos por una pequeña fuerza al mando del Gral. Avilés. Ello no obstante, aquí la deserción empieza a ser masiva (19 de junio).
El día 21 de junio llegan a Aguas Calientes, desde donde Del valle escribe al visitador Areche informándole sobre todo lo ocurrido hasta ese momento. Con conocimiento de ello, Areche el día 25 desde el Cuzco mediante carta dispone que la población civil regrese a Puno desde Sicuani. Pero Orellana decidió no retornar debido a los constantes ataques de los subversivos, considerando además que se necesitarían lo menos 4 mil hombres, 800 fusiles 310 cañones para regresar. El 28 de junio acampan en Sicuani, en donde se unieron con el contingente del Gral. Cuellar que venía de Carabaya con un diezmado contingente militar, a donde había sido enviado para pacificar la zona [8]
El horrendo cuadro de la llegada al Cusco
En días sucesivos siguieron el recorrido por Quiquijana y otras   poblaciones cusqueñas, hasta que el 3 de julio arriba a Cusco y el 5 de ese mes, después de abandonar Puno desde hace cuarenta días la población puneña llega a las puertas del Cusco. “…atravesando el territorio ocupado por los rebeldes, a pie, constantemente hostigados…los que se rezagaban sufrían crueles muertes, así fueran mujeres, niños u hombres, pues los rebeldes al verlos indefensos caían sobre ellos” [9]
“La tropa estaba diezmada y su jefe enfermo. Daba compasión la gente  al verlos cubiertos de piojos, muchos o los más descalzos y otros envueltos en pellejos. Gran parte pasaron a los hospitales, por estar enfermos o mostrar un gran agotamiento físico. El éxodo de Puno mereció la desaprobación del Visita­dor y del Virrey, quienes no parecen haber sopesado detenida­mente los motivos expuestos por Del Valle”. Se describe en la mentada “LA VERDAD DESNUDA”.
En seguida, entre Areche y Del Valle se procesó una accidentada discusión pública y burocrática en la que el primero acusaba a Del Valle de errores insalvables en el campo militar y reiteradamente pidió al virrey su reemplazo.  Del Valle en una larga carta al virrey Jáuregui del 12 de julio justificó su actuación arguyendo la clamorosa falta de medios para una “tropa asediada por el hambre, el frío y la indisciplina, lo cual hacía imposible una victoria” [10].Fue relevado por grave enfermedad.
Buena parte de las familias puneñas retornó a la ciudad del lago, paulatinamente y a medida de que las fuerzas armadas españolas venidas desde Argentina fueron rescatando el dominio del Altiplano.
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[1] Nicanor Domínguez Faura: “TUPAC AMARU EN EL ALTIPLANO”, Primera Parte, Revista Cabildo Abierto N° 80, 19SEP2015 dice: “La “segunda fase” de la rebelión duró al menos diez meses, entre abril de 1780 (cuando Diego Cristóbal Túpac Amaru logró escapar hacia el Altiplano y asumió el liderazgo en Azángaro) y enero de 1782 (cuando Diego Cristóbal y el obispo Moscoso se reunieron en Sicuani, gracias al armisticio y perdón general ofrecido por el virrey Jáuregui”
[2] LA VERDAD DESNUDA (1780-1782). Academia de la Historia de Madrid. Colección Mata Linares, Tomo 81, publicado en Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo II La rebelión de Túpac Amaru. Volumen 1°. Antecedentes.
[3] Carlos Daniel Valcárcel. LA REBELION DE TUPAC AMARU” Ed. Biblioteca Peruana. Peisa 1973, CAPÍTULOI XIX. DIEGO CRISTOBAL, NUEVO CAUDILLO. pp 162 y ss.)
[4] Charles Walker: LA REBELIÓN DE TUPAC AMARU, Ed IEP, Lima 2015, CAPITULO 9 pp. 235 a 257)
[5] HISTORIA GENERAL DEL EJERCITO PERUANO. EL EJÉRCITO EN LA INDEPENDENCIA DEL PERU. Volumen 3 : El Proceso de la guerra en la Independencia del Perú. Campañas Militares 1781-1824)
[6] Jorge Cornejo Bouroncle: “TUPAC AMARU. LA REVOLUCI’ON PRECURESORA DE LA EMANCIPACIÓN CONTINENTAL”, Cusco 1963, p. 399 y ss,
[7] Op cit. LA VERDAD DESNUDA
[8] Op. Cit Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú:
[9] José Tamayo Herrera: “HISTORIA SOCIAL E INDIGENISMO EN EL ALTIPLANO” Ediciones treintaitres. Lima 1982, p 72 y ss)
[10] DIARIO DE LAS OPERACIONES DEL EXERCITO QUE AL MANDO DEL SR. YNSPECTOR GENERAL DE LAS ARMAS ((DEL VALLE)) DIRIXIO SU MARCHA HASTA LA VILLA DE PUNO, Y DE ALLI REGRESO A LA CIUDAD DEL CUZCO A TOMAR QUARTEL DE YNVIERNO, en Colección Documental de la Independencia del Perú.

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