LECTURAS
INTERESANTES Nº 801
LIMA
PERU 1 ENERO 2018
LA TRAICIÓN DE
KUCZYNSKI
Mario Vargas Llosa
Domingo, 31 de diciembre del 2017
El presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski,
se salvó de milagro el 21 de diciembre de ser destituido por “permanente
incapacidad moral” por un Congreso donde una mayoría fujimorista le había
tumbado ya cinco ministros y tenía paralizado a su Gobierno.
La acusación se basaba en unas confesiones de Odebrecht,
en Brasil, afirmando que en los años en que Kuczynski fue
ministro de Economía y Primer Ministro, la empresa brasileña había pagado a una
compañía suya la suma de 782.207,28 dólares. A la hora de la votación, se
dividieron los parlamentarios del APRA, de Acción Popular, de la izquierda y
–oh, sorpresa– los propios fujimoristas, diez de los cuales, encabezados
por Kenji, el hijo de Fujimori, se abstuvieron. Los que
respaldaron la moción se quedaron ocho votos por debajo de los 87 que hacían
falta para echar al presidente.
Esta sesión fue precedida de un debate nacional en el que
todas las fuerzas democráticas del país rechazaron el intento fujimorista de
defenestrar a un jefe de Estado que, si bien había pecado de negligencia y de
conflicto de intereses al no documentar legalmente su separación de la empresa
que prestó servicios a Odebrecht mientras era ministro, tenía
derecho a una investigación judicial imparcial ante la cual pudiera presentar
sus descargos, y a lo que parecía un intento más del fujimorismo para hacerse
con el poder.
Vale la pena recordar que Kuczynski ganó
las elecciones presidenciales poco menos que raspando y gracias a que votaron
por él todas las fuerzas democráticas, incluida la izquierda, creyéndole su
firme y repetida promesa de que, si llegaba al poder, no habría indulto para el
exdictador condenado a 25 años de cárcel por sus crímenes y violaciones a los
derechos humanos. Hubo manifestaciones a favor de la democracia y muchos
periodistas y políticos independientes se movilizaron contra lo que
consideraban (y era) un intento de golpe de Estado. En un emotivo discurso (por
el que yo lo felicité) el presidente pidió perdón a los peruanos por aquella
“negligencia” y aseguró que, en el futuro, abandonaría su pasividad y sería más
enérgico en su acción política.
Lo que muy pocos sabían es que, al mismo tiempo que hacía
estos gestos como víctima del fujimorismo, Kuczynski negociaba
a escondidas con el hijo del dictador o con el dictador mismo un sucio
cambalache: el indulto presidencial al reo por “razones humanitarias” a cambio
de los votos que le evitaran la defenestración. Esto explica la misteriosa
abstención de los diez fujimoristas que salvaron al presidente.
Las vilezas forman parte por desgracia de la vida política
en casi todas las naciones, pero no creo que haya muchos casos en los que un
mandatario perpetre tantas a la vez y en tan poco tiempo. Los testimonios son
abrumadores: periodistas valerosos, como Rosa María Palacios y Gustavo Gorriti,
que se multiplicaron defendiéndolo contra la moción de vacancia, y el ex primer
ministro Pedro Cateriano, que también dio una batalla en los medios para
impedir la defenestración, recibieron seguridades del propio Kuczynski,
días u horas antes de que se anunciara el indulto, de que no lo habría, y que
los rumores en contrario eran meras operaciones psicosociales de los
adversarios.
De esta manera, quienes en las últimas elecciones
presidenciales votamos por Kuczynski creyéndole que en su
mandato no habría indulto para el dictador que asoló el Perú, cometiendo
crímenes terribles contra los derechos humanos y robando a mansalva, hemos
contribuido sin saberlo ni quererlo a llevar otra vez al poder a Fujimori y
a sus huestes. Porque, no nos engañemos, el fujimorismo tiene ahora, gracias
a Kuczynski, no sólo el control del Parlamento, por el 40% de
votantes que en las elecciones respaldaron a Keiko Fujimori;
controla también el Ejecutivo, pues Kuczynski, con su pacto
secreto, no ha utilizado al exdictador, más bien se ha convertido en su
cómplice y rehén. En adelante, deberá servirlo, o le seguirán tumbando
ministros, o lo defenestrarán. Y esta vez no habrá demócratas que se movilicen
para defenderlo.
La traición de Kuczynski permitirá que el
fujimorismo se convierta en el verdadero Gobierno del país y haga de nuevo de
las suyas, a menos que la división de los hermanos, los partidarios de Keiko y
los de Kenji (éste último, preferido por el padre) se mantenga
y se agrave. ¿Serán tan tontos para perseverar en esta rivalidad ahora que
están en condiciones de recuperar el poder? Pudiera ocurrir, pero lo más
probable es que, estando Fujimori suelto para ejercer el
liderazgo (apenas se anunció su indulto, su salud mejoró) se unan; si
persistieran en sus querellas el poder podría esfumárseles de las manos.
Por lo pronto, el proyecto fujimorista para defenestrar a
los fiscales y jueces que podrían ahondar en la investigación, ya insinuada
por Odebrecht, de que Keiko Fujimori recibió
dinero de la celebérrima organización para sus campañas electorales, podría
tener éxito. Recordemos que el avasallamiento del poder judicial fue una de las
primeras medidas de Fujimori cuando dio el golpe de Estado en
1992.
El fujimorismo tiene ya un control directo o indirecto de
buen número de los medios de comunicación en el Perú, pero algunos, como El
Comercio, se le han ido de las manos. ¿Hasta cuándo podrá mantener ese diario
la imparcialidad democrática que le impuso el nuevo director desde que asumió
su cargo? No hay que ser adivino para saber que el fujimorismo, envalentonado con
la recuperación de su caudillo, no cesará hasta conseguir reemplazarlo por
alguien menos independiente y objetivo.
Luego de este descalabro democrático ¿en qué condiciones
llegará el Perú a las elecciones de 2021? El fujimorismo las espera con
impaciencia, ya que es más seguro gobernar directamente que a través de aliados
de dudosa lealtad. ¿No podría Kuczynski traicionarlos también?
Las próximas elecciones son fundamentales para que el fujimorismo consolide su
poder, como en aquellos diez años en que gozó de absoluta impunidad para sus
fechorías. En su discurso exculpatorio Kuczynski llamó
“errores y excesos” a los asesinatos colectivos, torturas, secuestros y
desapariciones cometidos por Fujimori. Y éste le dio inmediatamente
la razón pidiendo perdón a aquellos peruanos que, sin quererlo, “había
decepcionado”. Solo faltó que se dieran un abrazo.
Felizmente, la realidad suele ser más complicada que los
esquemas y proyecciones que resultan de las intrigas políticas. ¿Imaginó Kuczynski que
el indulto iba a incendiar el Perú, donde, mientras escribo este artículo, las
manifestaciones de protesta se multiplican por doquier pese a las cargas
policiales? ¿Sospechó que partidarios honestos renunciarían a su partido y a su
gabinete? Yo nunca hubiera imaginado que tras la figura bonachona de ese
tecnócrata benigno que parecía Kuczynski, se ocultara un pequeño
Maquiavelo ducho en intrigas, duplicidades y mentiras. La última vez que nos
vimos, en Madrid, le dije: “Ojalá no pases a la historia como el presidente que
amnistió a un asesino y un ladrón”. Él no ha asesinado a nadie todavía y no lo
creo capaz de robar, pero, estoy seguro, si llega a infiltrarse en la historia
será sólo por la infame credencial de haber traicionado a los millones de
compatriotas que lo llevamos a la Presidencia.
Madrid, diciembre de 2017
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