martes, 1 de noviembre de 2016

CONTRA LA BARBARIE SUBSISTENTE


LIMA PERU        1 NOVIEMBRE 2016
LA FERIA DE OCTUBRE*
CÉSAR HILDEBRANDT
Reproducido en “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 321
Planeo una Enciclopedia de la Venganza.
Allí estarán, en primer lugar, los huachafos, con el marqués de Valero de Palma (título ven­dido por el papado) a la cabeza. Pero el dicho marqués, especialista en cocinar de maravilla y en quebrar restaurantes de vez en cuando, tendrá dos entradas: estará allí por huachafo y también por taurófilo. Por huachafo por dos razones: a) porque cree que es siglo de mar­queses (cuando en España ya ni aguantan a los borbones prognáticos y mentalmente lelos), y b) porque él mismo se cree marqués y firma como tal; y tendrá entrada por taurófilo por­que gasea su depravado amor por la matanza pública como si fuera una devoción por el arte y escribe en mi bienamada "Caretas"-a la que ensangrienta, a la que inyecta la sanguaza que él debe de beber de desayuno- crónicas que citan a
Rubén Darío (pobre Rubén que jamás imaginó que sería proxoneteado por un falso marqués) y hablan del "tenue reflejo del sol septembrino que abre paso a la esperanza..." ¡Válganme todos los Dioses de todas las religiones monoteístas! ¿Se puede ser más cursi? ¡Imposible!
Y es que sólo a un cursi del alma, a un desalmado de la cursilería, a un congénito contrayente del mal gusto se le puede ocurrir llamar "arco triunfal" a la entrepierna y sólo a un coleccionista de hue­sos de bestia noble se le puede antojar decir que un tal Jesulín de Ubrique no es de su simpa­tía "porque le encuentro falta de pureza". Por lo que se sabe, el tal Jesulín de Ubrique se viste de señorita andaluza decidida, se enfrenta a un toro mil veces dis­minuido por los pinchazos de los pinches, se burla de un toro que vomita sangre al que, más tarde, mata de un espadazo (o con un desatornillador, o una puntilla, o una chaveta que le pide prestada a su padre, que casi siempre es un Maki Navaja). Es decir, cumple con el rito "que la afición reclama". ¿Por qué no es puro, entonces? ¿Y de qué pureza habla este marqués que hace del castellano algo tan heterodoxamente salivado?
¿Y por qué los lectores de "Caretas" debe­mos tolerar a este ortodoxo del sadismo que también habría engañado a Atahualpa?
Porque a mí que no me vengan con vainas. No es la sangre del toro la que, derramada y a borbotones, aórtica y mangueril, bombera y en trance de coágulo, excita a los marqueses peninsulares. Es la sangre, simplemente. La de los moros en general, la de los sarracenos en particular, la de los marroquíes
cuando venga el caso, la de los indios para gloria de Dios, la de los republicanos de Azaña medida en hec­tolitros desde el aire, la de los negros pateados hasta la cuadriplejia, la de los vascos cuando se pueda y la de los catalanes cada vez que el reino lo demande.
Y esta tradición con cara de adicción vergon­zosa, esta perturbación mental de asesinos en serie, este inmenso hecho de sangre perpetrado con zapatitos de niñita y culito notorio y lente­juelas, este crimen que place a los marqueses, este este duelo entre el toro ya exhausto que no sabe lo que le espera y el matarife que se hace millonario de tanto saberlo, este crimen en suma, esta herencia malsana, quieren que la tomemos con alegría y la toleremos con respeto los que solo podemos detestarla por maldita. ¿Cómo se puede ser tolerante con quien nos impone las fotos de sus orgías de sangre y las glosas de torturador argentino que esas fotos le suscitan? ¿Y qué pensar de los niños que ven esas fotos? ¿Creerán que es normal despanzurrar a un ani­mal y esparcir sus fluidos en el coliseo? ¿Qué le decimos a ese niño? ¿Que no estamos en la Roma de Calígula sino en el Perú del marqués de Valero de Palma?
Dicen que los niños no deben ver demasia­da TV porque hay violencia. Pero las corridas de toros se transmiten por la señal abierta en horas de niños.
Dicen que fumar daña el cuerpo. ¿Y la sa­lud del espíritu, esa que occidente ha dejado de lado?
El hombre como rey de la creación y el humanismo como pretexto para sentirse en la cúspide ya hicieron su tarea devastadora. El espectáculo de la matanza de toros pertenece a esa época oscura.
Los que odiamos el antro de Acho y sus filiales de provincias no es que amemos sólo a las bestias. Es que amamos al hombre. Y el hombre no es esa alimaña hematófaga que aúlla en Acho, que pide más sangre, que brinda con vino malo y marqueses de mala factura.
No, el hombre no es esa cosa. Luchamos desde hace miles de años para no ser esa cosa.

Si la publicidad del tabaco está prohibida -y eso es algo que aceptamos los nicotínicos por el bien de los demás-, también debería estarlo la de los toros. Porque nosotros heredamos el espectáculo de los toros como los españoles heredaron la sífilis. Y no es que ellos se jacten de haber recibido la posta del treponema.
Cuando Bayona estuvo, como toda Francia, ocupada por los nazis, el 17 de mayo de 1941, los nazis -especialistas en matanzas de judíos, comunistas, homosexuales y gitanos- organiza­ron una corrida de toros para que su soldadesca se divirtiera. Había ametralladoras antiaéreas en los tejados y esvásticas en las barreras.
Quien toreó todos los toros de esa corri­da especialmente infame fue José Belmonte, hermano de Juan, conocido con el alias de "Terremoto". Y él, José Belmonte, ha contado: "Impresionaba verse rodeado de unos diez mil soldados alemanes... Los soldados aplaudían o silbaban de acuerdo con el locutor. No se me olvidará lo que decía: Ahora, don José Belmonte acaba de dar dos buenos naturales: aplaudan. Y los soldados se volvían locos de entusiasmo.
¡Si ya me parecía! Un triunfo de los nazis habría con vertido a Alemania en la mejor plaza mundial de la tauromaquia.
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*14 de octubre de 2007

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