martes, 20 de febrero de 2024

JUSTICIA SOCIAL EN SU DÍA MUNDIAL

 JUSTICIA SOCIAL

Escribe: Milciades Ruiz

P

or acuerdo de la ONU, se “celebra” cada 20 de febrero, en todos los países, el “Día Mundial de la Justicia Social”. En el nuestro, pasa desapercibido, porque al no pesar en la consciencia nacional, no se le da importancia. Ello, podría despertar resentimientos históricos contra para el régimen vigente, que se sustenta precisamente, en la injusticia social. Aprovecho la oportunidad para rendir homenaje a los combatientes revolucionarios que cayeron luchando por la anhelada justicia social.

Quienes propugnamos el conocimiento dialéctico, sabemos que no hay justicia pura o, absoluta, que la justicia e injusticia social son partes inseparables de una misma unidad dialéctica, aunque sus proporciones varían según los logros de la lucha popular. Sabemos por tanto que, la justicia social es una lucha permanente contra todo sistema de dominación.

De modo que, lo que para el empleador pudiera ser un salario justo, no lo es para su trabajador. Y así, el salario mínimo vital es para los asalariados una cuestión de vida, pero para la parte patronal, es una cuestión de costos y rentabilidad del negocio. Es la razón de ser del sistema capitalista que nos oprime. Así, funciona el régimen vigente.

Cada sistema de dominación establece una ideología acorde con su conveniencia. En una sociedad que se rige por el dinero, la justicia oficial es la del dinero. Este, es también el condicionante de la justicia social. Aquel que esté en contra, es un antisistema. Así se establece en el “estado de derecho” que, legaliza la desigualdad social como un derecho humano. Y todos estamos obligados a respetarla como justo derecho.

Si la sociedad capitalista ha sido erigida estructuralmente sobre la capacidad dineraria de las personas, la acumulación de riqueza a costa de otros, es un acto de justicia legalmente válido. Hacer lo contrario es injusto para los capitalistas porque va contra el orden establecido. Todos tienen derecho a ser ricos, pero solo unos cuantos pueden lograrlo ya que, no puede haber ricos sin que haya pobres.

Siendo el dinero, el que, define las condiciones de vida de los grupos sociales según su capacidad económica, la desigualdad social está legalizada en todos los aspectos de la vida humana: Economía, cultura, política, nivel de vida, trabajo, justicia, etc. Esto se trasmite de padres a hijos, y los estamentos sociales quedan escalonados como una fatalidad que alcanza a la descendencia por no pertenecer a una clase adinerada.

Si la desigualdad es inmanente al capitalismo, lo es también la injusticia social. De lo contrario el capitalismo no tendría razón de ser. Si queremos justicia social, en un mundo globalizado en el que unos países dominantes imponen su poder a los países dominados, tendremos que tomar en cuenta las condiciones que afrontamos.

Es una lucha entre opresores y oprimidos en todo nivel. Es una lucha a muerte porque solo destruyendo el régimen opresor, podremos alcanzar justicia social construyendo un sistema equitativo. Es que desigualdad social va de la mano con las injusticias que genera. Muchos revolucionarios han muerto en este empeño de revertir el injusto orden social y, rindo mi más ferviente homenaje a mis compañeros caídos en esta lucha, ofrendando sus vidas, en la década de los movimientos guerrilleros.

Pero tan inmanente como la desigualdad social en todo sistema de dominación social, es la lucha por la justicia social que autogenera inexorablemente. Es la sensibilidad frente al sufrimiento de los dominados la que nos conduce a los ideales de justicia social. Las circunstancias históricas, generan las condiciones que nos hacen asumir las banderas de la justicia social, aún a costa de nuestras vidas. Ser pasivos e indolentes, es denigrante para nuestra ideología.

El Perú, arrastra un inmenso lastre de injusticias derivadas de la dominación extranjera desde hace ya casi medio milenio. La historia oficial oculta las heroicidades de los líderes nativos que se sublevaron reclamando justicia social durante los virreinatos. Se omite la lucha popular contra la injusticia social republicana. Los héroes oficiales son los represores y no, los rebeldes que lucharon por la causa popular.

Es inmensa la lista de líderes que lucharon por la justicia social en el Perú histórico, que sería largo enumerar. Pero nunca pudieron borrar del sentimiento popular, la gesta de Túpac Amaru II, cuya rebeldía alienta la rebeldía de ahora. La injustica social sigue asesinando líderes nativos por defender sus territorios ancestrales. Pero por más que la injusticia social sea indiferente, José Gabriel Condorcanqui, sigue presente en nuestras marchas y en toda nuestra lucha.

Este año se celebrará con gran pompa, el bicentenario de la batalla de Ayacucho, en la que no hubo prisioneros porque fue un arreglo entre colonialistas leales y desleales al rey de España. No fue, una batalla entre nativos y colonialistas. Se hablará de la independencia definitiva del Perú y América, pero ocultando que no se trataba de la independencia, ni emancipación de la población nativa, a la que nunca se le devolvió su patria, ni dejaron que la gobierne.

Esta injusticia social se mantiene hasta ahora. Los “patriotas” prosiguieron teniendo sus esclavos y sus vasallos nativos, como ahora, los partidos de las clases dominantes mantienen capturado el país de los autóctonos. A esto se le llama “Democracia”, con justicia social falsa, segregando de la institucionalidad civil y militar a los peruanos ancestrales.

Pero de poco sirve, rasgarse las vestiduras ante el muro de los lamentos. Tampoco la lucha ciega sin proyección estratégica. Acostumbrémonos a planificar nuestras luchas, para ir ganando terreno, en la construcción del poder popular. Tenemos fortalezas y el enemigo tiene sus debilidades. Hagamos el esfuerzo por organizarnos adecuadamente. La equidad en todo, es factible. Asumamos el reto histórico.

Febrero 19- 2024



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