jueves, 11 de enero de 2024

COSTUMBRES DE MI TIERRA [I]

RUTUCHI

Es una ceremonia ritual de carácter familiar que estrecha lazos de afinidad y consanguinidad. Era una forma de acopiar regalos. Cuentan que destinaban los cabellos para fines mágicos (portaban suerte como amuletos) y religiosos porque eran una ofrenda a las wacas o divinidades. Para esta ceremonia usaban coca, cigarrillos, licores, preparaban comida, en algunos casos los padrinos los recibían en su domicilio, para ello preparaban licores, comida y se premunían de abundante dinero en monedas (sencillo)

El padrino siempre iniciaba el corte (La cantidad recaudada depende muchas veces con cuánto empiece el padrino) a su turno los invitados cortaran un trozo de cabello y donaran dinero y al final el padrino empareja los cabellos y redondea la cifra de dinero recaudado, y entrega a su comadre, agradeciendo a sus colaboradores e invocando que el dinero sea usado en bien del ahijado.

COMPADRAZGO

Es una forma de buscar apoyo, protección, seguridad y tutela, es elegido con precisión, debe ser solvente, de ascendencia, líder, y visionario, ya que debe ser el ejemplo a seguir por sus ahijados, una vez elegido, los padres del niño buscan una oportunidad propicia para abordarle e invitarle generalmente licor, y al calor del elixir le expondrán sus intenciones. Cuando ya se estableció el compadrazgo, nacen ciertas normas que prescriben o prohíben determinados aspectos socioculturales entre las personas que involucra esta institución, así, los ahijados se convierten en una especie de familia cercana del padrino y viceversa, con todas las consideraciones e invitaciones a todos los acontecimien­tos, los padrinos se vuelven en referentes y protectores de los ahijados, incluso hasta mayores. Ni hablar de los presentes que se prodigan entre padrinos y compadres. El compadrazgo no sólo abarcará a los padres de los niños y los padrinos, sino también a los hermanos, padres y suegros de ambos, es decir, se establece vínculos de parentesco ritual, de afinidad o ceremonial bastante extenso que será la base de la reciprocidad andina.

CH’ALLA DE CARROS.

Es costumbre que al comprar un vehículo, el nuevo propietario convoque a sus familiares y amigos y estrene “ch’allando” su adquisición, lo cual equivale a obtener la gracia de bendición de la Virgen y de la Pachamama. Esta costum­bre se realiza en Copacabana (Bolivia) y en la fiesta de Cancharani (Puno), donde comienza el ritual adornando el vehículo con ramos de flores. Luego es rociado con vino, champagne o cerveza, y el Sacerdote lo riega con agua bendita y se procede a aromatizar el automóvil con incienso y mirra. Algunas personas indican que también hacen su ch'alla con un Yatiri en huacas sagradas como son las cumbres de cerros e inmediaciones de lugares que los antiguos veneraban. Según la tradición oral este ritual es más efectivo, puesto que finalidad busca que las fuerzas telúricas protejan a los propietarios y a los que asisten con fe al bautizo del vehículo.

BAUTIZO DE T’ANTAGUAGUA.

Es una tradición que está en proceso de extinción, los bautizos de ayer eran una parodia jocosa del bautizo de un ser recién nacido. En tal parodia los protago­nistas: el cura, los padres, los testigos, los padrinos e invitados honorables, participaban en un controvertido dialogo, cuyo ritual iba entre bromas, anécdotas, chistes, cuentos, tomadas de pelo de cómo los papás fabricaron la criatura a la que le ponían un nombre por demás extrava­gante. La t’antaguagua es un pan dulce en forma de criatura atada según ya pasadas las costumbres a la que se distingue con una careta de yeso. Este bautizo se lleva aun en el mes de noviembre. La práctica del humorístico ceremonial es dirigida por el “cura de bautizo”, quien debe estar dotado cualidades muy peculiares y caricaturescas en su hablar con chispeante humor, sal y pimienta, generalmente con diálogos con padres, padrinos y concurrencia, usando el doble sentido, tomándoles el pelo a curiosos y pregunto­nes, divulgando sus bondades, virtudes y defectos, sus alias, “chapas” o motes. <>

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Tomado de EL ALFERADO N° 53 noviembre 2017 

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