LA HORA DE DECIR ¡NO!
César Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 653, 15SEP23
A |
lguna vez, desde la desesperación, dije que el
fujimorismo es una enfermedad crónica y recurrente.
Me arrepiento de haber dicho eso. Fui indulgente y
blandengue. En realidad, el fujimorismo es el alma podrida de ese Perú sin
vocación de posteridad.
¿Hay un Perú podrido que aspira al miasma como
escenario natural? Claro que sí. Y el fujimorismo concentra todas las
características de ese criollismo degenerado que viene de los orígenes de
nuestra república: la cachaquería que se creyó con derecho a todo, los
millonarios de Echenique, los robos del guano, el recutecu de los miriñaques.
¿La ley se redacta para los amigos que estafan con
sus universidades inservibles? Pues eso es fujimorismo puro y duro.
¿Vladimir Cerrón quiere jueces asustados y es por ahora
un hombre útil, un matón a la medida? Pues allí está el fujimorismo para darle
una mano.
¿La Fiscal de la Nación necesita salvar a su
hermana, presunta liberadora de narcos y dueña de un patrimonio inexplicable?
El fujimorismo dice ¡presente! y se dispone a sacar de la escena a quien
investiga a la hermanita.
¿El presidente del Jurado Nacional de Elecciones es
un trejo defensor de su independencia y fue el hombre que se negó a aceptar la
tesis del fraude electoral? No lo duden: Keiko Fujimori y su banda lo tienen en
la mira de alguna Uzi.
¿Era el Tribunal Constitucional un obstáculo? Ya no
lo es: miserias humanas juntas y revueltas decidieron reemplazarlo por un grupo
de sirvientes disfrazados de académicos.
¿Fue la Defensoría sospechosa de alguna
indisciplina? Pues pusieron a un pobre diablo con prontuario.
¿Es la ONPE chúcara? ¿Es el RENIEC omiso? Pues ya
verán: los harán hocicar. ¡Las elecciones próximas no se pueden perder y las
que vengan después de las próximas, tampoco! Y si para eso hay que alterar el
cómputo o alterar padrones, como en el año 2000, habrá que hacerlo. La Yakuza
se encarga.
¿Es Petroperú un sobreviviente del remate del
patrimonio público que Fujimori, ladrón y asesino, desató en los 90? ¿Te
acuerdas, Álvarez Rodrich, de aquellos tiempos de martilleros que se desgañitaban
cantando los precios de la ganga? Pues hay que darle duro a Petroperú, culparla
de todo: hay plata de por medio y la entregan los privados que quieren los
lotes de Talara, qué lisura.
Gobierna el Perú, rehén de los podridos, la señora
que perdió tres elecciones consecutivas. Lo hace con el consentimiento de la
señora que dice que los muertos se matan a sí mismos. Si el feminismo en el
Perú fuera más serio, algo tendría que decir al respecto.
El alma estancada del Perú indeseable -no el Perú de
la gente honesta que vive a duras penas de su trabajo, no el Perú arrinconado
por la dase dominante- pretende representamos. Y se manifiesta en todos los
niveles.
Está donde es posible entrar por la ventana y
llevarse algo a hurtadillas. Está en la viveza mal entendida, en la invasión
del cerro que luego se revende, en la coima al policía, en el transfuguismo, en
la partidocracia de desmonte, en la sacada de vuelta a las obligaciones, en la
palabra no honrada, en el cuento de que siempre nos irá bien, en el voto por un
plato de lentejas. Sí: el fujimorismo leyó esos manuscritos de la sumisión ante
el poderoso, de la deshonestidad cada vez que se pueda, de la hipocresía
siempre, y dijo: ¡eureka, esa es la fórmula! El fujimorismo es la versión
sigloveintera y aún vigente del Perú prebendarlo y choro, lumpen y sin
escrúpulos que, a lo largo de la historia, nos hizo creer que las derrotas eran
victorias, que todas las riquezas eran bien habidas, que los desafectos eran
herejes, que cambiar la sociedad era prédica del Maligno, que los de arriba no
se podían equivocar, que en el cielo todos seríamos semejantes. El resultado
fue que los chinos que esclavizamos en las haciendas del azúcar y el algodón se
sumaron al ejército que capturó Lima en 1881. El saldo de todo esto es este
país borroso y en trance de inviabilidad.
Padecemos, por enésima vez, de un régimen ilegítimo
que aspira, como es usual en estos casos, a concentrar todo el poder. Es el
fujimorismo otra vez. O, como acaba de decir Mirko Lauer, es el reestreno del
fujimontesinismo. ¿Tenemos que tolerar esta recaída en la mugre? ¿Tenemos que
aceptar, con esa cabeza gacha que tanto despreció Simón Bolívar, a que lo más
inmundo de la política se haya apoderado del Congreso y que desde allí se
intente, con cada vez más éxito, la destrucción final de los balances y
contrapesos de una democracia?
No tenemos que tolerar ni aceptar nada de esto. El
Perú diurno, que no se ha pronunciado, tiene que despertar. Lo que el
fujimorismo envalentonado quiere es que nos volvamos a doblegar a sus
dictados. Repetir ese vejamen nos quitaría el título de ciudadanos. ▒▒
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