viernes, 15 de septiembre de 2023

HILDEBRANDT OPINA SOBRE LA REALIDAD POLITICA PERUANA ACTUAL

 LA HORA DE DECIR ¡NO!

César Hildebrandt

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 653, 15SEP23

A

lguna vez, desde la desesperación, dije que el fujimorismo es una enfermedad crónica y recurrente.

Me arrepiento de haber dicho eso. Fui indulgente y blandengue. En realidad, el fujimorismo es el alma podrida de ese Perú sin vocación de posteridad.

¿Hay un Perú podrido que aspira al miasma como escenario natural? Claro que sí. Y el fujimorismo concentra todas las características de ese criollismo degenerado que viene de los orígenes de nuestra república: la cachaquería que se creyó con derecho a todo, los millonarios de Echenique, los robos del guano, el recutecu de los miriñaques.

Aquí no importan izquierdas o derechas: el Perú indeseable acude al fujimorismo como si tocara la puerta de su casa.

¿La ley se redacta para los amigos que estafan con sus universidades inservibles? Pues eso es fujimorismo puro y duro.

¿Vladimir Cerrón quiere jueces asustados y es por ahora un hombre útil, un matón a la medida? Pues allí está el fujimorismo para darle una mano.

¿La Fiscal de la Nación ne­cesita salvar a su hermana, presunta liberadora de narcos y dueña de un patrimonio inex­plicable? El fujimorismo dice ¡presente! y se dispone a sacar de la escena a quien investiga a la hermanita.

¿El presidente del Jurado Nacional de Elecciones es un trejo defensor de su indepen­dencia y fue el hombre que se negó a aceptar la tesis del fraude electoral? No lo duden: Keiko Fujimori y su banda lo tienen en la mira de alguna Uzi.

¿Era el Tribunal Constitucional un obstáculo? Ya no lo es: miserias humanas juntas y revueltas decidieron reemplazarlo por un grupo de sirvientes disfrazados de académicos.

¿Fue la Defensoría sospechosa de alguna indisciplina? Pues pusieron a un pobre diablo con prontuario.

¿Es la ONPE chúcara? ¿Es el RENIEC omiso? Pues ya verán: los harán hocicar. ¡Las elecciones próximas no se pueden perder y las que ven­gan después de las próximas, tampoco! Y si para eso hay que alterar el cómputo o alterar padrones, como en el año 2000, habrá que hacerlo. La Yakuza se encarga.

¿Es Petroperú un sobreviviente del remate del patrimonio público que Fujimori, ladrón y asesino, desató en los 90? ¿Te acuerdas, Álvarez Rodrich, de aquellos tiempos de martilleros que se desgañitaban cantando los precios de la ganga? Pues hay que darle duro a Petroperú, culparla de todo: hay plata de por medio y la entregan los privados que quieren los lotes de Talara, qué lisura.

Gobierna el Perú, rehén de los podridos, la señora que perdió tres elecciones consecutivas. Lo hace con el consentimiento de la señora que dice que los muertos se matan a sí mismos. Si el feminismo en el Perú fuera más serio, algo tendría que decir al respecto.

El alma estancada del Perú indeseable -no el Perú de la gente honesta que vive a duras penas de su trabajo, no el Perú arrinconado por la dase dominante- pretende representamos. Y se manifiesta en todos los niveles.

Está donde es posible entrar por la ventana y llevarse algo a hurtadillas. Está en la viveza mal entendida, en la invasión del cerro que luego se revende, en la coima al policía, en el transfuguismo, en la partidocracia de desmonte, en la sacada de vuelta a las obligaciones, en la palabra no honrada, en el cuento de que siempre nos irá bien, en el voto por un plato de lentejas. Sí: el fujimorismo leyó esos manuscritos de la sumisión ante el poderoso, de la deshonestidad cada vez que se pueda, de la hipocresía siempre, y dijo: ¡eureka, esa es la fórmula! El fujimorismo es la versión sigloveintera y aún vigente del Perú prebendarlo y choro, lumpen y sin escrúpulos que, a lo largo de la historia, nos hizo creer que las derrotas eran victorias, que todas las riquezas eran bien habidas, que los desafectos eran herejes, que cambiar la sociedad era prédica del Maligno, que los de arriba no se podían equivocar, que en el cielo todos seríamos semejantes. El resultado fue que los chinos que esclavizamos en las haciendas del azúcar y el algodón se sumaron al ejército que capturó Lima en 1881. El saldo de todo esto es este país borroso y en trance de inviabilidad.

Padecemos, por enésima vez, de un régimen ilegítimo que aspira, como es usual en estos casos, a concentrar todo el poder. Es el fujimorismo otra vez. O, como acaba de decir Mirko Lauer, es el reestreno del fujimontesinismo. ¿Tenemos que tolerar esta recaída en la mugre? ¿Tenemos que aceptar, con esa cabeza gacha que tanto despreció Simón Bolívar, a que lo más inmundo de la política se haya apoderado del Congreso y que desde allí se intente, con cada vez más éxito, la destrucción final de los balances y contrapesos de una democracia?

No tenemos que tolerar ni aceptar nada de esto. El Perú diurno, que no se ha pronunciado, tiene que despertar. Lo que el fujimorismo enva­lentonado quiere es que nos volvamos a doblegar a sus dictados. Repetir ese vejamen nos quitaría el título de ciudadanos. ▒▒



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