EL SEGUNDO VOTO DE CONFIANZA:
LA EMULSIÓN POLÍTICA COMIENZA A SEDIMENTARSE
Por Jorge Rendón Vásquez
Terminado el
proceso electoral del año en curso, sus resultados plasmaron dos fuerzas
contrarias: la derecha recalcitrante que tomó el control del Poder Legislativo
y la nueva izquierda que se hizo del Poder Ejecutivo.
Para esta
derecha (calificada por cierta prensa de bruta y achorada, DBA), la presencia
de esa nueva izquierda no podía ser; rompía su esquema de dominio absoluto del
panorama político por su mandante: el poder empresarial oligárquico, blanco y
limeño, y, en consecuencia, se propuso aniquilarla, valiéndose de su control
del Congreso de la República y de sus medios de prensa y TV, incluidos un diario
y un semanario que fungen de independientes ante su clientela capitalina, en su
mayor parte pequeño burguesa, a la que le repugna la nueva izquierda por
provenir, sobre todo, de los departamentos andinos.
La derecha renovando sus escribas |
El primer
episodio de esta pulseada fue el debate en el Congreso de la República por el
voto de confianza requerido por el primer gabinete ministerial nombrado por el
presidente Pedro Castillo. La derecha recalcitrante tenía todo preparado para
negárselo (fines de agosto de 2021). Fracasó, sin embargo, porque solo pudo
reunir 50 votos frente a 73 que aprobaron la confianza (37 de Perú Libre, 5 de
Juntos por el Perú y 31 de varios partidos que con este voto se insinuaban como
de centro derecha).
Furiosa por esta
derrota, la derecha recalcitrante continuó su ofensiva, centrando su ataque en
el primer ministro Guido Bellido y en el ministro de Trabajo Iber Maraví al que
interpelaron en el Congreso. Esta presión llevó al Presidente de la República a
prescindir de los dos ministros indicados y de otros cinco y a nombrar, en su
lugar, a varios personajes sin ejecutoria ni experiencia en la gestión
ministerial, pero de una posición de izquierda y de centro izquierda. Con este
cambio, la derecha recalcitrante y su prensa y TV se quedaron sin blancos
notorios; y, algo desorientados, siguieron con sus ataques personales a algunos
ministros, esperando el siguiente round que se jugaría en el Congreso,
debatiendo y votando sobre la confianza al Consejo de Ministros. Como una parte
de la bancada de Perú Libre había objetado el cambio de los ministros y
declarado que no votaría por la confianza, la derecha recalcitrante se
regocijaba ya por la colaboración que, suponía, le prestaría este inesperado nuevo
aliado con el cual podría liquidar al gabinete ministerial.
Tras una carrera
de discursos pedestres de la mayor parte de congresistas, se votó finalmente el
pedido de confianza el 4 de noviembre de 2021 con el siguiente resultado: en
contra 56; a favor 68; y una abstención.
En comparación
con la votación por la confianza de fines de agosto de 2021, la derecha
recalcitrante acumuló, esta vez, a primera vista, 6 votos más (56 ahora frente
a 50 de la vez anterior). Pero si se descuentan los 16 votos de Perú Libre contra
la confianza, la derecha recalcitrante solo sumó 40 votos (16 menos que la vez
anterior). Estos 40 votos fueron de: Fuerza Popular (Fujimorismo) 24; Avanza
País (candidato presidencial López Aliaga) 6; Renovación Popular (candidato
presidencial Hernando de Soto) 6; Alianza para el Progreso (candidato
presidencial Acuña) 2; Podemos (candidato presidencial Urresti) 1; y Somos Perú
y Partido Morado 1. Como se sabe, estos heterogéneos representantes de la
derecha recalcitrante fueron llamados a candidatear por ciertas declaraciones o
afinidades con los grupos que habrían de financiarles la campaña electoral.
Los votos a
favor de la confianza, descontando los de Perú Libre (19) y de Juntos por el
Perú (4), sumaron 40 que fueron aportados por: Acción Popular 14; Alianza para
el Progreso 13; Avanza País 3; Renovación Popular 2; Somos Perú y Partido
Morado 8; Podemos 4; y No Agrupado 1. Por lo tanto, los representantes de Acción
Popular con los otros congresistas que votaron por la confianza, apartándose de
la derecha recalcitrante, se perfilan como una fuerza de centro, si bien ladeada
hacia la derecha.
Un hecho que ya
no llama la atención aquí es la ausencia de disciplina de los grupos políticos.
Sus integrantes votan como quieren. ¿Cuál fue su motivación esta vez al votar
por la confianza? ¿No decepcionar a sus votantes, quienes, a pesar de su
posición y trayectoria, les dieron su voto? Improbable para muchos de ellos. O
más bien, ¿no caer en una primera negativa de la confianza que con otra
determinarían la dilución del Congreso y la pérdida de las jugosas
remuneraciones que ahora perciben? Un viejo dicho se insinúa como respuesta: No
hay que tentar al diablo.
¿Y cómo explicar los 16 votos de Perú Libre contra la confianza a un gabinete ministerial nombrado por un Presidente de la República al que este partido había postulado y apoyado hasta su triunfo? No, evidentemente, por la afirmación de algunos de que esos congresistas se han pasado a la derecha. Eso del Fujicerronismo no pasa de ser un disparate de un diario derechista. Aunque en ciertos momentos los extremos se tocan, esta coincidencia es ahora circunstancial. Mi impresión es que la conducta de los 16 representantes de Perú Libre que votaron contra la confianza estuvo determinada por un sentimiento de dignidad y cierto infantilismo. Dignidad, porque hubiera sido desdoroso que los representantes leales a Bellido y a otros ministros defenestrados y el mismo Bellido hubieran votado a favor de un gabinete cuyo nombramiento era para ellos una censura indebida, causada por la presión de la derecha. De haber votado a favor de la confianza habrían convalidado esa censura, lo que hubiera sido como poner la otra mejilla para recibir otra bofetada. Infantilismo, porque algunos de ellos parecen jugar a la política considerándola como una secuencia de criterios subjetivos y, entre ellos, el resentimiento que debe permanecer fuera de los avatares del conflicto político. Es de esperar que esos 16 representantes de Perú Libre reaccionen positivamente y aprendan la lección, sobre todo, examinando la evolución de los términos dialécticos de la sociedad en todas sus manifestaciones e interrelaciones. Si no lo hicieran así y persistieran en enfrentarse a sus propias fuerzas o a fuerzas amigas, la ola histórica de las grandes mayorías sociales que han confiado en ellos acabará aislándolos.
Por lo tanto, los
congresistas que se van definiendo con una connotación centrista se erigen como
una fuerza desisiva para aprobar los proyectos de leyes que sean necesarios
para cambiar ciertos aspectos de nuestra realidad económica, social y cultural,
a condición de llegar a las coincidencias que la realidad reclama con la nueva
izquierda respecto de los proyectos que unos y otros propongan. Tanto en el
campo económico como en el campo político les será necesario a ambas fuerzas acercar
posiciones y transar.
Cerca de Londres
hay una escuela de gestión empresarial cuyo lema es: “En la vida no se obtiene
lo que se cree merecer, sino lo que negocia”, frase que coincide con la
siguiente definición de nuestro Código Civil, evolucionada desde el antiguo
Derecho Romano: “Por la transacción las partes, haciéndose concesiones
recíprocas, deciden sobre algún asunto dudoso o litigioso, evitando el pleito
que podría promoverse o finalizando el que está iniciado. /Con las concesiones
recíprocas, también se pueden crear, regular, modificar o extinguir relaciones
diversas de aquellas que han constituido objeto de la controversia entre las
partes.” (artículo 1302º).
Nuestro país,
nuestro pueblo merece y debe crecer económicamente no solo para los ricos; debe
prosperar con igualdad de oportunidades para todos y redistribuyendo la riqueza
creada por el trabajo. Podemos y, creo, tenemos ganas de hacerlo, y las fuerzas
políticas que así lo entiendan deberían ayudar uniendo su poder de decisión tras
asumir un criterio constructivo.
(Comentos, 6/11/2021).
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