LOS GRANDES DERROTADOS
Por: Víctor Caballero Martin
Noticias
SER.PE 19JUL21
Concluido
el trabajo del Jurado Nacional de Elecciones, y en vísperas de la proclamación
como ganador de las elecciones presidenciales del profesor Pedro Castillo,
conviene reflexionar sobre los grandes derrotados.
No
solo ha perdido por tercera vez Keiko Fujimori, le heredera de la dinastía
fujimorista, sino, también la gran coalición de las derechas que amarraron su
destino, sus principios y sus ideales tras el fujimorismo y lo que este
representa.
De
esta coalición de derechas derrotada, han sido doblemente derrotados los
liberales peruanos, herederos del Movimiento Libertad que formara Mario Vargas
Llosa (MVLL) en la década de los ochenta, y que se presentaba como la expresión
moderna de la política peruana, dispuestos a combatir al totalitarismo, el
estatismo, el atraso y defender la libertad, sobre todo, la libertad económica.
Esta
vez, los más lúcidos representantes del liberalismo peruano, dirigidos por su
buque insignia MVLL, hicieron un increíble traslape al sostener que defender al
fujimorismo se defendía la democracia frente al comunismo. Lo dijeron sin
pudor: el futuro de la democracia y la libertad en el Perú, dependía de que
Keiko Fujimori gane, como sea, las elecciones.
No
una derrota, sino muchas derrotas
Reflexionemos.
Hagamos un recuento de una historia corta. La tercera derrota de Keiko Fujimori
es también la tercera derrota de la propuesta de los liberales peruanos, pero
con una particularidad: la primera derrota al liberalismo dirigidos por MVLL la
propinó Alberto Fujimori. La segunda derrota fue en el periodo 2011 y 2016. La
tercera, acaba de producirse.
La primera derrota:
la experiencia del Movimiento Libertad y del FREDEMO
El
más importante proyecto liberal que se gestó en el Perú fue obra de Mario
Vargas Llosa y su partido Libertad. Se formó en 1986 como respuesta a la
decisión del gobierno de Alan García de estatizar la banca privada; a partir de
ahí levantaron un programa y un ideario libertario con el cual se trazaron como
objetivo impulsar la más profunda revolución liberal. Se prepararon para
gobernar, forjaron la alianza con los partidos AP – PPC – SODE y formaron el
Frente Democrático FREDEMO con el cual emprendieron una gigantesca (y
millonaria) cruzada para ganar el gobierno, pero perdieron. Fueron derrotados
por Alberto Fujimori.
No
fue solo una derrota electoral; fue, sobre todo, una derrota política y un
descalabro orgánico porque sus principales ideólogos y entusiastas militantes
terminaron pasándose con todo al gobierno de Fujimori incluso antes de que éste
sea proclamado presidente.
MVLL
los acusó de tránsfugas y de traidores, pero, en estos asuntos, como diría
Talleyrand, “La traición es una cuestión de la fecha”(1) , porque
antes de la segunda vuelta, fue el propio MVLL quien en una reunión clandestina
no autorizada por su partido y frente, le propuso a Alberto Fujimori renunciar
a la segunda vuelta a condición de que este aplique o ejecute su programa
económico (que, al parecer, era lo único que le interesaba) y le ofreció como
Ministro de Economía a uno de sus principales cuadros técnicos, Raúl Salazar.
Este
pasaje de la “abdicación” de MVLL a participar en la segunda vuelta está
minuciosamente narrada en su obra “El Pez en el Agua”. MVLL se había percatado
que ya no era posible imponer su ansiado programa, que la “revolución liberal”
o su “sueño libertario” ya no era viable. Fue una decisión personalísima, no lo
consultó con nadie; solo después de la reunión con Fujimori comunicó a los
líderes del FREDEMO quienes sorprendidos e indignados no aceptaron su
posición. “Sólo Ghersi señaló que, en principio, no rechazaba la
idea de una negociación con Fujimori si ella permitía rescatar algunos puntos
claves del programa”.(2)
Fujimori
no aceptó la propuesta de MVLL. Lo que vino después fue el descalabro:
surgieron los tránsfugas como Hurtado Miller de Acción Popular (así lo calificó
MVLL) quien junto a “otros colaboradores y asesores míos – escribe – se
instalaron en cargos públicos”.
El
fracaso mayor para MVLL fue cuando Alberto Fujimori dio un golpe militar, cerró
el Congreso, intervino los diarios, el Poder Judicial, la Fiscalía. Para su
sorpresa esta acción fue apoyada de manera entusiasta por militantes de
Libertad y de los partidos del FREDEMO, quienes, sin reparos, se comprometieron
con la dictadura y se olvidaron de la propuesta liberal. Sus palabras fueron
duras: “intelectuales baratos, de buena sintaxis y de estirpe liberal o
conservadora esta vez —a la cabeza de ellos mis antiguos partidarios Enrique
Chirinos Soto, Manuel d'Ornellas y Patricio Riketts— se apresuraron a producir
las adecuadas justificaciones éticas y jurídicas para el golpe de Estado y a
convertirse en los nuevos mastines periodísticos del gobierno de facto” (3).
No todos se pasaron al otro lado del proyecto liberal. No todos se comprometieron con la corrupción fujimoristas, es verdad; hubo respetables intelectuales liberales que formaron parte de la oposición activa al fujimorismo, y trabajaron por derrotar el intento de perpetuación del dictador. Pero el núcleo principal de los grupos de poder empresarial, y los consultoras económicas que estuvieron con MVLL, participaron entusiastamente y fueron parte de la dictadura de Fujimori y Montesinos, comprometidos con la más espantosa y abominable corrupción (Mario Vargas Llosa dixit), pero lo hacían por dos razones: la primera, Fujimori estaba aplicando el programa económico neo liberal (privatización de las empresas públicas, eliminación de derechos laborales, liberación de trabas sociales a la inversión privada en los recursos naturales), todo ello concretado y consolidado en una Constitución Política elaborada a la medida de los intereses de los grupos empresariales privados. La segunda, el programa liberal se reduce precisamente a eso: libre mercado, reducción de la intervención del Estado en la economía, libertad económica, todo ello por encima de la demanda social de mejorar los derechos sociales, y sobre todo, de la defensa de la democracia y del Estado de Derecho.
Así acabó la primera experiencia libertaria.
La
segunda derrota: la reforma liberal traicionada
Con la derrota de la dictadura fujimorista, lo que tocaba era la reconstrucción de la institucionalidad democrática del país y la recuperación de la confianza ciudadana en sus autoridades. Desmontar el fujimorismo implicaba recuperar precisamente la confianza en el sistema político, pero sobre todo, acabar con una década de corrupción en el Estado. Se requería cambiar la vieja correlación de fuerzas en el control del Estado manejado por los grupos de poder económico. Se requería construir un nuevo consenso donde los derechos sociales y colectivos de la población fueran respetados; se exigía una lucha más firme contra la corrupción enquistada en el Estado y promovida por los grupos empresariales; se esperaba que en democracia se pudieran hacer los cambios constitucionales que garanticen precisamente estas demandas populares.
Todo
ello se frustró. Primero se produjo la gran desilusión con el gobierno de
Alejandro Toledo que después se descubriría lo involucrado que estaba con la
corrupción; y luego con Alan García, en donde las protestas sociales llegaron a
los niveles más altos de violencia y muerte. Luego también se descubriría la
gran red de corrupción que se había construido durante su gestión.
No
hay que desconocer que en estas críticas tanto al gobierno de Toledo como el de
García, destacados intelectuales liberales cumplieron un destacado papel.
Criticaban la corrupción de ambos; cuestionaban abiertamente a García y su
gobierno mafioso; no obstante, fueron poco entusiastas en construir una
alternativa política que los representase como opción de gobierno. En esas
condiciones que se produjo su segunda derrota.
La
particularidad de esta segunda derrota es que se produjo en dos momentos. La
primera en el 2011, y la segunda el 2016.
En
verdad pocos pensaban que el ex dictador Fujimori se iba a quedar a vivir
tranquilo en Japón; pronto se descubrió que estaba tramado un plan de regreso
al poder. Lo intentó para las elecciones del 2006 pero fue frustrado por su
detención en Chile un año antes, deportado al Perú el 2007 y condenado el 2009
por delitos de corrupción y de lesa humanidad. Con ello se le cerró
definitivamente su carrera política. Pero el proyecto fujimorista de recuperar
el control se mantuvo activo. Para las elecciones del 2011, ya estaba preparado
el retorno: Keiko era la elegida por la dinastía Fujimori para retomar el
poder. ¿Cómo y en qué medida el fujimorismo volvió a recuperar el respaldo (y
el financiamiento) de los grupos de poder económico, pero sobre todo de los
partidos de la derecha con sus mentores ideológicos liberales?. ¿Cómo así Keiko
Fujimori logró reconstruir y presidir la coalición derechista?
La
respuesta, indudablemente está en el temor que les generó la candidatura de
Ollanta Humala, a quien acusaban de castro – chavista, de querer aplicar el
“socialismo del siglo XXI”. No les interesó investigar o analizar respecto de
las simpatías populares que despertaba un candidato con un fuerte discurso
antifujimorista y con una promesa de cambio social.
Keiko
Fujimori perdió las elecciones del 2011 en la segunda vuelta. Pero el mensaje
estaba dado: el fujimorismo se había recuperado bajo el liderazgo de Keiko.
Ella había conseguido afianzar un núcleo partidario sólido, había logrado
conformar una bancada parlamentaria bastante agresiva, pero sobre todo, había
logrado el respaldo de una coalición de partidos de las derechas y de los
grupos de poder económico que incluía, por supuesto, a los grupos de la
corrupción empresarial que financiaron toda la campaña. Es en esa coalición de
las derechas que se sumaron economistas liberales; no así de Mario Vargas Llosa
que, con reparos, apoyó a Ollanta Humala. En cierta medida, MVLL – que a
despecho de sus seguidores en la intelectualidad liberal - fue un factor
determinante para que Humala abandone las promesas de cambio de la Constitución
y de la aplicación de su programa original de la Gran Transformación.
Para
las elecciones del 2016, la oportunidad parecía propicia, el campo parecía
despejado para que Keiko Fujimori ganase las elecciones. A fin de cuentas, la
izquierda estaba dividida, ya no había una amenaza real de ganar las
elecciones. Esas elecciones habían dejado solo dos opciones de las derechas
peruanas: Fuerza Popular con Keiko Fujimori y el partido de PPK. Si algo
caracterizaba la improvisada candidatura de PPK era que no tenía ideas, carecía
de un programa político coherente, peor aún, su partido era una suma
improvisada de aliados ocasionales. En verdad, pocos lograban encontrar
diferencias ambas candidaturas salvo por un pequeño hecho: la corrupción
fujimorista, y porque en torno a Keiko se había nucleado la expresión más
conservadora y corrupta de la derecha empresarial.
Keiko
Fujimori volvió a perder en la segunda vuelta. Ella nunca reconoció su derrota
ni supo entender quién la derrotó. La victoria de PPK que, a fin de cuentas,
era un improvisado, solo fue la alternativa ocasional del movimiento
antifujimorista. El antifujimorismo, o el “antikeiko”, en esa segunda vuelta,
fue la expresión de la más amplia coalición de sentimientos que se solidificaba
para cerrar el paso a todo intento de regreso del fujimorismo al poder. Nada
más que eso. No había en esa coalición un voto por el plan de gobierno o el
ideario político de PPK, que no había logrado cautivar o emocionar a la
población. PPK tuvo la fortuna y la habilidad de canalizar ese sentimiento
popular que luchaba desde hacía tiempo contra el regreso del fujimorismo al
poder.
Que el gobierno de PPK haya sido un desastre es culpa no solo de PPK, sino fundamentalmente de Keiko Fujimori, su bancada y su partido. Como era de esperar la furia desatada por su derrota la pagamos todos los peruanos. Peor aún: en el quinquenio 2016 – 2020, el fujimorismo se empecinó en dejar en escombros la democracia peruana.
La
tercera derrota: a la cola del Fujimorismo y la aceptación del liderazgo
conservador reaccionario
La
campaña electoral del 2021 era propicia para que los representantes del
pensamiento liberal construyeran una alternativa política viable y seria, que
aportara a construir las bases de un verdadero sistema político de partidos.
Pero no ha sido así. Quizá se deba a la impronta liberal de no estar sujeto a
colectividades, de no estar contaminados del poder, de ser solo asesores o
fiscalizadores del poder antes que actores políticos para la construcción de un
sistema democrático(4).
Todos habíamos visto – y sufrido – la manera como Keiko Fujimori y la bancada fujimorista demolió lo poco que había de institucionalidad democrática en el país. Todos estaban pendientes del juicio a Keiko y a su partido por graves delitos de corrupción por la recepción de fondos ilegales provenientes de la corrupción. Pocos pensaban que Keiko era una opción de gobierno. Asimismo, pocos percibimos que el electorado peruana vivía una profunda decepción del sistema partidario y de las candidaturas que tenían delante.
Como
sabemos, la derecha se presentó dividida; los partidos de la izquierda también.
Esa no era la novedad. El problema real era que ningún partido ni candidato
gozaba de las preferencias del electorado peruano. Pero la sorpresa fue el
segundo lugar de Keiko Fujimori, seguida de Rafael López Aliaga que
representaba la ultra derecha, cuyo partido, Renovación Popular, obtuvo cerca
del 13%; seguido a continuación de Hernando de Soto que se decía, así mismo,
como el representaba del pensamiento liberal peruano.
Decidida
la segunda vuelta entre Pedro Castillo de Perú Libre y Keiko Fujimori de Fuerza
Popular, las fuerzas políticas volvieron a reagruparse. Keiko Fujimori volvió a
liderar la coalición de los partidos de la derecha, pero esta vez con
posiciones muy conservadoras, reaccionarias y profundamente antidemocráticas.
El fujimorismo, a pesar de todo el estropicio que causó a la institucionalidad
democrática, a pesar de los graves cargos de corrupción volvió a recibir el
respaldo unánime de los dueños de las grandes cadenas periodísticas (televisión
– radio – prensa), canalizó el apoyo de los grupos de poder económico incluso
de aquellos vinculados con la corrupción.
Lo
sorprendente, no obstante, no era esa coalición conservadora tras el
fujimorismo, sino que los más connotados representantes del liberalismo
peruano(5), aquellos que se opusieron tenazmente al fujimorismo, a la
corrupción que ella encarnaba; aquellos que combatían al mercantilismo de los
grupos empresariales que el fujimorismo promovía y defendía, terminaron por
ceder sus principios, su prédica y su talante democrático para apoyar sin
tapujos ni reparos… a Keiko Fujimori(6). Y perdieron, otra vez. Perdió Keiko.
Perdieron los partidos de la derecha extrema, y con ello, arrastraron a los
representantes de lo quedaba del liberalismo peruano.
Este
descalabro de los liberales peruanos los ha llevado a situaciones límites, como
justificar un golpe contra Pedro Castillo. Lo ha manifestado sin ningún pudor y
sin reparo Keiko Fujimori quien ya manifestó que no reconocerá el triunfo de
Castillo. Lo repitió con todas sus consecuencias Rafael López Aliaga, líder del
partido Renovación Popular quien proclamó la muerte de Castillo, y al comunismo
y a los comunistas; le siguieron en ese desvarío el ex marino y ahora
congresista Jorge Montoya, Lourdes Flores, Daniel Córdova, quienes afirman (sin
pruebas) que Keiko ganó; y, por si fuera poco, a ellos se ha sumado Mario
Vargas Llosa, nada menos, al sentenciar sin ningún rubor que "Todo
lo que se haga para frenar esa operación turbia (que Castillo asuma el
gobierno) que va contra la legalidad, en contra de la democracia, está
perfectamente justificado”(7). Se supone que justifica el golpe contra el
Estado de Derecho, desconoce los resultados electorales y justifica con eso el
derrocamiento de Pedro Castillo.
¿Cómo
así, los que en un momento se declaraban adalides del liberalismo peruano y de
la democracia y del respeto del Estado de Derecho, terminan no solo liderados
por la expresión más corrupta de la política peruana, y parapetados detrás de
líderes que sin reparo se declaran admiradores del fascismo español, de
aquellos que enarbolaban por calles y plazas la Cruz de Borgoña, nada menos, en
momento en que el país celebra el Bicentenario de la proclamación de la
independencia peruana?
No
solo Mario Vargas Llosa termina elaborando una narrativa que concluye con un
llamado al golpe, sino que otros adalides del liberalismo como Enrique Ghersi,
el autocalificado “pensador liberal” termina llamando a sus huestes a recoger
firmas para un referéndum con el propósito de quitar el derecho ciudadano a
producir cambios constitucionales . Alucinante. Que se sepa, los referéndums se
convocan para conquistar derechos ciudadanos, no para quitarlos. Sabiendo, por
lo demás, que la actual constitución considera improcedente toda iniciativa que
recorte derechos consagrados en el Artículo 2 de la Constitución.
El naufragio liberal
Reducir
la reforma liberal al funcionamiento del libre mercado ha sido para ellos el
error fundamental. Exigir el retiro del Estado de toda forma de regulación de
la economía, poner reparos a una mejor mayor redistribución de la riqueza hacia
las poblaciones pobres y excluidas, minimizar los riesgos ambientales y los
derechos territoriales de las comunidades originarias ha sido su peor error, su
escasa comprensión de lo que pensaban las poblaciones de los sectores populares
rurales y urbanos.
No
lo entendieron así. Prefirieron enfrentarse a toda posibilidad de cambio del
modelo económico, y de la intangibilidad de la constitución fujimorista. Por
esa vía se fueron alineando poco tras la dinastía fujimorista encabezada por
Keiko, le perdonaron toda su corrupción, no la de su papá, sino la de ella y su
grupo político; le aceptaron y toleraron los desmanes que hicieron hasta llevar
al país a la más profunda crisis política en el periodo 2016 – 2021. A fin de
cuentas ella era preferible a un gobierno de Pedro Castillo.
Cuesta
entender por qué los liberales llegaron a tal grado de sumisión al fujimorismo
y a su lideresa Keiko. Esta desventura de los liberales peruanos en estas
últimas décadas requiere, ciertamente una explicación. ¿Qué pasó?. O mejor ¿qué
les pasó? ¿Por qué terminaron subsumidos por el fujimorismo? ¿Por qué aceptaron
el liderazgo ya no solo del fujimorismo sino del conservadurismo religioso
reaccionario de Renovación Nacional y López Aliaga bajo las banderas de la
bandera imperial española?
Quizá
quien explique mejor este naufragio sea el buque insignia del liberalismo peruano:
Mario Vargas Llosa. Recordemos que él, con el movimiento Libertad, levantó un
programa de gobierno de reformas económicas para el cual pedía un mandato
expreso al pueblo peruano, programa con el cual se proponía un shock de ajuste
fiscal que ocasionaría despidos en el Estado, abrir la economía peruana al
mundo. Reformas que según MVLL, se sustentaban en las propuestas económicas que
su bienamado Friedrich Von Hayek “llamaba la trinidad inseparable: la
legalidad, la libertad, la propiedad” (9).
Nótese
que no cita en esa trilogía la democracia. Y eso es precisamente lo que pasó.
Los liberales peruanos, aquellos que se cobijaron y crecieron a la sombra de
Mario Vargas Llosa no pusieron por delante la democracia ni los derechos
sociales de la población bastante castigada por tres décadas de neoliberalismo
económico y dictadura del mercado, sino la defensa cerrada de la economía de
mercado.
En
ese aspecto, y solo en ese aspecto fueron fieles a Hayek, personaje que ni por
asomo le interesaba la democracia y los derechos sociales. El propio Mario
Vargas Llosa reconoce ese hecho en una anécdota de Hayek que hoy cobra
actualidad: “una dictadura – decía Hayek –que practica una economía liberal es
preferible a una democracia que no la hace”. Lo dijo dos veces cuando visitaba
Chile. “llegó al extremo – dice MVLL – de afirmar en dos ocasiones que
bajo la dictadura militar de Pinochet había en Chile mucha más libertad que en
el gobierno democrático populista y socializante de Allende.” (10).
No
es la primera vez en la historia que esto sucede. Al parecer, en circunstancias
históricas muy concretas, los representantes del liberalismo político arriaron
banderas de la democracia. Lo destacó José Carlos Mariátegui al analizar el
ascenso del fascismo en Italia: “Las elecciones italianas – decía -, en verdad,
significan más que una derrota de la revolución, una derrota del liberalismo y
la democracia”. “La burguesía – continúa – armó y financió el fascismo.
La prensa demo – liberal le concedió su favor y ternura”. “El liberalismo no
quiso asumir la defensa de la legalidad” (11).
El
parecido con nuestra realidad actual, no es mera coincidencia. Estamos frente a
procesos políticos similares.
Siempre
se reclamó – desde el lado de la derecha – que los partidos de izquierda deban
modernizarse, que debían construir partidos que respetaran la democracia y las
elecciones. Es hora de decir a los liberales peruanos que también ellos deben
modernizarse, de construir verdaderos partidos democráticos y defender la
democracia, y no plegarse apenas surja una crisis políticas bajo las banderas
del conservadurismo religioso extremo ni a agitar las banderas de la Cruz de
Borgoña, banderas del fascismo español, menos en plena celebración del
Bicentenario de la Independencia peruana.
______________________
(1) Fuente: https://citas.in/frases/2025928-andre-therive-la-traicion-es-una-cuestion-de-la-fecha/
(2) Mario Vargas Llosa. “El Pez
en el Agua”. Memorias. Seix Barral Biblioteca Breve. © 1993. Página 267
(3) El Pez en el Agua, página
297.
(4) Quien expresó estas ideas
fue Mario Ghibellini en una entrevista a Desco. <<Pienso que estamos
relacionados con la política, pero ninguno desea ser un actor político. Más que
querer acceder al poder, me parece que los liberales están preocupados por
fiscalizar>>. https://www.desco.org.pe/recursos/sites/indice/44/194.pdf
(5) Pedro Cateriano escribía
poco antes de las elecciones: “El fujimorismo es uno de los causantes del
colapso político del país. Además, es la agrupación que gestó la corrupción más
escandalosa de nuestra historia republicana”. https://elobrero.es/internacional/58861-pedro-cateriano-bellido-estos-cinco-anyos-van-a-ser-recordados-como-una-etapa-vergonzosa-de-beligerancia-politica-en-peru.html
(6) Mario Ghibellini:
<<El liberalismo es sencillamente incompatible con la práctica
antidemocrática>>. https://www.desco.org.pe/recursos/sites/indice/44/194.pdf
(9) El Pez en el Agua, página
296.
(10) Mario Vargas Llosa: “La
llamada de la Tribu” Penguin Random House Editorial, marzo 2018, página 70. Las
citas corresponden a la noticia publicada en El Mercurio de Santiago de Chile el
12 de abril de 1981.
(11) José Carlos Mariátegui:
“La batalla liberal en Italia”. Obras Completas Tomo 1, página 1073.
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