miércoles, 21 de julio de 2021

SOBRE EL PRESIDENTE ELECTO

 EL ARDOR DEL SOMBRERO

Christian Reynoso

La Mula.PE

S

iempre me llamó la atención la última frase que Mario Vargas Llosa escribió en uno de sus artículos recientes: “Por eso, he hecho campaña por Keiko Fujimori y deseo ardientemente que gane esta elección” (ver “La República” del 6/6/21). Podemos suponer que se trataba de un deseo que iba más allá de cualquier arrebato y razón. Un deseo ardiente, quemante, llameante. Pues, el empleo de “ardientemente” le daba a la frase una connotación especial. Es posible suponer que ese sentir ardoroso fuera abrazado también por los simpatizantes y seguidores circunstanciales de Keiko.

Hoy, que Pedro Castillo ha sido proclamado oficialmente como presidente del Perú, luego de 43 días de haberse llevado a cabo la elección (un tiempo inédito en la historia electoral de nuestro país), podemos suponer que el deseo ardiente se ha transformado en ardorosa urticaria, en irritación permanente que podría lindar con la desesperación y el rencor, producto de la derrota. Pues, el Jurado Nacional de Elecciones ha resuelto en contra, la seguidilla delirante de recursos presentados por Keiko y compañía que alegaban un fraude, a todas luces inexistente.

Pero sería ingenuo pensar que esta historia de ardores y ardides terminará con la proclamación y próxima toma de mando de Castillo el tradicional 28 de julio. Más bien, ese día se iniciará un nuevo capítulo, pues la narrativa ardiente de tener en Palacio a un presidente ilegítimo que ahora ensaya el fujimorismo en combina con sus voceros y defensores “democráticos”, estará presente en la agenda y traerá pedidos de vacancia al menor movimiento errado de sombrero. Castillo deberá tener varios sombreros a la mano y estar atento a los vientos nuevos.

Trabajar y pensar en el país de una manera conjunta debería ser un deber de las fuerzas políticas, una necesidad más allá de los resquemores y de las discrepancias naturales; más allá de los sombreros y los ardores. Aun así que la realpolitik peruana nos haya acostumbrado más a los desencantos que a las certezas. En todo caso, nada nos impide pensar-imaginar-desear ardientemente que ojalá los próximos cinco años haya más certezas para el Perú, y respeto por las diferencias, y consensos que nos libren de la infamia, la sinrazón y la estupidez.

 

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