jueves, 11 de marzo de 2021

POETAS PUNEÑOS: LUIS PACHO

 LUIS PACHO

Y EL QARABOTAS

Feliciano Padilla en LOS ANDES 10MAR21

Acabo de recibir un ejemplar de la obra Inventario de Re­lámpagos y otros Cantares del Qarabotas (2019), editado por Hijos de la Lluvia, del reconoci­do escritor Luis Pacho, que an­teriormente publicara Geografía de la Distancia, Horas de la Sirena, El Retorno del Puquina, etc. Aparte de poeta, él es pro­fesar y luchador permanente del magisterio. Antes de hablar de este poemario, habrá que ci­tar sus antecedentes Por ejemplo, decir que el personaje Qarabotas ha sido tomado en cuenta por la poesía de vanguardia de Alejandra Peralta, Dante Nava, José Portugal Catacora, Omar Aramayo, entre otros autores.

El libro nos muestra que hay dos clases de Qarabotas; el hawk’a (ladrón) y el kaghelo (danzante). Pacho nos habla de un personaje que ha pa­sado a la dimensión del mito, del qarabotas hawq'a ladrón, que hace tiempo requería que algún escritor puneño le dedi­cara un poemario orgánico, un canto de carácter épico. Quizá alguien me contradiga pero mi afirmación se sostiene en los versos de Herencia del Qara­botas (pág. 19). “En mi pecho de Hawq’a / crecía un puma, un toro un cóndor”. Estos ele­mentos hacían invencible al ladrón y, como tal, estaba fue­ra del sistema que en aquellos tiempos era de hecho feudal, pero el Qarabotas no vivía en la hacienda ni en el pueblo donde se escondía o enamoraba a las tawakos a linlichas, que eran jóvenes hermosas dispuestas a darle su corazón. Aparecía en sus fiestas en horas de la tarde, pero al amanecer el pueblo se daba cuenta y lo enfrentaba. Sin embargo, él se iba escu­chando gritos en su fuga: ¡FORAJIDO! ¡CUATRERO! / Y antes que qarawas, pistolas y carabinas / apaguen la claridad del día / yo hundía espuelas entre peñoleras donde transpiraba mi turbación / con la paciencia de un q'ellon q'ello añejo” (pág 39).

El siguiente verso que va­mos a leer es definitivo para afirmar que Luis Pacho ha he­cho un canto al hawq’a ladrón. No se olvide que en aquel en­tonces el sistema era feudal (sistema de haciendas), y que él actuaba desde fuera y en con­tra de él. Por eso el Q’arabotas, carabina a la bandolera, con sus botas q'ara que le cubrían las piernas desde los tobillos hasta las ingles, su pantalón de cordellate, su chalina de vicuña, su poncho rojo, su sombrero de ala anterior alzada y su trago fuerte acomodado en su chaleco, iba por las cordilleras montado sobre su caballo choqche, ami­go fiel de sus correrías, con el fin de proveerse de carne para consumir o vender a los comerciantes. Estamos hablando de un laceador de toros y estrellas, laceador de linlichas y de relámpagos, que nos permite recons­truir al qarabotas cuatrero, hawq'a, que vencía los nevados y las cordilleras cantando wayños cuasi bélicos tocando su charango, infaltable en todas sus correrías.

El poemario está consti­tuido por cuatro segmentos poéticos El primero y segundo se denominan Estampa de Piedra y Retrato del Qarabotas. De ellos he succionado la imagen del qarabotas que está pince­lada en esta primera parte. El tercer texto titula Andares del Qarabotas y contiene cantos enumerados de Relámpago 1 al Relámpago 15. Es el núcleo de este libro hecho de fuego y truenos, nieve perpetua y po­derosas tempestades de la cordillera. Es el eje central. Como toda buena poesía, tiene ritmo a veces suave y otras veces turbulento, según las necesidades de la construcción estética que impele al autor a crear me­táforas singulares y a utilizar elementos de valor simbólico. Ligados al mito que permanece en la memoria colectiva de las comunidades armaras.

Afirmo dos componentes del poemario: uno que sigue una línea de trabajo que se ob­serva en su libro Geografía de la Distancia (2003) y continuada en Horas de la Sirena (2010) Noche en Velas (2017), El Re­tomo del Puquina (2011). No podía ser de otro modo, porque Luis Pacho tiene un proyecto estético que de seguro cumplirá con el pasar de los años. Dos, que logra superar algo que algunos poetas tocaron de modo disperso y eventual: la articulación de la poesía escrita bien producida con la oralidad de la cultura aimara. No se trata de una asociación directa, sino de una articulación metafórica. Es que el autor habla desde su mundo, desde su choza, desde su relación armoniosa con la naturaleza. Leamos b siguien­te: «En las cuevas pedregosas de Poqellani / untamos su cuerpo y el mío / con el perfume / del mislco, la salvia y la chijchipa en las pampas de Viluyo / le pusimos otros rostros a la luna» (pág 31) De esa mane­ra. Lucho está marcando nítida­mente el lugar de enunciación, pueblos cercanos a Pichacani y desde ese espacio epistémico no solo físico, nos habla de las aventuras del hawq'a ladrón, enamoradizo el inubicable como él solo.

La cuarta parte, titula­da Memorial del Qarabotas, contiene cinco memoriales y corresponden a la agonía del qarabotas, que se despide de nosotros sin morir y parece decirnos que vivirá más allá de la muerte, convertido en el Qarabotas Kaqelo. Leamos: «Agrandando mi respiración de incienso y bebiendo agua sirenada, yo soy ese jinete que galopa en los territorios de la muerte: aquel que enciende el pajonal y respira el viento helado de su destino. Mañana o pasado mañana el aguacero borrará mi camino pero ya habré coronado la cima de la colina y no aullaré como alma en pena en esas casas abandonadas del campo» (pág.49)... «Yo soy aquel hijo del viento que reinventa su suerte en la paz de cada madrugada» (pág. 53).

El libro es rico en simbologías que yo no podría desme­nuzar y explicar en soto dos páginas. Es un gran libro, lo cual me da pábulo para no aceptar lo que un crítico local dijo: 'Ahora, en Puno hay un solo poeta; los demás son poetas menores'. Yo no soy crítico, soy un modesto escritor. No critico ni enjuicio, solo hago apreciaciones respec­to de los libros que leo. ▒▒

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