LIMA PERU
19 FEBRERO 2018
DEMOCRACIAS MUERTAS
CÉSAR HILDEBRANDT
Tomado
de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 384, 16FEB18, p. 13
D
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esinvitan a Maduro porque es un dictador.
Es cierto: Maduro es un dictador.
¿Pero hay en el Perú una democracia?
Veamos: la democracia en el Perú consiste en votar
cada cinco años por un señor que hará estrictamente lo que le manden quienes
cortan el jamón.
No sólo eso: la democracia en el Perú se sostiene en
los cimientos ideológicos de un modelo económico inmutable y un debate
político cancelado.
La del Perú es una democracia con bancos
concentrados, prensa oligopólica, periodismo coralmente domesticado y partitura
económica con un solo movimiento.
Añadir leyenda |
La gente vota por el cambio y recibe fraude.
El pueblo se decide por mejorar las cosas y la
variedad de alternativas y lo que le dan es siempre más de lo mismo.
¿Gobierna el pueblo en el Perú?
No me hagan reír. Gobiernan los tiburones. El lornaje
obedece. Las
pirañas guardan las espaldas de los tiburones. El mar peruano es
el reinado de los depredadores.
Gringo sinverguenza. O renuncias o te vacan |
Y cada cinco años hay un simulacro de soberanía
popular: el futuro diferente, el no shock, la honradez y la tecnología, el
cholo que hablaba con los Apus, el picabolsos que prometía un cambio sin
sobresaltos, el pelón que nos alejaría de la mafia. Toda una farsa.
¿Que Maduro puede venir a contaminar la democracia
de las Américas? No me hagan reír otra vez.
¿Cuál democracia? ¿La de Honduras? ¿La de
Guatemala? ¿La de Cuba? ¿La del Brasil de Temer? ¿La de Bolivia del pegajoso Morales?
¿La de Nicaragua del promiscuo exsandinista Ortega?
¿O la del Perú, esa democracia en la que los
partidos políticos más organizados defienden a asesinos que mataron a
prisioneros rendidos en Lurigancho y El Frontón?
¿Qué democracia de pacotilla es la del Perú?
El Congreso, dominado por un viejo lumpen
populista, quiere disolver-di-solver al Tribunal Constitucional por haber
sostenido que matar a cientos de individuos que ya no eran una amenaza es un
crimen de lesa humanidad. ¿Y entonces, qué fue aquello? ¿Fue la masacre de un
loco, la hechura de un asesino en serie?
No. Se trató de la orden de un presidente homicida
y del cumplimiento de esa orden por parte de unas Fuerzas
Armadas indignas de llevar el uniforme de Grau, Bolognesi
y Cáceres.
Y ahora muchos quieren, desde el Congreso y el
Ejecutivo, que salgamos del sistema jurídico supranacional de San José. O sea
que quieren hacer lo mismo que Maduro. Y quieren imitar a Maduro para
proteger a Alan García y asegurarse la impunidad en el Ministerio Público para
blindar a Keiko Fujimori.
¿Qué fueros democráticos defiende el Perú?
Examinemos: se trata del país -el nuestro- que
festejó el golpe de Estado de 1992, que aplaudió la traición fujimorista, que
justificó en masa los crímenes de los militares, que exclamó “¡bien muertos!”
cuando se descubrió cómo habían sido asesinados los detenidos de La Cantuta. Es
el viejo país que dejó sin castigo a Echenique, que reivindicó a Piérola y a
los Prado, que reeligió a García. El viejo país sin culpables.
Bernard Shaw decía que la democracia sustituye el
nombramiento hecho por una minoría corrompida por la elección hecha merced a
una mayoría incompetente. El gran irlandés habría sido más drástico de haber
vivido en el Perú. Aquí hemos asistido a la destrucción de las instituciones
ante el contento popular.
Hay una profunda farsa fundacional en mi país.
Llamamos filósofo a Javier Prado, alguien que no alcanzaría ni para asistente
de cátedra en una universidad del primer mundo. Ocultamos las miserias de
nuestra historia porque vivimos del mito de que fuimos decisivos en la historia
de América. Y hablamos de democracia cuando nos han enjaulado en el marco de un
modelo impuesto por el FMI y el Banco Mundial.
Y entonces viene el monigote Tillerson y da la
orden: Trump no viene a Lima si Maduro asiste. La canciller, que sería la
mecanógrafa de Carlos García Bedoya o el ama de llaves de Raúl Porras, obedece.
Y obedece mister Kuczynski, el hombre que también rompe las relaciones que no
teníamos con Corea del Norte.
Damos pena. Y un poco de náusea.
Como en la Guerra del Pacífico, que perdimos gracias
a nuestras clases dominantes, seguimos creyendo que Estados Unidos nos salvará.
Que eso piense el ciudadano estadounidense de apellido Kuczynski resulta
explicable. Que piense lo mismo el peruano de a pie, empobrecido por la
parálisis económica de este régimen desaparecido, es patético.
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