jueves, 22 de septiembre de 2016

PARA NUNCA OLVIDAR

MUERTE DE TUPAC AMARU II
Tomado de: Augusto Ramos Zambrano, “TUPAMARUS, VILCAPAZAS, CATARIS, INGARICONAS”. Ed. Instituto de Estudios Pukara, Arequipa, 2009, Capítulo “Sentencias que Horrorizan” pp. 89 a 86.
Para la mayoría de historiadores, los ajusticiamientos de Túpac Amaru II, Vilca Apaza y Túpac Catari; les causa un hondo estremecimiento. La pena de descuartizamiento no tenía precedentes en la legislación colonial pero es probable que en España alguna vez se haya aplicado. El tormento en el caso del primero fue aún mayor, cuando se le obligó a presenciar las terribles muertes y torturas de su esposa Micaela Bastidas, su hijo Hipólito, su tío Francisco y demás familiares. El refinamiento fue tan atroz que primero había que cortarles la lengua para luego despedazarlos y enviar retazos de sus cuerpos a lugares donde según la sentencia, se enarbolaba aún la rebelión.
Uno de los primeros que mostró su indignación frente a la barbarie de sus verdugos españoles, especialmente del visitador Antonio de Areche, fue el historiador inglés Clements R. Markham, quien expresa:
"No se encuentra entre todos los anales del barbarismo, un solo documento que iguale a este en su bellaquería y feroz brutalidad, y esto ha sido dictado apenas hace un siglo, por todo un oidor español. Esta horrenda sentencia, con todas sus atrocidades fue llevada a cabo al pie de la letra. El 18 de mayo 1781, hizo rodear la plaza por los soldados españoles y por sus tropas de negros, y saliendo los 10 ajusticiados de la iglesia de los jesuitas, marcharon al patíbulo. Una de estas víctimas fue el ilustre patriota Túpac Amaru; en la mañana lo visitó en su prisión el visitador Areche y trató de hacerle declarar quiénes eran sus cómplices en la rebelión. Vos y yo somos los dos únicos conspiradores, le dijo el inca, vos por opresor del pueblo y por habéis hecho ya insoportable y yo por haber tratado de libertarlo de tanta tiranía"(
En relación a la ejecución de la bárbara sentencia impuesta a Túpac Amaru, contamos con numerosos testimonios. Alguno de ellos fue recogido y ampliamente difundido tanto en Europa como en América. Uno de ellos es el que trascribe textualmente Boleslao Lewin, y que nosotros reproducimos sólo algunos párrafos:
“El viernes 18 de mayo de 1781, después de haber cercado la plaza con las milicias de esta ciudad del Cuzco, que tenían sus rejones de algunas bocas de fuego; y cercado la horca de cuatro caras, con el cuerpo de mulatos y huamanguinos; arreglados todos con fusiles y bayonetas caladas, salieron de la compañía, nueve sujetos que fueron los siguientes: José Verdejo, Andrés Castelo, un zambo, Antonio Oblitas (Que fue el verdugo que ahorcó al corregidor Arriaga), Antonio Bastidas, Francisco Túpac Amaru, Tomasa Condemayta, cacica de Acos, Hipólito Túpac Amaru, hijo del traidor, Micaela Bastidas, su mujer, y el insurgente José Gabriel. Todos salieron a un tiempo, y uno tras otro venían con sus grillos y esposas, metidos en unos zurrones de estos en que trae hierva del Paraguay, y arrastrados a la cola de un caballo aparejado. Acompañados de los sacerdotes que los auxiliaban, y custodiados de la correspondiente guardia, llegaron todos al pie de la horca, y se les dieron por medio de dos verdugos las siguientes muertes."
"A Verdejo, Castelo y a Bastidas se les ahorcó llanamente; a Francisco Túpac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo Hipólito se les cortó la lengua, antes de arrojarlos de las escaleras de la ahorca: y a la india Condemayta se le dio garrote en un tabladillo, que estaba dispuesto con torno de fierro que a este fin se había hecho, y que jamás habíamos visto por acá, habiendo el indio y su mujer visto con sus ojos ejecutar estos suplicios hasta en su hijo Hipólito, que fue el último que subió a la horca. Luego subió la india Micaela al tablado, donde asimismo a presencia del marido, se le cortó la lengua y se le dio garrote, en que padeció infinito porque, teniendo el pescuezo muy delicado no podía el torno ahogarla, y fue menester que los verdugos, echando lazos al pescuezo y tirando de una y otra parte y dándole patadas en el estómago y pechos, la acabasen de matar. Cerró la función el rebelde José Gabriel, a quien se le sacó a media plaza: allí le cortó la lengua el verdugo y despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el suelo; atáronle a las manos y a los pies cuatro lazos y asidos estos a la cinchas de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes: espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad. No sé si porque los caballos no fuesen muy fuertes o el indio en realidad fuese de fierro, no pudieron absolutamente dividirlo, después de un largo rato lo tuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire, en un estado que parecía una araña. Tanto que el visitador movido de compasión, porque no padeciese más aquel infeliz, despachó de la compañía una orden, mandándole cortase el verdugo la cabeza"



"Este día concurrió un crecido número de gente, pero nadie gritó, ni levantó una voz; muchos hicieron reparo, y yo entre ellos, de que entre tanto concurso no se veían indios, a lo menos en el traje mismo que ellos usan, y si hubo algunos, estarían disfrazados con capas o ponchos. Suceden algunas cosas que parece que el diablo las trama y dispone, para confirmar a estos indios en sus agüeros y supersticiones, dígole porque, habiendo hecho un tiempo muy seco y días muy serenos, aquél amaneció tan toldado que no se le vio la cara al sol, amenazando por todas partes a llover, y a la hora de las doce en que estaban los caballos estirando al indio, se levantó un fuerte refregón de viento y tras éste un aguacero, que hizo que toda la gente, y aún las guardias se retirasen a toda prisa. Esto ha sido causa de que los indios se hayan puesto a decir que el cielo y los elementos sintieron la muerte del Inca, que los españoles inhumanos e impíos estaban matando con tanta crueldad"

Cuando la corona española recibió el informe de estas ejecuciones espeluznantes, según informaciones de los confesores del rey Carlos III, se había conmovido y desaprobado semejante baño de sangre. Boleslao Lewin, transcribe una carta que posiblemente fue escrita por fray Pedro José de Parras dirigida al rector del colegio de Monserrat de Córdoba; (Argentina) en la que relata los terribles momentos que vivió el monarca al enterarse de la sentencia contra Túpac Amaru, aún cuando hay autores como el doctor Vicente G. Quezada que sostiene que tal documento es apócrifo pero por su contenido según el propio Lewin, tiene un gran cúmulo de veracidad que es difícil desmentirla. Siendo tan extensa esta carta, me eximo de reproducirla, pero en ella el monarca considera que la ocupación de las colonias de América por España, fue un acto ilegítimo y que con todo derecho sus habitantes, buscaban su redención a través de la rebelión. Insinúa que sus descendientes a través de sus kurakas, tenían el derecho de liberar a sus pueblos de la opresión.
Tal vez sean ciertas las aseveraciones que contiene el documento en mención, no sólo por el hecho de que según el historiador Eulogio Zudaire al tener el monarca conocimiento del sadismo de Antonio de Areche, fue inmediatamente destituido y remplazado por otro personaje llamado José Escobedo y Alarcón; sin que se le dieran las gracias por la "misión" cumplida en el Perú. Jamás se le reconoció mérito alguno oficialmente.
Zudaire sostiene que la condena histórica por la atroz muerte dada a Túpac Amaru es justa y cree que Areche obró más bien con piedad. Semejante aseveración la consideramos absurda en estos tiempos por mucho que se alegue que se había incurrido en delito de lesa majestad al desconocer la autoridad del rey y proclamarse el caudillo como Inca Rey del Perú. Piensa que al haberse confesado y comulgado junto al oidor Benito de la Mata Linares, quedaba absuelto de cualquier responsabilidad divina. Además, sabido es que en la corte de España muchas personalidades quedaron consternadas por las muertes que se describían llenas del más refinado sadismo.
En una conferencia dictada por el historiador Pablo Macera en el local del Congreso de la República, hizo un análisis en torno a la violencia que los españoles ejercían y de manera especial sobre la ejecución de Túpac Amaru, expresando:
"Lo colonial sólo fue posible por actos reiterados de punición. Quemaron vivos a los indios; usaron perros españoles en las batallas; pusieron en Colombia carnicerías para esos perros, donde colgaban en los cuartos traseros a los indios; asimismo, hicieron que esos mismos perros se comieran vivo al hijo del cacique de Huambos. Uno de los conquistadores europeos hizo matar a todos los niños de un pueblo, y para mandarlos al infierno (según sus palabras), los obligó a decir su propio apellido: La palabra Chávez antes que la palabra Dios. Toda la crueldad del sistema colonial, implícita y explícitamente, quedó condensada con el suplicio de Túpac Amaru II a fines del siglo XVIII"

Hace poco en el canal de televisión perteneciente al estado, se entrevistó a los historiadores Scarlett O’Phelan, Fernán Altuve y Luis Rodríguez, quienes desde un punto de vista hispanista, aseveran que la sentencia por muy atroz que fuera se justificaba porque a Túpac Amaru se le consideraba príncipe. En esa condición, según ellos, merecía esa pena. Qué tendrían que decir sobre los descuartizamientos de Vilca Apaza y Túpac Catari que nadie los consideró príncipes. Por el contrario, el último de los nombrados era un indio común y hasta analfabeto.

El fallo contra Pedro Vilca Apaza, tiene ribetes tan atroces y repugnantes como el de Túpac Amaru II. Lo grave es que hasta el momento, no ha sido posible descubrir el texto de la sentencia que dictó el Mariscal José del Valle y su auditor de guerra don Gaspar de Ugarte. También se desconoce testimonio escrito de alguien que como el caso del inca, nos hubiese dejado la versión precisa de la ejecución. Si nos atenemos a la versión de J. D. Choquehuanca que fue la más cercana en el tiempo, Vilca Apaza habría sido descuartizado por cuatro caballos. Sin embargo, no nos extendemos mayormente en este tema porque en el capítulo correspondiente a la última batalla de Putina y al descuartizamiento del caudillo de Azángaro, nos hemos ocupado extensamente.

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