DIANA T’IKA FLORES:
PUÑO DE HIERRO DENTRO DE GUANTE
DE SEDA
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U |
na
mujer sencilla, con modales muy medidos, que es capaz de mantener una media
sonrisa mientras te da un buen zasca. Joven, luchadora y tirada para adelante.
No teme. Mide. Irradia seguridad y, por encima de todo, es coherente y
exigente.
Diana
T’ika Flores viene del Perú profundo. “Activista de Puno” como le gusta que le
llamen. Pero en realidad no sólo es una activista que defiende firmemente sus
principios y valores y que está siempre a disposición de la Comunidad, sino
que, además, Diana es una excelente profesional de la comunicación política y
doctoranda en sociología.
Aprovechamos
su breve estancia en Madrid -en donde participó en un parlt’añani organizado
por el Colectivo de Peruanxs en Madrid y en donde también participó Luciana
Alfaro del Colectivo de Peruanxs en Euskal Herria- para hablar con ella.
Pregunta.-
Usted proviene de una zona, un
territorio, Puno, en la que se han desarrollado las movilizaciones más
contundentes contra Dina Boluarte. ¿Las movilizaciones fueron un fogonazo, un
momento explosivo o una consecuencia de un recorrido histórico?
Respuesta.-La
capacidad de articulación de los diversos actores de Puno bajo una consigna
común de exigencia de respeto, así como el hecho de que la lucha continúe hasta
el día de hoy en asambleas locales, da cuenta de que la contundente
participación de Puno no fue solo un “estallido social” o efervescencia del
momento. Claro que existió una vorágine de emociones de indignación y
desesperación, pero ésta responde a un movimiento histórico de lucha por los
derechos. En este caso, el derecho a elegir y decidir sobre nuestros
gobernantes y cómo queremos vivir. Es una respuesta al hartazgo del abuso
histórico y una evidencia del aprendizaje que deriva de la frustración con la
democracia anclada solo en elecciones y la representación liberal. Se trata de
una respuesta al trato colonial que Lima y los sectores criollos mantienen con
los territorios preexistentes al “estado nación” peruano.
Además,
nadie mantiene acciones contenciosas por 90 días seguidos si es que no
considera que se está jugando la posibilidad de cambiar la historia. Desde mi
sentir, en Puno creímos que era un momento histórico crucial para frenar la
impunidad del estado y la indolencia de la sociedad. “Esto no puede quedar como
si nada” se oía seguido.
R.-Los
pueblos indígenas u originarios se han organizado para resistir al colonialismo
desde antes de que este país se llamara Perú. Para no desaparecer como quechuas
y aymaras necesitaron ponerse de acuerdo y hacerlo en colectivo, manteniendo
muchos vínculos comunitarios. Vínculos que no están exentos de conflictos y
contradicciones, pero que igualmente mantienen sistemas de toma de decisiones
colectivas y un sentido del deber colectivo muy alto. Entonces, la organización
de mujeres y hombres del campo, de las comunidades de las que vienen nuestros
padres/madres y abuelos/as, no es nueva, responde a todo el sistema de
organización sociopolítica en la comunidad. Un sistema en el que existen
autoridades originarias, justicia consuetudinaria, formas económicas, modos de
cooperación, y claro también conflictos que resolver.
P.- El papel de la
mujer. ¿Podría explicarnos a qué se debe el papel fundamental de las mujeres
durante las movilizaciones? ¿Siempre ha sido así? ¿Desde cuándo?
R.-Lejos
de lo que se ha dicho, la participación de las mujeres originarias en las
movilizaciones no es nueva. “Las mujeres siempre hemos estado” nos han
explicado mujeres mayores a las menores para decirnos que, aunque no siempre
hayamos estado en los reflectores, hemos sostenido la protesta desde el cuidado
colectivo y también roles de dirigencias, pero invisibilizados. En las
recientes protestas se ha notado más, sí, ¡y qué bueno! Pero sí solo ponemos
atención a lo que sale en medios, si solo valoramos a las mujeres cuando son
puestas en los medios o incluso solo cuando son golpeadas (que es terrible que
haya pasado), y dejamos de valorar los múltiples roles de cuidado que
desempeñan, estamos reproduciendo una lógica colonial que no sabe que la
política se hace desde muchos lugares, y no solo desde el pedestal público. Las
mujeres originarias han sido fundamentales en las calles, y en las casas, en
sus organizaciones, en la capital de Lima, pero también en las calles de Puno y
en los bloqueos en cada comunidad campesina, a donde nunca llegó la prensa.
P.- Dentro de los
sectores militantes y activistas de los movimientos sociales, campesinos,
indígenas y populares ¿cómo se da la conciliación y el reparto de tareas?
R.-Es
largo de contar y cada territorio podría responder mejor, porque cada
territorio tiene sus estrategias y modos de organización. Tal vez un elemento
en común es la asamblea. Ya sea en medio de las carreteras, plazas públicas o
calles, o ya sea dentro de cada organización comunal, distrital, provincial o
regional. En estos espacios se suele discutir el objetivo y de acuerdo con eso
nos repartimos qué toca hacer. Si hablas más, dado que la palabra tiene poder,
probablemente asumas más responsabilidades. A su vez, muchas veces se valora la
palabra de los mayores, awichas o auquis, por su mayor experiencia.
Debemos
decir también que algunas veces solo se concentran los roles de cuidado en las
mujeres. Entonces, una cosa es que las mujeres valoren cuidar y quieran
hacerlo, pero otra cosa es que no se reconozca que pueden ocupar otros roles y
que tanto varones como mujeres puedan asumir liderazgos en los cuidados, en las
calles y en la organización, y en la representación política.
P.- En diversos
análisis se dice que Lima, el centralismo, ha vivido y vive a espaldas del Perú
profundo, del Perú de los territorios y pueblos originarios. Pero este análisis
también se hace extensivo al conjunto de la izquierda capitalina, con estudios
superiores, vinculada a las grandes ONGs y Fundaciones internacionales, que
dependen sus sueldos de esos proyectos muchas veces patrocinados por los mismos
gobiernos de países que quieren y mantienen el extractivismo y la colonización
de nuestros territorios. Desde su territorio, desde su experiencia, política,
social y académica ¿cómo ve a la “izquierda” capitalina blanquita? ¿En qué se
basan esas relaciones (si las hay) con la llamada “izquierda” rural, campesina
o de los pueblos originarios? ¿Existe racismo entre las filas de la izquierda?
R.-Considero
que existe racismo en todas las sociedades, porque es un sistema de poder que
hemos internalizado todxs, incluso entre personas originarias somos racistas y
debemos ir dándonos cuenta. Lo importante y necesario es trabajar a consciencia
para identificarlo y afrontarlo, y no solo creer que no somos racistas porque
queremos no serlo. Es un trabajo cotidiano y estructural.
Ahora
bien, hay varias izquierdas y cada una merecería una reflexión específica.
Algunas izquierdas de Lima, por decirlo de alguna manera, son más autocríticas,
otras menos. Pero en general he visto que muchas veces se cree que con agregar
“étnico” o “indígena” al final de una consigna de antaño ya se está resolviendo
la distancia cultural y política con las sociedades quechuas y aymaras. Es más
honesto, radical y urgente aceptar que tenemos grandes distancias y que muchas
veces no nos entendemos mutuamente, y que en esa ignorancia mutua podemos
construir puentes. Y reconocer, además, que en esas distancias hay relaciones
de poder opresivas. Por ejemplo, cuando se cree que los aymaras y quechuas
somos una “masa sin dirección política” que necesita una “vanguardia” externa o
iluminada. No es así, evidentemente. Discutamos, discrepemos, confluyamos, pero
que no se asuma que no podemos hacerlo.
O
cuando se nos exige cumplir con los estereotipos -por ejemplo, atribuidos por
personas externas. Como el usar siempre ropa tradicional para recién
calificarnos como “originarios”, en lugar de dejar que seamos los actores
originarios quienes discutamos y tomemos una posición al respecto. La ropa es
resistencia, pero no un requisito para validarnos ante los demás.
Creo
que necesitamos no homogeneizarnos, ni las izquierdas ni los quechuas y
aymaras. Históricamente hemos desconfiado para protegernos, pero en la misma
proporción necesitamos investigar, preguntar y reconocernos por fuera de
etiquetas y actitudes de superioridad moral.
P.- En febrero de
2022 trabajó como consultora para el Consejo de Ministros de Pedro Castillo.
Luego trabajó cinco meses como consultora para Mirtha Vásquez en el gobierno de
Pedro Castillo. ¿Usted que ha estado en la “cocina” puede señalar, en su
opinión, los errores de Pedro Castillo?
R.-Sí,
trabajé en el gobierno del profesor Castillo y respecto a mi trabajo en la PCM
con Mirtha Vásquez, abogada de Máxima Acuña que conocí en Cajamarca cuando fui
a realizar mi tesis de maestría inspirada por la lucha por el agua, puedo decir
que fueron tiempos durísimos. El afán golpista del Congreso y sectores
empresariales redujeron las condiciones para hacer cambios, y es innegable que
a Castillo y su electorado nos maltrataron sistemáticamente.
Como
ciudadana más que como ex trabajadora de la PCM, sin embargo, puedo compartir
algunas reflexiones. Puno me enseña a ser exigente y por eso también creo que
hay mucho que se pudo hacer mejor. Primero, creo que se pudo estar mucho más
cerca y de forma coordinada con las organizaciones sociales locales y
nacionales para impulsar iniciativas de cambio con respaldo sincronizado en las
calles. El profesor invitó a autoridades originarias de Puno a Palacio, muy bien,
pero ese gesto debió consolidar una estrategia más poderosa y continúa.
Y,
en segundo lugar, creo que fue un error darle cabida a actores que tienen
discursos grandilocuentes de izquierda o anti ONG que califican a priori a todo
lo que consideran opuesto como “caviar”, pero sin argumentos. Actores que hoy
votan con el Fujimorismo y Renovación Popular en el Congreso y desarman lo poco
que se había logrado en el estado. Y claro que hay críticas válidas que hacer a
la clase media y a las acciones erradas de algunas ONGs, pero creo que somos
capaces de analizar y distinguir cuando se usan esos discursos para querer
dividirnos y desestimar problemáticas que, por ejemplo, se sienten todos los
días en las chacras, como la crisis climática, que esos actores “anti-caviares”
suelen rechazar.
Entonces, sin dejar de reconocer los esfuerzos y los bloqueos de la derecha hacia el presidente que elegimos, Pedro Castillo, es indispensable que analicemos qué demandas de fondo se necesitaron priorizar y debiéramos exigir que no se descuiden diciendo que son “caviares”, como los derechos de las mujeres, la prevención de los embarazos adolescentes, la protección de los defensores ambientales, el cine indígena y muchas más.
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| Diana Puka T'ika con el editor director es este blog |
P.-
El próximo mes de agosto se cumplirá 102
de la gesta de Huancho Lima, en donde hubo un levantamiento popular contra la
violencia gamonal y la exclusión de los pueblos originarios del Estado-nación.
La gesta del pueblo oprimido fue aplastada por una dura represión. Pero la
gesta levantó los pilares de la llamada “República Aymara del Tawantinsuyo”. En
su opinión ¿necesitamos otra gesta como la de Huancho Lima para levantar los
cimientos de un nuevo Estado-nación más inclusivo, más descentralizado, más
feminista y anticolonial?
R.-¡Esta
pregunta necesita muchas horas! Para mí lo central es que Huancho Lima es una
gesta que enseñó que, si somos ciudadanos/ciudadanas, tenemos derecho a ser
respetados y considerados en la organización y dirección del país de igual a
igual. Que nuestra capacidad para decidir sobre nuestras vidas es lo que nos
hace ciudadanos de un país. Por eso, tuvieron la hermosa osadía de fundar otra
capital desde el altiplano y creo que esa soberbia ciudadana y la importancia
que se le dio a tener una educación propia necesita guiar nuestro trabajo
político hoy en día. Recordemos que en Huancho Lima se asesinó a la gente
porque el gobierno y los gamonales pensaban que era ofensivo que los aymaras
tuviéramos nuestras propias escuelas. Se asesinó a Rita Poma por eso. Pero
lamentablemente, hoy en día mucha gente continúa pensando así: no soportan ver
a una persona originaria en puestos de poder o en la academia o solo la
soportan cuando dice lo que ellos quieren oír.
Por
eso necesitamos, sí, refundar el país, pero creo que más que una consigna, requiere
estrategias desde múltiples lados, desde la autonomía comunal, pero también
incidiendo en el aparato estatal. Desde diversos actores económicos y
socioculturales. Y espero también que esa refundación no se guíe por eslogans
sino por reflexiones críticas sobre qué actividades económicas y dónde y cómo
pueden ser beneficiosas para nosotros, cómo garantizamos que la vida persista,
que no nos roben la vida comunal. En Huancho Lima se luchó por la educación.
Luchemos pues, para que la educación estatal parta de nuestros conocimientos y
nos permita vivir bien.
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