MARCHAR o ESTUDIAR
EL DILEMA EN LA EDUCACIÓN PERUANA
Augusto Dreyer Costa
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E |
n pocos países en el mundo se da tanta importancia a
marchar y desfilar como se hace en la educación en el Perú. En otros países,
sobre todo los desarrollados, se pone empeño en inculcar conocimientos,
habilidades, valores y formas de comportamiento que permitan a los alumnos
desarrollar su potencial como individuos en una sociedad libre. En el Perú se
inculca a los alumnos a marchar y desfilar frente a las autoridades de turno en
un acto inconsciente de sumisión y acatamiento. Que muevan marcialmente manos y
piernas al compás de música estridente, entre tambores y cornetas, con la
cabeza en alto, el pecho erguido, la mente en blanco. Marchar para reverenciar
las tribunas de políticos y autoridades, mandos militares y eclesiásticos y
“personas notables” que se deleitan al ver pasar a una tropa de zombies fácil
de ser engañada, explotada y manipulada.
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Con la llegada de la república a principios del siglo XIX, el predominio de lo militar en la política y el gobierno de la nación es notorio y los militares son los protagonistas principales de esa época. Los actos militares se vuelven una especie de rito de ese nuevo orden y marchar y desfilar parte importante de ese culto. Los primeros colegios republicanos fueron en su mayoría fundados por los héroes emancipadores y tienen influencia militar en su forma educativa. En esos primeros colegios peruanos, los libros y la educación no tenían tanta importancia como la inculcación de valores militares. Todos ellos disponían de buenas bandas para acompañar los eventos militares y ceremonias públicas, los alumnos vestían uniformes de estilo militar y se crearon banderas, emblemas y símbolos para cada institución.
La tradición de desfiles y paradas escolares de
apariencia militar ha perdurado por más de 200 años hasta llegar a nuestros
días, hoy con un rol encubierto en la cultura de crispación social que fomentan
las autoridades educativas peruanas. La persistencia de esa tradición en la
cultura educativa peruana se debe a la cantidad de caudillos, líderes
castrenses, dictadores y jefes de estado militares, que han manejado los
destinos del país y que continúan desafortunadamente siendo una pieza
fundamental del aparato sociopolítico del Perú.
La organización del lastre cultural que significan los
desfiles y paradas estudiantiles está a cargo de las Unidades de Gestión
Educativa Local y los desfiles son evaluados según criterios como puntualidad,
presentación, marcialidad y alineamiento, otorgándole gallardetes a los
ganadores del desfile. Mientras tanto los sufridos padres de familia se ven
obligados a afrontar gastos inútiles para que sus hijos puedan presentarse
apropiadamente en los desfiles programados en el calendario escolar, luciendo
uniformes de gala, zapatos nuevos, banderas, gorros y charreteras doradas y
muchos otros detalles atrayentes para las autoridades y el jurado calificador.
Los padres de familia de escasos recursos, que son la mayoría en el Perú,
tienen que sacrificar el dinero destinado a los gastos esenciales del
presupuesto familiar, sobre todo el de alimentación, para afrontar esos
despilfarros innecesarios organizados por las autoridades de turno.
El adiestramiento para marchas y desfiles se inicia desde
muy corta edad y no es raro ver pequeños niños y niñas lujosamente vestidos de
militares o de waripoleros en esos derroches que aportan poco al desarrollo del
país. Todos los estudiantes peruanos, de pequeñas escuelas provinciales, de
colegios citadinos, de grandes unidades escolares, desde la niñez hasta su
graduación de la secundaria, tienen que marchar siguiendo muchas veces modas
copiadas de países culturalmente ajenos al nuestro. Los interminables ensayos
de marchas y desfiles consumen una buena parte del corto calendario escolar
peruano. Materias fundamentales en la educación moderna como lenguaje y
matemáticas, así como ciencias y tecnología, son recortadas y dejadas en
segundo plano. Asignaturas que no
solo ofrecen conocimientos específicos, sino que también desarrollan
habilidades cognitivas, como el razonamiento lógico, la memoria y la
comunicación efectiva, que son cruciales para la vida académica y profesional y
por tanto para el desarrollo del país.
En países desarrollados prácticamente no existen marchas
y desfiles escolares por ser considerados como un desperdicio de tiempo y de
valiosos recursos humanos. El énfasis de la educación en los países adelantados
está dado por la constante búsqueda de una educación de calidad, sistemas
educativos bien establecidos y un énfasis en métodos innovadores para mejorar
los resultados. La educación moderna consiste en un enfoque centrado en el
estudiante, que utiliza métodos activos y participativos para el desarrollo
integral del individuo. Se caracteriza por fomentar el pensamiento crítico, la
creatividad, la colaboración y el uso de la tecnología para crear experiencias
de aprendizaje significativas, adaptándose a las necesidades de cada alumno en
un proceso dinámico e interactivo, donde el docente actúa como facilitador del
conocimiento.
La educación en el Perú, está encallada en una pedagogía obsoleta y en el adoctrinamiento de ideas, creencias y enseñanzas caducas y desfasadas, que los estudiantes deben aceptar sin cuestionarlas. A diferencia de la educación moderna y de calidad, que promueve el juicio crítico y la autonomía intelectual, el adoctrinamiento tiende a suprimir la diversidad de pensamiento, aislar al individuo de otras posturas y fomentar la dependencia de una única verdad o figura de autoridad.
En los países de democracias débiles, con un pasado de gobiernos militares y dictatoriales y un presente de gobiernos autocráticos como el de Dina Boluarte, la educación tiende a ser una herramienta de manipulación y control para moldear a los ciudadanos según la ideología del régimen, limitando la libertad de pensamiento y el acceso a información diversa. En estos sistemas, se prioriza el adoctrinamiento y la obediencia, suprimiendo el pensamiento crítico y la pluralidad de ideas, lo cual dificulta el desarrollo social y la creatividad.
El amor a la patria no se demuestra marchando
disciplinadamente frente a un estrado de autoridades despóticas y corruptas, se
demuestra estudiando, experimentando e innovando la sociedad en la cual
vivimos. El verdadero patriotismo implica un amor profundo por el país, que se
manifiesta en el respeto a sus valores, cultura e historia, la preocupación por
el bienestar de la nación y el compromiso cívico a través de acciones
constructivas, más allá de la simple lealtad o la demostración de símbolos
nacionales. <+>
Dinamarca, agosto 2025


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