LA AMAZONÍA EN EL
DÍA MUNDIAL DEL AGUA
Escribe:
Róger Rumrrill
E |
l jueves 21 de este mes, se celebra el Día
Mundial del Agua y como todas las celebraciones que tienen que ver
con los bienes de la naturaleza, sobre todo agua y biodiversidad, más que
un día de celebración debe ser un día de reflexión, de mea culpa, de
arrepentimientos, de cambios y transformaciones en la mentalidad y
la conducta humana con relación a la Madre Naturaleza.
Porque mientras nos preparamos a celebrar ese día, los organismos mundiales
han declarado en estado de alarma la situación del planeta Tierra,
señalando que las cuatro mayores amenazas que se ciernen sobre
nuestro hogar terrestre y la especie humana son los
eventos climáticos extremos, los cambios críticos en los ecosistemas
terrestres, la pérdida de la biodiversidad y un posible colapso
ecosistémico y la cada día mayor escasez de recursos naturales. Sobre todo
del agua.
Mientras nos aprestamos a celebrar la existencia de ese líquido vital e
irremplazable para la vida, las cinco mayores petroleras del mundo, de
acuerdo a Global Witness, BP, Shell, Chevron, Exxon Mobil y Total
Energie, que han ganado con la guerra de Ucrania 281 mil millones de
dólares, han recibido subsidios para seguir invirtiendo en la explotación
del combustible fósil, el petróleo, la causa y origen principal de
calentamiento global y el derretimiento de los glaciares del planeta.
La lista de acciones, iniciativas, decisiones y hechos que el hombre está
realizando en este momento para destruir su hábitat son interminables,
alucinantes e imposibles de entender y lo que confirmaría la frase de
un filósofo europeo que dice que el “hombre es una única especie que
corta el árbol donde vive”.
En efecto, es la única especie que destruye por puro egoísmo, angurria,
ambición, inmoralidad, inconsciencia y diría estupidez y ceguera su hogar,
la Tierra. El mayor ejemplo de esta inmensa estulticia lo acaba de dar
el Congreso de la República que ha modificado la Ley Forestal y de
Fauna No. 31973, los artículos 29 y 30, abriendo las puertas del
arrasamiento de los bosques amazónicos y también las propuestas de construcción de carreteras en la
Amazonía, sin previos estudios técnicos sobre todo de impacto ambiental.
EL AGUA, LOS GLACIARES Y LA VIDA EN LA TIERRA
El agua es, sin ninguna duda, además, el recurso más valioso del planeta
Tierra. Un recurso irremplazable que se está acabando gota a gota.
Los estudios científicos estiman que el volumen de agua en la Tierra es de
1,400 millones de kilómetros cúbicos. De ese total, 97.5 por ciento es
agua salada, el 2.5 por ciento es agua dulce. Se afirma que de ese
2.5 sólo nos resta el 1 por ciento de ese líquido vital que el 70 por
ciento se utiliza en la agricultura, el 20 por ciento en la industria y el
10 por ciento para el consumo humano y doméstico.
La Amazonía, lo repiten los científicos hasta el cansancio, entre ellos el
Dr. Ricardo Ricardo Giesecke, destacado físico y experto ambiental, es la
mayor fábrica de agua dulce del mundo. Cada árbol amazónico produce y
arroja al espacio mediante la evapotranspiración, mil litros de agua cada
día. Esas aguas en forma de nubes, son empujados por el vientos alisios
del Atlántico hacia la Cordillera de los Andes donde, al chocar con
las montañas, se convierten en lluvia y luego en glaciares. Los glaciares
son los mayores reguladores del agua y los que proveen del recurso hídrico
a los ríos, lagunas, puquiales y bofedales en los Andes. Sin esas aguas
no habría vida.
Pero estos glaciares se están extinguiendo
por el calentamiento atmosférico. El Dr. Vinio Flores, miembro de la Asociación
Peruana de Ingeniería Hidráulica (APIHA) afirma que el 50 por ciento de los
glaciares han desaparecido en los últimos 60 años en nuestro país. Sólo entre
2016-2020 se han extinguido en el Perú 175 glaciares. Y esta catástrofe ocurre
en todo el planeta con devastadoras consecuencias para la vida en la Tierra. La
cada vez más escasa dotación de agua --que los genocidas ecológicos ya lo han
mercantilizado convirtiéndole en un producto de la bolsa de valores-- causa
dramas y tragedias inconmensurables en el mundo.
En África Subsahariana no tienen acceso al agua potable 340 millones de
personas; se estima que en 2030, el 67 por ciento de la población mundial
no tendrán servicios de saneamiento; el 80 por ciento de las enfermedades
que azotan a los países pobres tienen una relación directa con la
falta de agua.
EL AGUA Y EL BOSQUE AMAZÓNICO
Los científicos han calculado que la cuenca amazónica genera el 20 por
ciento del agua dulce del planeta. Sólo la Amazonía tiene aún el 97 por
ciento del agua disponible del Perú y, nuestro país, es el octavo
del mundo con más agua.
Pero los genocidas ecológicos están haciendo lo imposible para terminar
con esta maravillosa riqueza, con la destrucción del bosque.
Sólo en la última década, en la cuenca amazónica se han perdido (estudios
de FOSPA, REPAM Y ANA) 870 mil kilómetros de bosque amazónico y
están en estado de deterioro 1’036,080 kilómetros cuadrados. Causas:
deforestación, incendios, contaminación de las aguas y suelos por
agroquímicos, narcotráfico, hidrocarburos, monocultivos de soya, palma
aceitera, ganadería y expansión de la frontera agropecuaria y la minería
aurífera.
La minería aurífera, legal, ilegal e informal está originando una
verdadera catástrofe ambiental en la Amazonía peruana. Con un precio de
2000 dólares la onza troy (28 gramos) que, en los ochentas del siglo
XX, costaba 100 dólares, el oro aluvial amazónico es ahora una
auténtica quimera y una ilusión que ha provocado el éxodo de decenas de
miles de peruanos de los Andes y la Costa hacia la Amazonía.
De acuerdo a un reciente pronunciamiento de los ocho Vicariatos de la
Amazonía, 20 ríos amazónicos están capturados por los mineros ilegales.
Además, es una actividad, asociada al narcotráfico, tráfico de tierras,
de personas y al crimen organizado y, lógicamente, a la destrucción
ambiental: la minería aluvial erosiona e infertiliza las tierras
aluviales, la várzeas, las más fértiles de la Amazonía, deforesta miles de
hectáreas de bosques y envenena los ríos, quebradas lagos y a toda
la biomasa pesquera.
Increíblemente y como una asombrosa paradoja, el metal precioso, el oro,
que es una garantía del sistema capitalista en tiempo de crisis y sirve de
ornamento a las diosas de la India y de lujo de los ricos, es el metal
que está destruyendo la Amazonía. De acuerdo al experto José de
Echave, de CooperAcción, los mayores compradores de oro del Perú son
Canadá, India y Suiza y la exportación entre los años 2015 y 2019 fue de
720 toneladas. Pero en ese mismo período se exportó 2,242 toneladas
sin registro. Es decir, oro ilegal. ¿Qué hacer frente a este apocalípsis
que amenaza al río Amazonas y a sus bosques que son la mayor
fábrica de agua dulce del planeta Tierra?
Porque para la mayoría de los científicos
y expertos, entre ellos el brasileño, Carlos Nobre, la Amazonía está
llegando “a un punto de no retorno”. El más importante climatólogo
brasileño ha planteado algunas medidas de emergencia sin las cuales
será imposible salvar el bosque amazónico y el agua: deforestación
cero, evitar la degradación de los bosques, cambiar el modelo agrícola y
crear una nueva economía amazónica, aprender de las poblaciones indígenas,
la selva en pie, innovaciones tecnológicas y demostrar que la
biodiversidad puede generar una economía más potente y sostenible que las
economías extractivas.
En el caso del Brasil, la deforestación ha reducido las lluvias, las precipitaciones en 48 por ciento, poniendo al borde del fracaso todo el agronegocio brasileño estimado en más de 140 mil millones de dólares anuales de producción de café, carne de vacuno, caña de azúcar, soja, naranja y otros monocultivos. Luciana Gati, del Instituto de Investigación Espacial del Brasil (INPE) afirma que el modelo de agricultura brasileña está en camino al colapso a causa de la deforestación y el cambio climático.
El Dr. Ricardo Giesecke, ex Ministro del Ambiente, ha planteado la idea de declarar una moratoria del bosque amazónico peruano e, incluso, entregar su cuidado y vigilancia a las Fuerzas Armadas porque el bosque es un bien público, como el agua; avanzar en la Amazonía en el ordenamiento territorial y dejar de usar petróleo a partir del año 2030.
El jueves 21 de marzo de 2024, el Día Mundial del Agua, debe ser un día de reflexión, de toma de conciencia de que “nuestra Casa Común”, como llama el Papa Francisco a la Tierra, está en el límite de su sostenibilidad a causa de la “gran desmesura antropocéntrica de la modernidad” como señala el mismo Sumo Pontífice en su reciente encíclica Laudate Deum.
Que sea un día en que revisemos y pongamos en cuestión todas las falacias del llamado desarrollo y modernidad a costa de la vida. Porque la modernidad occidental-lo repito una vez más-es analfabeta. Porque ya no sabe leer el libro de la naturaleza. Peor que eso: lo está destruyendo, incendiándola y convirtiéndola en cenizas.
Defendamos a Gaia, a la Tierra. No esperemos que en el futuro, ante nuestra indiferencia, mudez y temor, nuestros hijos, repitan esta durísima frase del gran escritor y pensador francés Albert Camus: “Los desprecio, porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco”. <>
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