UN PAÍS VARADO
por Rosa María
Palacios
“Cuando el Estado es débil y el Gobierno una desgracia,
lo que no puede fallar es la sociedad. Aunque fuera solo por sobrevivencia...”.
El martes 10 de octubre, la Embajada del Perú en Israel tenía
177 peruanos empadronados esperando ser rescatados en una zona de guerra.
Cuando finalmente llegó el avión de la FAP el sábado 14, abordaron 42 pasajeros
rumbo a Roma. ¿Qué pasó con el resto? Ya habían huido de Israel por sus propios
medios. Un grupo de peregrinos a través de Jordania y otros, usando vías
alternativas. Así, con 42 de 177, solo el 23,7% alcanzó auxilio del Gobierno.
La imagen de estos peregrinos de Tierra Santa,
llenos de incertidumbre sobre su futuro inmediato, encierra una metáfora sobre
el profundo divorcio que existe hoy entre el Gobierno y la sociedad. No es un
fenómeno nuevo, porque el Estado peruano no ha estado para las grandes
mayorías en innumerables ocasiones. Pero, desde la pandemia, este abismo es más
profundo que el cañón del Colca.
¿Por qué se fueron 400.000 peruanos (para no volver) el año
pasado y se teme que este año sean 400.000 más? ¿Por qué la indiferencia a lo
político, que no moviliza ni convoca masivamente, por más atrocidades que
cometa quien esté en el poder? ¿Por qué el desafecto y, si se quiere, desprecio
a la forma democrática de Gobierno? ¿Por qué los brotes de entusiasmo por
respuestas cada vez más autoritarias? ¿Por qué el terruqueo, la estigmatización
y los ataques a personas e instituciones democráticas?
El Estado nos falló en grande en la pandemia en un lapso muy
corto y violento. De esa herida, de ese duelo mal hecho, no se ha vuelto. No se
habla del tema ni de los muertos, pero los problemas de salud mental
no se van a ninguna parte. ¿Y los servicios del Estado? Insuficientes, de mala
o pésima calidad, o inoportunos.
Ni un pasaporte se puede sacar hoy con facilidad. Sigue
siendo un vía crucis, como lo fue en el gobierno de Castillo, pero
la gente ya se acomodó a la coima y las quejas desaparecieron. Un sálvese quien
pueda, como pueda, que se extiende día a día a salud, educación, seguridad o
empleo, donde el “como pueda” deja abierta la puerta a toda corrupción,
que crece cada día incorporando crimen organizado al Legislativo y al
Ejecutivo.
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