martes, 31 de octubre de 2023

COSTUMBRES DE MI TIERRA. TODOS LOS SANTOS Y TODOS LOS MUERTOS

 LOS MUERTOS, LOS VIVOS Y EL T’ANTA WAWA

 El Día de Muertos es una celebración de origen indígena mesoamericana que honra a los ancestros el 1 y el 2 de noviembre, coincidiendo con las celebraciones católicas de Todos los Santos (1 de noviembre) y Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre) respectivamente.
En el Perú, la costumbre durante este día es acudir al cementerio y preparar e intercambiar entre familiares, piezas de pan, chicha morada y cervezas durante las visitas a los seres queridos. En algunos casos, hay familias que llevan incluso conjuntos musicales para saludar al ser que partió hacia la eternidad.

DIRECCION REGIONAL DE EDUCACION PUNO 

por Guillermo Huyhua y Rosa Luz Arroyo

E

l primero de noviembre de cada año, en todo el territorio peruano revive una costumbre ancestral: las ofrendas a los muertos. Las familias van a los cementerios a honrar a unos de sus integrantes fallecidos. Les llevan música, bebida y comida y pasan un día entero con su finado tratándolo como si estuviera vivo. Comen, beben y bailan juntos. Es día de llevar alegría al fallecido.

 Esta vieja costumbre nace en la época prehispánica y nos lo cuenta el cronista indígena Felipe Guamán Poma de Ayala en su crónica Nueva Crónica y Buen Gobierno. Él nos dice que cada el mes de Ayar Marcay Quilla (noviembre) lo dedicaban a los difuntos. Los cuerpos momificados eran extraídos de sus bóvedas (llamadas pucullo) para renovar sus vestuarios, darles de comer y beber, y luego de cantar y danzar junto a ellos, los ponían en andas y los sacaban en recorrido, de casa en casa, por las calles y plazas para luego retornarlos a sus pucullos, “dándoles sus comidas y bagilla al principal de plata y de oro y al pobre, de barroY le dan sus carneros y rropa y lo entierra con ellas y gasta en esta fiesta muy mucho”.

Esta costumbre sobrevivió a la hecatombe demográfica que trajo consigo la conquista española y sus enfermedades. Antes que Pizarro pise tierras incas, desde Panamá avanzaba una ola de peste negra: el sarampión, que los españoles trajeron desde España y contagiaron a los indígenas en Panamá. Desde allí esta enfermedad empezó su avance de muerte hacia el sur diezmando a miles de indígenas. El sarampión llegó por tierra antes que Pizarro por mar. Así, el inca Huayna Cápac fue contagiado y falleció por esta enfermedad. Muerto el inca lo momificaron y lo pasearon desde Tumpipampa en Ecuador hasta Cuzco, y en las festividades de Ayar Marcay Quilla continuaron haciéndolo. Durante todo ese trayecto el sarampión diezmó a la población que al acudir en masa a las procesiones del Inca se contagiaban masivamente. El indígena no tenía anticuerpos para esta nueva enfermedad y moría irremediablemente.

Pasado el tiempo, las festividades del mes de noviembre en honor a los “vivos y los muertos”, llamado también de “todos los santos” por la iglesia católica, continuaron vigentes y dicha costumbre hasta hoy subsiste en el pueblo peruano.

 Dentro de esta tradicional costumbre se destaca el T’anta Wawa (Niño de Pan) que es una de las ofrendas más bellas y dulces que se le puede hacer al difunto, sobre todo si es un niño o una niña. El T’anta Wawa es un pan dulce y delicioso. Al pan o bizcocho le dan la forma de una muñeca o muñeco, incluso otra forma como la llama, y le agregan dulces como menudas grageas polícromas, pasas, etc. Lo hacen en varios tamaños, incluso con caretas de yeso. Cuando un niño o niña muere, siendo la prenda más querida de una familia, el dolor es inmenso, muere el futuro, muere las esperanzas de la familia. Y, cuando llega el mes de noviembre los padres le llevan sus juguetes, su ropita, los potajes que más le gustaba y entre ellos el t’anta wawa que es una delicia para el paladar. Así surge esta costumbre, aunque no se sabe cuándo surgió en su versión actual. Pero el t’antawawa se extendió más allá, porque ya no solo es una ofrenda al niño o niña fallecida, sino a todo familiar querido que falleció, incluso es consumido por toda la familia: niños, adultos y ancianos, y por supuesto, uno de los más ricos está reservado para el fallecido.

Esta costumbre se extiende en todo el Perú, pero es bastante arraigada en Ayacucho, Huancavelica, Junín, Puno, Arequipa, Apurímac, Cuzco y Cerro de Pasco. La creatividad popular deja ver en cada zona tantas formas, texturas y sabores elaborados con mucho primor y detalle en su ornamentación. Son verdaderas obras de arte para la vista y el sabor.

¿Quién no tiene un familiar querido ya fallecido? ¿Quién no recuerda los momentos más bellos que pasamos juntos? ¿Quién no tiene miedo a la muerte? El ser humano siempre ha convivido con la muerte y nunca dejó de honrar a sus muertos de muy distintas maneras. Pues, al hacerlo no es más que la manifestación del respeto que se tiene a la muerte que tarde o temprano nos arrebata lo más valioso que tenemos: la vida. Para ello, tenemos reservado el mes de noviembre. Mes de los muertos, mes para honrarlos. Pero, al mismo tiempo mes para celebrar la vida, nuestra vida. Es cuando agradecemos a Dios, a la Naturaleza por este gran privilegio. Pues, con ella aún podemos soñar, trabajar, crecer, amar y disfrutar de todo lo que existe en el mundo. Sentirnos plenos y felices, no importándonos nuestra condición económica, social o política. Lo importante es que tenemos vida y una oportunidad para ser felices superando cualquier obstáculo para sentirnos plenos y satisfechos de una vida donde uno se siente útil.

En otros lugares, al no poder ir al cementerio, las familias se reúnen en sus casas el primero de noviembre para hacer sus respectivas ofrendas. Es una ceremonia tan solemne y nostálgica que trasciende los tiempos y sentimientos. <>

BAUTIZO DE LAS T’ANTA WAWAS

EN PUNO

Escribe: Julio Arenas Pineda

LOS ANDES 4NOV13

El bautizo de guagua de bizcocho o “t'anta wawas” es una tradición que todavía perdura en nuestros pueblos del Perú; aunque cada vez esta tradición venida a menos, se viene perdiendo por la influencia de la modernidad que altera nuestras costumbres y tradiciones más populares. Es el caso de Puno que fue la cuna de los bautizos en otros tiempos y cuya declinación de arte y humo­rismo se dejan sentir desde hace varios años.

Siendo uno de los tantos artífices de estas celebraciones que ya no se realizan, salvo en algunas ocasiones cuando las instituciones las organizan y solicitan mis servicios para ofi­ciar de sacerdote con mi séquito que todavía queda (Loco Meneses, Iván Cuentas), realiza­mos el tradicional bautizo, con el mayor cariño para conservar la tradición tal y conforme lo hacíamos antes porque ahora estas celebracio­nes han perdido su esencia.

Hablar de los bautizos de ayer y de la forma como se realizaban, es recordar a muchas fami­lias y a pintorescos personajes que hacían de esta parodia una fiesta jocosa y humorística donde los protagonistas: el cura, los padres, los testigos, los padrinos e invitados honorables, participaban en una controversia dialogada, cuyo ritual iba entre bromas, anécdotas, chistes, cuentos, tomadas de pelo de cómo los papás fabricaron la criatura a la que le ponían un nom­bre por demás extravagante.

Esta demás recordar que el bautizo de “T'anta wawas” es una singular tradición que a manera de juego se hizo en la colonia por indios y mestizos para emular y satirizar el bautizo reli­gioso traído por los españoles que le imponían el sacramento a las guaguas de carne y hueso; en cambio nuestros naturales imitaban el acto con la fabricación de guaguas de pan dulce, biz­cocho o masa de torta y le ponían una careta de yeso; y en el mes de noviembre a manera de recordar a sus muertos ya todos los santos celebraban estas fiestas de bautizo. Sacando cuen­tas y no es muy difícil deducir que contando nueve meses desde los carnavales sea precisa­mente en noviembre cuando las guaguas abun­dan.

El oficio de cura de bautizo de wawas de biz­cocho, tiene una cualidad muy peculiar y carica­turesca, con chispeante humor, sal y pimienta, para dirigir la palabra a los concurrentes en doble sentido, tomándoles el pelo a curiosos y preguntones, divulgando sus bondades, virtu­des y defectos, sus chapas o motes; para lo cual el reverendo y su séquito debe de estar bien “chispeau”  y sazonado de tragos para dar realce, alegría y jocosidad a la ceremonia.

Aprendimos el oficio de cura cuando éra­mos estudiantes carolinos yo y mi compadre Juan Meneses Díaz, viendo bautizar en vivo y en directo a don Moisés Morales (Rey de Huajj­sapata), personaje ameno, bonachón, dicharachero; lo seguíamos en estas ceremonias bau­tismales y de su coloquial figura cogimos la for­ma, el estilo y la manera de llegar a la concurrencia con frases, rimas y consonancias salpicadas con letanías cantadas hábilmente por este recordado puneño.

De esta forma de bautizar, renovamos el rito ceremonial consistente en cuatro sub­divisiones:

- El introito, que es la apertura de la cere­monia: "Sacratísimos hermanos, ustedes que son hinchas, amigos y patitas de Dios, bienveni­dos a la parroquia de San Ingerencio, trayendo a esta criatura para bautizarla y darle el primer sacramento del bautizo y como manda la ley para metérselo adentro". "Ameeen,.. achí sea, achichea... como dijo el Tío Zea”. En el Introito se tocan aspectos sociales, culturales y hasta políticos relacionados con el ritual satirizando a los concurrentes, autoridades, alcaldes, congresistas, destacados personajes de las institucio­nes del pueblo: “Mamadísimos hermanos, cami­saraqui, pantalonaquí, calzonaraqui; huayque­panaycunas del alma, llactamasís del cuerpo, marcamasis de la gran pipeta. Ameeem. El cura chupa, el sacristán también...el melo …chupa..”

- Las parábolas, o parabolas, es el momento en que el cura ofrece como ejemplo una frase, una sentencia, una anécdota, que motivan la reunión anticipatoria: “La creación del mundo: Hágase la luz y se hizo SEAL, hágase el agua y se hizo SEDAPAR, hágase los animales y se hicieron los alemanes, hágase los vegeta­les y se hicieron los jubilados. El burro y la biblia, los reyes vagos, la monjita pudorosa etc”.

- El interrogatorio, es el momento cumbre en que se pregunta a los padres de la guagua, los padrinos y los testigos con ocurrencias que saltan espontáneamente al calor de la reunión cuando todos están en punto de caramelo. “Cómo han fabricado esta criatura, qué harina usaste, cómo estaba el polvo de hornear, con o sin yanahuara, fue contra tu voluntad o contra la pared, con Condori o sin Condori.. y otras ocu­rrencias de¡ séquito.

Y los testigos no se quedan atrás, intervie­nen con mucha picardía a las preguntas del cura: Con qué ojo miraste, escuchaste grito, ala­ridos, gemidos algo así como cuando se come rocoto, qué poses vieron, pollito asado, la carre­tilla, el pan pan, etc. Por su parte, la aceptación de los padrinos también está comprometida para cuidar a la parvulita por el compromiso de resultar compadres, porque compadre que no se la t... a la comadre no es buen compadre.

- El bautizo, es el momento del bautizo pro­piamente dicho, poniendo a la criatura los nom­bres más peregrinos que se les ocurre a los cir­cundantes: Paca Garce de Risa, Devora Dora, Pujartiago, Susuki para su Siki, Gram Pita y otros. Vista la conciliación de las partes y mutuo consenso de los mismos, el séquito ceremonial se despacha en plato hondo con frases y oracio­nes picantes, cantos y letanías: qué rica esta la María, yo te bautizo con mi chorizo, Roguemos a San Clemente para que cambie el Presidente, por San Tobías para se chupe todos los días, Oremos por Santa Lucía para que se vaya Alan García, por Santa Mónica para que se vaya la telefónica, por San Gavino el cura chupa vino, orate frates ya te fregastes, todos digan Amén... chúpensela también.

Mucho más antes que nosotros los bautizos de wawas de bizcocho eran en forma inopinada, el cura salía de la misma reunión quien en forma improvisada realizaba el rito. Yo era el cura Huacatay ­quien introdujo el libreto para no salirse del ritual del humor, empleando una bucó­lica común para no pecar ni sobrepasarse en las bromas. Para esto el cura y sus sacristanes pre­praban el libreto con anticipación averiguando la vida y milagros de los que iban a participar en esta ceremonia tradicional.

El apogeo de estos especialistas en parodiar al clero fueron las décadas del 50 al 80; éra­mos un grupo de jóvenes devotos de nuestro Padre Papanicolaou presidido por: Fray Huacatay, Julio Arenas Pineda, Fray Cala Cam­pana Juan Meneses Díaz, Fray Raqueta Víctor Villar Bravo, Fray Torongil, Efren Ponce Sáfer­son Monaguillo Sacristán, Iván Cuentas Aparicio.

El mes de noviembre era el mes esperado por toda familia puneña porque el bautizo de Tanta wawas era familiar. La costumbre consis­tía en que una persona (generalmente varón) envía de regalo una wawa de bizcocho a otra persona (generalmente dama) con una tarjeta que en medio de cumplidos ruega a la destinata­ria se encargue de hacerla bautizar a la criatura aún "Mora". Esto se hacía también entre veci­nos, entre parejas de enamorados, de familia a familia para ser compadres. Lo contrario de esta fiesta tradicional fue que el bautizo se vuelve comercial con el fin de hacer una actividad y sacar fondos de por medio.

La parroquia de San Ingerencio que funda­mos con el Loco Meneses continúa. Mi oficio de cura ha traspasado las fronteras y en todo el sur del país. Y aquí en Arequipa, extrañando a mi Puno, sigo celebrando la t’anta  wawas para man­tener la costumbre aunque con mucha pena en la tierra cuna del bautizo puneño esta tradición ya no cuenta o se ha perdido para siempre... Aleluya, Aleluya para que esta wawa sea tuya, yo la bautizo en el nombre del Pater, de la Mater y del Curucutu. Amén..

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