DE
MAL, EN PEOR
Escribe:
Milciades Ruiz
N |
uestro
país, atraviesa una situación crítica. Por nuestra sensibilidad social,
profesamos ideas políticas en favor de la población desprotegida. Esta
vocación, nos hace preocupar por sus sufrimientos, y nos solidarizamos con sus
aspiraciones de justicia social. Con mayor razón, si estamos en la zona de
pobreza. Luchamos contra el sistema de dominación social que protege más, a
quienes tienen más dinero. ¿Qué pasa ahora?
Ya
es un hecho reconocido oficialmente, de que el conflicto de poderes mundiales,
viene causando estragos recesivos en la economía nacional por nuestra
dependencia de vivir solo de entregar materia prima. La sequía económica hace
sangrar el lado más floreciente de nuestra sociedad: la juventud. Frente a esta
situación estructural, solo se piensa atacar el producto final que arroja la
fabricación delincuencial, interponiendo el terrorismo de estado.
Se
presume que, con mayor represión, mayores efectivos policiales y militares, más
fiscales, más jueces, más unidades motorizadas, más presupuesto, más locales
administrativos, más armas, instrumentos legales, declaratorias de emergencia,
etc., se puede eliminar lo que produce la fábrica política. Se actúa sobre las
consecuencias y no, sobre las causas, dejando que la fábrica siga arrojando las
mismas fallas.
El niño |
En
esta situación, cada día el torniquete exprime más a los de abajo. Si a esto
añadimos los estragos del cambio climático, entones la sobrecarga de la crisis
será insoportable para los desprotegidos. Sobre todo, para los campesinos,
cuyos ingresos dependen del clima. Los de arriba siguen disfrutando de su
posición porque tienen margen de sobra. Los de abajo, no tienen margen y
comerán menos
La
prensa anuncia un “Niño” catastrófico, alarmando a la población y autoridades,
como lo viene haciendo asustando con el “Niño costero” desde inicios de año,
sin que se cumplan sus vaticinios. Exigen un gasto descomunal en obras
preventivas, sin reparar en el daño al erario nacional, cuyos fondos se están
agotando, en plena recesión. Hace recordar a Toledo, que hizo aprobar de
necesidad nacional, la vía interoceánica, para embolsarse millones de dólares
del soborno de Odebrecht.
La
prevención oportuna es necesaria, pero sin intereses particulares. Sin embargo,
la prensa nos lleva de las narices y nos pone la agenda, para enfocarnos en la
prevención de supuestas lluvias torrenciales que, causarían inundaciones
pasajeras en ciudades costeras, exigiendo gastos de fondos que nos harán falta
para salvar a la gente de la serranía, que ya sufre los efectos de la falta de
lluvias y esto, es mucho más grave.
Mientras
nos enfocamos en el fenómeno de “El Niño”, que al parecer no será muy grave,
estamos descuidando la prevención del fenómeno de la sequía que, ya empezó a
padecer dramáticamente el agro nacional, en el centro y sur del país. Hay
sequía en el altiplano y la prensa no ve los padecimientos del campesinado, a
pesar de ser el sector social que cubre casi la totalidad del territorio
nacional.
Nos
acercamos al solsticio de verano que, ocurre el 21 de diciembre de cada año,
porque nuestro planeta se inclina 23,5° respecto del plano de su órbita y
expone al Perú, a una mayor calentura solar. Al inclinarse varían también, las
corrientes marinas y los inmensos vientos planetarios, la temperatura
ambiental, etc. El agua superficial de los océanos se desnivela y las ondas
marinas cálidas se inclinan hacia nuestras costas. Este cambio de posiciones
ocasiona la estación de verano y, el fenómeno de “El Niño”, llamado así por su
cercanía a la Navidad.
Sucede
todos los años. Es lo normal. Con la inclinación, la corriente marina cálida
procedente de Guayaquil, se encuentra con la corriente fría de Humbolt, cargada
de peces, procedente de Chile, a la altura de Piura y, la pone tibia. Entonces
los peces retroceden a su hábitat y disminuye la pesca en el norte peruano. A
esto, los pescadores norteños le llamaron “El Niño”.
Pero,
el recalentamiento ambiental, y de las aguas superficiales marinas de nuestro
litoral norteño puede dar lugar o no, a lluvias torrenciales según la magnitud
de las condiciones atmosféricas. Entonces tendremos un fenómeno “Niño” débil,
moderado o quizá fuerte. Eso está por verse. Los anuncios meteorológicos a
noviembre señalan más calentura a Ecuador, pero hay que esperar el solsticio.
La
experiencia nos dice que, por más catastrófico que sea el fenómeno de “El
Niño”, siendo crucial en marzo, su duración es de pocos días, porque el 21 de
este mes, entramos a la estación de otoño, al regresar de su inclinación
nuestro planeta. En todo caso, la estación lluviosa es beneficiosa para la
población mayoritaria. En particular, para la campesina, que tendrá abundante
agua para la producción agropecuaria con la que surte a la población nacional e
internacional.
Co
la estación lluviosa, los reservorios estarán repletos y los acuíferos
subterráneos estarán llenos para sacar agua, donde no hay. Pasado el desastre
de pocos días, hasta las zonas desérticas y cerros, reverdecen y producen. Las
exportaciones agropecuarias crecerán y los miles de empresas agroindustriales y
agro exportadoras darán mucho empleo, trayendo divisas al Perú. Los ingresos
estatales aumentarán y el crecimiento económico -PBI, solucionará muchos
problemas, etc.
Todo lo contrario, sucede con la falta de lluvias. La sequía, genera desastre total de larga duración, con pérdidas económicas masivas y descapitalización campesina. La recuperación tarda años. El solo retraso de lluvias o, la simple merma, traerá grandes pérdidas para la economía rural, porque cada cultivo tiene un calendario impostergable. Si el agua llega fuera de oportunidad o, en cantidades insuficientes, se perderá lo invertido ya que, no hay marcha atrás en el tiempo climático.
He
vivido ambos fenómenos y puedo dar fe de lo terrorífico que es la sequía. La
falta de oxígeno es asfixiante, y los niños enferman por deshidratación, la
gente respira un aire seco y el polvo penetra hasta los pulmones. Buscamos agua
y no hay por ningún lado, el ganado padece estrés calórico hasta que muere de
sed y hambre, ya que las pasturas se quedan sin agua. Las cosechas se pierden
sin remedio alguno, el drama masivo es horizontal y, nadie se salva. Sin agua
no hay oxígeno y sin oxígeno no hay vida.
Pero
lo que intento resaltar en todo esto, es la injusticia social y la segregación
política de la serranía. En la forma de gobierno tradicional, se privilegia la
costa y, se posterga a la sierra y selva. Desde el 2017, se ha venido
destinando miles de millones de soles a la costa norte con el programa
“Reconstrucción con cambios” a raíz del “Niño Costero” y todo ha terminado en
“reconstrucción de la corrupción”.
La
Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), durante sus cerca de seis años
de vigencia, ha gastado cerca de 11 millones de soles en consultorías, así como
2.5 millones de soles para la creación de correos electrónicos para la
institución y 8 millones en la construcción de módulos educativos temporales
para 11 colegios; sin embargo, sus principales funciones no han sido cumplidas
a cabalidad.
Hoy
se pide la misma política para la prevención de lluvias en la misma región
norteña. Nada para la sierra y selva afectadas por la sequía. ¿Es esto justo?
¿Por qué sucede tanta injusticia? Pues, porque lo permitimos. ¿Cómo, no
entender el resentimiento social del sur andino? Esta injusticia se acabará
cuando la serranía conquiste el poder de gobernar, a nivel local, regional y
nacional. Pero eso, no cae del cielo, ni llega por sí solo. Sin lucha nada se
consigue. ¿O, sí? Ustedes qué dicen.
Noviembre 02- 2023
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