domingo, 4 de junio de 2023

SOBRE LA MASACRE DE JULIACA

 TESTIMONIO CLAVE

*EI policía Javier Rivadeneyra Mesías admite ante un fiscal que se emplearon en Juliaca fusiles de asalto AKM con cuatro cacerinas de 30 cartuchos cada una. En suma, fueron armados como si de una guerra se tratara

Por: AMÉRICO ZAMBRANO/ SHANNA TACO

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 638, 2JUN23

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efundido en el tomo número 21 de la voluminosa carpeta fiscal sobre la muerte de 18 civiles durante las pro­testas en la ciudad de Juliaca, el 9 de enero pasado, se en­cuentra un testimonio clave que contradice las versiones de la presidenta Dina Boluar te y de su gobierno sobre el uso de armas letales contra manifestantes y ciudadanos desarmados por parte de las fuerzas de seguridad.

Se trata de la declaración del policía Javier Ángel Riva­deneyra Mesías, quien fue el jefe de una de las escuadras policiales encargadas de reprimir los disturbios civiles y reforzar la seguridad del ae­ropuerto ‘Inca Manco Cápac” de Juliaca, donde murió la mayor cantidad de personas en la jomada más letal desde que estallaron las manifestaciones antigubernamentales en diciembre del 2022.

Rivadeneyra, de 60 años, formó parte de un contingen­te de policías de élite de la Di­rección de Operaciones Espe­ciales de la PNP (DIROESP), cuya sede se encuentra en el distrito de Ate-Vitarte, que fue enviado desde Lima a Ju­liaca en cumplimiento de los planes de operaciones elabo­rado por el alto mando de la Policía Nacional.

Los policías de la DI­ROESP estuvieron en Juliaca desde el 27 de diciembre has­ta casi un mes después de los graves hechos de represión ocurridos en las inmedia­ciones del aeropuerto “Inca Manco Cápac” y otras zonas de Juliaca, que dejaron 18 ci­viles muertos y 226 heridos.

El 27 de febrero pasado, a las 11 y 15 de la mañana, Rivadeneyra brindó su mani­festación “libre y voluntaria” -y en calidad de testigo- ante el fiscal provincial Ernesto Rojas Cayllahua, de la Se­gunda Fiscalía Penal Corpo­rativa de la provincia de San Román, en Juliaca. Este se­manario tiene una copia de dicha declaración oficial.

En su testimonio ante el fiscal Rojas, Rivadeneyra reconoció que a él y a otros efectivos policiales se les dotó de un equipamiento antidisturbios que incluía ar­mas letales, como fusiles de asalto AKM, calibre 7.62 x 39 milímetros, para sofocar las protestas en Juliaca.

Rivadeneyra también re­veló que realizó disparos con su fusil AKM el 9 de enero pasado, el día en que 18 ciu­dadanos, entre ellos tres ado­lescentes, fueron asesinados por impactos de proyectiles de armas de fuego, según el acta de su declaración testi­monial.

Es la primera vez que un miembro en actividad de la Policía Nacional confirma en un interrogatorio ante el Ministerio Público que sí se utilizaron armas letales du­rante las protestas de enero en Puno.

La confesión del efectivo de la DIROESP se produjo cuando el fiscal Rojas le pre­guntó acerca de una relación de agentes policiales descrita como “Afectación Fusil AKM Comisión Juliaca”, en la que aparecen anotados su nom­bre y firma junto al número “803171”.

El testigo contestó que dicho código corresponde al número de serie del fusil AKM, calibre 7.62 x 39 mm., con cuatro cacerinas y 120 cartuchos, que le fue asigna­do el 28 de diciembre pasa­do. Es decir, al día siguiente de haber llegado a Juliaca en “comisión de servicio”.

Rivadeneyra dijo que tuvo el arma en su poder “hasta el 6 o 7 de febrero”.

En su declaración Rivade­neyra admitió que usó el fusil AKM para disparar tres car­tuchos el 9 de enero de este año en Juliaca.

El policía dijo que aquel día se encontraba al mando de una escuadra de 10 efecti­vos en el puesto de cabecera N° 12 del aeropuerto “Inca Manco Cápac”. De pronto, relató, “en el lugar se pre­sentaron 200 manifestantes aprox (...) provistos de com­bas (que) agarran y tumban una pared”.

“Al tumbar una pared -prosiguió- mi persona trató de verbalizar con una de las personas que se encontraban ahí (...) No se pudo lograr conversar con ellos. También usaron bombardas, huara­cas, botellas con combusti­ble y otras cosas más. Eso pasó entre las 13:00 y 14:00 horas, aprox. Luego de ello tumbaron dos paredes más y seguían atacándonos. Enton­ces realicé el uso de armas no letales, así como cápsulas de gas. Y como seguían atacan­do (...) entonces yo me vi obligado a hacer uso de mi arma de fuego, dis­parando al suelo tres veces, para no dejar que ninguno ingrese al aeropuerto”.

Rivadeneyra relató que disparó tres veces con el fu­sil AKM porque “solicitamos más granadas lacrimógenas y no llegaban”. “Entonces para disuadir el intento agresivo de los manifestantes realicé dicho acto de disuasión”, ma­nifestó el policía, asegurando que no hubo ningún herido ni lesionado en el lugar. “Des­conozco si es que las otras escuadras que estuvieron en el aeropuerto Inca Manco Cápac de Juliaca hayan uti­lizado o no las armas afecta­das”, declaró al fiscal.

El informe final de la Co­misión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) señaló que un grupo de al menos 10 personas fue im­pactado por proyectiles de armas de fuego en las inme­diaciones del terminal aéreo, particularmente en la ave­nida Independencia, el 9 de enero.

En dicha zona murieron tanto manifestantes como una transeúnte menor de edad y un médico brigadista en circunstancias que po­drían ser catalogadas como una “masacre”, según la CIDH. Otros civiles perdie­ron la vida ese mismo día en distintos puntos de la ciudad de Juliaca, como en las calles aledañas a los centros comer­ciales.

Por lo menos 17 de los 18 civiles fallecidos recibieron impactos de proyectiles de armas de fuego en la parte superior del cuerpo.

La "pareja tempestad" con caras de satisfacción por las muertes
y por la impunidad asegurada por los órganos jurisdiccionales

Expertos del Instituto de Medicina Legal (IML) encon­traron fragmentos de bala de calibre 7.62 x 39 milímetros en cuatro de los cuerpos, lo que coincide con los car­tuchos asignados a la PNP. Otras ocho víctimas tenían heridas ocasionadas por mu­niciones compatibles con los fusiles AKM que portaban las fuerzas policiales en el aeropuerto.

El fusil de asalto AKM es un arma de combate y de uso militar que puede desarrollar un gran volumen de fuego debido a la capacidad de la cacerina de 30 tiros. Su fabri­cación original es rusa, pero la Policía Nacional del Perú adquirió una réplica de ma­nufactura norcoreana.

Esta arma tiene un alcan­ce efectivo de 150 o 200 me­tros y un alcance máximo de 400 metros, según expertos consultados por esta revista.

El cartucho 7.62 x 39 mm. es una munición de guerra de origen ruso capaz de pene­trar una pared de ladrillos a 100 metros de distancia. Di­cha munición está prohibida para el uso civil.

Los distintos reglamentos y manuales de la Policía seña­lan que, en las operaciones policiales de control, mante­nimiento y restablecimiento del orden público, o durante disturbios y concentracio­nes tumultuosas violentas, el personal policial no debe emplear armas de fuego letales. Y subrayan que el equi­pamiento policial para estas acciones debe tener por lo general trajes de protección adecuados, bastones, gas pi­mienta, cascos antimotines, máscaras antigás y armas no letales.

El uso de la fuerza “es excepcional, debe ser pla­nificado y limitado propor­cionalmente, debiendo pre­viamente haberse agotado todos los demás medios de control, incluyendo el puni­tivo”, según una resolución publicada por la comandancia general de la Policía en octubre de 2022, dos meses antes del inicio de las protestas que exigían la renuncia de Dina Boluarte y de los miembros del congreso.

Además, de acuerdo con esta norma, los efectivos del orden sólo deben emplear armas de fuego “cuando se individualice a la persona que genere un peligro real e inminente de muerte o le­sión grave contra el personal policial o terceros”. “Y -deja en claro- cuando medidas menos extremas resulten insuficientemente o sean in­adecuadas”.

Aparentemente ninguno de estos principios se cum­plió el 9 de enero pasado, se­gún las investigaciones de la Fiscalía de Puno. El hecho de que a los policías se les haya entregado decenas de fusiles de asalto AKM, con munición de combate, para reprimir las manifestaciones ciudadanas en Juliaca sugiere que los ar­maron para la guerra.

¿Quién o quiénes dieron la orden de que los policías utilizaran armas letales en Puno, en aparente violación de sus propios reglamentos?

El fiscal provincial Ernes­to Rojas no le formuló esta pregunta al policía Javier Rivadeneyra de la DIROESP. Pero este semanario sí lo hizo.

El jueves último reporte­ros de “Hildebrandt en sus trece” ubicaron a Rivade­neyra y este aceptó respon­der algunas de las interro­gantes que se le formularon. Las declaraciones del policía están grabadas.

Rivadeneyra reveló que fue el Comando General de la Policía el que dio la orden de que los policías destacados en Juliaca utilizaran fusiles AKM, con munición de alto calibre, para reprimir a los manifestantes.

“Claro, el comando da la orden” dijo “nos proporcionaron pertrechos y armas de fuego para que los usemos, siempre y cuando nuestras vidas estén en peligro. Yo lo he utilizado justamente por­que mi vida y la de mis com­pañeros se encontraban en peligro, ya que no contábamos con más bombas lacri­mógenas”, manifestó el po­licía.

La disposición que reci­bieron del alto mando de la Policía Nacional, según la versión de Rivadeneyra, fue “que no se permita ningún tipo de ingreso por parte de los manifestantes a la zona del aeropuerto, que defendamos a como dé lugar que (estos) tomen el aeropuerto”.

Rivadeneyra aseguró que estuvo al mando de una es­cuadra de seguridad com­puesta por 10 efectivos. “Sólo tres teníamos armas de fuego y el único que hizo disparos fui yo”, manifestó el agente. “Y fue porque nos habíamos quedado sin pertrechos, sin bombas lacrimógenas. No había cómo defendemos. Yo me vi obligado”, dijo.

Resguardando el perí­metro del aeropuerto “Inca Manco Cápac” había unas 20 escuadras de la DIROESP, de 10 integrantes cada una.

El policía no dio una expli­cación de cómo se produje­ron las muertes de 18 civiles, todos ellos por impactos de proyectiles de armas de fue­go. ‘Yo respondo por lo mío”, dijo, deslindando cualquier tipo de responsabilidad en los asesinatos cometidos. “De las otras partes, no sé. Yo le puedo responder de mi lugar y espacio nada más”, sostuvo.

“Yo -subrayó Rivadeneyra- no tengo nada de qué arrepentirme. Creo que he hecho las cosas bien. He cumplido con la orden, tengo a mi personal sano y salvo, y de parte de los manifestantes (a los que dice que enfrentó en el aeropuerto de Juliaca) no hubo heridos o muertos”.

La Dirección de Comu­nicaciones e Imagen Ins­titucional (Dircima) de la Policía Nacional no quiso hacer comentarios para este reportaje.

CADENA DE MANDO

Fiscalía de Puno que el co­ronel PNP Juan Manuel Pe­drera Ruiz, de la Dirección de Operaciones, estuvo a la cabeza del operativo en el aeropuerto de Juliaca el 9 de enero.

Pedrera daba cuenta de la ejecución de los planes operativos a su comando y este, a su vez, al ministro del Interior, que responde direc­tamente a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y a Palacio de Gobierno. Esa era la cadena de mando en este caso.

El titular de la cartera del Interior, cuando se produjo la masacre de Juliaca, era el general PNP (r) Víctor Rojas Herrera. Contactado por esta revista, Rojas no quiso hacer mayores comentarios sobre el testimonio que el policía Javier Rivadeneyra ofreció a la Fiscalía y se limitó a seña­lar que no sabe si se usaron armas letales en Puno.

“Definitivamente el poli­cía (Rivadeneyra) dirá quién le entregó (el fusil AKM), en qué circunstancias. Mal ha­ría en comentar cosas que no conozco”, sostuvo. “Pero estoy llano a acudir a la Fis­calía cuando me cite, que es la entidad donde yo debo de­clarar”, indicó el exministro.

La manifestación de Ri­vadeneyra sobre el uso de armas letales en Juliaca, la ciudad donde hubo más muertes durante las protes­tas, coloca en un escenario complicado a la presidenta Dina Boluarte, de cara a la declaración que dará a la Fis­calía de la Nación este mar­tes 6.

Boluarte ha ofrecido di­versas versiones sobre la ma­sacre de Juliaca y todas ellas parecen haber estado orien­tadas a esconder la verdad.

“Hay unos videos que los daré a conocer donde al pa­recer agarran una huaraca y no es así. Es un arma que dispara y mata al compañero que está a su lado. O de algu­na propiedad sale un disparo y mata a alguien que está en la protesta. No es la Policía (la) que está disparando”, declaró la presidenta en una conferencia ante la prensa extranjera dos semanas des­pués de la muerte de 18 civi­les en Puno.

Luego dijo que contaba con “información extrao­ficial” que indicaba que el derramamiento de sangre en Juliaca, el 9 de enero, ha­bía sido causado por armas artesanales denominadas dum-dum, traídas de con­trabando por los llamados “Ponchos Rojos”, una orga­nización campesina afín al Movimiento Al Socialismo (MAS) de Bolivia. La presi­denta no mostró ninguna prueba que respalde sus afirmaciones.

Ahora la defensa de la presidenta de la República baraja la versión de que las fuerzas de seguridad po­drían haber hecho un uso letal de la fuerza durante las protestas en el marco de una ‘legítima defensa”.

“Primero se tiene que corroborar cada declaración que exista”, señaló a este semanario Joseph Campos, abogado de la presidenta Dina Boluarte, en respuesta a la declaración del policía Javier Rivadeneyra Mestas sobre el uso de fusiles AKM para reprimir las protestas de Juliaca. “En ese grupo de víctimas que todos lamen­tamos están los que han muerto a propósito de una situación que se tiene que investigar. Es decir, si ha habido o no un uso excesivo del arma que se encomienda a la fuerza de seguridad o si las han utilizado en el marco de la legítima defensa. Eso lo determina el Ministerio Público”, afirmó.

Boluarte declarará de manera presencial este martes 6. Dependerá de la Fiscalía de la Nación que se llegue a la verdad o que el caso de las masacres ocurri­das durante las protestas, que ha generado un escándalo internacional, conti­núe en la impunidad como hasta ahora.

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