sábado, 10 de junio de 2023

PARA LA HISTORIA DE UNA MASACRE

 ACTAS COMPROMETEDORAS

LOS REGISTROS DE LOS CONSEJOS DE MINISTROS REALIZADOS DURANTE LAS PROTESTAS QUE PRODUJERON REPRESIÒN Y MUERTE DEBERÌAN SER INCORPORADOS A LA CARPETA FISCAL DE DINA BOLUARTE Y ALBERTO OTÀROLA

Por: Sonia Suyòn

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 639, 9JUN23

D

ina Boluarte ha dicho que ella como pre­sidenta no de­cide sola, que es el Consejo de Ministros el que evalúa y toma las decisiones de gobierno. Esa premisa no la libera de cul­pas. Una mirada a las actas de los Consejos de Minis­tros que presidió Boluarte durante las semanas del estallido social y la tenaz balacera policial y militar que acabó con la vida de 60 personas, entre ellas 5 me­nores de edad, da cuenta de la indolencia y la responsa­bilidad mediata y política de la jefa de Estado.

El 13 de diciembre de 2022 (dos días antes de la ma­sacre en Ayacucho), en medio del ruido y de la furia de las protestas en el sur del Perú, Dina Boluarte presidió su se­gundo Consejo de Ministros. Muy segura de sí, se dirigió a los miembros de su gabinete para decirles que había reci­bido el respaldo del Consejo de Estado y que este le había pedido que se restableciera el orden público. ¿Cómo conse­guirlo? Aludidos, los enton­ces prestos ministros César Cervantes Cárdenas y Alberto Otárola, de las carteras del Interior y de Defensa, respec­tivamente, dieron cuenta en ese momento de los diversos conflictos sociales que se desbordaban a nivel nacio­nal desde el 7 de diciembre de 2022. Hablaron de “actos de violenda y vandalismo que han afectado a las institu­ciones y a la infraestructura pública y privada”, relataron “actos de agresiones contra la integridad de las personas y autoridades”, se quejaron también del “bloqueo de las vías públicas, lo que genera una grave situación de crisis a nivel nacional”, de acuerdo a lo que recoge el acta del Con­sejo de Ministros de ese día.

Según ese mismo docu­mento, luego del análisis y de la deliberación, el Conse­jo de Ministros acordó por unanimidad que el Ministerio del Interior presentara en la sesión del día siguiente dos medidas: "Un proyecto de Decreto Supremo que declare el Estado de Emergencia a ni­vel nacional y una propuesta para establecer el toque de queda focalizado”. De esta manera se pretendía reprimir las demandas y los reclamos de la población. Ni una pala­bra sobre diálogo y concertación, menos sobre buscar mediadores para aplacar las iras de los protestantes. La única estrategia del gobierno era la represión.

De hecho, el día anterior, el 12 de diciembre, según el acta del Consejo de Ministros de ese día, se había aprobado decretar el Estado de Emer­gencia en siete provincias de Abancay, la tierra natal de Dina Boluarte, que fue la primera región en levantarse y donde se dieron los prime­ros tres muertos a manos de la policía, entre ellos un es­colar de 15 años.

El mismo 13 de diciembre, unas horas después de f haberse levantado la sesión de Consejo de Ministros, y para no quedarse atrás, el entonces titular de Defensa, Alberto Otárola, comunicó en el grupo de WhatsApp del gabinete que él también tenía su propuesta desde el Ministerio de Defensa. Fue entonces que Boluarte con­vocó nuevamente a Conse­jo de Ministros, esta vez vía Zoom. El único punto de la agenda era aprobar el pro­yecto de Otárola de declarar el Estado de Emergencia por 60 días en varios distritos de Ayacucho, Huancavelica, Cusco y Junín. Otárola justificó su proyecto en base a unos supuestos informes secretos del Comando Con­junto de las FF.AA. Mencio­nó, por ejemplo, el Informe Técnico 010-2022- CCFFAA D-3-DCT y el Dictamen 664- 2022 CC.FFAA/OAJ, del que extrae un delirante párrafo para leer a los ministros y a la jefa de Estado, con el fin de justificar el estado de emergencia: “Debido al ac­cionar de la Organización Terrorista Sendero Luminoso facción VRAEM y la simbiosis existente entre esta organización terrorista y las organizaciones criminales nacionales con vínculos inter­nacionales que se dedican al tráfico ilícito de drogas, tala ilegal de madera, entre otros ilícitos y con la finalidad de restablecer plenamente el orden interno y el Estado de derecho (...)”, se lee en el acta del Consejo de Ministros. Es decir, Otárola echó mano de anacrónicos y trasnochados informes antiterroristas para enviar a personal del Ejército y de la Policía Nacional arma­dos hasta los dientes a luchar contra los que protestaban como si fueran temibles hues­tes de Sendero Luminoso en varios distritos de Ayacucho, Huancavelica, Cusco y Junín. El Decreto de Otárola también proponía “que las Fuerzas Armadas asuman el control interno con apoyo de la Policía Nacional”.

El 15 de diciembre del 2022, cuando la capital ayacuchana era presa de una ba­lacera infernal, tras la toma del aeropuerto por parte de algunos manifestantes, Dina Boluarte convocó a una se­sión virtual del Consejo de Ministros. Aunque parezca mentira, el primer punto que se tocó fue el proyecto de De­creto Supremo para aprobar una operación de endeuda­miento externo con el BID por 100 millones de dólares.

Y mientras los fusiles AKM disparaban a matar en Huamanga, el segundo pun­to que vieron Boluarte y sus ministros fue el déficit del recurso hídrico en algunas provincias de Huancavelica. Y, por último, se tocó el tema de las protestas que exigían la renuncia de Boluarte y el cierre del Congreso, pero con otra medida represiva: se aprobó un Decreto Supre­mo que declaraba la inmovi­lización social por cinco días a nivel nacional. Pese a los muertos, en ningún momen­to, de acuerdo a las actas, Bo­luarte ordenó a los ministros de Defensa e Interior que se dejara de usar armas letales contra los manifestantes.

Y el 17 de diciembre, mien­tras Ayacucho amanecía con la resaca de todo lo sufrido y la Defensoría contabilizaba 10 muertos y 72 heridos en Huamanga, el gabinete de Boluarte respondía con más represión. Ese día la sesión de ministros tuvo como único tema de agenda declarar la inmovilización social obliga­toria en la provincia de Huamanga. No asistieron a la se­sión de Consejo de Ministros ni la ministra de Educación, Patricia Correa Arangoitia, ni el ministro de Cultura, Jair Pérez Bráñez: habían renun­ciado a sus cargos.

El 21 de diciembre del 2022 el gabinete ministe­rial de Boluarte estrenaba un nuevo primer ministro. Así, mientras la población demandaba la renuncia de los ministros del Interior y de Defensa por los asesina­tos de más de veinte mani­festantes, Alberto Otárola había sido premiado por la jefa de Estado, otorgándole el premierato. Ese día, en se­sión de Consejo de Ministros, Boluarte dio la bienvenida al gabinete y solicitó a los mi­nistros “trabajar en equipo y con lealtad al pueblo peruano”. Otárola, por su parte, exhortaba irónicamente a los ministros para que “la presente gestión debe ser presentada como el gobier­no de la paz, el diálogo y la democracia”, al tiempo que el Viceministerio de Gobernanza Territorial alcanzaba el balance de las protestas a nivel nacional: se contaban ya 26 muertos. Entre las organizaciones y movimientos sociales que participaban en las protestas no se mencio­nó en ningún momento a los “remanentes de Sendero Luminoso”.

El 21 de diciembre de 2022 la principal inquietud del gabinete parecía ser el discurso de investidura de Boluarte ante el Congreso, aunque en algún momento ella expresó su “preocupa­ción por la situación de las protestas en Puno”. Y señaló, de acuerdo al acta de la se­sión de Consejo de ese día, que “al tratarse de demandas de carácter eminentemente político, se debe contar con una estrategia política, a fin de trasladar las deman­das políticas a demandas sociales, porque al Poder Ejecutivo no le corresponde atender demandas políticas sino demandas sociales” (sic). Ningún comentario sobre el excesivo uso de armas por parte de las Fuerzas Armadas.

Aquí están, estos son

El día 5 de enero de 2023, en sesión de Consejo de Mi­nistros, Dina Boluarte no parecía expresar indigna­ción alguna por los más de 30 muertos que por enton­ces ya cargaba su gobierno, mientras el sur del país seguía en pie de protesta. Lo que más parecía mortificarle era que las carreteras siguie­ran bloqueadas. “La señora presidenta de la República señaló que a pesar de las acciones realizadas, las vías públicas siguen bloquea­das, situación que afecta gravemente los derechos fundamentales de todos los ciudadanos”, señala el acta de Consejo de Ministros de ese día. Acto seguido Boluarte preguntó al ministro del Interior a cuántas personas que bloqueaban las vías se había detenido y puesto a disposición de la Fiscalía. Boluarte pidió también al ministro de Economía y al del Interior que coordinen el pago de los bonos adeudados a los miembros de la Policía Nacional. Y por último ex­hortó a todos los ministros a recibir y escuchar a los congresistas que pidan au­diencia, a fin de solicitarles su apoyo en la promoción del diálogo en sus zonas de representación. Boluarte no dijo ni una sola palabra sobre los deudos de las víctimas de las protestas. Tampoco plan­teó ninguna exigencia a los ministros de Defensa y del Interior para que dejasen de disparar a matar contra los protestantes. Cuatro días I después ocurría la matanza en Puno, donde las Fuerzas Armadas aniquilaron a 18 manifestantes, entre ellos dos menores de edad. Bo­luarte se limitó a pedir a los ministros del Interior y de Defensa “que hagan un informe en el que se expli­que las circunstancias de la intervención de la Policía Nacional del Perú y de las Fuerzas Armadas y el cum­plimiento de los protocolos sobre el uso de la fuerza”. Sin un alto al fuego dictado por la jefa suprema de las Fuer­zas Armadas, la Policía y el Ejército siguieron disparan­do a los manifestantes.

El 9 de enero del 2023 el Consejo de Ministros discutía un proyecto de ley que dele­gara facultades al Ejecutivo para legislar en materia de reactivación económica y tributaria.

Al día siguiente, con los 18 fallecidos en Puno, el re­cuento de muertos a causa de la represión militar y policial superaba las 50 personas. La única reacción del Consejo de Ministros de Dina Boluarte fue “declarar la inmoviliza­ción social obligatoria en el departamento de Puno por la situación de conflictividad actual”. La misma respuesta que se había dado tras la masacre de Ayacucho. ▒▒

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