domingo, 28 de noviembre de 2021

HISTORIA DE LOS PUEBLOS COLLAVINOS

 EL REINO LUPAQA

EN LA COLONIA Y EN LA EMANCIPACIÓN*

Carlos Zanolli y Dolores Estruch

A

Reinos o señoríos collas (Aimaras)
l momento de la conquista hispana, los lupaqa ocupaban la cuenca suroccidental del lago Titicaca, entre los 3.800 y 4.000 msnm. El reino estaba constituido por un pueblo principal, Chucuito y otros seis pueblos o cabeceras ubicados hacia el sur: Ácora, llave (a orillas del río homónimo), Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita, los que se mantienen hasta el día de hoy. Estos últimos están ubicados a orillas de la laguna de Huiñaymarca, que se conecta con el lago Titicaca a través del estrecho de Tiquina.

Con temperaturas extremas anuales que oscilan entre los 2 y los 14 grados centígrados y con lluvias que no superan los 800 mm anuales, la región sólo es apta para cierto tipo de agricultura a la vez que para el engorde de ganado.

Los lupaqa superaron la adversidad del paisaje a partir del control de otros pisos ecológicos: su complementariedad se extendía a los valles de Sama, Moquegua y Lluta, que desembocan en el océano Pacífico y también a la vertiente oriental del lago en la provincia de Larecaja.

Hyslop y Mujica han señalado la posibilidad de que la ubicación de los lupaqa a la llegada de los españoles se haya debido al accionar de los incas quienes luego de haberlos sometido los "habrían obligado a abandonar sus establecimientos y pukara de los cerros" para reubicarlos en Chuchito, su pueblo principal en ese momento y en las otras seis cabeceras.

Según el mismo autor, el Tawantinsuyu habría "obtenido sus recursos por encima y al margen de la población" distinguiendo la forma del dominio político del económico. En el primer caso se habría forzado el abandono de los viejos lugares de residencia a fin de lograr un mejor control político-administrativo de la población. En el segundo, simplemente se habría establecido un sistema económico por encima de los lupaqa, respetando su modo de complementariedad económica.

Durante el dominio incaico los lupaqa cayeron en las generales de la ley del imperio en lo que a unificación de pautas culturales y de comportamiento económico se refiere. Así, además de reubicados, muchos fueron trasladados al gran enclave económico que significó el valle de Cochabamba.

Al poco tiempo de la caída del imperio, por Real Cédula del 8 de marzo de 1534 y por cédula del 6 de noviembre de 15354 los lupaqa fueron encomendados en cabeza de su majestad. Para autores como Salles, "aquella situación de privilegio" habría estado asociada a ciertas ventajas conservadas dentro de la estructura imperial, pero más allá de los motivos en que se fundase, entendemos que esta situación privilegiada era verdaderamente relativa. En tanto dependía directamente de la Corona, la provincia de Chucuito no tenía encomenderos privados que actuaran de intermediarios, aunque sí contaba con la presencia de contadores, recaudadores de impuestos y visitadores reales quienes, en visita de inspección, iban a controlar los dominios del rey y a establecer las tasas tributarias. Para que esta tributación llegara a establecerse de manera efectiva, fue necesario esperar la tasación del marqués Cañete, virrey del Perú (1556-1561), en el año 1559. La tasa que este había fijado para Chucuito representaba un total de 1.000 piezas de ropa y 18.000 pesos ensayados que las comunidades pagaban enviando mitayos a las recientemente descubiertas minas de plata de Potosí. "Esta no era la primera experiencia de los indios de Chucuito en las minas: ya en tiempos prehispánicos estos eran trasladados a Parco a extraer plata y a Chuquiabo a producir oro, para poder así cumplir con el tributo al Inca".

Indio colla, por SABOGAL
Como en muchos otros casos, las autoridades españolas reutilizaron, en provecho propio, mecanismos tradicionales o conocidos. Para los tiempos del virrey Cañete, los contingentes de indios que se despachaban anualmente a Potosí aseguraron el circulante necesario para pagar el tributo real y presagiaron la organización de la mita minera toledana (1572). Desde principios de la década de 1560 en adelante, alrededor de 500 hombres, enviados de las siete cabeceras de Chucuito a trabajar a la "Villa Real de Potosí", fueron un primer "indicio" de las remesas de mano de obra que garantizarían a la corona española la más espectacular producción de minerales que tendría a lo largo de su dominio en las Indias.

Los indios de Chucuito, tal como había advertido el cronista Cieza de León en su paso por la provincia a mediados del siglo XVI, eran muy "ricos de ganado"7 y si el circulante para el pago de! tributo de Chucuito se aseguraba a través de! traslado de mitayos a Potosí, los tejidos que se debían a la Corona eran producidos a partir de lana del "ganado de la tierra" (alpacas y llamas) y del "ganado de Castilla" (ovejas) trabajada por los indígenas que quedaban en los distintos pueblos.

Los dominicos, primeros religiosos presentes en la provincia de Chucuito (1542-1573), no demoraron en edificar iglesias y conventos, así como en advertir que el ganado "de la comunidad" ofrecía ventajosos negocios. En 1560 los frailes incautaron el ganado "de la tierra" para sustituirlo por ovejas, en una transacción que les dejó no pocos réditos y que les permitió el establecimiento de un obraje para producir "frazadas, paños y sayas'".

Años más tarde, cuando en la provincia se llevó a cabo la famosa visita de Garci Diez de San Miguel (1567), las irregularidades que estos religiosos presentaron en el desarrollo de su misión serían duramente expuestas. En respuesta a ello, en 1573, Francisco de Toledo -quinto virrey del Perú- envió a su secretario privado a los fines de realizar una nueva visita de inspección que terminaría definiendo la expulsión de los frailes dominicos de la provincia y el ingreso del clero secular y de la Compañía de Jesús.

No fueron pocos los cambios que se vivieron en Chucuito a partir de la llegada de Francisco de Toledo al Virreinato del Perú (1569). Parte del proceso de reorganización de la sociedad indígena, impulsada por sus reformas, implicó la aparición de nuevos actores sociales y el establecimiento de un sistema de reducciones. A partir de la política de reasentamientos, Toledo buscó facilitar el reclutamiento de mano de obra, la evangelización y el cobro de tributos reduciendo la población indígena a lugares bajos y accesibles.

Las trazas de los nuevos "pueblos de indios", que vinieron a repetir la experiencia urbana hispana a lo largo del Virreinato, provocaron importantes transformaciones en la vida socio-económica y política de las comunidades andinas. Sin embargo, para la provincia de Chucuito, el virrey estableció una disposición especial, conforme a que allí existían "pueblos muy grandes y compatibles para las doctrinas", indicó a los visitadores que "los dejarán estar (...) según y de la manera que ahora están".

Las estrategias para hacer frente a las demandas e imposiciones del gobierno colonial se diversificaron a lo largo del siglo XVII. La congregación en pueblos de reducción fue muchas veces resistida y muchos optaron por dar inicio a un movimiento migratorio que, lejos de llevarlos a abandonar las áreas bajo dominio español, los hizo reaparecer bajo el estatus de forasteros o yanaconas, a veces aún dentro de la misma provincia, como veremos en el caso de Juli. De esta forma, las comunidades de Chucuito buscaron oportunidades dentro de una nueva realidad, tanto de modo individual como colectivo.

Ya en las primeras décadas del siglo XVII, las estrategias desplegadas por los indígenas frente a la constante presión colonial y la corrupción de los estratos intermedios de gobierno, sobre todo los corregidores, redujeron la mano de obra disponible para e! desarrollo de las actividades económicas, provocando una fuerte retracción de las mismas, situación que fue acompañada por las limitaciones propias de! mercado interno colonial. Ambos problemas fueron una constante preocupación tanto para las autoridades virreinales como para criollos y peninsulares en América y se intentó superarlos a través del sistema de repartimientos mercantiles, surgido en el siglo XVII pero con un desarrollo extendido y consolidado en el XVIII.

"Lluch'unis"
A fines de este siglo, la mayor rebelión ocurrida en la historia de América hispano-colonial comenzó -bajo el liderazgo de Túpac Amaru- como un levantamiento que se propagó rápidamente hasta adquirir importantes dimensiones. La provincia de Chucuito no tardó en quedar integrada dentro de la red de intrigas, enfrentamientos y conspiraciones que sacudieron los años que corrieron entre 1780 y 1783.

Dentro de las escasas menciones que ha hecho la bibliografía sobre la participación de Chucuito en la "gran rebelión" sobresale la idea de que "los indios lupaca de Chucuito no respondieron al llamado de Túpac Amaru". Al respecto, consideramos que si bien Don José Toribio Castillo -cacique de Pomata- y Don Miguel Guamansango -cacique de Chucuito- decididamente brindaron apoyo a las tropas realistas.

Hacia el interior de la provincia se dieron variadas situaciones. Promediando el mes de noviembre de 1780, pocos días después de que la captura del corregidor de Tinta diera inicio a la rebelión, don Ramón Moya y Villareal, gobernador de Chucuito, convocó a los indios de su jurisdicción, movilizándolos hacia la provincia de Lampa a fin de "contener por aquella parte la fuerte irrupción del enemigo". Esta sería una de las primeras "victorias" en las que los indios de la provincia se vieron involucrados y que luego les valdría el recelo de los rebeldes.

Hacia marzo de 1781, las tropas al mando de los coroneles de Túpac Amaru asolaron las poblaciones de las provincias de Puno y Chucuito. Posteriormente, tomaron el poblado de Juli y obligaron a una rápida retirada hacia el pueblo de Chucuito. Allí, por ser "paraje más ventajoso para la defensa" se enviaron también pobladores de llave y Ácora. Sin embargo, "ya era todo enemigo por las sujeciones a los contrarios, manteniéndose sólo fieles entonces los indios de la ciudad de Chucuito y un corto número del pueblo de Ácora".16 Luego de un intento fallido de resistencia, el pueblo de Chucuito fue tomado por las tropas rebeldes, por lo que el mermado ejército debió huir a refugiarse en la vecina ciudad de Arequipa. Sólo una vez integrados a la columna de aquella ciudad, los hombres de Moya y Villareal pudieron emprender con éxito su reingreso a la provincia.

Los primeros días de enero de 1782, una vez posicionados dentro de la jurisdicción, estos recibieron a los indios de Ácora y de Chucuito que acudieron a pedir perdón, "y aunque no concurrieron todos los comunes, manteniéndose algunos individuos seducidos todavía de varios capitanes y mandones en el partido de los rebeldes, dieron no obstante en general estas señales de sumisión".

Por su parte, los indios de llave no solo no solicitaron el perdón, sino que, apostándose en varios cerros, presentaron batalla. Pero, ante los terribles castigos infligidos a los capitanes que fueron entregados por los de Ácora, terminaron "bajando de los cerros y presentándose a nuestras banderas". No obstante, fueron los indios de Pomata los que sobresalieron en el combate al entregar a cuatro de los principales "que fomentaban allí la rebelión" y dar muerte al "falso comandante" Melchor Laura.

Cuando tiempo después hizo su ingreso la columna de Arequipa por la ciudad de Chucuito, a su paso los indios de la ciudad demostraron su alegría "con danzas y arcos distribuidos desde una legua antes de llegar a la población”. Sin embargo, estas demostraciones no lograron borrar el dolor de ver arruinada y quemada la ciudad "sin hallarse en ella más que tal cual rancho de indios una de las casas de los curas y las dos Iglesias".

Lupaqas en Puno

Ya eran tiempos de paz, aunque también de temor. Tiempos de planear la repoblación y reedificación de la provincia y hasta incluso de imaginar la fortificación de aquellos parajes. Quedaba aún por atravesar el largo período pos revolucionario denominado "el período del gran miedo", durante el cual el sector español-criollo hizo importantes esfuerzos por controlar a las comunidades indígenas, buscando evitar nuevos alzamientos. Una etapa en la que se intensificó la división social en castas y se fortaleció la brecha que separaba el mundo español arraigado en Lima, del mundo indígena y, dentro de él, del "reino lupaqa", asentado en la sierra.

En suma, y tal como se desprende de este recorrido histórico, las incorporaciones al estado inca y posteriormente al estado español colonial, alteraron profundamente la vida de las comunidades de Chucuito, dando lugar al surgimiento de nuevas categorías, prácticas y estrategias. Esos mismos indios de las siete cabeceras serán los "nuevos ciudadanos" que vivirán la experiencia de atravesar las independencias del siglo XIX. Ya bajo los ideales ilustrados de igualdad jurídica y política, será la nación criolla la encargada de "reinventar' a estos indios de comunidad, visualizándolos como una nación por fuera de la nación.

Sin dudas, las comunidades de Chucuito también participarán de esta reinvención y lo harán defendiendo sus tierras, su cultura comunal y la diversidad presente dentro de este espacio.

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*Publicado en: CHUCUITO FRAGMENTOS DE UNA HISTORIA. Ed Centro Cultural Paco Urondo Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. 2005. Difundido en punoculturaydesarrollo.blogspot.com

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