jueves, 25 de marzo de 2021

DOCUMENTOS IMPRESCINDIBLES PARA LA HISTORIA DE PUNO

 LA REBELIÓN DE RUMI MAQUI

UNA CARTA DEL MAYOR TEODOMIRO GUTIERREZ CUEVAS

Tomado del Diario EL COMERCIO. Lima, sábado 3 de junio de 1916. Transcrito en la Revista CAMPE­SINO N° 7.-Lima-Perú, 1977. Pp. 83 - 86.

L

os lectores de “El Comercio” conocen en sus detalles, los incidentes del movimiento indígena de Puno en que apa­rece como cabecilla e instigador el sargento mayor Teodomiro Gutiérrez Cuevas, de quien se afirmó que había adoptado el nombre de Rumi Maqui; saben, también, que, sorprendido éste, al llegar a Arequipa, fue apresado y, acusado de traición a la patria, sometido al correspondiente juicio. 

Ahora hemos recibido una carta del mismo Mayor Gutiérrez Cuevas, quién después de manifestarnos que son inexactos los informes transmitidos a Lima sobre el movimien­to indígena de Puno, explica su actitud en esos sucesos.

El mayor Gutiérrez Cuevas juzga que la situación de la raza indígena ha llegado a un estado lamentable y necesita una enérgica acción a su favor.

A la verdad, que desde la época colonial, la raza indígena no ha merecido un sincero calor; sólo en ocasiones ha logrado un relativo apoyo; y no puede negarse que desde el mismo día posterior a la conquista ha habido quienes la han oprimido y explotado. Los explotadores férreos que la raza ha tenido, se han encontrado otros, solapados y oscuros, rábulas y tinterillos que la han hecho víctima de sus adulaciones, han agitado sus rencores y pasiones y la han mo­vido en su provecho.

Las exclamaciones del mayor Gutiérrez Cuevas tienen, pues, un fondo justo; a él se dirigirá seguramente, la aten­ción directriz, y es de esperar que se inicie una época de reforma en su beneficio.

El mayor Gutiérrez Cuevas acusa desembozadamente a quienes tales atropellos cometen; nos ha parecido oportuno SUPRIMIR NOMBRES PROPIOS, toda vez que las acusaciones son de considerable gravedad; pero el juicio que ha de seguirse por los acontecimientos de Azángaro, per­mitirá que las cosas se sitúen en un punto exacto y se conozca el origen de los sucesos del Sur; se vea, así como afirma, el mayor Gutiérrez Cuevas, todo lo ocurrido no es sino una MAQUINACION DEL GAMONALISMO o un acto de extravío de ese jefe, a quien su excesivo entusiasmo por la causa de los indígenas empujara a actuar.

La carta dice así:

“En Lima desgraciadamente, se mira con indiferencia la cuestión indígena que es de vida o muerte para la Re­pública. Por esto la gran escritora y pensadora Señorita Do­ra Mayer ha planteado este dilema, que el Perú debía tener muy en cuenta, porque es una advertencia que, si se desatiende, no se hará sino precipitar a la república en la pendiente de la ruina. La señorita Mayer ha dicho: triunfa el indio o no triunfa el Perú”.

“Esto es de absoluta evidencia, ¿cómo puede concebir­se el progreso y la prosperidad de este país cuando el con­greso que, con excepción de muy pocos representantes, es el núcleo del gamonalismo, tiene esclavizados a cuatro millones de indígenas, una inmensa mayoría de la población peruana, desde Loreto hasta Puno y desde Lima hasta la Mar?.

¿“No hay íntimo convencimiento de todos los gamonales del congreso ejercen presión en el ánimo del Presidente de la república y de los ministros para que el nombramiento de todos los empleados públicos de sus respectivas provincias recaiga en miembros de sus familias o en sus amigos íntimos?.

“¿Y qué resulta de esto? Que cada provincia es un feudo en que no hay más ley que la voluntad del gamo­nal. El Sub—Prefecto, el Juez de Ira. Instancia, el Gober­nador, no son sino figuras decorativas, y ¡ay! de ellos que quisieran contrariar la voluntad del todopoderoso. Las autoridades provinciales y departamentales de todo orden no son sino instrumentos para legalizar todas las monstruosidades del autócrata.

A los indígenas se les arrebata sus terrenos por la vio­lencia o por la fuerza, o por el fraude o el engaño, para lo que los jueces desempeñan su papel a las mil maravillas; se le quita su ganado, se les saquea sus estancias y sus cabañas, se les quema sus casas; se les encarcela con frívolos pretextos y se les tiene privados de la libertad años enteros; se les manda al ejército para apoderarse de sus propiedades; se les mata arrastrándolos vivos amarrados a las colas de los caballos; se les quema vivos, prendiendo fuego a las ca­sas, todas de techo de paja, en que son encerrados; se les tortura cruelmente; se les mata triturándoseles los cráneos y las entrañas en las grandes prensas de las fábricas de las ha­ciendas; se les arrebata a sus hijos queridos para obsequiarlos a los amigos que los gamonales tienen en la costa y en la capital de la república; se fraguan sublevaciones, cuando los indios se resisten, a someterse al dominio del señor feudal; para tener pretexto de solicitar la fuerza pública a las autoridades y con ella perseguir a los indios por los cerros, matar a unos y tomar prisioneros a los otros con sus muje­res e hijos y llevarlos a las haciendas en calidad de colonos (esclavos) que tienen que trabajar toda su vida sin un centavo de remuneración habiendo sido saqueadas y taladas sus casas y anexados sus terrenos a los latifundios del señor om­nipotente. Todos sacan provecho de esta operación, gamonales, autoridades, oficiales y soldados; por eso es que son tan solícitos en llevarla a cabo.

"¿Se creerá que esto es exageración?. Pues tomen la molestia de leer los informes emitidos y elevados al supremo gobierno por los señores doctores Maguiña y Villena y por mi sobre las comisiones que desempeñamos en la provincia de Chucuito el año 13, en la de Lampa el año 13 y en la de Azángaro el mismo año, respectivamente, publicados los dos primeros, y el mío se halla en la secretaría privada de S.E. el presidente.

"Yo por mi parte tengo vertidos al inglés los tres in­formes para enviarlos a la sociedad antiesclavista de Lon­dres si los poderes públicos no hacen lo que deben hacer para que desaparezca este estado de cosas que subleva el ánimo de los patriotas.

“Es tal la impunidad de que gozan los representantes gamonales de las provincias que a pesar de haber comproba­do con testimonios irrecusables en mi informe del año 13 que el gamonal (aquí el nombre de ex—diputado) es mone­dero falso y que su fábrica de monedas y sus cuños existen en su hacienda (aquí el nombre de su hacienda), ni el go­bierno ni ninguna autoridad se han preocupado de ello. En uno de los tres cuadernos de mi informe está probado superabundantemente lo que acabo de decir.

"Los gamonales son la causa de la ruina del Perú: 1o, porque tienen esclavizados a los indígenas, sumiéndolos en la más completa ignorancia e impidiendo que lleguen a ser elementos de progreso y prosperidad nacional; 2°, porque ningún gamonal permite que vaya a servir al ejército ninguno de sus peones esclavos, y los contingentes los forman los in­dios de las comunidades que no han querido inclinar la cer­viz ante los señores dueños de vidas y haciendas; 3o, porque con sus abusos y arbitrariedades y crímenes impiden que los indígenas sean elementos productores y se sometan con ir a Lima a gozar en una vida de príncipes, del dinero robado a los indígenas; 4o, porque tienen maniatado al presidente de la república para que no lleve a cabo sus buenos pro­yectos en favor del país; y porque hacen vivir a la república una vida de intranquilidad y anarquía, que no es sinó precursora del más completo desastre.

“Ellos son, pues, los enemigos del Perú, los traidores a la patria”.

“Esos criminales, esos monstruos, han fraguado una sublevación en Azángaro y han querido envolverme en ella para satisfacer su sed de venganza; y me han hecho prender y encerrar en la cárcel, haciéndome acusaciones terribles”.

“Que solícitos han estado para encarcelarme y enjuiciar­me por las acusaciones de los gamonales que ha sido desmentida por los corresponsales de los periódicos y por los delegados de la asociación pro—indígena y que sordos ante las acusaciones de los indígenas durante quince años consecu­tivos de crímenes terribles cometidos por los gamonales. Para mí hay enjuiciamiento y castigo, y para ellos no. Yo soy un criminal y ellos unos santos bajados del cielo”.

“Ellos todopoderosos que harán lo que quieran, que harán decir y hacer a sus esclavos (empleados y peones) cuan­to quieran en daño mío; que dominan a los jueces para que hagan aparecer como declarantes a hombres que tal vez no existan sobre la faz de la tierra; ellos que tienen dinero para satisfacer todos sus caprichos; que ejercen poderosa influencia en las autoridades ¿que no harán?”.

“Los gamonales son los principales contrabandistas y cuando estuve de sub—prefecto en Chucuito, los acusé como tales ante el gobierno con pruebas. Siendo sub—prefecto de esta provincia, sorprendí al gamonal (aquí un nombre) en infraganti delito de amonedar moneda falsa, y puse a todos los culpables con sus cuños, piezas de moneda, peruana y bo­liviana y demás cosas encontradas en la fábrica clandestina a disposición del Juez. A los pocos días salió libre y nadie lo ha molestado ni ha hecho nada contra él. ¿Puede haber prueba más palmaria de la amplia impunidad de que gozan los gamonales?”.

“Van a sacrificar a un hombre honrado que no ha te­nido más deliro que querer justicia y libertad para los indí­genas para bien del Perú. ¡No importa!’’.

“El árbol de la libertad debe ser regado con sangre y la mía no la escatimo; antes la derramaría gustoso si sirviera para retemplar a los indígenas a fin cíe que sacudiera el yugo infamante con que los gamonales los tienen subyu­gados y esclavizados. Felizmente los indígenas han abierto los ojos y ya no son tan ignorantes como ahora quince años.

“Que sigan gozando los gamonales de la amplia impunidad que les ha sido concedida; que siga siendo el indio un paria o un esclavo; que sean proscritas de este suelo la libertad y la justicia; y más tarde, cuando la consecuencia fatal de esa política se haga sentir entonces se me hará jus­ticia, aunque no se repare jamás los graves daños que se me ocasionan moral y materialmente; ni se curarán las profundas heridas que mis verdugos han abierto en el corazón de mi pobre y desventurada esposa ,y de mi hija que pobres y abandonadas a su propia suerte, no tendrán quien les tienda una mano protectora.

“Pero sobre la justicia de los hombres está la de Dios, y en ella confío. Dios que lee en el fondo de mi corazón y que sabe de qué propósitos estoy animado, no ha de permitir que esos monstruos asesinos lleven a cabo sus deseos protervos.

“Cuando se hayan compenetrado de la verdad y li­bre de prejuicios y muy lejos de la influencia del gamona­lismo, se levante la bandera de la liberación indígena, caerán las bendiciones de la patria agradecida.

TEODOMIRO A. GUTIERREZ”.

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