LA CLASE POLITICA, HOY
Escribe: Guillermo
Vásquez Cuentas
Publicado en la revista
BRISAS, JULIO 2019, págs. 15 a 17
L
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os
analistas de la actualidad peruana coinciden en lo inédito y al mismo tiempo crucial de los
hechos y fenómenos que prevalecen con inusitada velocidad en la
lucha por el poder político del Estado y en su ejercicio y
administración a cargo de las instituciones oficiales, en la presente histórica
coyuntura. Veamos.
El paulatino
develamiento de la espantosa corrupción que había estado creciendo desde hace
varias décadas en las entrañas del poder real al amparo del secretismo y de una
pretendida impunidad, corre parejo con la no menos grave problemática
económico-social que el país confronta.
Prisión
preventiva, fuga al exterior, pase a la clandestinidad y hasta suicidio,
combinados con extracción masiva de nuestros recursos naturales, contaminación
de cuerpos de agua esencial para la vida humana, escandalosa precariedad en
salud y educación, altos sueldos de una burocracia dorada socialmente
insensible, bajos ingresos de las mayorías poblacionales, delincuencia cada vez
más feroz y extendida, política internacional digitada desde la potencia
dominante, son, todos, titulares frecuentes en aquellos medios de comunicación
comprometidos en diverso grado con las masas de ciudadanos de a pie.
Ambas
situaciones problemáticas, la política y la social, serán determinantes para
la configuración de la nueva realidad peruana que debe emerger en el país en
los próximos años, con la renovación de líderes y dirigentes nuevos y
comprometidos con las mayorías nacionales, pero sobre todo con la nuevas
reglas de una nueva carta política nacional, exigida a gritos la situación
constituyente que vivimos, para reemplazar los estatutos abortados en octubre
de 1993 para imponer el neoliberalismo salvaje a rajatabla.
CORRUPCIÓN PROBADA |
El momento
histórico se presenta excepcional por la cantidad y diversidad de hechos y
fenómenos, frente a los cuales nuestros estadistas, las autoridades
gobernantes y los políticos no podridos que todavía detentan parcelas del
poder y especialmente los que buscan acceder a ellas (léase candidatos a cargos
públicos no incursos en imputaciones de corrupción), deben agudizar su lucidez
para no perderse en la enmarañada urdimbre de acontecimientos; pero sobre
todo, dejando confrontaciones momentáneas entre compadres llamados Ejecutivo y
Congreso, deben tomar posiciones claras de cara al pueblo, sobre sus
necesidades y aspiraciones de fondo, de importancia decisiva, cada vez más
exigidas orientadas a refundar la república.
Los conspicuos
integrantes de nuestra clase política decadente, deben darse cuenta de que
ningún peruano -salvo que esté comprometido- puede dar las espaldas al proceso
justiciero que llevan a cabo el Poder Judicial y la Fiscalía de la Nación y de
que en el futuro inmediato y mediato ese proceso solo deberá detenerse cuando
la salud moral de la nación se halle totalmente restablecida, es decir cuando
la ética política repose sobre el rechazo total y completo de la falsa
creencia en la impunidad, de esa que en años pasados y hasta hace poco socapó
tantos crímenes contra los derechos humanos, contra los intereses nacionales,
contra el Estado y contra la sociedad.
Las distintas
formas de inconducta corrupta y ventajista que infortunadamente pretenden
afirmarse en las estructuras nacionales por obra de los políticos de todo
pelaje, tienden a contaminar el quehacer político administrativo no solo dentro
de las ramificaciones de los gobiernos, sino también dentro de las
instituciones sociales privadas de todo tipo, sean empresariales, gremiales,
representativas, asociativas, comunales; y de ese efecto de imitación contaminante
hay abundantes pruebas a lo largo y ancho del territorio nacional.
Creemos
firmemente que La lucha contra la corrupción no debe darse solo en las alturas
y vericuetos del poder político de Estado, sino que debe darse también con
fuerza en el seno de las organizaciones sociales de derecho privado y de
variada índole que existen en la sociedad peruana.
La clase
política dominante, si quiere durar, tendría que ser efectiva actora y agente
promotora del bienestar general mediante la atención a las aspiraciones
populares mayoritarias, que esperan la plasmación de históricas
reivindicaciones económicas, sociales, étnicas y culturales, nacidas desde la
misma invasión europea hace cerca de 500 años y combatidas sin tregua por el
dominio civilista, prácticamente hasta nuestros días.
En ese marco
histórico, los políticos nacionales y locales deben tener en debida cuenta,
además, que el Perú, Puno y otras regiones, han cambiado en cuanto a las
fuentes poblacionales más influyentes, es decir, de aquellos sectores de donde
surgen con mayor efectividad las voluntades para constituir el poder legítimo
mediante el voto democrático.
En uno y otro
comienzan a imponerse los “hombres color de la tierra” portadores de una rica
cultura surgida y construida autónomamente desde milenios, que pese a la
imposición de mistificaciones, deformaciones y persecuciones, persiste en sus
líneas fundamentales a través de los siglos.
Los políticos
que no participan de los propósitos generalizados de cambio social integral y
participativo, se adscriben al mundo de lo que les sigue pareciendo, pero que
comenzó a dejar de ser como ellos quisieran que sea, hace buen tiempo.
Es hora de
apurar los imprescindibles cambios.
Junio 2019
"El poder emana del pueblo" |
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