EL HOMBRE DE LA GRAN QUIJADA
Escribe: Guillermo
Vásquez Cuentas
Tomado de punocuturaydesarrollo.blogspot.com
En las elecciones peruanas en curso, hay un candidato
presidencial estadounidense que -como a buena parte de sus connacionales- de
tanto mascar chicle le creció la quijada.
Matrero en el manejo de teorías y prácticas de la economía
política del demoliberalismo, bien aprendidas en su largo tránsito por
organismos internacionales, empresas transnacionales y sus propias empresas, el
hombre de la gran quijada ha demostrado gran audacia al candidatear al
ejercicio del máximo cargo de poder de un país del que abjuró solemnemente,
pese a ser su país natal.
¿Su difundida imagen de gringo económica y políticamente
exitoso, le ha ayudado en el logro de un lugar expectante en las encuestas
sobre intención de voto en Lima y algunos lugares del Perú?. ¡Claro que sí!.
Eso porque hay ciertos limeños, especialmente sanisidrinos, miraflorinos,
sanborjinos, molineros, surcanos (en cuyos distritos vive la gran parte de la alta
clase política de este país) que tienen entre sus sueños y aspiraciones ser
parte de una sociedad que se configure con los moldes de la llamada “american
way life” (estilo de vida estadounidense).
Pero, infortunadamente, no son solo ellos. Si alguna verdad
ha dicho en una de las campañas anteriores el parco hoy alcalde Castañeda, es
que el alza porcentual de apoyo al hombre que de tanto mascar chicle le creció
la quijada, “obedece a una moda pituca de quienes creen que votar por un pituco
los hace también pitucos”. (Como se sabe, en el Perú el término “pituco” sirve
para designar a persona generalmente presumida y “de clase alta”. Nosotros
llamamos “pituquesos” a los aspirantes a pitucos).
Como para confirmar el aserto del ex-alcalde limeño de habla
escasa, están las estadísticas levantadas por varias encuestadoras sobre
“Intención de voto presidencial por nivel socioeconómico” que vienen publicando
distintos medios de comunicación masiva. Allí se constata que el de la gran
quijada se encuentra en el segundo o tercer lugar de las preferencias.
Llama profundamente la atención de cualquier analista de la
coyuntura política regional, el apoyo de algunas capas citadinas de electores
de Puno y Juliaca al hombre que de tanto mascar chicle le creció la quijada, lo
cual resulta desconcertante, por decir lo más suave.
Cuando hace algún tiempo, en un artículo que publicamos criticando
la actitud de quienes se oponían por razones racistas, anti-cholas y
anti-indias a que los aimaras tuviéramos una universidad, nos referimos a esa
capita de mistis a los que identificamos como “pituquesos”, es decir aquellos
que, echando al trasto sus orígenes, su identidad, su historia, el debido
orgullo por sus ancestros, quieren fungir de pitucos, o sea lo que
coloquialmente y vulgarmente se conoce como “cholos igualados”.
Parece que son muchos de ellos los que –increíblemente- habrían
pasado a integrar la plataforma social de electores sobre la que se levantan
las pretensiones del ciudadano extranjero, cuya “renuncia” a la nacionalidad
gringa parece ser un bluf del cual apenas se empieza a investigar y hablar.
Esa actitud es tanto más triste como ridícula y patética en
nuestra región, cuando vemos a algunos puneños de tez cobriza, muchos de ellos
jóvenes, propagandizando el voto por el hombre de la gran quijada.
Lo que falta a esas personas, no es solo un tratamiento
intensivo con fuertes dosis de “ubicaína”, sino también y sobre todo, clases de
Historia Política del Perú, porque en ella encontrarán variedad de “anticuchos”
del quijadón. Y no van a decir que la literatura sobre este tema es escasa. Hay
mucho escrito al respecto.
En el conjunto de biografías con enfoque crítico que han
sido publicadas, no pueden pasar desapercibidos los empeños del hombre de la
gran quijada como lobby de intereses del capital extranjero, de lo cual hay
abundantes ejemplos reveladores de su recóndita posición antiperuana y pro
extranjera.
Solo como ejemplo y como es muy sabido, esa posición se puso
en evidencia cuando desde el cargo de miembro del Directorio del Banco Central de
Reserva del Perú, regaló una millonada de dólares a la Internacional Petroleum
Company, poco antes expulsada de los campos de Brea y Pariñas por el gobierno
revolucionario de Velasco Alvarado.
Para no responder por ese hecho ante la justicia peruana, optó
por huir del país. Debido a las soberbias dimensiones de la quijada, es fácil
imaginar las dificultades que tuvieron sus cómplices y colaboradores para
embutirlo en la maletera del auto que lo hizo trasponer la frontera.
Los jóvenes puneños y peruanos que, tal vez de buena fe,
simpatizan con esa candidatura, deberían repensar detenidamente el sentido
patriótico de su voto en los comicios que se avecinan.
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