Escribe: Omar Aramayo*
Hace cien años se proclamaron las libertades religiosas en el Perú, Manuel Z
Camacho, un campesino de platería, fue su abanderado; él creía que la educación
y el adventismo permitirían desarrollar a su pueblo, sacarlo de la profunda
estagnación a la que había sido arrojada por siglos, el obispo Ampuero fue a
buscarlo a la escuelita de Uta Wilaya y lo azotó hasta cansarse, él le dijo que
de la misma manera habían azotado a Cristo por razón de sus ideas. En los años
noventa llegaron adventistas de todo el mundo a celebrar un aniversario del
inicio de los trabajos de Z Camacho y coincidentemente de las libertades
religiosas a nivel global; en las pampas de platería de la noche a la mañana se
levantó una inmensa ciudad de carpas, los adventistas pernoctaron durante una
semana y de esa manera se avivó la memoria de Camacho, que de adventista al
final de sus días pasó a las filas de Mariátegui y de Churata, es decir al
indigenismo y al socialismo.
Cualquiera podría
pensar que con Manuel Z Camacho se conquistó la libertad religiosa en el Perú
en toda su dimensión, no es así. Solamente se abrieron las puertas del país a
religiones occidentales, algunas de ellas parásitas y abominables. No ha
existido en un país colonizado y dependiente como el nuestro, el nervio para
reconocer la conciencia y la religiosidad nacional, no obstante el trabajo de
un movimiento vigoroso como el indigenismo en la segunda, tercera y cuarta
décadas del siglo XX. Espíritus extraordinarios como Julio c Tello o José
Carlos Mariátegui no plantearon el problema en toda su dimensión, aunque Tello
lo vislumbrara en su libro Wirakocha, la existencia de la religión andina,
raigal, profunda, nutrida de misterio y de verdad.
En los censos
nacionales a nadie le preguntan ¿Usted participa de la religión andina? Todas
tienen cabida menos la nuestra. A nadie le preguntan ¿Usted cree en la
Pachamama? ¿Usted paga a la tierra? ¿Usted celebra al Ekeko el 3 mayo de todos
los años, le compra casitas, títulos? ¿Le confía su suerte? ¿Usted visita las
Warinjas? ¿Usted toma Ayahuasca para resolver sus problemas de salud física y
espiritual? No. Porque para el Estado, para el ministerio de educación, para el
de cultura, eso es mera superstición; y se debe, como dije a nuestra mentalidad
colonizada, que debe mantenerse colonizada como parte de un estado que obedece
a intereses ajenos, por eso somos devotos de religiones concebidas en los Estados
Unidos o en Europa, en el Perú no hay religiones para ellos sinosupersticiones.
Por eso en nuestro himno nacional nos rendimos ante “el Dios de Jacob”
El amable lector
recordará la tercer parte de la película El Padrino de Mario Puzo, donde un
cardenal que luego es ordenado Papa conduce al padrino al jardín, extrae un
canto rodado de la pileta, rompe la pequeña piedra en un borde de la fuente, se
la muestra y le dice: la religión cristiana es como esta pequeña piedra,
cientos de años ha estado sumergida dentro del agua, está mojada por fuera pero
está seca por dentro, así son los cristianos en Europa, por dentro siguen sin
mojarse como la piedra, son paganos. Si el cristianismo tiene una residencia de
tres siglos en el Perú, no pretendamos ser más papistas que el Papa; en cambio
durante milenios ha cultivado una religiosidad ligada a las fuerzas de la
naturaleza, a lo espontáneo, a nuestro medio, a las fábulas y sueños de
nuestros mayores. Nadie puede pedir la renuncia de las creencias personales
como lo quizo la santa inquisición en los siglos XVI y XVII, y como suscribió
el visitador Areche en mayo de 1781 en la sentencia de descuartizamiento de
José Gabriel Túpac Amaru, pero sí podemos exigir la liberación de la conciencia
a través de la sinceridad de la gente, que diga yo sí creo en el Ekeko, yo si
rindo culto a la Pachamama. Los viajes a la Huarinjas y las tomas Ayahuasca son
secretos de familia mal guardados; y la superstición y el comercio insano se
mezcla con una demanda espiritual que podría estar supervisada por el
ministerio de salud y el de cultura, pero obviamente al servicio de nuestra
cultura, aunque eso sea pedirles mucho ya que no hay competencia cultural al
respecto.
Feria de Alasitas
Cada tres de mayo
el pueblo de Puno acude hasta la avenida Floral a reencontrarse consigo mismo,
cargado de sus anhelo de prosperidad, con la esperanza de un día generoso para
todos, con el sueño de conseguir en este año, sí, tiene que ser este año, lo
que se ha demorado en las comisuaras de las dificultades que nunca faltan. Acude
con emoción a depositar sus deseos en manos del Ekeko, lleva sus carritos y sus
casas para que una mano privilegiada por el Ekeko, por los Apus, por la
Pachamama, por Dios, los challe, los brinde, y su fuerza espiritual haga
posible esos afanes. A ello, los científico sociales aculturados y muchas veces
alienados le llaman religiosidad popular, en oposición a una religiosidad de
élite, porque no llegan a concebir ni a entender que este corpus ideológico es
lo que dejaron los extirpadores de idolatrías, las ruinas, que la cúspide
ideológica de una cultura originaria es la religiosidad y el arte, en base a
ella sus habitantes establecen su actividad cotidiana, su proceso histórico, y
por cierto su visión de mundo que es el ojo de Dios que alumbra su despertar
día y noche, el yo colectivo.
A partir de esa
terrible circunstancia histórica la ignorancia cosecha cada vez mejor, por eso
en la televisión el señor Ekeko, Tata Ekeko, es un bufón que anima los
comerciales de la televisión, un personaje pintoresco, deshabitado de su
personalidad espiritual, de quien echa mano cualquier productora o productor de
publicidad, no harían lo mismo con Cristo o con Buda, menos con Mahoma, a riego
de desatar guerras santas. Ningún respeto hay para el señor Ekeko, anuncia loterías,
eventos folklóricos, cerveza, entidades financieras, como el más silvestre
llamador de transporte urbano en la esquina de una calle sin nombre. Así
estamos.
Por otra parte,
la feria de Alasitas podría convertirse en un gran atractivo de comunión espiritual
con el mundo, en una fiesta mística, cuán identificado podría sentirse un
visitante extranjero con esta particular forma de creer, de sentir, de
religarse con el mundo, con la verdadera magia de los Andes, con el corazón
vivo de su fe. Para eso el alcalde de Puno, tendrían que renunciar al
clientelismo al cual se han sometido, es decir, convertirla en lo que
verdaderamente es, en una feria de miniaturas y cerámica, en lo que fue hace
muchos años, al comienzo del tiempo, y que ha sido traicionado para convertirla
en una feria de plásticos y trapos baratos. Por una vez en la vida ¿podría
apostar el alcalde Puno por el espíritu ancestral de los aymaras? El problema
es que se ha desvirtuado la feria y las vendedoras de plástico han hallado una
oportunidad de recurseo sin comprender la trascendencia ritual del comercio.
Alguna vez vi
calzado en miniatura con acabado impresionante, botas de diablo para dama.
Carretillas y moto taxis de hojalata, perfectos. Cuadros de arte moderno con
piezas reloj, impresionante. Cocinillas a kerosene, pequeñas teteras de cobre,
de gran acabado. De ropa, ni qué decir, la finura misma. Y el toro de Pucará,
noble, señorial, pero no el de molde, el gran Toro hijo del Amaru y toda la
cerámica de esos quechuas trashumantes. Desgraciadamente carecemos de un museo
de arte popular que recoja esas piezas. En el Instituto Americano de Arte algo
han dejado, la obra del inmortal Eladio Orcoapaza, el gran alfarero creador de
la cerámica grotesca, estilo del cual se allegan con felicidad los artesanos
del Cusco, gran Eladio, maestro de maestros, que fue visto por tan pocos.
Feliz día señor Ekeko, dese abasto para cumplir con la gente que va a pedirle con tanta devoción.
Feliz día señor Ekeko, dese abasto para cumplir con la gente que va a pedirle con tanta devoción.
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* OMAR RAMAYO es colaborador permanente de PUNO CULTURA Y DESARROLLO
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