LECTURAS
INTERESANTES Nº 631
Remite: gvasquezcuentas@gmail.com gvasquezcuentas@outlook.comLIMA PERU 3 OCTUBRE 2014
EXITO DEL ROBO
César Hildebrandt en “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 220 3OCT14 p. 11
Será
inevitable. Lima volverá a manos del equipo que es considerado eficaz
"aunque robe". Es el pragmatismo en versión patológica.
Es la
resignación degenerada. Es una manera ruin de ser estoico. Una vertiente de la
involución.
¿Es
casualidad?
No. Es
herencia. Nos viene del choreo virreinal, cuando los veleros que partían del
Callao declaraban cargas menores para pagar tasas abreviadas. Nos viene del
robo republicano y ancestral de la llamada "consolidación",
Comunicore gigantesco que José Rufino Echenique perpetró para favorecer a un
amplio círculo de pendejos. Esos fueron los que cobraron al Estado los
sacrificios que no habían hecho en la guerra de la independencia a la que
muchos de ellos se opusieron. Y no lo olvidemos: Echenique tuvo como asesor a
Bartolomé Herrera, uno de los fundadores del conservadurismo eclesial del
Perú. De lejos viene.
Con la
consolidación nos farreamos buena parte de la plata del guano, nuestra
excrementicia riqueza de exportación malversada y secuestrada, al final, por
firmas extranjeras que habían hecho adelantos financieros que se tornaron
impagables. Piérola estuvo metido en esto. Y fue la corrupción ferrocarrilera
de Balta la que nos llevó al desarme y a la impotencia en el conflicto de
1879.
Se robó
siempre. Rateros de machete en mano se encargarían de la explotación del
caucho y saqueadores del mar se ocuparían de la pesca de anchoveta y de su
industria harinera.
El libro
"Historia de la corrupción en el Perú", de Alfonso Quiroz, debería
ser texto escolar obligatorio. Así los niños del futuro quizá entiendan que en
el Perú el robo está asociado al Estado, a la empresa privada, al ciudadano
común, a los municipios, al llano y a las cimas. Y entenderán que la honestidad
ha sido siempre hostilizada por la maldita llamada "cultura criolla",
una filosofía de arrabal que rinde pleitesía a nuestra supuesta viveza.
No es viveza, es
ratería. Y nos hemos acostumbrado a ella. La hemos alentado reeligiendo a presidentes
notoriamente ladrones y sintiendo nostalgia por reducidores que hicieron del Estado
un feudo personal.
Se roba con el
peso de las mercaderías, con el cómputo de las horas extras, con los diezmos
de las obras públicas, con las megacoimas de la infraestructura entregada en
concesiones, con la venta de las empresas públicas, con la leche de los programas
sociales, con la "modernización" del Estadio Nacional, con el
pericoteo denunciado gracias a los petroaudios. Y los ladrones cunden y tienen
admiradores. Nos roban los a bancos, los almacenes, los seguros y hasta los
policías.
Y el Estado
ladrón nos roba con sus impuestos gordos y sus prestaciones lánguidas. Y, por
extensión, casi por afán metafórico, los medios de comunicación nos roban las
noticias que importan, los robos mayores que suceden en los altos círculos. Y
las televisión nos roba lo poco de decencia que nos puede quedar después de
tanta esquilma.
El acomodo social
y antropológico al robo ha llegado al permisivo ministerio público y a la siempre
sospechosa judicatura. Era el golpe final que la cultura del despojo necesitaba
para instaurar el clima de impunidad que hoy vivimos. ¿Qué hacen los rateros prominentes?
Persisten en lo suyo, a veces candidatean, muchas veces triunfan. ¿Cuál es la
lección para el gran público? Que la honradez puede irse al tacho. Que ser
ladrón no causa perjuicio alguno…Que la palabra reputación ha dejado de
existir. Que el sentido del honor murió en una covacha judicial. Que somos un
país primitivo.
Por eso, qué
chistoso resulta que ahora algunos muestren su asombro por lo que estamos a
punto de elegir. Es el Perú profundo, compañero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario