miércoles, 15 de octubre de 2025

EL ESPAÑOL DE TODOS LOS PERUANOS

 UN MOMENTITO, POR FAVOR

por Jorge Paredes

Tomado de: El Dominical de EL COMERCIO, 22ABR07

E

spérame un ratito. Ahorita te llamo. Hazme un favorcito. Tardará un minutito. Baratito, nomás. Gra­cias, hermanito. Frases que tienen una dulzura empalagosa y que sue­nan como si quien las dijera estuvie­ra siempre pidiendo permiso o dis­culpas. Lo curioso de todas estas expresiones es que en realidad lo que afirman no es necesariamente ver­dad. Todas tienen un significado abierto, laxo, y a veces contrario a lo que expresan, pues, un minutito o un ratito es una unidad de tiempo indefinido que solo el peruano cono­ce. Un favorcito puede ser el favor más grande del mundo y el hermani­to puede anteceder a una puñalada. Todas estas frases si bien vienen de un universo oral, han anclado en la cultura urbana del Perú y nos defi­nen como hablantes de una lengua compartida por más de cuatrocientos millones de personas en el mundo.

Nuestro español de cada día no tie­ne un acento tan marcado como el del argentino, colombiano o mexica­no, sino gusta de los diminutivos, arrastra las eses (como en los Andes) o las anula (como en Lima) y no dis­tingue la "y” de la “l l” (rallar suena igual a rayar). O anula el sonido "y” entre vocales y dice rastrío en lugar de rastrillo u oe en lugar de oye. O la "d" y dice parao en lugar de parado y el famoso ya pe por ya pues, entre otras características. ¿Pero se puede hablar de una unidad llamada espa­ñol peruano?

Los lingüistas prefieren afirmar que en el Perú no existe uno, sino varios castellanos, que de los tradicionales costeño, andino y amazónico, hemos ido multiplicando variedades, como consecuencia de las migraciones, de los cambios generacionales, e inclu­so de la aparición de grupos socioe­conómicos, étnicos y culturales dis­tintos. El castellano de Chincha, por poner un ejemplo, no es igual al piurano ni al que habla un joven de cla­se media limeña.

Había sido

El rasgo más saltante del español en el Perú, según el lingüista Luis Andrade, ha sido la discriminación del castellano andino, cuya compleji­dad y sutileza sigue deparando sor­presas a los investigadores. "Este castellano es tenido como una va­riedad incorrecta o impura por bue­na parte de los sectores cultos e ilustrados, y sus mismos hablantes (“moterosos” o “motozos”) muchas veces no son conscientes de su riqueza y su mote los avergüenza. De manera que una de las variedades más extendidas de cas­tellano en el Perú termina siendo, al mismo tiempo, una de las más dis­criminadas, por la escuela, las insti­tuciones públicas y la sociedad", afirma Andrade.

Paradoja que impide (o ha impedi­do) valorar los recursos de este tipo de castellano, inexistentes en otras variedades del idioma. "Como caso ilustrativo tenemos el uso del tiem­po pluscuamperfecto (había sido) para expresar un conocimiento re­ciente y sorpresivo: por ejemplo, en la frase había sido rico el dulce de saúco, donde el hablante recién se da cuenta del hecho que está expre­sando. Esta construcción, con su su­til valor epistémico, ha calado en sectores medios y altos urbanos y en hablantes que no se consideran andinos, sin que ellos lo noten", ex­plica Andrade.

"Sólo al salir del país somos cons­cientes de cómo hablamos”, dice la lingüista Sofía Rodríguez. Según ella a la abundancia de la palabra pues y a los diminutivos, le hemos agrega­do en el aspecto léxico una rápida adaptación a los términos tecnoló­gicos, saltándonos incluso lo que dicta (o quiere dictar) la academia española. Por ejemplo, el diccionario registra disquete y casete, pero to­dos los peruanos pronunciamos y escribimos disquet y caset. Lo mis­mo ocurre con vídeo que no acepta­mos y preferimos video o con DVD que para nosotros siempre será di­vidí.

La norma culta

Alberto Escobar solía hablar de la existencia en el Perú de un español andino en proceso de hispanización. Los lingüistas Eduardo Zapata y Juan Biondi prefieren hablar de un español andino en proceso de globalización, dada la cantidad de térmi­nos que incorporamos del inglés en nuestro uso cotidiano, así como el empleo de contracciones y palabras derivadas de Internet, un campo to­davía por explorar.


"El español peruano es altamente afectivo y no definitorio”, dice Biondi. Nos cuesta definir: el sí y no, co­mo rasgo nacional".

A Zapata y Biondi no les asusta tanto los haiga, los dequeísmos, los fuistes o los nadies del habla popu­lar, sino los aterra el cada vez más afectado y barbarizado español de quienes supuestamente emplean la lengua culta, y se supone son un re­ferente para los demás. "En ese ni­vel comienzan a verse testimonios graves de pobreza, incorrección, afectación y pedantería", afirma Za­pata. Un ejemplo: la ruptura de la concordancia, que tergiversa géne­ro, número y crea confusión lingüís­tica, pues ya no se sabe quién es quién. (Los lingüistas muestran el si­guiente aviso repetido en un noticie­ro de horario estelar: "las computa­doras mejores diseñadas del mercado". Los publicistas probable­mente ignoran que en este caso la palabra "mejor" es un adverbio, no un adjetivo, por lo que la frase co­rrecta debería ser “mejor diseña­das”). Otra muestra: neologismos como aperturar o en palabras de Za­pata: “circulantes lingüísticos que nadie sabe qué significan, como educación de calidad. Todos fir­man los documentos aprobatorios, pero nadie sabe qué es una educa­ción de calidad".

Si seguimos así, nos convertiremos en un Azángaro lingüístico dice Za­pata y la frase no es sensacionalista. “La emisión de términos sin referen­tes ni valor crea una inflación de pa­labras que terminará falsificando el sentido del idioma". “¿Colaboración eficaz?”  Se pregunta Biondi. “¿Aca­so existe una colaboración inefi­caz?". Lo mismo que comisión de al­to nivel o interpretación auténtica.

Así marcha el español peruano, con su apego al inglés, sus inventos, manías y excesos, porque finalmen­te una lengua es el reflejo de quienes la utilizan y también de los tiem­pos en que vivimos.

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