(Extractos de la entrevista de Juan Carlos Soto. LA REPUBLICA 26NOV23)
Nuestra tragedia de varias
décadas y siglos -incluso- es que la estructura del Estado supone la existencia
de un botín para repartir, para crear alianzas, para preservar un poder, que,
a pesar de que es efímero, sobrevive como puede. El tema fundamental es la
crisis de legitimidad, los peruanos ya no creen en las instituciones. Los administradores
del Estado, para defenderse, cuentan con un modelo atávico en el que la
repartija permite conseguir el respaldo (en este caso los votos de los congresistas)
para mantener el poder. Viviendo incluso de espaldas a la ciudadanía. Ella
tiene sus demandas, pero el Estado cuenta con su modelo de negociación bajo la
mesa, que le permite actuar de manera absolutamente autónoma respecto a quienes
los han puesto en el poder.
Probablemente,
el expresidente Toledo fue quien mejor entendió la cuota de dinero que debía
recibir de Odebrecht y procedió a hacerlo. Se suponía que él representaba el
cambio, pero entró al laberinto de la corrupción que aún pervive. La tarea
pendiente es ‘adecentar’ la política. Existe una crisis de representación,
ahora los representantes se representan a ellos mismos, a sus intereses, a
intereses de grupos -incluso- ilegales: narcotráfico, la minería ilegal, la
tala de bosques o universidades bambas. Ejercen el poder que se les otorgó
para su propio beneficio.
(Este
Gobierno tiene un tamiz de prebendario) Las pruebas se vienen acumulando.
Porque si tienes una reunión en una oficina estatal y consigues un cargo o un
contrato, puede ser una coincidencia, pero lo que da que pensar es la sucesión
de coincidencias que se van haciendo públicas. Lo cierto es que el Estado peruano
se administra como si fuera una chacra privada donde no hay competencia ni
concursos y mucho menos transparencia en los procedimientos. Es el toma y daca
de siempre. Existen múltiples ejemplos que corroboran la persistencia del
Estado prebendario, en plena recesión económica, que van saliendo a la luz.
Los Derechos humanos y el derecho a la vida (en su
punto más crítico) buena vivienda, dotar de agua, electricidad y buena salud
pública a la ciudadanía. No tenemos un proyecto a largo plazo para ir
mejorando la vida cotidiana de millones de peruanos. Los derechos humanos
deben aterrizarse en servidos básicos que resuelvan y dignifiquen el día a
día. Esto último no se ha abordado de una manera planificada, eficiente y
seria.
(La ciudadanía está cansada).
Golpeada
por una serie de crisis. Primero el Covid 19; la corrupción infiltrada en la
provisión de medicinas y máscaras. Ya nos olvidamos de los policías muertos porque
las máscaras no los protegían, las pruebas rápidas que fueron una verdadera farsa,
etc. Toda esa acumulación de dolor, incluido el no haber podido enterrar a tus
muertos como debieras, ha ido creando una sensación de cansancio. Por ello,
esa actitud que apunta a la sobrevivencia. Lo que hace que te concentres en tu
pequeño círculo, tu familia, tus hijos y no estés tan comprometido con este
cambio que el Perú demanda. Es un momento comprensible, a nivel individual,
pero negativo para un activismo, más bien desactivado por el día a día. Ya no
hay marchas o si se anuncian algunas, no tienen la fuerza que tuvieron a
principio de año. Lo que muestra que probablemente el modelo de las marchas
masivas, que marcan la vida republicana, ha entrado en una fase de crisis.
(Tenemos
una recesión en marcha). Y un Niño a puertas. El cambio climático sí tendrá
efectos en la economía, que anda en cuidados intensivos. Es la tormenta
perfecta, con una ciudadanía agotada, que ha sido confrontada
sistemáticamente. Suben los precios, no hay trabajo y el panorama mundial es
imprevisible. Ese es otro gran problema. La recesión mundial probablemente se va
a agudizar porque Estados Unidos ha comprometido desembolsos impresionantes en ambos frentes de guerra (Europa del Este, Rusia
y Ucrania; y Medio Oriente, Israel y Hamas). Entonces, esa idea de que estados
Unidos puede ayudarnos a resolver nuestros problemas, es una utopía.
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