sábado, 4 de febrero de 2023

OPINION. MÀS SOBRE LA COYUNTURA POLITICA

BALANCE OPTIMISTA DE ENERO

Carlos León Moya

(Publicado en HILDEBRANDT EN SUS TRECE)

Q

ue el Perú lleve ya dos meses de crisis y manifestaciones y represión violenta no es algo que alegre a nadie. Un lado lamenta y teme más pérdidas de vidas a manos de la policía, y el otro lamenta los costos económicos y daños que las protestas han venido ocasionando.

Pero si uno está del lado de las protestas, como yo, puede ver las cosas desde un lado más positivo, aun dentro del túnel sin salida que atravesamos.

Por ejemplo, la cantidad de tiempo que han sostenido la protesta es sorprendente. Casi dos meses. Aluvional, desordenada, inconexa, pero dos meses de protestas ininterrumpidas a nivel nacional no ocurría hacía mucho tiempo. Peor con la complicación de las fiestas de navidad y año nuevo, donde estas tuvieron que parar.

La derecha y la policía no entiende -o no quiere entender- cómo se puede sostener una protesta tanto tiempo. Buscan financistas, manos oscuras, lazos ocultos. En realidad, su accionar sangriento y su obstinación ciega han sido los principales motores de la movilización.

En estos días, muchas personas me han comentado con desazón que llevamos dos meses de protestas y Dina Boluarte aún no renuncia. Y es cierto. Pero mi primera reacción es juzgar mi usual pesimismo y preguntar en voz alta cosas que me pregunto yo también: ¿a inicios de enero, esperabas que las protestas se mantuviesen fuertes todo el mes? Cuando la Toma de Lima terminó con Dina Boluarte hablando victoriosa y con la policía lanzando gases lacrimógenos hasta medianoche, cuando intervinieron San Marcos dos días después de forma arbitraria, ¿sospechabas que las siguientes marchas iban a ser gigantes, que la solidaridad se iba a organizar y volverse mucho mayor, que dos semanas después iban a estar aún más acorralados, como las ratas que enfrentan la muerte con las patas hacia arriba?

La solidaridad también ha ido aumentando de manera sostenida. Al inicio, la protesta -que llegaba a Lima en buses, que llegaba a Lima a pie- recibió ayuda y apoyo, sí, pero este ha ido creciendo con el pasar de los días. Alimentos, bebidas, médicos, abogados, frazadas, medicamentos.

¿La posible razón? No solo la obstinación de Boluarte, sino también la respuesta brutal y abusiva de la policía. El abuso intimida, pero también puede movilizar. Defender al prójimo aun sin conocerlo. Sacar la cara por él. Sostenerlo. No porque te pague una organización extranjera, sino porque es injusto lo que le hacen. Es injusto que la policía te mate con una bomba lacrimógena lanzada a la cabeza, como ocurrió el 28 de enero en la avenida Abancay, en Lima. Es injusto que te lancen 36 perdigonazos por la espalda a 5 metros de distancia y te dejen al borde de la muerte, como ocurrió el 11 de enero en la avenida 28 de julio, en Cusco. Es injusto que te detengan 48 horas sin ninguna acusación y te dejen la pierna verde a punta de varazos o que te hagan arrodillarte desnuda para ver “si hay droga”, como ocurrió en las sedes de la DIRCOTE y la DIRINCRI el 21 de enero.

Y es injusto que las únicas respuestas de los responsables políticos, Dina Boluarte y Alberto Otárola, sea el blindaje, el elogio, el aplauso a los que cometen el abuso. Y es injusto que la gran prensa impresa y televisiva prefiera hacer caso a sus miedos y escoger, en lugar de informar de manera imparcial, tomar parte por el más fuerte y sesgar cada que puede toda noticia que le venga.


Aimaras llegan a Lima para unirse a protesta nacional

Y toda esa injusticia hace que te duela un poco la cabeza, que te hierva un poco la sangre. Te moviliza de varias formas. Y eso también hace que la protesta se sostenga.

Aún no sabemos el resultado final de todo esto. ¿Renunciará finalmente Dina Boluarte? ¿El Congreso adelantará elecciones para este año? ¿Habrá un referéndum para una Asamblea Constituyente? No oculto mis intenciones: ojalá se den, al menos, dos de estas tres demandas. Pero una idea me viene rondando hace días y es que, a pesar de todo, uno ha aprendido a la fuerza el valor de la organización. Al menos de un mínimo de ella. Todo en el Perú es desorganizado, por pequeño y por costoso, pero de a poco -y con tiempo- alguna organización se ha ido formando. Se ha ido conociendo gente, creando lazos, descubriendo intereses comunes. En suma, ganando fuerza y experiencia. Y esa experiencia no debe perderse.

Al final de la Cantata de Santa María de Iquique, que relata la historia de una matanza de más de dos mil obreros en 1907, el grupo chileno Quilapayún canta que quizás mañana o pasado, o bien en un tiempo más, “la historia que han escuchado de nuevo sucederá”. El abuso volverá. Dina Boluarte no es nueva en nuestra historia: es un Merino mejor hecho, una Odría con internet, una Sánchez Cerro sin galones. Es un remedo de males anteriores. La única manera de evitarlo, o enfrentarlo, es estar preparado. Que lo aprendido y logrado hasta ahora no se esfume. Y si quieren esclavizarnos, jamás lo podrán lograr.  

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