viernes, 21 de octubre de 2022

OPINIONES SOBRE LA COYUNTURA POLITICA PERUANA

 

EL ATAQUE A LA PRENSA

Juan Manuel Robles

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 608, 21OCT22

E

l ataque más grande a la prensa no viene de Castillo, como dicen los periodistas que se victimizan y olvidan todas las mentiras que sol­taron sobre el presidente, en portadas venenosas sin verificar. Durante la campaña y luego de la asunción de mando, la gran prensa ha tratado de propagar la versión, primero, de que Cas­tillo tenía nexos con Sendero Luminoso y, luego, de que su presidencia era el resultado de un mandamiento turbio de los Dinámicos del Centro. Como eso no funcionó —Perú Libre ni siquiera estaba en la cúpula de poder—, pasaron a la acusación de traición a la patria (por un comentario sobre la pre­tensión de darle salida al mar a Bolivia). Así siguieron hasta que encontraron un caso de tráfico de influencias —sólido, aunque con colaboradores efi­caces más bien flojitos—, y, en un afán de profilaxis temprana insólito en la historia nacional, convirtieron eso en la narrativa del gobierno “insostenible” que debe terminar cuanto antes. Lo interesante es que hasta hoy lo dicen todo con la misma convicción caradura con la que dijeron que Yenifer Paredes estaba hu­yendo a Colombia (mentira), que ciertos personajes del en­torno presidencial están bus­cando asilo en la embajada de Venezuela y México (desmentido), y tantas cosas dichas y publicadas que resultaron no ser verdad.

Es una prensa canalla que convierte un pampón en un helipuerto y que usa las imágenes privadas de Palacio, muy posiblemente producto de la persecución política —una fiscalía que incauta cámaras en la casa presidencial—, para llenar su magazine mediático de figuritas: Pedro Castillo hace picnic con su esposa, riámonos juntos.

Ese es el ataque más grande contra la prensa, y viene de la propia prensa. Cuando los periodistas dicen mentiras (por intención o por negligencia) se atacan a sí mismos, mancillan lo único que tienen para defenderse y su razón de ser: decir la verdad como forma de servicio público. Provocan dudas sobre la idoneidad de sus privilegios. La prensa goza de un blindaje social (cuyo emblema es la credencial respetable) porque tiene una función; si faltan a ese encargo, esas prerrogativas pierden sentido (de hecho, son peligrosas), del mismo modo que ocurriría si un miembro de la Cruz Roja usara sus accesos para espiar a uno de los bandos en confabulación con el otro.

 Por eso tanta gente se ríe a carcajadas de la ceremonia de los micrófonos caídos. Por eso se ríe y aplaude cuando el presi­dente dice que esos medios son sesgados (que, por cierto, es una forma bastante suave de definirlo que hacen). Se ríen de esa prensa incluso los ciudadanos que no quieren a Castillo. Porque la propia prensa confirma su normalización del abuso de poder cuando, al día siguiente de las declaraciones criticando a los me­dios, una conocida periodista de televisión dice sobre el primer mandatario: “se está orinando en los pantalones”. Ningún control. Impunidad absoluta, cuando por menos que eso (si se tratara de otra auto­ridad) los anunciantes harían llamadas, que serían dócilmente aceptadas por el periodista y el productor general.

Cuando esos señores salen a victimizarse, se nota la frescura. Porque la incapacidad de Castillo no es más grande que la incapacidad de muchos periodistas prominentes de la gran prensa, que no se informan, que patinan con cosas que dañan honras, que no dudan de sus fuen­tes judiciales y castrenses, que responden a intereses privados que hirieron todo lo posible por evitar que gane Castillo. Incluso hay un canal que pertenece a un fondo de inversiones, o sea, está asocia­do a grupos económicos poderosos y su objetivo es hacer el mayor dinero en el menor tiempo. La cara visible de ese canal tiene también un alto cargo en una oenegé que vela por “las buenas prácticas periodísticas”.

Por si fuera poco, ese poder mediático traslada esas “verdades” a sus caricatu­ristas, a quienes da carta libre para terruquear; y a sus comediantes chistosos, a quienes incentiva a hacer lo suyo: en la radio, le ponen Dina “mita” Boluarte a la vicepresidenta, y colocan Flor de retama de música de fondo (risas grabadas). El terruqueo nunca es humor ingenuo; está ahí para reforzar la “verdad” que viene del área periodística.

El ataque autoinfligido (de la prensa a la prensa) no es solo un ataque. Es una demolición sistemática que lleva años. Atenta contra el carácter institucional del periodismo, aquello que lo hace el “cuarto poder”. La prensa ha consegui­do que a la gente no le importe defenderla, que no sienta que su supuesto sometimiento —que solo existe en la paranoia dere­chista— le quitaría algo valioso,

Ese desprestigio no es un motivo de risa, aunque varios de esos periodistas nos parezcan cómicos. No solo porque sí hay periodistas valiosos que se me­recen trabajar lejos de directivas sesgadas, ambientes tóxicos, li­bres de la presión de negociantes que creen en todo menos en la libertad de información. Tam­bién porque la prensa tiene — solía tener— el rol de tutelar las verdades públicas, y eso es lo que tendrían que procurar los medios masivos. Llámenlo credibilidad, si quieren. Sin ese rol, hay una orfandad, un vacío, un estado en el que ningún ciudadano puede acudir a la prensa para informar­se (como quien compra un mapa fiable). Es una versión tardía del sueño de Baudrillard: la realidad no existe, solo hay simulaciones virtuales hechas por quienes tienen los recursos para el montaje mayor.

Ese es el tema de fondo que los medios nunca pondrán en agenda: la necesaria restauración de la respetabilidad de la prensa, cómo lograr­la, qué cambiar. Porque es evidente que ha llegado a un punto de agotamiento y crisis. El tema está ahí hace años pero ahora —por desgracia— es urgente, y no solo por la posibilidad del golpe de Estado.

Es urgente porque se viene Antauro Humala con su ímpetu y sus huestes, su radicalismo que encandila, sus ínfu­las mesiánicas. Necesitamos verdades. ¿Esta prensa sesgada, incompetente, desinformada, bocazas, es la que nos infor­mará sobre ese fenómeno? ¿Esa prensa que ya empezó a mostrar su frivolidad sin límites cuando fue a preguntarle a Antauro si es verdad que, en la cárcel, hizo manualidades de Helio Kitty? Me gustaría que alguien realice una encuesta con una sola pregunta: ¿Cree usted que la prensa peruana está preparada para informamos verazmente del surgimien­to de Antauro Humala? Quisiera ver ese sondeo, aunque ustedes ya conocen el resultado (y yo también) <:>





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