viernes, 13 de noviembre de 2020

LA COYUNTURA POLITICA EN EL PERÚ

 

USTED NO REPRESENTA

A LA NACION

César Hildebrandt

Lima, 12 de noviembre del 2020

Señor Manuel Merino de Lama:

Es usted el presidente de la re­pública que reconocen y aplauden los políticos de la decadencia, los congresistas que aspiran a prófu­gos, los exparlamentarios que en­trevista el canal donde Milagros Leiva ejerce el viejo oficio de la anuencia. Pero la mayor parte de los peruanos no lo admite como máxima autoridad y no importa lo que le digan los aduladores que ahora lo rodean.


No se tome las cosas muy en serio, señor Merino. Usted ha nombrado primer minis­tro a un gato techero al que le quedan varias vidas, a pesar de las que perdió en el ridícu­lo, en su paso por el PPC o el alanismo saqueador y en su afán insaciable de figuración para las cazuelas. Este gato, señor Merino, no sólo odia a las llamas y a los huanacos sino que está acostumbrado a comer rato­nes de provincia, por lo que po­demos decir que seguridad del estado debiera instaurar medidas especiales en aras de su integri­dad. Lo que quiero decirle es que Antero Flores Aráoz se encargará de figurar como el presidente de la república en acción y le dejará a usted, que apenas puede leer, el papel que tiene la reina Isabel en el Reino Unido.

Ha dado usted un golpe insti­gado por lo peor de la política peruana. Ha reunido usted a la mu­gre y al miasma, al prontuario y a la requisitoria, a la ignorancia y a la avidez, y con todo ello ha hecho usted una ceremonia de investidura presidencial. Cree usted que así pasará a la historia, que será inevitable que el futuro lo nombre y que la memoria colectiva le reserve un lugar de privilegio. Qué ingenuo es usted, señor Merino. ¿Sabe usted cuántos “presidentes de la república peruana” yacen en el merecido anonimato? No son pocos. ¿Alguien recuerda a Francisco Valdivieso y Prada, elegido por el congreso en junio de 1823? ¿Alguien tiene en la cabeza a Manuel Salazar, que nos gobernó como “encargado del ejecutivo” desde septiembre de 1828 hasta junio de 1829 y que llegó a ocupar el máximo cargo, con igual intrascendencia, en otras tres ocasiones? ¿Estudian en nuestra secundaria a Antonio Gutiérrez de la Fuente, que dio un golpe de estado y mandó en el Perú de junio a septiembre de 1828 y que después fue presidente furtivo en otras dos ocasiones? Claro que no.

Eso es lo que le espera, señor Merino. No será usted, con los años, ni siquiera un pie de pági­na, una aclaración en bastardi­lla. ¿Cree que soy mezquino? A ver, ¿quién rinde hoy homenaje a los señores Juan Ángel Bujanda, Juan José Salas y Juan Bautista de Lavalle, fugaces mandatarios que reemplazaron al autonombrado presidente Felipe Santiago Salaverry? ¿Dónde están los monumentos y los libros dedicados a Manuel Menéndez Gorozabel, que gobernó el Perú entre noviembre de 1841 y agosto de 1842? ¿Y dón­de está la bibliografía abundante en torno a personajes como José Miguel Medina, Juan Manuel del Mar o Manuel Costas Arce, todos primeros mandatarios conde­nados al olvido? Para no hablar de los levísimos Ricardo Elías Arias y Gustavo Jiménez, pre­sidentes del Perú del 1 al 11 de marzo de 1931.

Eso le espera a usted, señor Merino: la fosa común de las torpes ambiciones, del oro­pel en traje de grandeza, de la chanfaina que quiere ser ban­quete. ¿Quería usted pasar a la historia? Pues hubiera podido in­tentarlo cumpliendo su tarea de presidente del congreso, que eso ya era bastante para sus aptitu­des.

Pero el hambre de notoriedad pudo más. Fue usted convenci­do por una gavilla de que era el hombre que podía entrar por la ventana a las celebraciones del bicentenario y aceptó el encargo. Para eso hubo de aliarse con Ac­ción Popular y con Alianza para el Progreso, con el antaurismo armagedónico y con la corte de inminentes requisitoriados que pueblan el congreso.

En cierto sentido, nos ha hecho un favor. Ya nadie podrá dudar de la podre que ha empezado a cundir en ese organismo que una vez fundó Fernando Belaunde y que tuvo como doctrina el Perú, lo que jamás significó algo que no asustara. ¿El Perú como doctrina? ¿Cuál Perú? ¿El de la página once, el de Guvarte, el de aquel primer ministro que todo lo per­mitía con tal de que la farra espol­voreada continuara? Ya sabemos qué es Alianza para el Progreso: una firma fundada por un bufón que por lo general anuncia lo que habrá de incumplir y que ha he­cho una megafortuna fabricando diplomas que no valen ni el car­tón en que están impresos. Con esos se ha aliado usted, señor Me­rino, para fingir que es presidente y para presidir por un semestre el país que hoy lo repudia. Con esos se ha aliado y, además, con Podemos, salida del patíbulo y que congrega a la mejor carne de pre­sidio del congreso. Y a toda esa federación de gentuza sume usted al fujimorismo siempre atento y al supurado aprismo que dejó el que huyó de la justicia pegándo­se un tiro salvador. Ponga usted todos esos ingredientes en una licuadora, licúe, vierta el conteni­do en un envase y entrégueselo a la baja policía. O brinde, si, como parece, quiere usted brindar.

Para deshacerse de un presi­dente salpicado por la corrupción, se ha aliado usted a los corruptos. Es usted ahora socio intrínseco de Pepe Luna y Édgar Alarcón, a quienes esperan un pecto numé­rico y una ventana de barras. Es usted socio univitelino de Ántero Flores Aráoz, que es la nada que habla, el fantasma que pena des­de aquella imaginaria república aristocrática.

¿Qué principios invoca su gobierno usurpador, señor Merino? ¿El de la restauración de la dignidad? ¿Y qué hace usted entonces con Omar Chehade y Juan Sheput?

Vizcarra de­bía responder a la justicia cuando terminara su mandato. No tenía escapatoria. Pero a usted le pudo la codicia y nos ha puesto en esta situación, una en la que a la catástrofe de la pandemia se suma hoy la flamante ineptitud de su oscuro gabinete.

Buscando la historia y sus Olimpos ha hallado usted la man­ga, señor Merino, el cómic, la ca­ricatura. Que Vizcarra fuese un investigado altamente sos­pechoso de ser culpable no le daba a usted el derecho de em­plear un artícu­lo inaplicable de la constitución para crear esta zozobra. Esta­mos en pandemia, la crisis conti­núa, la OEA no nos reconoce y del extranjero llegan señales omino­sas sobre lo que puede ocurrirle a nuestra economía en esta nueva fase de tumultos, represión e incertidumbre.

Tiene usted a un congreso que lo profirió, se ha abalanzado so­bre el ejecutivo, tiene el propósito -ya lo insinuó el gato marrullero que tiene al costado- de nombrar a un Tribunal Constitucional ad hoc y cuenta con la fidelidad de las fuerzas armadas. ¿Hasta dónde quiere llegar? ¿También quie­re la calle? ¿Por eso ha dado usted la orden de reprimir a cualquier costo las manifestaciones donde la gente repudia su interinato?

No representa usted a la na­ción, señor Merino. Representa a un congreso que se ha ilegitimado y ha tomado el palacio donde le cortaron el gaznate a Pancho Pizarro. Piénselo. ▒▒

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